CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Las complejas relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad

Oct 24, 2020
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Las complejas relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad: dilemas a propósito
de la epidemia de COVID-19
Rosalba Casas

Después de la Segunda Guerra Mundial y tras los efectos de la explosión de las bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima, para cuyo desarrollo el proyecto Manhattan estrechó las alianzas entre gobierno, industria y academia, los científicos en una toma de conciencia con respecto a las influencias de la política en la ciencia, clamaron por libertad para realizar sus investigaciones desinteresadamente y plantearon que el papel de los gobiernos debía circunscribirse a proporcionar los medios suficientes para esas actividades. A partir de entonces, una de las racionalidades que ha influido en forma importante durante muchas décadas, tanto en las comunidades científicas como en las políticas de los gobiernos es que, una vez generada la investigación básica, en el largo plazo vendrían las etapas experimentales y las aplicaciones del conocimiento. Uno de los documentos que contribuyó a la difusión de esas ideas fue el Informe Valdemar Bush al presidente Roosevelt en 1945 (Bush, 1999) el cual argumentó que la investigación básica es esencial en todo Estado moderno para el logro de sus objetivos; enfatizó la trayectoria lineal en la generación del conocimiento, la preservación de la autonomía de la comunidad científica y una visión sobre las bondades de la ciencia (Dagnino, 1999; Jamisón, 1999; Salomon, 1999).

Esta perspectiva, que se expandió a nivel mundial y estuvo en la base de los esfuerzos por diseñar políticas de ciencia y tecnología en los países desarrollados, fue transferida a los países en desarrollo —en particular a los latinoamericanos que iniciaban la conformación de sus capacidades de ciencia y tecnología entre 1950 y 1960— constituyendo el imaginario del papel de la ciencia en amplios espacios de las comunidades científicas en el mundo desarrollado y en desarrollo. Como lo sostiene Brooks (1998), estas ideas tienen sus raíces en el debate entre Bernal y Polanyi, ocurrido en Gran Bretaña entre 1930-1950. El debate concernía a “qué tan factible y deseable es planear la agenda de la ciencia y tecnología nacionales en términos de objetivos explícitos sociales y económicos”. Brooks afirma que mientras Polanyi sostenía la necesaria autonomía y gobernanza de la comunidad científica, Bernal, en cambio, argumentaba sobre las grandes ineficiencias de la autonomía de la ciencia, por lo que sus beneficios para la sociedad deberían ser públicamente discutidos y debatidos (Brooks, 1998: 12).

Estas inquietudes sobre las articulaciones entre ciencia y sociedad dieron lugar al campo de los estudios sociales de ciencia y tecnología (CyT), también conocido como ciencia, tecnología y sociedad (CTS). El argumento central en el que se sostiene este campo es que las ciencias —entendidas en una denominación amplia que incluye a las naturales, exactas, sociales y las humanidades—, consideradas como sistemas de conocimiento, constituyen un fenómeno social e histórico y no un mundo aparte. Su desarrollo se explica por factores sociales y hay que desentrañar los intereses sociales, económicos, culturales y/o políticos que intervienen tanto en la generación como en la aplicación del conocimiento científico. Los factores contextuales y la influencia de diversos intereses se manifiestan en los productos generados por la ciencia y, al mismo tiempo, la generación de conocimientos trae consigo productos, procesos, modelos, ideas que influyen de manera positiva o negativa en la sociedad, en sus posibilidades de inclusión social, así como en los modelos productivos y el medio ambiente. Se trata de un área distintiva de conocimiento en ciencias humanas y sociales que, desde la década de los cincuenta, como lo sostuvieron Michael Polanyi, Raymond Aron, Hannah Arendt (Aronova, 2012), ha contribuido a analizar que la ciencia es un fenómeno social e histórico y no un mundo aparte; a desentrañar los intereses sociales, económicos, culturales y/o políticos que influyen tanto en la generación como en la aplicación de conocimiento científico; y a demostrar que entre ciencia y sociedad hay una relación interactiva.

En la región latinoamericana, la relación entre conocimiento y bienestar —inclusión social— ha sido una preocupación desde los inicios del campo CTS en la década de los sesenta, y en el presente siglo se ha intensificado dados los altos niveles de pobreza y desigualdad que caracterizan a la población de esta región. Lo anterior nos lleva a sostener, junto a Salomon (2001), que los argumentos sobre el aislamiento y la autonomía de la ciencia son cada vez menos sostenibles, por lo que la elección de las orientaciones de la CyT no es solo una decisión técnica, sino de compromiso y responsabilidad social. Estas ideas han llevado a la difusión de conceptos como el de investigación social y ambientalmente responsable (Gibbons et al., 1994; Salomon, 2001).

Estos argumentos introductorios tienen como propósito situar la reflexión sobre el papel de la ciencia y la tecnología frente a la pandemia de COVID-19 e identificar los debates y dilemas respecto al desarrollo y aplicación de conocimientos para atenderla. Esta epidemia está siendo un acelerador de cambios en las formas de generar conocimiento, en el carácter de este, en su organización y en los aspectos legales para su utilización, así como en las políticas de ciencia y tecnología que requieren los países, en particular el nuestro, para que ciencia y tecnología influyan en las agendas políticas y contribuyan a generar respuestas y cambios ante problemas públicos de interés social. Un aspecto que se ha hecho central durante 2020 es que enfrentar al COVID-19 implica contar con capacidades sólidas de ciencia y tecnología y que el conocimiento es central para generar procesos sociales de respuesta. Una de las preguntas que surge es si esta crisis sanitaria será generadora de grandes cambios en la esfera del conocimiento científico y tecnológico y en la de las políticas al respecto, particularmente en nuestro país. Es decir, si se obtendrán aprendizajes y se construirán nuevos planteamientos hacia una articulación que permita que la sociedad se beneficie de los conocimientos generados y que se orienten las capacidades a las demandas de conocimiento con el objetivo de lograr un desarrollo sostenible.

La actual pandemia por COVID-19, que ha afectado de manera similar a los países del Norte como los del Sur global, ha generado un sin fin de preguntas: ¿Será la hora de la ciencia y la tecnología para los países en desarrollo como México, dado que estas actividades están en el centro de la solución para sostener procesos sociales de respuesta a la epidemia?, ¿esta crisis generará cambios en las formas de organización de la investigación y de las políticas de ciencia, tecnología e innovación en nuestro país?, ¿permitirá sacar aprendizajes para promover una nueva racionalidad de una ciencia y tecnología en beneficio de la sociedad? Asimismo, el fenómeno nos hace retomar debates no resueltos acerca de la libertad de investigación que ha servido para defender que la ciencia no sea guiada por intereses extra científicos que podrían pervertirla; la definición de estrategias en las políticas que vayan más allá de la curiosidad científica y contemplen los problemas de nuestras sociedades; la evaluación del trabajo científico que deberá estimular la colaboración y la coordinación de esfuerzos y la pertinencia y relevancia social del conocimiento por sobre el reconocimiento personal.

En los siguientes apartados sistematizamos algunas de las tendencias y dilemas que se observan y que son interés para el campo CTS, ya que la crisis que vivimos abre y refuerza líneas de investigación que se han venido considerando.

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