CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

De plagios y plagiarios

Oct 01, 2013
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Quienes nos dedicamos al trabajo académico enfrentamos cotidianamente la amenaza de la impostura. El mundo digital  facilita el aprendizaje y la creatividad, establece nuevos espacios para el intercambio y fortalece las redes del conocimiento, pero, al mismo tiempo, alienta la posibilidad del engaño. Para acreditar sus materias regulares, los estudiantes acuden a páginas de internet que les dan las lecturas digeridas y la información resumida sin necesidad de consultarla en las fuentes originales. El nombre de uno de esos lugares, El rincón del vago, sintetiza dramáticamente el problema. La docencia se ve obligada a imaginar nuevas formas que, o bien impidan a los estudiantes el acceso a este tipo de recursos o bien los animen a utilizarlos adecuadamente.

El problema se agrava cuando el contenido de textos encontrados en las páginas se integra a las tesis de licenciatura, maestría y doctorado mediante el eficaz sistema del “copy and paste”. La lectura atenta permitirá tal vez advertir el cambio de sintaxis, los nuevos giros gramaticales o el autor conocido, pero probablemente se nos escapen párrafos e incluso páginas completas. Algunas veces, con sorpresa, reconocemos nuestro propio texto transcrito en el “avance” de tesis que se nos entrega para comentar o en el trabajo terminado que revisamos para una posible publicación.

Puede suceder que nosotros mismos iniciemos el problema: con el ánimo generoso de compartirlos y establecer un diálogo con colegas de otras instituciones o países, subimos nuestros artículos y libros a la “red” y buscamos los de otros autores para contrastar ideas o hallar nueva información. Pero, desafortunadamente, cada vez son más quienes encuentran sencillo cortar un pedazo de lo escrito y añadirlo al propio sin reconocer al autor original. Los analistas del efecto comunicativo de las redes digitales han llamado la atención sobre este lado contradictorio del internet: la proliferación de espacios compartidos que vuelven público el espacio privado y que al mismo tiempo que eliminan la responsabilidad de grupos de expertos (comités científicos, consejos editoriales) de aquello que se publica –por ejemplo, en un blog– lo ponen a disposición de quien, con buena o mala intención quiera hacer uso de lo publicado. Así, el plagio académico puede estar ocurriendo en cualquier parte del globo en donde hay un estudiante ansioso por presentar un trabajo de fin de curso o incluso un investigador que no tuvo tiempo de terminar la ponencia para el congreso y se siente tentado a utilizar las páginas de un colega de otro país para no quedarse fuera. Dicho de otro modo, todos estamos expuestos al copy and paste.

No es fácil establecer cuál debe ser la actitud correcta ante esta nueva tendencia. En disciplinas como la medicina y las ciencias físicas, el plagio ha motivado la demanda de reglas punitivas que castiguen al trasgresor con la expulsión de las academias, las aulas o las revistas especializadas. Sin embargo, constituir tribunales y vigilancia sistemática sobre todo intento de utilización de una frase o una idea prestadas puede ocasionar una persecución dañina (con la consiguiente paranoia) sobre disciplinas como las sociales que se han integrado como un palimpsesto y cuyos teóricos principales se recargan con frecuencia en las intuiciones e interpretaciones de quienes los precedieron. Basta pensar en la infinidad de textos históricos sociológicos o políticos que comienzan con la frase “un fantasma recorre…” o que afirman que la historia se repite “como una caricatura de sí misma…”. Por ello, es importante distinguir entre el plagio y la utilización creativa de una idea, una frase o una propuesta teórica de un colega, o de un autor que empieza a constituirse en clásico. A su vez, habrá que distinguir entre el  plagio deliberado y el involuntario (o semi-involuntario). Este último puede deberse a un texto mal citado, a unos apuntes tomados apresuradamente de un libro y luego confundidos con ideas propias, a un párrafo que al ser recortado y vuelto a pegar varias veces pierde la referencia o las comillas. La buena voluntad de quien descubre el plagio es importante en este caso, para que simplemente se le advierta al culpable que ha sido descubierto y que ha cometido una falta que no debe repetirse.

Lo realmente preocupante es la tendencia enfermiza a utilizar la obra ajena como propia, estimulada tal vez, por la necesidad de publicar semanalmente en una revista, o de completar el número mínimo de páginas publicadas exigido por algún sistema de evaluación vinculado a recompensas económicas; tendencia que bien puede nutrirse del internet, pero también de la amplitud de la oferta académica, donde la posibilidad de que nadie reconozca el texto robado –porque se publicó en una revista de poca difusión, se extrajo de una tesis inédita de doctorado o es parte de un libro que se agotó hace años– contribuye a la impunidad del plagiario quien además recurre a subterfugios como el cambio de algunas palabras, el intercalamiento de los párrafos o la modificación de algunos datos, para disfrazar el delito académico. Universidades, concursos literarios y empresas editoriales llaman hoy la atención respecto a plagios que, en épocas recientes, han puesto en evidencia a autores que habían sido respetados y reconocidos hasta el momento en que se descubrió que muchas de sus páginas fueron escritas por alguien más antes que ellos.

A esta tramposa práctica del trabajo intelectual se suma una más que podríamos calificar de doble plagio y que se manifiesta con cierta frecuencia en nuestros medios: consiste en contratar a un estudiante, un desempleado con credenciales académicas o tal vez un subordinado político, para escribir los textos que el jefe no tiene tiempo de preparar. Puede ser un discurso, un informe, un artículo periodístico, una introducción a un libro o incluso una tesis de maestría o doctorado. El o los escritores subcontratados acuden a otros textos para armar una especie de colcha de retazos que contiene muy poca originalidad y mucho del trabajo de otros. El contratista recibe el texto terminado (posiblemente lo paga) y, sin leerlo, lo presenta como propio. Podría asegurar que más de la mitad de los plagios académicos recientemente expuestos a la opinión pública provienen de este doble engaño, en donde el autor que nunca se tomó el tiempo ni para escribir el texto presentado ni para leerlo, ha debido cargar con las consecuencias adversas (y bien merecidas) del copy and paste.

Hay algunas soluciones que se ofrecen a quienes como parte de nuestras tareas cotidianas, calificamos trabajos de curso, elaboramos dictámenes de libros y artículos o participamos en exámenes de grado y, por lo mismo nos volvemos corresponsables del engaño y de la mediocridad que éste esconde. Softwares que localizan frases o identifican giros de lenguaje pueden aplicarse a textos sospechosos –demasiado bien escritos, por ejemplo, cuando el profesor conoce a su estudiante, o exageradamente bien informados, cuando el académico sabe las limitaciones de la investigación realizada. Se sugiere exigir juramentos o declaraciones de originalidad a los autores y castigar con expulsión, ostracismo o despido a los infractores.

Ningún remedio es tan eficaz, sin embargo, como la campaña cotidiana que todos realicemos a favor de una ética compartida en la que predomine el respeto hacia la obra terminada de los colegas y hacia el lector que se acerca de buena fe a una obra que cree novedosa y original y que es tan engañado como el autor o el evaluador del texto secuestrado.

Quien plagia lo hace porque reconoce la poca calidad de su trabajo y porque no cree en el ejercicio de su disciplina. El trabajo científico y humanístico incluye la satisfacción del descubrimiento. El hallazgo del dato buscado, de la relación entre dos fenómenos, de una causa o una consecuencia que adquieren significado para un número significativo de casos, de un concepto que explica lo hasta ese momento inexplicable, es parte fundamental de la investigación y la reflexión teórica. Insistir en la importancia de ese momento del trabajo intelectual y en el placer que causa al investigador es también una forma de evitar el expediente fácil de acudir al texto ajeno para compensar las propias carencias.

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3 Comentarios

  1. Apreciada Cristina Puga
    Qué bien que saca el tema a la palestra. Pero me cuesta comprender el tono comedido, diplomático, en exceso políticamente correcto, yo diría que impropio de alguien que, de entrada, charolea sus credenciales académicas. Una Academia donde la crítica abierta y ofrecer el dato o la evidencia incontrovertible debería ser parte de sus fundamentos y de su modus operandi. No obstante, estoy de acuerdo con usted que hay meteduras de pata o desórdenes que acaban mezclando lo de uno y lo de otros, o que hay productores de textos por encargo y que el que paga acaba firmando. La realidad, como siempre, es más confusa. Parece obvio que nos movemos en un abanico de grises donde demostrar que hubo dolo o mala fe resulta casi imposible. El problema en su escrito es que evita dar nombres como el de Bryce Echenique y su vergonzoso premio otorgado por una pandilla de imbéciles, para desprestigio de la FIL y la Universidad de Guadalajara. (El fondo de este asunto ya lo denunció Discépolo en Cambalache). Así mismo evita también poner los recientes ejemplos de la UNAM o el de los ministros europeos -alemanes, húngaros- que debieron dimitir al descubrirse que plagiaron en sus tesis doctorales. Hay lugares donde se dimite, y en otros se crea una comisión. Por cierto, hay quien dice que acusaron en su día a Luther King de plagiar, no recuerdo si en su tesis. Todo su argumento sin ejemplos concretos puedo aceptarlo, no tiene usted por qué dar la cara. Lo que me choca es que no se pregunte por qué no se denuncian más casos de plagio en la Academia mexicana; no los dudosos, los evidentes. O por qué no toca la arista de los autoplagios (publicaciones que 20 años después vuelven a aparecer con otro título, pero con las mismas erratas que cuando salieron). Y ya puestos, no digamos los plagios, sino los ninguneos incluso de clásicos que luego se justifican con la ignorancia o que el libro pasó dos dictámenes. Otra variante del plagio. Evidentemente me refiero a casos donde hay decenas y decenas y decenas de páginas como evidencia. Por último, sería interesante que el Conacyt-SNI explique cuántas denuncias de plagio ha recibido y cómo se resolvieron. O ya puestos, podría hacer una encuesta entre los miembros del COMECSO sobre si en su Institución ha habido en los últimos años algún caso de plagio denunciado y cómo se resolvió. Tal vez en otra publicación usted u otro colega podría darnos uno de esos datos incontrovertibles, tan comunes en tradiciones Académicas de prestigio, que arrojan luz sobre un problema que habla a las claras de la catadura moral del rebaño académico de estos lares. Perdón, quise decir, de todos nosotros.
    Lamento haberme alargado, pero le agradezco su esfuerzo y el propiciar este debate.

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  2. Como profesional de la Historia y la edición de textos científicos y de divulgación de la ciencia, me llamó la atención el contenido de este artículo y me motivó a compartir el siguiente comentario, ojalá sea útil.

    A los males de la modernidad se les controla con la estricta aplicación de las reglas de antaño y en el caso de las publicaciones de investigación es fundamental el uso de la metodología de la investigación y el uso adecuado y mesurado del aparato crítico, solo así es posible desenmascarar a los plagiarios y evidenciar los plagios; es triste ver que las actuales generaciones cibernautas traten de recurrir a estas estratagemas de “cortar y pegar” que mi maestro Edmundo O’Gorman refería como de “engrudo y tijeras” el plagio no es nuevo, quizá el método y la facilidad para realizarlo, pero con la insistencia de fortalecer el uso adecuado del aparato crítico y las notas de pie de página, en mucho se puede evitar ser víctima de plagiarios.

    Atentamente.
    Carlos Gerardo Fragoso Luna.

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  3. Me parece un tema de lo más relevante, máxime cuando no son sólo estudiantes sino colegas quienes cometen esta irregularidad. Para colmo cuando se les señala lo minimizan aduciendo un error en la manera de citar. Es algo que se debe denunciar. La felicito por el artículo.

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