“Agua muerta”: saber ambiental en torno a un conflicto por el agua en el Río Cuautla,

Morelos, México


"Dead Water". Environmental knowledge around a conflict over the water in the river Cuautla, Morelos


Lilián González Chévez1


Resumen: En el oriente del estado de Morelos, desde 2015 un grupo de campesinos instalaron un improvisado campamento en San Pedro Apatlaco, Mun. de Ayala, desde el cuál mantienen vigilia día y noche para impedir que la Comisión Federal de Electricidad, conecte las aguas del Río Cuautla con el ducto que abastecería de agua a una termoeléctrica como parte del Proyecto Integral Morelos. Los múltiples obstáculos que los campesinos han interpuesto para permitir la instalación de la termoeléctrica, puede sintetizarse en un locus simbólico de lo que ellos aseguran, dejará a su paso el proyecto: “agua muerta”.


Abstract: In the middle east of the state of Morelos, from 2015 a group of peasants set up a makeshift camp in San Pedro Apatlaco, Mun. de Ayala, from which they maintain vigil day and night to prevent the State through of the Federal Electricity Commission, connect the wastewater on the River Cuautla with a thermal power plant installed as part of the Morelos Integral Project. The multiple barriers that farmers have filed to allow the installation of the plant, can be synthesized in a locus symbolic of what they will leave the project: "dead water".


Palabras clave: conflictos socioambientales; “agua muerta”; hidrocidio; Epistemología del Sur; Proyecto Integral Morelos


Introducción

“Agua muerta” es un constructo que desde la racionalidad ambiental de los campesinos en lucha contra un proyecto de infraestructura eléctrica denominado Proyecto Integral Morelos (PIM) en el municipio de Ayala, Morelos, México, expresa el potencial de destrucción ambiental que la expansión de las industrias extractivas tienen al trastocar los principios de sustentabilidad de la vida. De manera que, ante los imperativos de la globalización, los campesinos echan mano de


1 Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Estudios Regionales, UAEM. Línea de investigación: conflictos socioambientales y megaproyectos, C.E lilianahora@gmail.com.

sus saberes e imaginarios socioambientales para legitimar sus formas de vida y resignificar sus luchas de resistencia frente al modelo neoliberal.

Reconstruir el imaginario social de sustentabilidad (Leff, 2010:89) en torno a este constructo en el marco de una sociología de las ausencias (Santos, 2010:42) es el propósito de este texto. Se trata de retrotraer las lógicas de los saberes campesinos ahí donde sus premisas implícitas de valoración desde la racionalidad científico-moderna vigente, generadora de los megaproyectos extractivistas actualmente en boga, no previeron, ningunearon u omitieron como parte de esa ausencia programada de saberes y de actores sociales (Santos, 2005). Siendo que es precisamente esta racionalidad campesina, el mayor obstáculo para arrancar un megaproyecto que no puede iniciar sus operaciones a causa de que un grupo de campesinos se mantienen en resistencia, desde 2015 a la fecha, para impedir que la paraestatal Comisión Federal de Electricidad realice la conexión del ducto de agua de la termoeléctrica con el afluente de agua del río Cuautla.

Cabe preguntarse entonces: ¿Qué error de cálculo tuvieron los desarrolladores de este emprendimiento que después de años no han logrado echar a andar un proyecto que contó con una inversión extranjera directa millonaria y ha tenido ya un elevado costo social, económico y político?, ¿Qué significa que los campesinos consideren el agua de retorno desde la termoeléctrica como el mayor factor de riesgo ecológico al producir “agua muerta”?, ¿Qué implicaciones tiene la imposición del Proyecto Integral Morelos para sus modos de existencia?

El presente estudio es un ejercicio de traducción intercultural e interpolítica (Santos, 2016) de un conflicto socioambiental cuyo significante estratégico: “agua muerta”, traduce el choque de valores e intereses que enfrenta a los campesinos de la región oriente de Morelos con el Estado a través de una dependencia del servicio público, la Comisión Federal de Electricidad (CFE)1. Ambos actores, se disputan el poder de acción sobre el recurso hídrico local sobre la base de dos racionalidades y perspectivas del desarrollo distintas. El objetivo de este trabajo es reconstruir el campo de sentidos y significados en disputa y su papel en esta gramática de resistencia.

Se trata entonces, como señala Santos (2002:246), de “crear inteligibilidad recíproca entre las experiencias del mundo”, de “transformar objetos imposibles en objetos posibles”, “lo activamente producido como no existente” (Santos, 2010:42) mediante una ecología de saberes

(Santos:2010:50) que “reconozca formas alternativas de conocimiento y de interconexión entre ellas en términos de igualdad” y en la que el saber ambiental (Leff,2002:180) de los campesinos de Morelos no sólo sea un argumento poderoso de su resistencia al PIM, sino que les sitúe también como actantes de una producción de conocimiento indispensable ante la incertidumbre del riesgo ambiental actual.


Antecedentes

En el oriente del estado de Morelos, desde 2015 un grupo de campesinos instalaron un improvisado campamento en San Pedro Apatlaco, Mun. de Ayala, Morelos, desde el cuál mantienen vigilia día y noche para impedir que el Estado a través de una dependencia del servicio público, la paraestatal Comisión Federal de Electricidad, conecte las aguas residuales provenientes de la planta tratadora en el Río Cuautla con el ducto de aducción que abastecería de agua a una termoeléctrica de ciclo combinado instalada a 10 km. de distancia.

Este es un obstáculo más de entre las diversas formas de resistencia que los habitantes de esta región han interpuesto para evitar que su territorio sea anclado en la nueva lógica organizadora de ensamblaje territorial especializado por la economía global corporativa, que ha programado en su territorio un proyecto de generación de energía eléctrica denominado: Proyecto Integral Morelos (PIM).

El Proyecto Integral Morelos se encuentra interconectado con otras fuentes de generación de energía eléctrica a nivel nacional y supranacional dispuestas en red en el contexto del Programa Nacional de Infraestructura, destinadas en conjunto a dotar de este insumo a la región industrial del centro y norte del país, a ampliar la reserva eléctrica para el mismo estado de Morelos y, especialmente, para cubrir necesidades actuales y/o futuras del espacio geopolítico del cono norte, en un esfuerzo de integración global transfronteriza cuya infraestructura va entretejiendo la urdimbre económica del planeta (Barreda,2003:30; Martin y Miranda, 2016).

Estas territorialidades ensambladas (Sassen, 2013:483) a través de la construcción de infraestructura estratégica, como aeropuertos, carreteras, puertos, telecomunicaciones, trenes, centrales eléctricas, complejos petroleros, gasoductos o presas, son proyectadas por la tecnocracia neoliberal sobre una hipotética tabla rasa descontextualizada de todo relieve sociopolítico y cultural de vastas regiones y comunidades, se trata, como menciona en su Plan de Infraestructura

la Presidencia de la República, de “cambiar el rostro de México” (PR, 2014) a través de estos nuevos escenarios tecnológicos de transformación de la existencia social.

La dialéctica de territorialización-desterritorialización para anclar dichos megaproyectos extractivos a nivel local o regional, explican hoy la amplia gama de conflictos socioambientales y distributivos que, como señala Mignolo (2003), siguen siendo la cara más visible de la imposición colonial del discurso de la modernidad y el desarrollo. Como “hecho colonial” (Zibechi, 2014), una constante de tales megaproyectos extractivos son sus mecanismos de despojo: a) decididos por la autoridad sin consultar a las personas afectadas, en definitiva, impuestos; b) provocando graves impactos en el territorio y los recursos naturales de las comunidades, así como en su tejido comunitario; c) utilizado prácticas de hostigamiento y criminalización contra quienes decidieron defender el territorio (Madariaga, 2017:1)

En el caso del PIM, los campesinos se oponen a la instalación de este megaproyecto al advertir que su funcionamiento demanda cantidades ingentes de agua que se planean extraer de las aguas residuales tratadas del río Cuautla, sin considerar que tal medida afecta derechos históricos sobre el recurso hídrico ganados por los campesinos de esta región a sangre y fuego durante la revolución, que la cuenca funciona como una unidad de gestión colectiva para el aprovechamiento y manejo del agua -a través del Distrito de Riego No. 16-, y que el mayor riesgo ambiental que ellos detectan de ponerse en marcha la termoeléctrica, no sólo se sintetiza en una menor derivación del volumen de agua para sus tierras de cultivo, sino en un locus simbólico de lo que ellos aseguran, dejará a su paso el proyecto: “agua muerta”, metáfora de la destrucción de su modo de vida que la modernidad y el neoliberalismo presagia.

El que la termoeléctrica ponga en riesgo su sobrevivencia como campesinos al generar “agua muerta”, ha sido uno de los principales argumentos de su pertinaz negativa para aceptar la fórmula que el pragmatismo neoliberal proyectó como una verdadera innovación tecno- ecológica: alimentar la termoeléctrica con las “aguas saneadas” provenientes de la planta tratadora del río Cuautla para luego nuevamente reencausarla al afluente del río y así quedar disponible para su usufructo a los usuarios de riego aguas abajo.

La argumentación de los campesinos sobre la producción de “agua muerta” a su paso por la termoeléctrica, no tiene visibilidad en los discursos oficiales o en los medios de comunicación que realizan el seguimiento del conflicto, no obstante, aflora continuamente en el diálogo entre

campesinos fuera del escenario. Se trata, como menciona Scott (1999), de ese tipo de “transcripciones ocultas” de bajo perfil, procedentes del ámbito de la cultura popular, que se van conformando como parte de esa infrapolítica de los grupos subalternos, y también, como parte de las ausencias programadas, tanto las de los conocimientos ausentes como la de los agentes ausentes que reivindica Santos en su Epistemología del sur (2003:298).

No obstante, aun cuando no siempre ni necesariamente afloren en el habla ni se expresen en prácticas discursivas, es el potencial de estos imaginarios de sustentabilidad donde se manifiestan formas de resistencia del ser colectivo y acciones sociales que arraigan al ser en nuevos territorios de vida (Leff, 2010:123). De igual forma, es desde los valores y acervo de conocimientos propios de su cultura, que los movimientos sociales como sujeto político, dan sustento a su argumentación con el adversario y van creando, a través de su práctica, lenguajes propios para formular demandas y enriquecer el repertorio de sus reivindicaciones que se constituyen en parte de esos sentidos y significados en disputa (Santos, 2016:250).

Se trata entonces de que esos significantes estratégicos como les denomina Leff (2010:57), puedan permear las luchas de los movimientos sociales más allá de los marcos locales y sus coyunturas actuales mediante una traducción intercultural, pero también, como señala Santos (Ibid.), mediante una traducción interpolítica entre movimientos sociales capaces de construir y formular colectivamente porosas identidades y estrategias de lucha.

Tal como fue planeado el PIM por la Compañía Federal de Electricidad en 2011, el proyecto consiste en dos centrales de generación eléctrica -termoeléctricas- de ciclo combinado que producirían 620MW cada una y que requieren para su operación dos insumos básicos: gas y agua. La solución técnica para la obtención de dicha materia prima fue realizar un gasoducto de 150 km. que atravesando los estados de Puebla, Tlaxcala y Morelos, llevaría el gas hasta la comunidad de Huexca, en el municipio de Yecapixtla, Morelos, lugar donde se asentarían las dos termoeléctricas; en tanto que, para la obtención del agua -indispensable para la operación del sistema de enfriamiento de las termoeléctricas de ciclo combinado-, se dotaría de la misma mediante un acueducto de apenas 10 km. que partiendo del río Cuautla a la altura de San Pedro Apatlaco, en el municipio de Ayala, Mor., derivaría el agua residual saneada del Sistema Operador de Agua Potable de Cuautla hacia la termoeléctrica, retornando su remanente nuevamente al caudal del río.

En el momento actual, el Proyecto Integral Morelos no ha podido iniciar sus operaciones a pesar de contar con la construcción de una de las termoeléctricas, el gasoducto y la línea de transmisión eléctrica, la razón, carece del recurso hídrico para la operación del sistema de enfriamiento del ciclo combinado. Los campesinos resisten a que se derive el agua residual tratada del Río Cuautla hacia los ductos de aducción de la termoeléctrica argumentando derechos de agua, ya que la termoeléctrica disminuiría el caudal disponible e impactaría el medio ambiente. Con tal fin han bloqueando tanto la conclusión del acueducto -al que apenas restan 200 metros- como la conexión de la bocatoma desde la planta tratadora al ducto abastecedor de agua de la termoeléctrica.

Los técnicos de la CFE que planearon en el escritorio el proyecto, nunca imaginaron la serie de obstáculos que encontrarían para implantar el PIM. En ese sentido, la tecnociencia, señala Santos (2003:34), ha sido más capaz de desencadenar acciones (o intervenciones) que de anticipar las posibles consecuencias de esas mismas acciones (o intervenciones).

Desde su anuncio en los medios de comunicación en 2011 hasta hoy, seis años después, los operadores del proyecto han encontrado dificultades para poner en marcha la termoeléctrica; primero, porque la comunidad de Huexca en Morelos, bloqueó el paso en 2012 durante cinco meses a la empresa constructora que edificaría la termoeléctrica; más tarde, 2014-2015, porque los campesinos de los estados de Puebla, Tlaxcala y Morelos no permitían que el gasoducto atravesara sus tierras de cultivo argumentando que tal derecho de vía les ponía en situación de riesgo debido a que sus tierras se encuentran en la zona limítrofe del volcán Popocatépetl; por último, que es lo que aún la tiene detenida hasta ahora, la resistencia que mantiene un grupo de campesinos provenientes de 32 comunidades de la región, organizados en la Asociación de Usuarios del Río Cuautla, que se empecinan en su negativa de permitir que las autoridades conecten el último tramo del acueducto a la bocatoma que llevaría el agua del río Cuautla a la termoeléctrica y con ello, dar paso a la reconfiguración de su territorio como parte de este ensamblaje global corporativo.


Metodología

Recuperar los elementos que se encuentran en disputa con la hegemonía epistemológica moderna, implica, practicar otro tipo de pensamiento en que “las memorias y las realidades sean narradas

en sus propios términos” (Cunha, Diplomado Epistemologías del Sur, 2017). En este caso, el reto es dar cabida a una “narración alternativa” (Spivak, 1998:33) ante lo que Giraldo ha llamado: “el silenciamiento estructural del subalterno dentro de la narrativa histórica capitalista” (2003:298).

Se buscará intencionalmente que el lugar de enunciación sea el sujeto históricamente subalternizado del que emerjan las experiencias histórico-sociales de las comunidades mediante la indagación que los habitantes locales tienen de su geografía, historia y visión del mundo para que sus demandas logren posicionarse bajo ejercicios autónomos de poder (Vélez, et. al., 2012). Se trata de partir de lo que Mignolo (2003:21-24) denomina “un paradigma otro”, donde las historias locales/diseños globales se identifican por el punto de encuentro o conector que es la colonialidad. Este “paradigma otro”, muestra la necesidad de pensar el conocimiento como geopolítico en vez de pensarlo como un lugar universal “al que todos tienen acceso pero sólo algunos tienen las llaves”, el desafío que se presenta, refiere el autor, es lidiar y deshacer los lugares de poder asignados a los distintos tipos de conocimiento.

Para todo ello y de manera concreta, la primera aproximación metodológica será a través de este estudio de caso que explore las múltiples realidades de los actores en una escena social cambiante. El valor heurístico del caso reside en su capacidad para intersectar diferentes planos de organización social que se expresan en una posición localizada; así, un caso “bien construido” no es un caso particular, pues tiene la capacidad de permitir un ejercicio de generalización analítica para generar categorías que estén fundadas de manera rigurosa y visible en evidencia empírica (Merlinsky, 2013).

Los relatos de campo traducidos en narrativas territoriales, una vez organizados en una secuencia coherente de acontecimientos, nos proporcionarán el fundamento para el ejercicio reflexivo y analítico que permita concatenar un discurso coherente sobre la percepción del riesgo en estas comunidades, además de la identificación de contextos históricos, sociales y culturales.

Al mismo tiempo, las narrativas son la fuente de un proceso complejo de interpretación para realizar los ejercicios categoriales de traducción intercultural, ecología de saberes, hermenéutica diatópica referidos por Santos en su apuesta por una epistemología del sur, sin dejar de preguntarnos, como sugiere Rufer (2017), si realmente estamos en posición de escucha de esas voces y saberes de los subalternos y subalternas, de la forma en que habitan y posibilitan sus prácticas políticas sin caer en la sobreinterpretación, intentando reconocer, como señala

Segato (2016), la pluralidad de los ámbitos de experiencia e intentar dar paso, a la “sustancia poética de los actos que se observan”.


Desarrollo

“Agua muerta” como categoría local entre los campesinos del sistema de regadío del río Cuautla La región oriente del estado de Morelos donde discurre la cuenca del río Cuautla, tiene un particular valor histórico a nivel nacional, no sólo porque durante la revolución la rebelión agraria de los campesinos zapatistas tuvo su origen aquí, sino porque en este territorio se realizó, en plena revolución (1914), una de las primeras restituciones de tierras y aguas en el país conforme el Plan de Ayala elaborado por Emiliano Zapata, que en su artículo 6º. asentaba que: ”Los pueblos y ciudadanos con títulos de propiedad sobre los terrenos, montes y aguas de los que habían sido despojados, debían volver a tener posesión sobre ellos…”, ya que en ese entonces, casi la mitad de las tierras del estado de Morelos y las mercedes de agua para construir sistemas de regadío, estaban en manos de una veintena de hacendados2. La memoria histórica de estos campesinos nunca perdió de vista sus derechos colectivos sobre el agua que sus ancestros ganaron a sangre y fuego durante la revolución.

En esta región, el término “agua muerta” no es un vocablo nuevo para los campesinos que se mantienen en resistencia al PIM impidiendo la conexión del ducto de abducción que llevaría el agua residual del río Cuautla a la termoeléctrica en Huexca. De suyo, los usuarios del sistema de riego del río Cuautla distinguen una ontología distinta en la naturaleza del agua que puede ser clasificada en aguas “vivas” y aguas “muertas”.

Las primeras son “aguas de primer uso”, provienen directamente de la fuente de agua: manantial, pozo o presa al campo agrícola, sin que sus propiedades intrínsecas sufran alteración; en tanto que las “aguas muertas”, de acuerdo con Pimentel y Palerm (2001), refieren a las aguas "residuales", "remanentes", aguas "de coleo" también llamadas "achololes" o aguas "de retorno", que sirven para regar superficies fuera del área abastecida con aguas "directas" o aguas "vivas", es decir, son aguas que retornan al sistema de riego para ser nuevamente reutilizadas por aquellas comunidades situadas "aguas abajo" y que sufren de escasez severa del líquido en épocas críticas para sus cultivos.

De manera que las “aguas muertas”, cuando son recicladas en el contexto del mismo

sistema hidroagrícola, desde la experiencia histórico-espacial de estos campesinos, aun cuando sufran alteraciones químicas a causa de los agroquímicos o de las “aguas negras” procedentes de residuos urbanos, son reconocidas y aceptadas como útiles y aún saludables para sus cultivos. No obstante, los campesinos no le otorgan el mismo estatuto a las “aguas muertas” que en teoría retornarían al río procedentes de la termoeléctrica, para ellos, su paso por ella despoja al vital líquido de ciertas cualidades y propiedades intrínsecas que la hacen inservible para el riego de sus campos de cultivos y, por ende, es incompatible con su forma de existencia.

Al inquirir a un grupo de ejidatarios de la comunidad de Las Piedras en el municipio de Ayala -uno de los principales grupos opositores a la derivación del agua del río Cuautla hacia la termoeléctrica- que aún después de dos años se mantienen en el campamento en resistencia a la conexión del ducto de San Pedro Apatlaco con la termoeléctrica, qué significa para ellos “agua muerta”, sus narrativas nos aproximan, como señala Leff (2006:45), a una racionalidad ambiental que abre el camino para comprender diversos órdenes de lo real “en las formas de percepción, apropiación y manejo de la naturaleza y cuyo horizonte se establece como un campo de sentidos en disputa”.

De estas racionalidades en juego, quién abre el diálogo es Don Luis, un hombre que ronda los setenta años, campesino y ejidatario, él argumenta:


“Va a llegar muerta por una cosa, de momento el agua va buena con todas sus propiedades, sus sustancias y sus esencias -¡Porque lleva muchas esencias eh!-, entonces esas esencias, al llegar a donde va allá, a la Termo, van a recoger todo lo positivo, todo lo positivo lo van a recoger ellos para sus productos que van hacer, para sus propósitos que tienen ellos y van a dejar el agua como cuando le sacan todo lo bueno a una anona o a un cuautecomate y la dejan hueca”.


Si plasmamos en una apretada síntesis las unidades constitutivas de su discurso, no como relaciones aisladas sino, como “haces de relaciones que sólo en forma de combinaciones […] adquieren una función significante” (Lévi Strauss, 1995:234), podemos establecer, en esta primera narrativa las siguientes derivaciones, aclarando que, como señala Leff (2010:99): “los imaginarios sociales se inscriben en una identidad colectiva, compuesta por personas, que si bien

remiten a un sujeto ético, responden a un ethos colectivo donde se entretejen relaciones de reciprocidad y complementaridad”.


Unidad constitutiva

Agua Agua “muerta” por acción de la termoeléctrica


Haces de relaciones

Imaginario social implicado

Sustentabilidad de la vida Degradación ambiental/ Desestructuración de la organización ecológica


Podemos avizorar el entramado de un imaginario social de sustentabilidad/degradación/desestructuración concebido desde el conocimiento local y sintetizado en el saber ambiental expresado en la narrativa de Don Luis, en el que se despliegan una serie de articulaciones, complementariedades y sinergias cuya convergencia se constituye sobre la base de tres nodos de relaciones o imaginarios sociales de sustentabilidad implicados: 1ºer. imaginario social de sustentabilidad: el origen de la sustentabilidad de la vida

La fuente de sustentabilidad de la vida se ubica claramente en el papel de la naturaleza y el agua. Así, en palabras de Don Luis, el agua es un don que dios nos regaló, con todas sus propiedades, sustancias y esencias, es útil y servicial, positiva y buena. La naturaleza en tanto, es grande y sabia, dios la hizo, le dio permiso, le indicó que iba a hacer, la supervisa y por ende, ésta no tiene capacidad -en el tiempo- de volver a hacer el agua nuevamente útil y servicial después de su paso

por la termoeléctrica.


2º. Imaginario social de sustentabilidad implicado: la degradación ambiental

La degradación ambiental producida por la termoeléctrica que “recoge todo lo positivo del agua”

-sus propiedades, sus sustancias y sus esencias- para sus productos, para sus propósitos, tiene la capacidad de “sacarle todo lo bueno”, de dejarla “hueca”, “inútil”, dejar un producto cancerígeno, un producto “muerto”. Como ya no les sirve la devuelven. Si el agua fuera “buena” no la regresaban, la procesarían, la volverían a utilizar otra vez.


3er. Imaginario social de sustentabilidad: la desestructuración de la organización ecológica

La termoeléctrica al intervenir la naturaleza de las cosas y tomar control sobre ellas, en este caso, en su acción sobre el agua, desestructura su organización ecológica. Desvirtúa su esencia, trasgrede su naturaleza, la devuelve “vacía”, “hueca”, sin sus propiedades, sustancias y esencias, inútil y cancerígena. Produce “agua muerta” que no tiene por fin dar sustentabilidad a la vida, ya que no sirve para tomar, no sirve para sembrar, no cumple ninguna otra función.

Estos tres imaginarios sociales de sustentabilidad, degradación y desestructuración “se presentan como las raíces profundas de formas de sociabilidad de la naturaleza instauradas en los hábitus y prácticas que se han instituido en las formaciones histórico- culturales de los pueblos y sus ecosistemas” (Leff, 2010:114), en este caso, de los campesinos de la comunidad de Las Piedras, Ayala, del Distrito de Riego No. 16 del río Cuautla. Podemos entonces intuir la preocupación fundamental de estos campesinos, y es que el megaproyecto degrade y desestructure la naturaleza del agua hasta al punto de causar un verdadero “hidrocidio” que, al acabar con su capacidad de ente viviente, termine con aquello a lo que el agua da vida: las plantas, el río, la naturaleza.

Conclusiones

Los usos y significados que la comunidad campesina de Ayala, Morelos, asigna al “agua muerta” como parte de su saber ambiental, podemos enmarcarlo en esa sociología de las ausencias (Santos), donde, sin registro en los discursos oficiales y sin notas periodísticas que hagan alusión al término, y por tanto, fuera de los procesos de representación pública y de las interacciones mediáticas, queda en la periferia de las definiciones problematizadoras de la realidad a pesar de

ser uno de los principales motivos de preocupación de riesgo ambiental a nivel local y de ser uno de los modelos de interpretación del fenómeno que delimita su marco de acción ante el problema generado por la extracción y retorno del agua al río Cuautla por parte del PIM.

Se podría argüir que, como saber ambiental local, la trama de racionalidad y significados culturales que atribuye al PIM causal de hidrocidio, es específico de esta zona de estudio y de ahí su aparente insignificancia, invisibilidad y falta de relieve. Afirmamos por el contrario que se trata de una categoría translocal de riesgo ambiental que comparten diversas comunidades de memoria, tanto de campesinos y pescadores indígenas como no indígenas, y que dicho conocimiento se hace mucho más visible hoy por el entrelazamiento de sus espacios locales con los procesos de globalización a través de los megaproyectos. De tal modo que, como saber ambiental el hidrocidio provocado por los megaproyectos es un saber arraigado en identidades colectivas que dan sentido a racionalidades y prácticas culturales diferenciadas aun cuando no tenga un significado unívoco.

Si bien el saber ambiental de los campesinos de Morelos tiene por ahora un carácter local y se posiciona como un discurso poderoso para dar sustento a su lucha, partimos de que su argumentación de fondo atraviesa matrices de racionalidad presentes en distintas comunidades epistémicas, es decir, “confronta diversas teorías científicas y pensamientos filosóficos con el saber emergente, aquel que emerge del saber negado, recuperando los valores culturales, abriendo los sentidos y racionalidades en la construcción de saberes y conocimientos” (Leff, 2006:52). Es por ello que resulta necesario hacerlo dialogar con otras racionalidades y estructuras de conocimiento, ello, para abrirse en nuevas oportunidades de interconocimiento en lo que Santos (2014:43) denomina “ecología de saberes”.

En ese sentido, un punto de partida ineludible para plantear un horizonte común del hasta entonces exclusivismo epistémico de la ciencia con la pluralidad epistémica del mundo (Ver Santos, Meneses y Arriscado, 2006), es la incertidumbre de la sustentabilidad de la vida. Son precisamente estas preocupaciones isomórficas comunes a diferentes comunidades epistémicas que se tornan indispensables los ejercicios de traducción intercultural e interpolítica creando inteligibilidad recíproca con “esos otros modos en que los “no científicos” o “irracionales” se relacionan con el mundo (Santos, Menéses y Arriscado, 2006), dialogan con la naturaleza y articulan en común principios de sustentabilidad de la vida, de degradación y/o desestructuración

de la misma.

Explorar esta confluencia entre las verdades emanadas de los saberes de los pueblos con las verdades científicas generadas por la tecnociencia moderna (Leff, 2010:115) puede, mediante esta ecología de saberes, “revalorizar las intervenciones concretas en la sociedad y en la naturaleza que los diferentes conocimientos puedan ofrecer” (Santos, 2014:47) para arribar a un nuevo imaginario social de sustentabilidad (Leff, 2010), que responda a una de las incertidumbres básicas de continuidad de la existencia en el arribo del Antropoceno, y es en ese marco, que se plantea de manera ineludible, el clamor de los pueblos ante el potencial de destrucción y desestructuración de la expansión extractivista de los megaproyectos, que contribuyen de manera sustantiva en el trastocamiento del principio de sustentabilidad de la vida.


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Cooperativa.cl, Corte ordenó paralización de la termoeléctrica Bocamina II, 17 de diciembre de 2013. http://www.cooperativa.cl/noticias/pais/region-del-biobio/corte-ordeno- paralizacion-de-la-termoelectrica-bocamina-ii/2013-12-17/095513.html

Secretaría de Energía, Gobierno de México, “México y Estados Unidos avanzan en infraestructura y prácticas comunes para preservar la seguridad energética” https://www.gob.mx/sener/articulos/mexico-y-estados-unidos-avanzan-en-infraestructura- y-practicas-comunes-para-preservar-la-seguridad-energetica?idiom=e


Notas


1 Cabe aclarar que la paraestatal Comisión Federal de Electricidades (CFE) licitó el PIM en 2011, siendo las empresas trasnacionales Elecnor, Abengoa y Bonatti las ejecutoras de las obras de infrestructura del PIM, en tanto que la CFE opera con las trasnacionales como cogestora ante las comunidades.

2 En Morelos las mercedes de agua casi siempre se otorgaban a los hacendados y en muy

pocas ocasiones a los pueblos (Tortorelo, 1999:373). El agua en la agricultura mexicana en el siglo XIX. La cuenca de México y el estado de Morelos. Anuario IEHS, 14. PP.367-382.