CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Convocatoria para dossier de la revista Andamios

Andamios
Revista de Investigación Social

convoca

A las académicas y a los investigadores de instituciones públicas y privadas de docencia e investigación a presentar sus artículos para ser considerados en el número 50 (septiembre– diciembre 2022) cuyo dossier estará dedicado al tema: La vida dañada. Aniquilación de cuerpos, geografías del terror y lugares de memoria en México (2006-hoy).

PRESENTACIÓN

En 1951, el filósofo alemán Theodor. W. Adorno publicó Mínima moralia. Reflexiones desde la vida dañada, obra dedicada a Max Horkheimer, escrita en testimonio de lo que el primero llamó “ciencia melancólica”. Entradas, fragmentos, reflexiones breves, escritas entre 1944 y 1949, pueblan las densas páginas de este ensayo sobre la vida dañada. Enigmática y densa, su reflexión es la puesta a punto de una vida al filo del abismo, situada en el plano de la sobrevivencia cotidiana en un mundo en ruinas, en el momento en el cual el espíritu no se encuentra sublimado o rejuvenecido, diría Hegel, sino cuando se enfrenta a su absoluto desgarramiento en razón de la desdicha, la desesperanza y el sufrimiento que habitan por doquier. Paradójica tan sólo en apariencia, su reflexión no es el canto de una sirena que presagia el naufragio; es, por el contrario, una dialéctica in extremis acerca de la vida a pesar de la desdicha, sobre la esperanza ahí donde parece no haberla. Para él, la lógica de la historia no es la del mundo soñado, sino la de la catástrofe que impera en éste, que se derrumba a pedazos. No es en las representaciones positivas de la sociedad donde Adorno fundamenta su reflexión, lo hace en la dialéctica negativa que se enraíza en un mundo trastornado por la barbarie: sustenta la felicidad en la medida del dolor inmenso que recorre el mundo, la resistencia a la vida dañada en la forma de un caído que se recupera, dándose cuenta de que aún vive y, por tanto, de que aún existe la vida y un mundo para la vida; incluso, en medio del infortunio reinante.

Décadas después de esta reflexión surgida en el marco del mundo de la guerra total, el nacionalsocialismo, la Shoah, los campos de concentración, Hiroshima y Nagasaki, su actualidad es de suyo inquietante para el caso mexicano, sobre todo para comprender la tragedia de la violencia exponencial desatada por la así llamada: “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” (2006-hoy). ¿Cómo caracterizar la violencia de una época como ésta?, ¿cómo entender las matanzas perpetradas durante todos estos años?, ¿cómo acercarnos al aniquilamiento de personas cuyos cuerpos fueron demolidos, incinerados o disueltos?, ¿cómo pensar el mancillamiento del territorio en razón de prácticas comunes para desechar cadáveres bajo tierra o agua, o incinerarlos hasta convertirlos en cenizas?, ¿cómo estos lugares de muerte se convirtieron en lugares de memoria, en altares de exhumación y recuerdo?

Con el objetivo de comprender las diversas dimensiones del fenómeno de la violencia en México, proponemos tres ejes estructuradores del dossier:

  1. Aniquilación de cuerpos.

David Le Breton, plantea que el cuerpo es un vector semántico por medio del cual se construye la evidencia de la relación con el mundo, esto es, la expresión de los sentimientos, las etiquetas de los hábitos de interacción, la gestualidad y la mímica, la puesta en escena de la apariencia, los sutiles juegos de la seducción, las técnicas del cuerpo, la puesta en forma física, la relación con el sufrimiento. Por ello, con el uso del cuerpo humano se crean imágenes espectaculares de dolor y castigo, justo porque son acciones para ser notadas, cargadas de mensajes para quienes somos espectadores de las mismas, pero ¿qué mensajes se transmiten y a quiénes?, ¿a qué estructura social, cultural, económica, política, histórica, corresponden?

Cuando hablamos de “aniquilación de cuerpos”, partimos de la idea de que el cuerpo que parece obvio, es contradictoriamente inaprensible, como lo explica David Le Bretón, el cuerpo es una falsa evidencia, no un dato inequívoco; es el efecto de una elaboración social y cultural. Pero, ponemos un énfasis en la erradicación del concepto de ser humano, momento donde la condición humana queda a merced de la tecnología de la tortura (cuerpos disueltos, desollados, descabezados, colgados, crucificados, mutilados, calcinados), estamos frente al eliminacionismo, y el femigenocidio, como lo explica Rita Segato, el cual responde a pedagogías de la crueldad.

Por ello, cabe preguntarnos, ¿quiénes son las personas receptoras de toda esta violencia? o ¿a quiénes se desea exterminar? Todo ello ¿para qué? y ¿por qué? Ahí, nos topamos muchas veces con la identidad culposa atribuida a las víctimas y también con la naturalización de la violencia donde los cuerpos de ciertos hombres y de las mujeres, se tornan en lienzos de escritura de la barbarie.

  1. Geografías del terror.

En la geografía nacional, los años que transcurren van tiñendo de muerte ciertos espacios públicos y privados, por ello se mancilla el territorio con prácticas de eliminación de cuerpos en agua o tierra; crematorios, fosas comunes, convirtiendo al territorio en lugares de muerte. La Geografía del terror, no sólo es un espacio violento, como si el territorio fuese un mero accidente. Se trata de una recodificación del territorio desde la lógica del terror: disputar la soberanía, intimidar al enemigo, disputar la soberanía, aniquilar al rival, generar la obediencia y controlar la geografía.

La especialización del trabajo que hemos presenciado en los casos de aniquilación a seres humanos (y la erradicación de sus restos, parar borrar toda evidencia del crimen y los criminales) ha sido espeluznante: fusilamientos colectivos (San Fernando, Tamaulipas, por ejemplo, con 70 cadáveres en una bodega) crematorios (en Ciudad Mante, Tamaulipas, hay registro de 500 cuerpos calcinados); cuerpos de mujeres en fosas de agua (en El Gran Canal de la Ciudad de México, que colinda con Ecatepec de Morelos, Estado de México), lanzados a los ríos para desaparecerlos; o bien, colgando de lo alto, enseñoreándose desde arriba para que los de abajo contemplen el castigo y aprendan a obedecer; restos mutilados (cabezas, torsos, manos, dedos) desmembrados y despedazados, que pueblan el espacio público en testimonio de lenguajes brutales que incitan miedo, pánico, intimidación y obediencia.

Las fosas comunes, desperdigadas por cientos, son el ocultamiento que el subsuelo ha hecho de los desaparecidos. En ocasiones, incluso autobuses han sido sepultados con todo y pasajeros. En este subsuelo macabro, múltiples cementerios han sido utilizados para esconder los cuerpos bajo tierra, o en socavones de minas abandonadas, orillas de caminos, pozos cartesianos, riberas de ríos, lagunas o mares. Aún así, la muerte es inocultable y la geografía nacional se ha convertido en un lugar para arrancar los cuerpos de la ignominia del anonimato o la identidad culposa (“por algo los mataron”).

Han sido sobre todo los familiares de los/as desaparecidos/as quienes han constituido la avanzada de la lectura de huellas: rastros fragmentarios que constituyen la evidencia de la humanidad destruida, ocultada o desmembrada, cuya obra en los procesos de exhumaciones ha sido penosa cuando no extraordinaria. Son las rastreadoras de cuerpos humanos e identidades positivas, quienes, al hallar el indicio, el fragmento, encuentran la memoria viva de quienes fueron víctimas de la violencia y disputan, al olvido y al oprobio, el fatalismo que pesa sobre ellas.

¿Qué pasa, sin embargo, cuando los cuerpos no aparecen y el dolor es infinito?,

¿cómo se cierra el ciclo de dolor y tristeza?, ¿a dónde se acude para rendirles homenaje, fijando un referente seguro del descanso y la memoria?

  1. Lugares de la memoria.

La memoria se alimenta de acontecimientos a ser evocados, el riesgo que se corre es perder en el tiempo detalles, sucesos, personas, más aún cuando nuestros recuerdos se tornan en fragmentos diluidos en este mundo trastornado por la violencia imperante. Sin embargo, los sucesos a recordar ocurren en un momento y en un lugar determinado. Por ello, estamos frente a un lazo indisoluble: memoria, espacio y tiempo.

Pero, ¿cómo podemos seguir recordando un hecho y al mismo tiempo reclamar justicia?, ¿cuáles son los lugares de la memoria?, ¿cuáles son sus acontecimientos, personajes, tramas?, ¿cuáles son sus símbolos, sus monumentos, sus estandartes? ¿Pueden los antimonumentos contrarrestar el olvido? En ocasiones, las evocaciones que se contraponen al silenciamiento y al olvido son rutas, peregrinajes, como las Caravanas por la Paz y Justicia (México y USA), entonces, ¿podríamos, en este caso, hablar de geografías de la memoria, mapas de solidaridad ante el dolor, rutas de peregrinación de las víctimas? A tres lustros de haber iniciado la “guerra contra el narco”, cuando en los diarios nacionales y las revistas especializadas se hace referencia a una serie de macabras conmemoraciones, como la matanza de Allende, en Coahuila (III/2011), cuya historia ha sido recreada en un documental transmitido en Netflix, ¿hemos llegado al momento de conmemorar las tragedias? Justo cuando el programa estatal de las conmemoraciones tiene como foco de atención el año de 2021: setecientos años de la fundación de México- Tenochtitlan, quinientos de su dramática defensa contra los conquistadores y doscientos de la consumación de la Independencia, ¿vamos a conmemorar los diez años del ataque al Casino Royale, en Monterrey (VIII/2011), o del ataque al bar “Sabino Gordo” (IX/2011), o de qué se compone la memoria nacional en épocas de la Cuarta Transformación? Si la rueda de la historia gira sobre los 700-500-200 años, también lo hará sobre el pasado reciente. ¿Cómo recordaremos las tragedias, el dolor, las fechas infelices? ¿La reivindicación de la identidad positiva de las víctimas, desatará batallas entre los traficantes del olvido y los militantes de la memoria? ¿Entre quienes apuestan por el negacionismo, el blanqueamiento y el silenciamiento y quienes buscan verdad, justicia y dignidad?

 La idea es, a partir de los tres ejes estructuradores planteados, reflexionar en la vida dañada, la cual Adorno explica, “quien quiera conocer la verdad sobre la vida inmediata tendrá que estudiar su forma alienada”, desde “los poderes objetivos que determinan la existencia individual hasta en sus zonas más ocultas”, para que nada de esto que ha sucedido vuelva a pasar.

Coordinadores del dossier:

Dra. Gezabel Guzmán Ramírez (UACM-C)
Dr. Carlos Alberto Ríos Gordillo (UAM-A)

Fecha de publicación de la convocatoria: 21 de enero de 2022
Fecha del cierre de la convocatoria: 20 de mayo de 2022

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