Dossier Ciudadano Jornada Electoral 2 de junio 2024
PRESENTACIÓN
Ricardo López Santillán
Como se sabe, el 2 de junio de 2024 se celebraron elecciones concurrentes en México. La elección federal, a cargo del Instituto Nacional Electoral -INE- incluía 500 Diputaciones, 128 Senadurías y la Presidencia de la República. Llamó poderosamente la atención que, de acuerdo con las encuestas, todo indicaba que la jefatura del ejecutivo, por primera vez en la historia del país, estaría encabezada por una mujer. Por otro lado, organizadas por las juntas locales, tendríamos también elecciones estatales en las que se disputaban más de 19,000 cargos. A través del voto libre y secreto estaban por definirse las gubernaturas de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, además diputaciones en Congresos locales, Presidencias y Juntas municipales, así como las Alcaldías y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Casi un mes antes de las elecciones, el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales convocó a las personas interesadas a participar en este dossier ciudadano. La intención fue construir a varias voces y desde distintas perspectivas un texto colectivo que documentara lo acontecido el día de la votación. La propuesta pretendía recopilar testimonios individuales a partir de los cuales se pudieran inferir algunas de las generalidades del proceso de votación más grande e importante que se haya vivido en este país. El insumo principal sería una suerte de registro etnográfico de la propia experiencia en torno al sufragio. Tristemente, tuvimos que descartar algunos trabajos por no cumplir los términos de la convocatoria. En esos pocos casos, los escritos tomaban abiertamente una postura partidista y militante lo cual estaba lejos del propósito que nos planteamos.
En esta elección hubo otras modalidades del voto que, aunque no impliquen números importantes, tienen gran relevancia porque se garantiza el ejercicio de un derecho. Nos referimos al voto anticipado, en el extranjero y el que se emite en prisión preventiva. En cifras totales definitivas, a escala nacional, votaron para la Presidencia de la República 60,115,184 personas de un Listado Nominal de 98,468,994, lo que equivale a una participación de poco más del 61%. Para Senadurías y Diputaciones federales el número de votos y el porcentaje de participación fue ligeramente menor. Sólo para dar un dato de contraste, en Yucatán, estado en el que actualmente el COMECSO tiene su sede, el porcentaje de votación alcanzó el 70.44%.[1] Los resultados de la votación los conocemos y no son materia de este dossier.
Empero, en lo que respecta al contenido de este dossier, quisiéramos primero señalar que presentamos la información por estado de la República y en orden alfabético. De los testimonios recopilados nos permitimos destacar algunos rasgos que son recurrentes en varios relatos. Desde los aparentemente más anodinos como la dificultad para armar las mamparas y abrir las casillas a tiempo (con la impaciencia fehaciente y enojo manifiesto de los primeros votantes), hasta la solidez que se le reconoce al INE como institución capaz de organizar votaciones y conteos de votos en los que la ciudadanía es siempre protagonista, pasando por las pocas boletas disponibles en las casillas especiales y los calores insoportables en algunos lugares del país (no es metáfora ni exageración).
Hay aspectos más específicos de cada caso que conviene resaltar. En el primer escrito que integra este dossier se refiere un escenario muy llevadero en una Alcaldía, la Benito Juárez, que se precia de estar entre los municipios con mayor calidad de vida del país. Ahí el compromiso cívico se impuso: nada de roces políticos en la casilla.
Otro escenario distinto fue el de Chiapas. Ahí la experiencia estuvo marcada por vicisitudes que no siempre se lograrían solventar: peligros por la situación social, ausencias de funcionarios de casilla, representantes de partido rijosos, a lo que se suma que en el 70% de las casillas tuxtlecas se tuvieron que abrir los paquetes electorales por inconsistencias en las cifras.
De Chihuahua recibimos varios testimonios. El primero nos da cuenta de varios aspectos técnicos como la entrega de papelería electoral, los problemas para algunas casillas a las que no llegaron los funcionarios y la extracción de paquetes electorales. También las dificultades que se enfrentan por los desencuentros entre el órgano electoral local y el INE, así como lo complicado de mantener la atención en la sesión permanente de escrutinio y cómputo, luego de 30 horas de vigilia. En ese mismo tenor, el segundo texto también pone atención en la carga psicológica que implica un proceso electoral. Incluso después de las elecciones, pues el estrés sigue con las extenuantes jornadas postelectorales donde, por la fatiga, hay propensión a errores en el conteo y poca asertividad en la toma de decisiones importantes. El último texto de este estado de la República, igual que para el caso de Michoacán, toca la cuestión del voto indígena. En Ciudad Juárez, nos dice la autora, hay 25 grupos étnicos y se debe promover el voto entre ellos. El relato refiere a las acciones afirmativas para la población indígena, necesarias para incluirlas en el ejercicio de este derecho, considerando que Chihuahua tiene un importante porcentaje de población hablante de lengua indígena (rarámuris la mayor parte de ellos).
Para el caso de Colima, se trata de un mensaje a la ciudadanía y a los jóvenes, a los funcionarios de casilla que no llegan a cumplir con sus deberes cívicos; a lo difícil que es llevar a cabo una jornada de votación con un calor intenso al grado que un funcionario de casilla recibió un golpe de calor, así como del momento tenso que se vivió cuando la presidenta del INE anunció, a las 11 de la noche, los resultados preliminares de los conteos rápidos.
Recibimos dos escritos del Estado de México. En el primero se pone el dedo en la llaga: se lanza una alerta que no deberíamos desatender: el volumen inconmensurable de desperdicio que generan las elecciones (y las campañas políticas). El compromiso político no excluye la preocupación por el cuidado del medio ambiente y no es un asunto menor en el estado actual del planeta. El otro texto más que un testimonio, se trata de un análisis del fin de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional en la entidad. Se hace un recuento desde la década de los años de 1950, destacando la relevancia del Grupo Atlacomulco, de Antorcha Campesina, de distintas cooperativas de transportistas, así como del magisterio, las cuales hicieron de esta entidad, el paradigma de la movilización política más arcaica y nociva del país.
En Hidalgo, otrora bastión priista, el testimonio refiere a las vicisitudes del proceso, que al menos para el caso de Pachuca, fueron menores: retrasos en las aperturas de casillas, pocas boletas en las casillas especiales, largas filas, funcionarios de casilla que no llegan, lo mismo que supervisores y capacitadores que no se presentaron o representantes de partido que no se acreditaron debidamente y no podrían ser reconocidos. Fuera de Pachuca hubo incidentes más graves como la no entrega de paquetes electorales que fueron retenidos por caciques locales.
En lo que respecta a Michoacán tuvimos la fortuna de recibir un relato que da cuenta de aspectos únicos de “las votaciones”. Se trata de dos casos paradigmáticos pero distintos en los que el Estado mexicano no fue capaz de garantizar el derecho al sufragio. El primero es de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha que han optado por el autogobierno a nivel municipal y submunicipal. El segundo acontece en las regiones de Tierra Caliente y Costa, donde no se instalaron casillas (o no hubo votantes) porque son espacios tomados por los grupos de la delincuencia organizada.
Otro relato sui generis acontece en Tlaxcala. Ahí hubo observadores electorales que siguieron el voto de personas en prisión preventiva en los Centros de Readaptación Social Varoniles. Ahí el Estado mexicano sí cumplió con su deber, hasta cierto punto, porque el voto de las personas en prisión preventiva se guarda en un sobre personalizado, lo que no garantiza que el voto sea anónimo. Ser observador electoral en una prisión tiene muchas implicaciones securitarias y el proceso y protocolo (incluso de vestimenta) que hay que seguir, hace que estas votaciones sean algo más que extraordinario.
Tuvimos múltiples relatos para Yucatán, aunque, a decir verdad, todos son de experiencias meridanas. Altísima participación, en general, cortesía y buen ánimo, sentido de comunidad o de pertenencia a una colonia (más en especial las colonias “tradicionales” como Itzimná y García Ginerés), pero también en las comisarías ejidales de Mérida que han perdido su pasado rural y donde ahora cohabitan la población maya (que va a votar hablando en su idioma y con sus atuendos tradicionales) con nuevos residentes, muchos de ellos hijos de padres extranjeros. Hay un relato específico, pero también se comenta en otro lo de las pocas boletas disponibles en las casillas especiales (con filas interminables y cientos de personas sin poder ejercer su derecho). Un tema insoslayable es que la temperatura superó los 40° C al medio día, lo que hace que las elecciones exijan un esfuerzo físico mayor. Pero, digamos, lo normal, al punto del cliché; tal cual: una auténtica postal de la capital yucateca.
Después de las elecciones y en adelante, ya habiendo conocido los resultados y cómo se dieron, se seguirán discutiendo en charlas de café o en ambientes más doctos los pormenores de todo el proceso electoral 2023-2024 que concluyó con la emisión del voto el 2 de junio. También se seguirán elaborando análisis minuciosos, algunos de los cuales, incluso, habrán de difundirse a través de las plataformas digitales del COMECSO. En cualquier caso, esperemos que el público lector encuentre en estas páginas información relevante y de interés en este coro de testimonios del día del sufragio.
[1] https://computos2024.ine.mx/presidencia/nacional/candidatura
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