La publicidad dirigida a infancias juega un papel muy relevante en la formación de sus hábitos de consumo. Por ello, cuando los mensajes persuasivos de la industria alimentaria promueve alimentos con bajo valor nutricional, puede provocar consecuencias negativas en la salud física y emocional de las infancias. Los niños pueden ser persuadidos con mayor facilidad que las personas adultas, debido a que suelen tener respuestas lacónicas, ya que solo las imágenes más destacadas quedan grabadas en su mente y son las que les motivan a solicitar a sus padres la compra del producto. Los niños tienden a mitigar las carencias de información y de experiencias previas actuando sobre una base emocional, pues solo pueden percibir los atributos objetivos visibles, por lo que les es complejo (o incluso imposible) notar el trabajo persuasivo de la publicidad.
En 2022, la OMS calculó que más de 390 millones de niños y adolescentes de 5 a 19 años tenían sobrepeso, de los cuales 160 millones eran obesos, 37 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso (OMS, 2022). De acuerdo con Unicef, en México, los problemas de sobrepeso y obesidad se presentan desde la infancia, entre los 0 y 5 años. 1 de cada 3 niños mayores de 5 años padecen obesidad, lo que coloca a México en los primeros lugares de obesidad en el mundo (2016).
Como medida de acción para contrarrestar la creciente epidemia de enfermedades no transmisibles (ENT) ocasionadas por la mala alimentación, el Gobierno de México, propuso una modificación de la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 27 de marzo de 2020, con el objetivo de orientar a los consumidores para tomar mejores decisiones informadas al momento de elegir alimentos (Gobierno de México, 2021).
La estrategia principal de la ley son los etiquetados frontales, que se integra por 5 sellos de advertencia en forma de octágono, que, de manera clara, sencilla y visible indican cuando un producto contiene exceso de azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas trans y calorías. Además, se incluyen dos leyendas que advierten sobre el contenido de edulcorantes y de cafeína para evitar el consumo en niños. Así como también la prohibición de la inclusión de elementos persuasivos en el empaque dirigidos a niñas y niños como: personajes infantiles, mascotas de marca, dibujos, celebridades, deportistas u otros elementos interactivos.
El objetivo principal de la investigación que actualmente desarrollo en el programa de posgrado de la UNAM, es analizar el impacto de las estrategias persuasivas dirigidas a infancias, difundidas en páginas web y ecosistemas digitales (un espacio aún no regulado por completo por la NOM-051) que han implementado las organizaciones dedicadas a la industria alimentaria para convencer a los sectores más vulnerables, como lo son las infancias, de continuar solicitando la compra y consumir los productos, a pesar de las advertencias de etiquetado frontal y las nuevas regulaciones de la NOM-051-SCFI/SSA1-2010.
La publicidad de la industria alimentaria que distribuye productos con bajo valor nutricional dirigidos a infancias, como proceso comunicativo, no solo influye en hábitos de alimentación poco saludables, sino que también explota factores emocionales para persuadir mediante la creación de simulaciones emocionales que refuerzan la dependencia del consumo, al asociarlo con la idea de felicidad y recompensa.
Simulaciones emocionales, es el término con el cual definiré a la herramienta que la publicidad utiliza para generar experiencias emocionales intensas y artificiales. Estas simulaciones emocionales, pueden influir de manera determinante en la percepción de la realidad, con el propósito de introducirse en la mente de los consumidores como un gatillo de acción inconsciente, que generan vínculos emocionales con las marcas, evocando el recuerdo del sentimiento cuando se piensa en el producto.
El análisis de la regulación, en coyuntura con la identidad de marca y con las estrategias de simulaciones emocionales, propone una mirada crítica a las estrategias persuasivas difundidas en el ecosistema digital, que promueven la desinformación a través de la implementación de diversas herramientas para influir en el consumo, como la imagen-ficción al mostrar en sus sitios oficiales y sus redes sociales “un reflejo manipulado de la realidad” (Capriotti, 2013, p. 16). La investigación responde a la necesidad de replantear la comunicación de manera más responsable y ética con la salud mental y física de las personas en general, pero especialmente de las infancias, pues de acuerdo con la Declaración de los Derechos del Niño, los niños son individuos con más vulnerabilidad “por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales» (unicef, 1990), incluso cuando la amenaza es un proceso comunicativo persuasivo, como lo es la publicidad.
El documento titulado Self-Regulatory Guidelines for Children’s Advertising (Guías de Autorregulación para la Publicidad Infantil) de la Children’s Advertising Review Unit (CARU), especifica que que los anunciantes tienen una responsabilidad especial cuando sus mensajes publicitarios son dirigidos a las infancias, debido a que no pueden distinguir la intención persuasiva de la publicidad, por lo que se deben garantizar mensajes claros, veraces y no engañosos, pues los niños son una población vulnerable, con mayor susceptibilidad a la influencia de los anuncios.
Se debe replantear la manera en que las empresas crean publicidad, pues es indispensable considerar el aspecto ético. El desafío principal que se pretende abordar, es evitar que los mensajes publicitarios aprovechen la carencia de experiencia y madurez de las infancias para fomentar las expectativas falsas y alentar el consumo irresponsable, lo que puede desembocar en problemas psicológicos y físicos relacionados con la mala alimentación provocada por la vinculación emocional a la comida.