CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Exhumar la esperanza: Una etnografía feminista en el país de las fosas

Reseña del libro Exhumar la esperanza: Una etnografía feminista en el país de las fosas Rosalva Aída Hernández Castillo. México: Bajo Tierra Ediciones, 2025.

Por Yinhue Marcelino Sandoval.
Académica de la Facultad de psicología. Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Al tener este libro entre las manos, fruto de años de investigación, acompañamiento y reflexión, surge una pregunta inevitable: ¿en qué momento logró Aída Hernández Castillo[1]  reunir tanto dolor, tanta lucidez y tanta esperanza en un solo libro?

Exhumar la esperanza condensa una trayectoria intelectual y política de más de una década de trabajo junto a los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas en México. Estel libro está organizado en seis capítulos y una extensa bibliografía, pero sobre todo está tejido con las voces de las mujeres que buscan, resisten y rehacen la vida en medio del dolor, la incertidumbre y la muerte. Un libro que entrelaza historias de mujeres con un familiar desaparecido que y se entretejen con la propia historia de la autora.

Este libro puede leerse desde tres dimensiones que se interconectan: a) Como una síntesis de la formación antropológica de la autora, comprometida con una etnografía crítica y feminista; b) como una denuncia contundente de la violencia estructural y estatal que ha marcado la vida cotidiana en el país; y c) como un testimonio de acompañamiento, un ejercicio de solidaridad política y humana con los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas.

Hernández Castillo nos sitúa en un contexto histórico que enlaza las luchas del pasado con las violencias del presente. Desde las resistencias armadas de los años setenta —como la Liga 23 de Septiembre— hasta la llamada “guerra contra las drogas”, la autora muestra la continuidad de un mismo dispositivo represivo: lo que denomina el “dispositivo desaparecedor”, un entramado de prácticas, instituciones y actores que permiten la desaparición de cuerpos y memorias.

El papel de Estados Unidos en la militarización del territorio mexicano y la transformación de la violencia política en violencia económica son piezas centrales de este análisis. La autora expone así la persistencia de un Estado coludido, donde ministerios públicos, fiscales, forenses, presidentes municipales, y gobernadores (Mario López Valdez, Graco…)  participan en un sistema que normaliza la muerte y la desaparición.

La descripción detallada de actores, instituciones y momentos históricos nos deja ver el Estado fallido del que somos parte, este libro exhibe la crisis de un Estado corrompido que se materializa en diferentes situaciones como lo son las redes de seguridad pública que se gestan desde el gobierno para el servicio del crimen organizado, así como los distintos delitos, problemas sociales y territoriales que se generan. Problemas como el juvenicidio, secuestros, desapariciones, trata de personas, tráfico de órganos, control de plazas, el narcotráfico, fosas clandestinas, bolsas negras, cuerpos sin vida tirados, cuerpos como desechables y “desaparecibles”, terceras desapariciones, caso como Ayotzinapa, Honduras, Tetelcingo, Cadereyta y Jojutla.

La autora no solo nos muestra el papel de las instituciones si no que tambien dos deja ver la voz de la resistencia, propone una mirada autoetnográfica que dialoga con las experiencias de mujeres como Mirna, Edith, Celia, Lorena, Angélica, Ana Luisa, Tranquilina, Rosalba, Reyna, Vicky, Verónica y María, por citar a algunas mujeres coautoras de esta obra. A través de sus historias, el libro revela la burocracia indolente, la simulación institucional y la revictimización constante a la que se enfrentan las familias. La autora escribe desde la cercanía afectiva y la implicación corporal: desde los pies que caminan, las rodillas que duelen y la mirada que no se resigna.

Pero Exhumar la esperanza no es solo una denuncia; es también un derecho a la autorrepresentación, es un derecho ejercido para denunciar las violencias que han afectado la vida social. Aída escribe con las mujeres y no sobre ellas. Desde una metodología dialógica y horizontal, reconoce los saberes de las buscadoras y los entreteje con su propio conocimiento académico, pues es desde el intercambio de experiencias que la autora moviliza sus planteamientos teóricos y metodológicos. Así, el libro se convierte en un ejercicio de justicia epistémica y política, una práctica de escritura que acompaña, sana y transforma.

El texto invita a la academia a repensarse: a que las universidades respondan a la crisis de derechos humanos del país y que la investigación se convierta en una forma de acción colectiva. El papel que tiene la investigación social en estos temas relevantes como la desaparición exige su atención desde los espacios académicos; la realidad y los problemas actuales deben dictar el currículo universitario. “Caminar al lado de ellas” —nos recuerda Aída— es la manera de legitimar el trabajo con los colectivos y de construir conocimientos desde la empatía, la ética y el compromiso social.

A través de sus letras nos describe lo que sus ojos han visto y su corazón ha sentido (así como ese momento palpitante en la cárcel con el director del penal a un lado de ella “El director de los penales, ese flaco que viene con ustedes, está con los de cuatro letras”). Las actividades de acompañamiento en esos pedazos de tierra hechos fosas, su participación en el centro de adicciones, albergues, lugares que ha pisado para buscar a quienes nos hacen falta, revisión de álbumes fotográficos de quienes alguna vez tuvieron vida, búsquedas infructuosas o desde su participación en el eje de iglesias y espiritualidades. Desde esos espacios registra lo citado en su libro.

La autora nos comparte también las estrategias de acompañamiento y memoria que emergen en estos procesos: la escritura creativa, los libros artesanales y las “sorografías”, “formas de escritura colectiva que reconstruyen los vínculos comunitarios y denuncian las violencias patriarcales”. Obras como Sanadoras de la memoria o Nada detiene el amor son ejemplos de estas prácticas que transforman el dolor en palabra y la pérdida en resistencia, y de los cuales Aída Hernández es la coordinadora.

En suma, este libro es un testimonio profundamente humano y una contribución teórica. Nos confronta con la realidad de un país de fosas, pero también nos invita a imaginar otros modos de vida posibles. Exhumar la esperanza es una denuncia, un gesto de amor político y una apuesta por la vida digna. Es, sobre todo, un recordatorio de que la esperanza, cuando se exhuma colectivamente, se convierte en fuerza transformadora.

[1] R. Aída Hernández Castillo es profesora-investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

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