CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Ichan Tecolotl, núm. 364

Ichan núm. 364
Rastros y rostros del patrimonio arqueológico, histórico y biocultural  de la Mixteca

Coordinadores
Manuel A. Hermann Lejarazu
Betsabé Piña Morales
CIESAS Ciudad de México

Presentación

El término “patrimonio” se ha convertido en un concepto cuyas implicaciones y procesos forman parte de diversos estudios encaminados a una comprensión más actual y plural que contemple a todos sus actores sociales. De inicio, hablar de patrimonio nos remite a la consolidación de los Estados nacionales, fundados en la construcción de símbolos identitarios que permitieron la cimentación histórica y cultural con el objetivo de dar sentido social y cause político.

En México, las amplias expresiones socioculturales a lo largo y ancho del territorio favorecieron el proceso nacionalista y el arraigo identitario; estas expresiones se consideraron de uso público, dando paso a la protección y legislación federal del patrimonio, en particular patrimonio material. Este hecho, sin embargo, no tardó en mostrar las disputas e intereses entre diferentes actores. Si bien la disputa se expresaba entre los intereses públicos y privados, también se cuestionaba sobre el interés del patrimonio material y cultural para los pueblos (Bonfil, 2004).

De manera reciente, organismos internacionales, como la UNESCO, han puesto énfasis en el patrimonio cultural, material e inmaterial para objetivar y salvaguardarlo en pro de las generaciones venideras; con ello se han generado diferentes acuerdos y convenios, como “la Convención para Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial” de 2003. Como resultado, se han generado una ola de solicitudes generadas por las autoridades y gobiernos para buscar la declaración oficial de sus diferentes bienes culturales.

A la par, el concepto sobre el patrimonio biocultural se popularizó por Nietschann (1992 en Boege, 2021), quien explicaba que la realidad estaba constituida por elementos biológicos y culturales, en una dependencia recíproca, la cual se podría ubicar espacial y temporalmente. Siguiendo a Boege, por un lado, los espacios naturales son “paisajes bioculturales” que muestran la complejidad del tejido social con el entorno biológico, el cual está sustentado en la historia local y que en la actualidad permite abogar por la defensa de los territorios.

En torno al estudio del patrimonio podemos identificar, por un lado, que existen diferentes maneras de conceptualizar y analizar los procesos que conlleva, mismos que se contraponen en una disputa por el reconocimiento de las implicaciones que tiene el patrimonio. Y, por otro lado, el estudio de los elementos históricos y bioculturales se enfrentan al reto de la investigación, divulgación y conservación. A su vez, la complejidad de estos estudios requiere de trabajos transdisciplinarios y de la colaboración con las comunidades que subrayen las “especificidades entre distintos mundos y saberes en conflicto, y en un proceso constante de subalternización colonial” (Boege, 2021: 104).

En conjunto con lo anterior, el presente número de esta revista ha buscado resaltar las maneras en la que las investigaciones se están acercando a estos temas en una región compleja y rica bioculturalmente: la Mixteca.

La Mixteca, en términos espaciales, integra un enorme territorio que comprende la porción oeste del estado de Oaxaca, amplias extensiones al sur del estado de Puebla y al noreste del estado de Guerrero. Por sus características geográficas y altitudinales, la Mixteca se divide en Alta, Baja y Costa, por lo que, en su conjunto, llega a ocupar un área de casi 40 000 km2. Esta zona alberga una enorme pluralidad tanto biológica como cultural, que hoy en día se traduce en diversas prácticas tradicionales cotidianas vinculadas fuertemente a su territorio simbólico.

Al hablar de patrimonio nos enfocamos, sobre todo, a los bienes muebles e inmuebles; sin embargo, existe también lo que se ha denominado patrimonio documental, en donde se integran códices, lienzos, mapas, documentos antiguos, así como otros soportes donde se plasmó la escritura (como esculturas, lápida, estelas, etc.). Todo ello, nos permite conocer y mantener un registro de las dinámicas culturales, políticas y sociales que experimentaron los pueblos antiguos.

El trabajo de Laura Rodríguez Cano, abre el tema sobre este tipo de registros al abordar los sistemas de escritura ñuiñe y el estado de conocimientos que tenemos, hasta hoy , acerca de su desciframiento. Como bien señala la autora, ha sido a través del interés de exploradores, historiadores, arqueólogos y, desde luego, de los habitantes y herederos de la cultura mixteca, que se ha rescatado y preservado el valor documental de estas inscripciones. En su mayoría, este sistema de escritura tiene como soporte estelas, sillares y lápidas de piedra, pero también la cerámica, la madera y la concha ha sido otro medio que alberga a esta escritura. Los glifos y logogramas ñuiñe aún se encuentran en etapa de estudio, pero se han logrado avances muy significativos que han permitido establecer que los registros toponímicos y calendáricos formaron una parte importante de los contenidos que querían transmitir.

Manuel A. Hermann Lejarazu presenta en este número “¿Patrimonio recuperado o patrimonio perdido? Los casos de los códices Muro y Fragmento de Nochistlán”, para mostrarnos el recorrido físico de los documentos y para cuestionarnos sobre ¿qué consideramos patrimonio cultural? ¿Qué implicaciones tiene para las comunidades su patrimonio? ¿Cómo los objetivos de la creación de los documentos se han ido transformando hasta adquirir valores históricos, jurídicos y simbólicos? El autor describe el recorrido que el Códice Muro, el Códice de Yanhuitlán, los Códices de Azoyú y el Fragmento de Nochistlán han transitado, no sólo para comprender el contexto e interpretación del contenido, sino para describir los diferentes grupos de poder por los que han pasado los documentos.

Los bienes arqueológicos han transitado por un largo proceso de patrimonialización con el fin de ser parte fundamental de la memoria histórica y de la construcción de la identidad nacional. Ciertamente, las acciones de la federación para investigar, conservar y divulgar el patrimonio arqueológico no han sido suficientes, en particular en la Mixteca, la cual es una amplia región que abarca un enorme número de expresiones. En el trabajo de Aquetzalli Mora Jiménez, “Una historia poco explorada: vestigios arqueológicos en poblaciones mixtecas de la Sierra Cuicateca”, expone la convivencia y las relaciones multiétnicas de la región a lo largo del tiempo. El estudio de los asentamientos y su dinámica, desde el pasado, permite comprender la organización espacial de los pueblos en la actualidad. La autora resalta la falta de investigaciones arqueológicas que existen en la Sierra Cuicateca que faciliten la comprensión de los procesos culturales, sin embargo, gracias a sus observaciones y la revisión histórica, es posible comprender la movilidad y adaptabilidad de los pueblos desde hace siglos, así como sus efectos en la comunidad actual. La falta de trabajos arqueológicos e históricos abre la posibilidad de cuestionar qué es lo que la comunidad decide preservar como su patrimonio.

Precisamente, acerca de lo que significa el patrimonio arqueológico tanto para la legislación impuesta por el Estado como para las comunidades indígenas en particular, el texto de Betsabé Piña Morales es particularmente revelador: “Fisuras en la legislación de la protección y conservación del patrimonio arqueológico. El papel del Estado, lo privado y lo local”.  En efecto, la autora resalta que el carácter patrimonial de los restos arqueológicos ha formado parte de la política nacionalista estatal de hace 50 años a la fecha, la cual siempre ha buscado fincar una serie de valores identitarios con base en el pasado histórico pero, sin considerar, muchas veces, a los poseedores originarios de dicho patrimonio. Piña Morales argumenta que una de las mayores dificultades de la Ley Federal de Monumentos es que protege al patrimonio no tanto por su valor intrínseco, sino más bien por su valor instrumental. Esto es, que importan más los beneficios que se obtienen de él y no tanto por su valor per se. Como consecuencia de esta perspectiva, otros actores sociales quedan fuera como herederos del patrimonio nacional. Afortunadamente, existen otras experiencias en donde las comunidades indígenas realizan trabajos de conservación, protección y difusión de su patrimonio arqueológico.

Dentro de la misma línea de análisis, en este número considera fundamental que se reconceptualicen los procesos de patrimonialización desde la multivocalidad. Esto es, que se permita la exploración de metodologías colaborativas que partan de los conocimientos e intereses de las propias comunidades, tal y como lo señala Rubicel López López, quien pone en primer plano la metodología denominada: “Arqueología Indígena”. La investigación que realizó en Santiago Nuyoo, vincula el registro arqueológico con las narraciones contemporáneas en torno al pasado del pueblo. En la integración de los datos de análisis, el autor considera las voces de las comunidades indígenas donde los valores, conocimientos, prácticas, éticas y sensibilidades están presentes en la comprensión de los procesos sociohistóricos.

Con una metodología semejante, Emmanuel Posselt e Ivette Jiménez Osorio realizan un amplio trabajo sobre “Santuarios mixtecos de origen precolonial: una herencia viva”. Cuyo estudio se enfoca en sitios o lugares de enorme importancia ritual para los habitantes que aún hoy en día los visitan. Estos santuarios están plenamente integrados a las prácticas religiosas de las comunidades, y a través de ellos, ocurren procesos de integración intercomunitaria en donde las fronteras o límites territoriales se superan. Entre algunos de los santuarios identificados por los autores destacan las cuevas, las casas de lluvia o casa de Dios (vehe ñuhu) y las plataformas o montículos arqueológicos que han sido reinterpretados simbólicamente.

Marta Martín Gabaldón rescata los saberes tradicionales de larga data que aún perduran en las prácticas agrícolas de numerosas comunidades de la Mixteca. Su análisis parte de las bien conocidas condiciones actuales de deforestación, erosión y deterioro que caracterizan a la Mixteca contemporánea; no obstante, nos recuerda que los habitantes de esta enorme extensión montañosa crearon, por siglos, diversas estrategias para la reproducción de su vida material y cultural que garantizaran su subsistencia. Entre algunas de las técnicas agrícolas que sirvieron para detener el flujo erosivo se encuentran los lama-bordos o terrazas creadas específicamente para retener el suelo y aprovechar los depósitos de tierra fértil que se arrastran por el declive de las laderas durante el proceso de riego. Técnica muy ingeniosa para incrementar las superficies de tierra cultivable en suelos y pendientes montañosas.

Por su parte, Omar Aguilar Sánchez retoma largos procesos históricos y el estudio de las narraciones contemporáneas para analizar los sincretismos que se han dado desde la época prehispánica en los pobladores de Ocotepec, particularmente en el carnaval de este lugar. Además, su artículo “Koo Yoso Ñuu Savi ji Viko Kasiki Ñuu Yute Sujo (Ñuu Ko´oyo)”, escrito en mixteco, forma parte de una postura ideológica cada vez más fortalecida, que busca la conservación del idioma, así como la visibilización de las desigualdades estructurales que han sufrido los pueblos indígenas de nuestro país, basado en la castellanización y búsqueda de homogeneizar la identidad nacional, pese a la heterogeneidad cultural.

Dentro de las metodologías contemporáneas, el reconocimiento del posicionamiento identitario ha permitido dar cuenta de experiencias desde dentro de las comunidades indígenas que antes eran invisibilizadas. Alma García García analiza el valor cultural de la vestimenta de Santa María Yuku itī a partir de su propia vivencia. Con ello, la autora muestra que el patrimonio, dentro de esta comunidad, tiene un valor histórico y un proceso subjetivo legitimado a partir de las piezas que elaboran y visten en la comunidad; proceso que está atravesado por el racismo y la discriminación de los pueblos indígenas. El artículo resalta que las prácticas del tejido, a la vez, fortalecen las relaciones sociales, la comunicación y los saberes que se bordan en la vida comunitaria.

En los últimos años, la valoración del paisaje y cómo el hombre ha intervenido en él ha dado paso a nuevos paradigmas y procesos de patrimonialización en torno a lo biocultural. En el artículo “La Mixteca Alta: entre cambios del paisaje y transformaciones ecológicas”, Mario Roa López, a partir de una revisión geográfica e histórica señala los cambios que se generan en la época colonial, en los cuales los habitantes indígenas participan, incorporando nuevas prácticas a sus actividades económicas. Las sequías, la introducción del ganado y otros cambios generados por las actividades constituyen un horizonte que se valora por los cambios y adaptaciones que tienen las culturas al entorno y que forman parte de ciertos procesos de patrimonialización, que buscan resaltar la magnitud de la intersección entre la actividad humana con el entorno.

Cerramos la sección Puntos de Encuentro de este número, con la colaboración de Rodolfo Rosas Salinas. El artículo “La extracción artesanal de sal: patrimonio de la Mixteca Alta Poblana”, registra el proceso de extracción contemporáneo de la llamada sal de tierra. La obtención de este elemento, desde la época prehispánica, se ha ido transformando y adaptando a cada siglo. Sin embargo, este producto es cada vez menos solicitado por las personas. La documentación que presenta el autor permite mantener un registro del proceso de la sal de la tierra que es transmitido desde generaciones pasadas. Ante lo cual, nos encontramos con grandes retos, no sólo para cuestionar de quién es el patrimonio y por qué deberíamos investigarlo, sino también para señalar la necesidad de estudios que complejizan la historia y los vestigios, así como promover cada vez más la divulgación en estos estudios antropológicos y el diálogo permanente con las comunidades.

En la sección de Cinemantropos, Sergio Gallardo García reseña el largometraje de Ángeles Cruz: Nudo Mixteco. En su narrativa, el autor describe el entrelazamiento de las historias, de la geografía y de los diálogos que buscan exteriorizar las problemáticas de género y familiares en la vida cotidiana de habitantes de un pueblo en la mixteca; además se subrayan las implicaciones de la organización comunitaria en el sentir de los personajes.

En la sección Antropovisual contamos con dos colaboraciones. La primera es la de María Fernanda Arroyo, quien participó con sus fotografías y crónicas sobre un vistoso fruto de cactácea: “La nobleza de la pitaya mixteca.” Las imágenes están acompañadas de un recorrido narrativo que explica el aprovechamiento de la pitaya y las dinámicas que giran en torno a la cactácea. La segunda es la de Rubén Langlé, responsable del Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica en la unidad CIESAS Pacífico Sur, quien a través de diversos recorridos en campo y apoyado por la cartografía digital propone la identificación de una serie de montañas, lugares y parajes que se encuentran representados en el Mapa de Teozacoalco, manuscrito histórico-pictográfico de gran valor documental para la historia prehispánica y colonial temprana de la Mixteca. Rubén se concentra en la zona surponiente que se localiza en la parte inferior del Mapa, pues se trata de una representación circular del territorio que aparentemente se encontraba bajo la jurisdicción de Teozacoalco. De particular interés son las identificaciones que propone del cerro de las Tres Cabezas; cerro La Paz; el cerro del Culebrón y cerro del Tejón.

Presentar un número relacionado con el patrimonio y la Mixteca tenía como interés principal que cada una de las autoras y de los autores mostrará su propia perspectiva y conceptualización de lo que podemos llamar patrimonio, como un ejercicio que genere aportes para la conservación y la difusión de aspectos relacionados con los bienes arqueológicos, históricos y bioculturales. En este sentido, encontramos múltiples perspectivas que nos permiten discutir y cuestionar las maneras en las que nos acercamos al patrimonio de la Mixteca, no desde las voces y concepciones oficiales, sino desde procesos contingentes y vivos que toman forma con las miradas de los pobladores y actores actuales.

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