CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Ciencias Sociales y el estudio de violencia en México

Sep 13, 2013
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En las últimas dos décadas las Ciencias Sociales en México han puesto particular interés en analizar la violencia que se vive en el país. Esto ha permitido entender sus múltiples expresiones en los distintos ámbitos de la vida social. Se podría decir, incluso, que ha alcanzado hoy un nivel importante de institucionalización y reconocimiento como tema de investigación. No sólo porque hay financiamiento para apoyar su análisis, sino porque un importante número de instituciones  –universidades, institutos, colegios y centros de investigación– han incluido el tema en sus programas de licenciatura y posgrado. De hecho, resulta grato observar la proliferación de seminarios donde la violencia es el corazón de la reflexión académica. En gran medida estos trabajos están, además, informando o alimentando, ciertamente no como se quisiera, las políticas de seguridad que se desarrollan en los ámbitos de gobierno municipal, estatal y federal.

Las investigaciones que se han llevado a cabo permiten dar cuenta del amplio número de factores sociales e institucionales que se encuentran relacionados con la expansión de la violencia a escala nacional. Se ha señalado el papel relevante de variables tales como la desigualdad, la marginación y exclusión, la deficiencia en el diseño de las políticas de prevención, el confuso marco jurídico, la débil y fragmentada institución policial, el inapropiado sistema penal, la corrupción, el narcotráfico, así como la falta de un adecuado sistema de castigos y recompensas. De esta forma es posible atestiguar la consolidación de un conocimiento nada desdeñable al respecto. Cierto, y como sucede con cualquier investigación académica, la agenda de aristas a considerar resulta siempre extensa.

Es necesario señalar, no obstante, que la mayor parte de las perspectivas que abordan el tema de la violencia en México –en sus diversas morfologías–, la caracterizan como el corolario de dinámicas sociales e institucionales de distinto orden; lo que refleja el interés general por explicarla, pero no por entenderla. No se puede negar que la violencia está cruzada por distintos factores; sin embargo, la tendencia a considerarla una variable dependiente tiene consecuencias que no se pueden dejar de señalar. Una de ellas es el negar su definición como hecho social en sí mismo, apelando por lo regular al análisis previo de otros procesos que le son próximos pero no constitutivos, propiciando con ello que se desdibuje como problema de investigación.

Esta forma de ver las cosas resulta muchas veces de la creencia, arraigada en ciertas corrientes de las ciencias sociales, de que la violencia es un resabio de las sociedades tradicionales o el efecto no previsto de los procesos de modernización. Cuya consecuencia lógica es pensar que habría de desparecer en tanto se avance en la racionalización de las relaciones sociales, sus normas y leyes, al tiempo que se consolide la democracia y el desarrollo económico. Tomar distancia de esta perspectiva implica sugerir una cierta “ruptura epistemológica”: la violencia debe adquirir el estatuto  de hecho social en sí mismo; entenderse como un referente de acción de sujetos, colectividades e instituciones; no sólo como un instrumento de poder, sino como un componente potencial de las relaciones sociales.

¿No sería conveniente, como sugieren algunos especialistas, que la violencia sea considerada como una esfera de análisis con el mismo peso y autonomía que la esfera política, económica y cultural con las que tradicionalmente se abordan los problemas sociales? Entenderla como una esfera autónoma permitiría comprenderla en tanto acción cargada de sentido, una expresión en la que se ponen en juego una serie de códigos, normas y valores. Lo que no quiere decir que deba dejarse de lado examinar su interpenetración con las desigualdades económicas, de género, etnia y poder, al igual que en distintas texturas culturales.

Una apuesta en esta dirección permitiría entender por qué la violencia se ha convertido para ciertos actores, instituciones y grupos sociales en un referente sobre el cual apoyan y estructuran sus interacciones y relaciones sociales. Podría arrojar luz sobre el camino que ha recorrido para convertirse, en ciertos casos, en parte de la vida social. Lo que no significa necesariamente examinar la desarticulación de las normas sociales o la pérdida de valores, sino la construcción de valores aberrantes, a veces atroces, horrendos o abominables. Debemos reconstruir la génesis y diseminación de estos valores y cómo han sido enfrentados, también,  por valores que han permitido acotarlos o contenerlos.

Se hace necesario narrar y codificar los lugares donde la violencia está presente, definir cómo se construyen, escuchar a las víctimas y los victimarios, y con ello dar cuenta de su evolución, su sentido, su cristalización en la esfera civil y las instituciones gubernamentales. Un análisis sobre esta vía resulta no sólo complementario, sino imprescindible frente a los modelos que colocan la violencia sólo como una variable que depende de factores como la desigualdad, la impericia de las corporaciones policiales o la presencia de incentivos institucionales para castigarla.

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5 Comentarios

  1. La violencia tiene múltiples causas y consecuencias, por tal motivo, estoy de acuerdo que no se puede reducir a una sola variable o a varias. Por tanto, se requiere una interpretación sociológica que ayude a explicar cuál es el papel de las instituciones en la creación de situaciones de violencia como parte de una particular práctica social

    Responder
  2. Mi pregunta para el autor del texto es ¿Esta ruptura epistemológica implica comprender a la violencia como una forma «inherente» de relación social? Según entiendo, la propuesta es no conceptualizar a la violencia como un fenómeno social que depende de otros sino como un fenómeno en sí mismo con sus propios procesos y mecanismos. ¿Podría ampliar más este planteamiento?
    Agradezco a Comecso y a los autores este espacio.

    Responder
  3. Excelente la propuesta del Dr. Nelson, coincide, en parte, con la idea planteada hace años por José V. Tavares, al concebir la «violencia difusa» a partir de una nueva forma de relacionarse socialmente. No es que la violencia sea nueva como hecho social, sino la forma de abordarla sociológicamente, como una «micro-física de la violencia». Saludos

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  4. Pingback: Violencia contra las mujeres – Temas de ciencias sociales

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