CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Hacia una evaluación de la evaluación académico-científica

Jul 16, 2013
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Es indudable la necesidad de un monitoreo constante de la actividad académica y científica en el país  –tanto como parte de la misma tarea generadora de conocimientos y de docencia superior, como para asegurar el mejor uso posible de los exiguos recursos para ella dispuestos. Sin embargo, parece existir un amplio consenso en la comunidad científica y de algunos funcionarios relacionados con las políticas públicas del sector, acerca de que el sistema de evaluación actualmente vigente está llegando a sus límites y que incluso se está volviendo contraproducente. Ha crecido de modo caótico, está lleno de incoherencias e incongruencias, duplicaciones y requisitos absurdos, es operado en parte por burócratas y hasta académicos no capacitados para tal tarea, ha sido vinculado de tal modo con el financiamiento de la investigación científica y tecnológica y de la educación superior, que a menudo sirve más como instrumento de premios y castigos en función de la «gobernanza» académica que como impulso a la generación de conocimientos necesarios, ocupa porciones cada vez mayores del valioso tiempo de investigadores y docentes, quienes tienen que participar en él como evaluables, evaluados y evaluadores (¿alguien conoce el porcentaje de su tiempo en ello gastado? ¿se ha inventariado los recursos dedicados a la «evaluación»? ¿se sabe algo sobre la correlación entre crecimiento de la evaluación e incremento del conocimiento científico y de la innovación de la docencia superior?) y ha generado una considerable simulación que con el tiempo incluso impedirá conocer el estado real de la cuestión.

Al mismo tiempo ha surgido la sensación de estar ante un poderoso instrumento de transformación de la educación superior (¿en educación de tipo técnica superior tranquilamente gobernable?), de la investigación científica (¿centrada en la rentabilidad a corto plazo y en la rutina en vez de la pesquisa original?) y de la misma institución universitaria (¿la «nueva universidad» de tipo fabril de la que habla desde hace años don Pablo González Casanova?)  –  sin que la comunidad científica haya siquiera opinado sobre tal transformación.

Para muchos especialistas en ciencias sociales y humanidades resulta particularmente molesto sentirse a menudo ser evaluados con criterios provenientes de otras disciplinas. La imposición del modelo del laboratorio con su «trabajo colectivo» segmentado y jerarquizado, la preferencia del artículo de revista (de preferencia: colectivo y en lengua extranjera) y de la publicación frecuente de textos cortos, la exigencia de generar «financiamientos externos» a como dé lugar, son solamente ejemplos de ello; encuentran su complemento en el desprecio constatable en casi todo el país de los responsables del sector y de las instituciones con respecto a bibliotecas, hemerotecas y videotecas suficientes, ágiles y funcionales, con respecto a bases de datos en línea realmente útiles y accesibles y, en el caso de la antropología, al trabajo de campo que es entorpecido cada vez más e incluso bloqueado todos los años durante meses por la estrechez de mira de los llamados «responsables» de ciertos «aparatos administrativos».

Otro aspecto intolerable es que para ciertas áreas de la administración pública y de las universidades el sujeto por evaluar parece ser culpable  –ineficiente, improductivo, mentiroso, estafador–  hasta que demuestre lo contrario. Desde luego existen tales sujetos también en la academia. Pero la «solución» actual no es ninguna: en demasiados casos lo más importante no es la actividad realizada y su resultado, sino la capacidad (se habla ya del surgimiento de una nueva «disciplina transdisciplinaria») de conseguir y exhibir cantidades cada año crecientes de documentos exactamente con las formulaciones, tamaños de letra, sellos, firmas, indicadores, cuadros, etc. tal y como se le ocurrió a algún funcionario en turno  –  en vez de que el/a académica/o sea invitada/o a comprobar de algún modo confiable (lo que implica, en dado caso, poder aportar documentos sustitutivos o equivalentes, ofrecer aclaraciones, etc.) ante otra/os académica/os una actividad o un resultado de la investigación científica o de la docencia superior. La frenética generación de «constancias»  –a veces exigidas no solamente en forma impresa, sino también copiadas, escaneadas y grabadas en disco–  no solamente ocupa demasiados recursos de todo tipo y durante demasiadas semanas al año, sino que lleva frecuentemente, en el ámbito de las ciencias sociales y humanas, donde actividades de investigación se realizan frecuentemente en colaboración con instancias de la sociedad civil y la administración pública, a situaciones, y a veces hasta transacciones, por decir lo menos, penosas para todos los involucrados.

Consecuencia –y ¿tal vez también objetivo? – de todo esto es la mutación de la evaluación llamada académica en un simple conteo, a tal grado que en muchas «evaluaciones» se podría ahorrar por completo la comisión compuesta por especialistas pares  –  una secretaria con una pequeña sumadora haría exactamente lo mismo: «checar» si las constancias dicen exactamente lo que deben decir y dónde y cómo, con qué tipo y tamaño de letra y color, contarlos y, en dado caso, sacar algún porcentaje, asignar algún factor y anotar la suma resultante.

A esto se agrega que muchas evaluaciones de personas y de instituciones siguen una lógica del crecimiento (cuantitativo). Por una parte, debe haber cada vez más y, por otra, debe haber siempre de todo. No parecen existir «plataformas» de actividades y resultados aceptables como buenas o excelentes. Aparte de asomarse aquí con claridad criterios tomados del mundo financiero, se deja de lado que la actividad de investigación (que depende, además, de la disciplina) no es lineal: durante años, los resultados («productos») pueden ser mayormente individuales, en otros mayormente colectivos, en unos, mayormente de un tipo, en otros, mayormente de otro, en unos, estar ligados orgánicamente a actividades de docencia, en otros, sin relación con ellas, en unos, ser generados en el aislamiento del escribidor solitario, en otros, necesitados del intenso trabajo en red…

También llama la atención que algunos responsables de mecanismos e instituciones (no pocas veces empresas privadas) de evaluación surgidos en los últimos lustros gustan dar la impresión de que antes no existía evaluación académica alguna. Pero esto no solamente no es cierto, sino que los mecanismos existentes antes del SNI, del PROMEP, del COPAES, de los estímulos institucionales y la multitud de certificaciones de todo tipo, siguen existiendo, por más que necesitaban y siguen necesitando adecuarse a nuevas dimensiones: dictaminación de textos para su posible publicación, de actividades y resultados para concursos de oposición y sabáticos, de ponencias y conferencias, dictaminación de solicitudes y resultados de proyectos…

Alarmado por esta situación ampliamente comentada casi a diario en cualquier universidad, centro de investigación y reunión académica, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCYT) acaba de iniciar un proyecto de investigación sobre las evaluaciones académico-científicos vigentes en el país. Aunque por ahora se podrá abordar solo algunos de sus mecanismos más importantes, se trata no únicamente de analizarlos con una perspectiva propositiva que se base, ante todo, en las experiencias y consideraciones de los mismos académicos. Igualmente relevante es construir una visión de conjunto, ya que parece imperativo reducir la frecuencia de muchas evaluaciones, eliminar la exigencia de siempre los mismos datos en formatos siempre distintos, sustituir la imposición de indicadores homogeneizantes seleccionados a partir de una idea francamente liliputiense de ciencia mediante la apertura hacia equivalencias de todo tipo, reemplazar el conteo de comprobantes uniformes de actividades estandarizadas por la evaluación cualitativa de creatividad docente, perspectivas disciplinarias y transdisciplinarias novedosas, y, no el último término, fomentar la articulación de todo el sector no sólo con el debate científico latinoamericano e internacional, sino también con la multiplicidad de lenguas, culturas y saberes constitutiva de la nación.

Un efecto colateral de esta meta-evaluación apenas iniciada y de sus propuestas resultantes podría ser la recuperación del auto-respeto de los mismos académicos y del respeto de los sistemas administrativos hacia los académicos, actualmente concebidos no pocas veces como «mil usos» intercambiables a la orden de «modelos», «certificaciones», «rankings» y «control administrativo», los cuales parecen cada vez más importantes que el proceso pedagógico, el pensamiento crítico, la investigación arriesgada, la innovación metodológica.

En estos meses, en los que se desarrollan en todo el país loables esfuerzos por acercar más a los mejores estudiantes al trabajo académico mediante estancias de diversos tipos, parece más relevante aún discutir esta meta-evaluación, ya que el aplacamiento institucional actual de iniciativas de participación estudiantil, del pensamiento cuestionador, de propuestas científicas osadas no podrá seguir siendo suplido por mercadotecnia y retórica; solamente podrá ser enfrentado por el trabajo académico-científico  –honesto, colegiado, informado y transparente–  de todos los días.

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15 Comentarios

  1. Querido Esteban,

    Tu colaboración me parece excelente y oportuna. Yo también participé tres años como evaluador del área 5 y tuvimos una experiencia interesante que estamos intentando sistematizar, en comunión con la argumentación que ofreces.

    Lo mismo sucede dentro de la UNAM con los criterios y los sistemas de evaluación PRIDE. Yo creo que desafortunadamente ya llegamos al límite de lo que atinadamente señalas: el «peiperismo» está sepultando al conocimiento.

    Enhorabuena por tu colaboración y adelante con la evaluación científica de la evaluación científica, que lejos de anecdotas y certezas imprecisas, murmuraciones y peleas entre egos, la requerimos com gremio y como sociedad.

    Gracias!

    JG

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  2. El Dr. Krotz ha descrito con claridad la situación que vivimos en nuestras instituciones; estas prácticas que describe han generado una cultura y economía del puntaje -muchas de ellas perversas- que parece responder más a una política salarial y de control de gasto que a una de verdadera evaluación. En nuestras instituciones han crecido los aparatos administrativos que no solo se comen los exiguos presupuestos sino que además marcan las pautas de cómo se deben hacer las cosas sin consultar a las comunidades académicas las cuales, por las características de las disciplinas que desarrollan,se organizan y llevan a cabo su trabajo de manera diferente. Espero que en el COMECSO tengamos una importante participación en el proyecto de investigación sobre las evaluaciones académico-científicos vigentes en el país, del FCCYT y podamos influir en los cambios de este sistema de evaluación del trabajo académico que muy claramente fotografió el Estaban Krotz.

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  3. En la última línea donde apunto «…que muy claramente fotografió el Esteban Krotz» corrijo: el Dr. Esteban Krotz.

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  4. Efectivamente, a diario ocupamos parte de nuestro tiempo en protestar por los modelos de evaluación comentados por el Dr. Krotz. Ahora, él con su lucidez, con su enorme dignidad y con su gran talento, nos llama la atención sobre las repercusiones sociales y académicas debidas a la implantación de este modelo.Saludo con afecto su impecable planteamiento.

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  5. En 1994, en el número 2, de la revista «SOCIOTAM» publicamos un artículo donde hacíamos un evaluación del «SNI». Plantéamos que considerar exclusivamente criterios universalistas y/o estandarizados en la evaluación de la investigación en las ciencias sociales. Al encuestar a prominentes investigadores del país encontramos las siguientes sugestiones:
    1. no debe haber un único criterio para evaluar, como una totalidad, a la producción de las ciencias sociales y humanidades.
    2. El impacto de una ciencia social no es medido por la bibliografía o sistema de referencia.
    3. Publicar afuera, no es una referencia del avance de la ciencia en el País.
    4. El concepto de productividad debe ser referido a diferentes tipos de disciplinas sociales y a diferentes contextos institucionales.
    5. La prioridad debe ser dada a la calidad y no a la cantidad.
    6. El principal problema de la evaluación académica es la integración y número de los comités y sus miembros.
    7. La evaluación que hacen los cuerpos del SNI no representan adecuadamente a todas las áreas del conocimiento.
    8. El SNI ha provocado la pérdida de lealtad institucional hacia los centros de trabajo de los investigadores.
    9. CONACYT, tal como hoy se le conoce no tiene delimitado correctamente su campo de competencia.
    10. CONACYT tiene que apoyar instituciones, no personas.
    11. Una profunda revisión del sistema de evaluación del SNI se requiere con urgencia máxima.
    Como se puede constar el problema de la evaluación académica, promovida por la oficialidad gubernamental, sigue en las mismas desde hace bastante tiempo.

    ATTE.

    Héctor M. Cappello

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  6. Coincido en reconocer la valiosa descripción que nos comparte el Dr. Estaban Krotz. Hace evidente la burocratización empresarial o como indica don Pablo González Casanova el complejo científico-militar-industral de las corporaciones transnacionales. ¿Ese proceso obsesivo de control o supervisión no será asociado a la estrecha y simbiótica vinculación entre la ciencia y el capital? El capital necesita supervisar a sus trabajadores. ¿lo somos? ¿Qué tanto nos podremos supervisar (problematizar, autoalterar, corregir) nosotros mismos? Sea una pequeña contribución a la reflexión que nos invita el Dr. Krotz

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  7. Sin duda los circuitos perversos de la investigación científica de dar mas a los que mas tienen (como ocurre en el sistema capitalista neoliberal)generan una reproducción ampliada de la Ciencia Dominante. Junto con ello, los factores que describe el Dr. Esteban Krotz, como el productivismo, la competencia feroz entre los investigadores por la puntitis, por la zanahoria, por el reconocimiento, por la publicación en revistas indexadas en inglés, conducen finalmente a los investigadores a invertir mucho tiempo (más que en la propia producción científica) en la perpetua elaboración de informes endogámicos para sus patrones y aboneros intelectuales y a otros, a dejar que corra el financiamiento para quienes tienen mayor disposición a formar parte de una nueva condición de ser «informantes claves» de esos complejos científicos, militares e industriales de la llamada «sociedad del conocimiento». Me parecen muy precisas y veraces las reflexiones del Dr. Esteban Krotz (a quien envío un saludo afectuoso, al igual que al Dr. Javier Maisterrena). Y salta a la vista la pregunta: a los evaluadores,¿quién los evalúa?. Están instalados como nuestros parlamentarios que a todos investigan y fiscalizan, pero ellos son intocables. Muy interesantes los comentarios que nos comparten Jorge González, Felipe Mora, Lina Güemes, Héctor Capello y Javier Maisterrena.

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  8. Impecable e implacable el texto de Esteban Krotz. Así se hace. Años tenemos de protestar contra las incongruencias que señala Krotz. Entre otras, remarquemos que lo que se pensó como un sistema de estímulos, no a la productividad mercantil, sino a la calidad y la pertinencia, se ha convertido en instrumento de control. Algunos colegas incluso han llegado al pánico cuando se acerca el tiempo de los informes y las evaluaciones. Aparte, ha conducido a la formación de círculos mafiosos, que controlan quien sube y quien no. A quien se expulsa del SNI y a quién se le favorece. Ha propiciado la creación de mentes colonizadas y domesticadas. Y si eso ha propiciado, ¿no es el verdadero objetivo? Nos informa Krotz que el Foro Científico ha iniciado una investigación acerca de los sistemas de evaluación vigentes. Le damos el beneficio de la duda al Foro. Veremos en qué termina.
    Otro aspecto que debe señalarse es la complicidad no solo de colegas nuestros, sino de colegas de las llamadas «ciencias duras», no sólo indiferentes ante lo que sucede en las ciencias sociales, sino muchos de ellos propiciadores del desastre actual que Krotz describe. A algunos he oído decir que escribimos novelas, como si eso fuera un delito y no un acto complejo de la creatividad humana. Hago votos porque el texto de Krotz haga reaccionar a la comunidad académica toda y defendamos la urgencia de la libertad para el trabajo. Sin esa condición, nuestra tarea será cada día más cercada. Podremos tener diferencias en nuestros puntos de vista, es parte del quehacer científico, pero en lago debemos coincidir: la defensa de nuestro quehacer y nuestra propia dignidad.

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  9. Yo no he podido ni podré entrar en un par de años a ese sistema de evaluación, pues los requisitos cambian cada periodo y normalmente elevan el grado académico para el ingreso. Confío en que, en la medida que es un sentir general el expresado por el Dr. Krotz, se fomente un diálogo serio (no el «derecho al pataleo» en el que ya he participado un par de veces) en el que se consideren criterios amplios y de impacto en las comunidades con las que trabajamos para publicar libros, artículos, elaborar proyectos de investigación, trabajos de titulación de licenciatura, posgrado…

    Responder
  10. Preciso e impecable su texto Dr. krotz, ya hacia falta que alguien hablara con dignidad sobre esta situación tan nefasta y contraproducente para los colegas y el quehacer de la investigación social, esperemos que sea el inicio sea una reflexión honesta y rigurosa. Saludos.

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  11. «Otro aspecto intolerable es que para ciertas áreas de la administración pública y de las universidades el sujeto por evaluar parece ser culpable –ineficiente, improductivo, mentiroso, estafador– hasta que demuestre lo contrario.»

    ¿Qué más se le puede pedir a fulanos -esos que deciden en las áreas de la administración pública- palmariamente IGNORANTES? La pregunta -OBLIGADA para cualquier ser PENSANTE- es: y a ellos… ¿quién los evalúa? (porque de quienes los eligieron, ni se acuerdan… mas que cuando quieren sus votos; y de los otros -los designados por «dedazo» o compadrazgo- mejor ni hablar -yo les denomino «hueseros»-). ¿Resistirían una «evaluación» como aquella a la cual nos someten? Creo que ni siquiera se requiere responder explícitamente a esta pregunta.

    Responder
  12. El tema tan bien abordado en su precisión y síntesis, urge de ser tomado como uno de los temas transversales al análisis y propuesta de las condiciones laborales de los trabajadores académicos del sector público y privado. En aras de abonar el terreno me permito compartirles un artículo recién publicado de unas colegas de la UANL, cuyo título revela el contenido: La intransparente transparencia… La asignación de sueldos y niveles académicos al profesorado en una universidad del norte de México. Se encuentra en la liga http://www.iisue.unam.mx/perfiles/ Al respecto de la asignación de Estímulos, en mayo de este año regresé un cheque de dicho programa, pues, sorprendentemente (!!)fui «evaluada» y ascendida de nivel, sin presentar evidencia ni solicitud alguna, pues había decidido no participar por el alto grado de discrecionalidad del programa. Las colegas autoras del artículo que les comparto, pueden decir que su hipótesis tiene sustento empírico. Es decir, nos enfrentamos como trabajadores no sólo a las marañas burocráticas y jerarquizantes de los sistemas de evaluación, peor aun, nos enfrentamos al menosprecio total de lo académico. Saludos.

    Responder
  13. Aviadores con sello UNAM,

    Sr. Rector, el pizarrón lo ha arroyado, las frases progresistas agotadas están y he aquí un solo tropiezo:

    La Dra. Ofelia Collera Zúñiga dejo de asistir a laborar a su centro de trabajo, el Instituto de Química de la UNAM, desde el año 2008, so pretexto de sus múltiples enfermedades. Desde entonces, la Dra. Collera suele aparecer única y exclusivamente los días de quincena para firmar la nomina y de esta forma justificar que sigue viva, conservando así todos sus derechos (ó privilegios) que la ley le otorga. En febrero de 2013, apareció su nombre en la lista oficial de los investigadores vigentes en el Sistema Nacional de Investigadores (SIN, ver anexo). Efectivamente Sr. Rector, como buen “chico de pizarrón” lo entiende usted a la perfección: Durante cuatro años las autoridades del Instituto de Química han dado el visto bueno para que la Dra. Ofelia Collera Zúñiga no asista a su centro de trabajo y siga cobrando un salario. Las administraciones del Dr. Raymundo Cea Olivares y el Dr. Gabriel Cuevas (miembros honrosos del YUNQUE) han expedido documentos oficiales donde afirman que la Dra. Collera sigue laborando normalmente y por lo tanto no se le puede levantar un acta por abandono de su centro de trabajo y seguir perteneciendo al SNI.

    ¿En qué quedamos Sr. Rector?
    ¿Progreso o dinosaurios?

    Responder

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