El discurso religioso y su incidencia en pescadores adventistas The religious discourse and its incidence in adventist fishermens

Misael Pineda Vázquez1 y Fernando Lara Piña2


Resumen: Esta ponencia se deriva de una investigación, cuyo propósito ha sido analizar algunos aspectos de manipulación lingüística involucrados en el discurso religioso adventista y su incidencia en la vida cotidiana de jóvenes pescadores de San Luqueño, una comunidad del municipio de Tonalá, Chiapas. Los discursos religiosos que aquí abordamos, desde la propuesta teórica y metodológica del análisis crítico del discurso de Teun A. van Dijk, permitieron develar la intencionalidad con la que se emitieron tres sermones, mediante las estrategias y recursos lingüísticos puestos en juego en el proceso de ideologización de quienes profesan el adventismo en un particular contexto contemporáneo.


Abstract: This paper is derived from an investigation, whose purpose has been to analyze aspects of the linguistic manipulation in the adventist religious discourse and its incidence in the daily life of fishermen from San Luqueño, a community in the municipality of Tonalá, Chiapas.

The religious discourses that we address here, from the theoretical and methodological proposal of the critical analysis of the discourse of Teun A. van Dijk, allowed to reveal the intentionality with which three sermons were issued, through the strategies and linguistic resources in the process of ideologization of those who profess adventism in a contemporary context.


Palabras clave: discurso religioso; ideología; adventista; pescadores.


Introducción

Uno de los aspectos más notables del uso del lenguaje en el discurso profano o religioso es su capacidad de influir tanto en el sentir y pensar como en el comportamiento de los oyentes. Así, a través del uso de diversos recursos lingüísticos y estrategias discursivas los hablantes utilizan el lenguaje, con el fin de imponer un particular punto de vista sobre la realidad (o un aspecto de la


1 Maestro en Estudios Culturales. Estudiante del Doctorado en Estudios Regionales de la Universidad Autónoma de Chiapas. Líneas de investigación: procesos de lectoescritura y representaciones sociales. misaelpineda7@hotmail.com.

2 Doctor en Lingüística. Universidad Autónoma de Chiapas. Líneas de investigación: análisis del discurso y representaciones sociales. infaciem@hotmail.com.

realidad), o bien que los oyentes se comporten de una determinada forma.

Desde esta visión, podemos entender que el lenguaje no solo es un medio para comunicar algo o transmitir información, sino que también ofrece la posibilidad de manipulación o persuasión y, por consiguiente, puede ser utilizado con fines ideológicos. En este sentido, partimos de la idea de que la ideologización de los discursos religiosos que abordamos en este trabajo ejerce una influencia decisiva en los oyentes, en tanto que sitúan su atención en la perspectiva que se les intenta imponer (López Quintás, 1984).

El propósito de esta comunicación ha sido analizar algunos aspectos de la manipulación lingüística involucrados en el discurso religioso adventista y su incidencia en la vida cotidiana de jóvenes pescadores de San Luqueño, una comunidad ubicada en la costa Chiapas. En este sentido, nos hemos preguntado ¿cuáles son los diversos elementos de ese lenguaje hecho discurso y cómo trabaja ideológicamente?, y ¿qué implicaciones conativas puede tener el lenguaje religioso en la vida cotidiana de los creyentes?

Los discursos religiosos que aquí abordamos, desde la propuesta teórica y metodológica del análisis crítico del discurso de Teun A. van Dijk, permitieron develar la intencionalidad con la que se emitieron tres sermones, mediante las estrategias y recursos lingüísticos puestos en juego en el proceso de ideologización de quienes profesan el adventismo en el contexto social que habitan los pescadores.


El discurso ideológico y las ideologías en el discurso

Para algunos discursos la ideología es un asunto de vital importancia, más que para otros. Por ideología entendemos el significado al servicio del poder (Reboul, 1986). Asimismo, “las ideologías se relacionan con los sistemas de ideas y especialmente con las ideas sociales, políticas o religiosas que comparte un grupo o movimiento” (van Dijk, 2003: 14).

Para efectos de este análisis, entendemos ideología, como el conjunto de ideas, costumbres, prácticas y creencias propias de determinados grupos sociales. Ésta expresa formas de vida y definen en ciertos aspectos a los sujetos, además los coloca en una posición acorde con los intereses del grupo o institución a la que pertenecen. En el caso de la ideología religiosa que se expresa en los discursos, entendemos que trata de definir la relación que los feligreses tienen con quien denominan Dios y con la iglesia a la que pertenecen.

Las ideologías no sólo expresa ideas, sino formas completas de ver el mundo y darle sentido a la vida a partir de la realidad que se percibe. Una ideología fundamenta las prácticas sociales de los miembros de un grupo o movimiento social (van Dijk, 2003).

En tal sentido, cabe aclarar que las ideologías no solamente son negativas y con el propósito de ejercer poder sobre grupos subalternos, tampoco las ideologías se emiten desde las esferas del poder con el fin de dominar o segmentar los grupos sociales, no sólo hay ideologías racistas, sexistas, dominantes, etc.; en contraposición hay ideologías o contraideologías que tratan de generar una nueva forma de pensamiento con respecto a temas que han sido calificados por la sociedad como dominantes, discriminativos y represivos; así, podemos pensar en el feminismo, movimientos a favor de la diversidad sexual, contra el racismo y la discriminación, por mencionar algunos.

Lo anterior significa que, cuando hablamos de ideología, debemos entenderla como la forma de percibir el mundo y darle sentido a ese universo que se construye en determinado espacio. No todos mantienen las mismas ideologías, cada individuo, de acuerdo con el grupo social con el que interactúa, a sus costumbres y consumos culturales forma para sí una idea de lo que es para él su “mundo” y sus prácticas sociales.

Quizá sea conveniente detenernos a analizar, lo arriesgado que puede ser afirmar que todo discurso sea ideológico; sin embargo, el discurso en sí mismo, transmite ideas, formas de pensar, creer y entender la realidad. Las opiniones, los juicios de valor, los comentarios y críticas a la política, los discursos en general, están marcados por ideologías; por ese conjunto de ideas que han sido convencionalizadas por ciertos grupos y que definen aspectos de la vida de los sujetos al momento de interactuar con los otros.

La ideología determina muchas de las prácticas cotidianas de los sujetos. Así como el decir, el hacer está influido por las formas de pensar de los miembros de un grupo social específico. Los medios de comunicación, la religión, la cultura y otras formas de construcción de ideologías, permean a diario a los sujetos y crean en ellos tendencias, estilos de vida y maneras propias de concebir la realidad.

En este sentido, una ideología no sólo es idea, sino también una serie de representaciones de un mundo en el que los que lo habitan procuran entenderlo en sus propios términos. Para ellos es, lo que para otros puede no ser, Dios y el cielo son propios de la ideología religiosa, pero no de

las personas con ideología agnóstica, por citar un ejemplo.

Desde que Destutt de Tracy acuñó el término ideología a finales del siglo XVIII, se ha usado de manera generalizada en las ciencias sociales, la política y los medios de comunicación (Quintana, 2007). Cada vez es más común que las investigaciones sociales aludan al término ideología y al de discurso, pues el binomio que forman se entiende como un solo concepto el de discurso ideológico o ideologías en el discurso.

Ya sea de manera escrita u oral en el discurso se expresan ideas que pueden ser sociales, políticas, religiosas, etc., que comparten los miembros de determinado grupo social. Ellos siempre están a favor de las ideas que se convencionalizan en el seno del grupo al que pertenecen; pueden, a decir de van Dijk, estar de acuerdo con ideas que “constituyen la base de unas creencias más específicas sobre el mundo y que guían su interpretación de los acontecimientos, al tiempo que condicionan las prácticas sociales” (van Dijk, 2003: 14).

El discurso ideológico está presente en la interacción diaria, compartimos en todo momento a través de palabras y acciones nuestras ideas y buscamos que quienes escuchan terminen por actuar de acuerdo con nuestra ideología. Por ejemplo, si pertenecemos a una denominación religiosa, los discursos irán encaminados al convencimiento del otro para que acepte la doctrina.

Lo mismo sucede con quienes ostentan una ideología política o cultural, en la lucha por hacer que los demás crean y hagan lo mismo, el discurso será la mejor herramienta para comenzar el conflicto ideológico, ya que “una de las prácticas sociales más importantes condicionadas por las ideologías es el uso del lenguaje y del discurso, uso que simultáneamente influye en la forma de adquirir, aprender o modificar las ideologías” (van Dijk, 2003: 56).

Las ideologías no deben ser pensadas sólo como dominantes o negativas, aunque se piense que los grupos de poder son los que crean ideologías para dominar y controlar a la sociedad no necesariamente es así; las ideologías son formas de concebir la realidad a partir de convenciones sociales en determinados grupos, estos pueden tener intensiones diversas, dominar puede ser una, empero, no siempre es esa la principal. Lo que se pretende con el sistema de creencias convencionalizado es crear grupos de interacción con intereses afines, en los que se comparta formas de pensar y de vivir en sociedad.

Una forma neutral1 de concebir la ideología, es decir, de entenderla sin pensarla como

dominante o emancipadora, como negativa o positiva, es la que se centra en las creencias y prácticas de los miembros de determinado grupo, tal como la conceptualiza van Dijk (2005: 15), al referirse a la ideología como “creencias fundamentales que subyacen en las representaciones sociales compartidas por tipos específicos de grupos sociales. Estas representaciones son a su vez la base del discurso y de otras prácticas sociales”.

Asimismo, entendemos que la ideología es un sistema social, puesto que es compartida por los integrantes de un grupo social, quienes actúan de acuerdo con normas y principios, es decir, regulan su conducta y sus prácticas de acuerdo a sus creencias y conocimiento.

La ideología pasa a reproducirse en la interacción social, tiene lugar principalmente por medio del discurso. Y se manifiesta en las confrontaciones entre los miembros del mismo grupo y con otros, cuando se defienden las formas de pensar del grupo o las prácticas que legitiman su ideología. En otras palabras, “el discurso permite la expresión directa y explícita de las ideologías, pero la función fundamental de esas expresiones está en sus consecuencias sociales, a saber, la adquisición, el cambio o confirmación de creencias ideológicas” (van Dijk, 2000: 245).

El desarrollo de la investigación consideró a la religión como ideología, y a los discursos religiosos como un conglomerado de dogmas, formas de vida e ideologías que sitúan a los feligreses dentro de determinado espacio social. Por lo cual se analizó el discurso religioso desde la propuesta de análisis del discurso ideológico2 (ADI) de Teun A. van Dijk (1990), al que refiere como un campo nuevo, interdisciplinario, que ha surgido a partir de algunas otras disciplinas de las humanidades y de las ciencias sociales, como la lingüística, los estudios literarios, la antropología, la semiótica, la sociología y el análisis de la conversación.

Comprender el propósito de la ideología en los discursos religiosos nos permite conocer la intencionalidad que existe en quien enuncia el discurso y los posibles efectos que logra en la feligresía. La ideología presente en el discurso proporciona a los sujetos ciertas pautas que constituyen una forma de ser y de pensar.

Desde este punto de vista, Castro Gómez (2000) coincide en que las ideologías suministran a los hombres un horizonte simbólico para comprender el mundo y una regla de conducta moral para guiar sus prácticas. A través de ellas, los hombres toman conciencia de sus conflictos vitales y luchan por resolverlos.

Para el caso que nos ocupa, las ideologías no solo deben entenderse como sistemas

complejos como cuando se habla del socialismo o el neoliberalismo como ideologías, porque como bien señala van Dijk:


Las ideologías no se limitan a los grupos relacionados con la dominación, el poder o las luchas sociales. También tenemos ideologías profesionales (por ejemplo, de periodistas y profesores, ideologías institucionales (religiosas), e ideologías de otros tantos grupos en la sociedad. Destacan particularmente, y de acuerdo con nuestra decisión, los intereses de grupos definidos a través de categorías como identidad, actividades, metas, normas y valores, posición social y recursos. Esto desde luego significa que las ideologías están a menudo involucradas en conflictos sociales entre grupos, aunque esto no es un criterio necesario o suficiente para el desarrollo y reproducción de las ideologías sociales (1996: 20).


Por lo anterior, es posible que hablemos de religión desde el nivel ideológico3, considerando que, como grupo social, la religión puede ser vista como un conglomerado de normas y valores generadores de una identidad. Por ello, el análisis del discurso ideológico no solo atiende la estructura lingüística y del contenido macroestructural, sino también se centra en las microestructuras y en la intencionalidad con la que se emite el discurso, ya que ambos niveles se presentan en el discurso y en el contexto desde el que se origina.

El análisis del discurso ideológico es una postura crítica que permite según van Dijk (1996: 15) “poner al descubierto la ideología de hablantes y escritores (…) mediante la comprensión o un análisis sistemático, siempre y cuando los usuarios expresen explicita o inadvertidamente sus ideologías por medio del lenguaje u otros modos de comunicación”.

El ADI fue útil para producir descripciones explicitas de las unidades del discurso, las estrategias argumentativas y el poder ideológico que contiene cada sermón predicado en la iglesia adventista de San Luqueño. Se consideró como dimensiones de análisis el discurso oral y su contexto, es decir las circunstancias en torno a las que se construye el discurso. Estas dimensiones principales, denomindas por van Dijk (1990: 45) textual y contextual, aluden a que las primeras “dan cuenta de las estructuras del discurso en diferentes niveles de descripción,

mientras que las contextuales relacionan estas descripciones estructurales con diferentes

propiedades del contexto, como los procesos cognitivos y las representaciones o factores socioculturales”.

En otro sentido, quizá las relaciones de dominación sean perceptibles en dicho discurso ideológico que de igual forma, puede servir para sustentar o bien para cuestionar las posiciones sociales de los feligreses. El análisis centró también su mirada en la crítica, el ADI es también crítico, puesto que “estudia primariamente el modo en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad son practicados, reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el contexto social y político” (van Dijk, 1996: 17). Con este tipo de análisis del discurso, van Dijk (1996) sostiene que se toma explícitamente partido, y se espera contribuir de manera efectiva a la resistencia contra la desigualdad social.


Cuestiones metodológicas

Este apartado metodológico, describe el camino recorrido en el proceso de la investigación, deja claro cómo se trabajó y la manera en que el análisis del discurso fue esencial para desentrañar las ideologías inmersa en los sermones religiosos. El estudio resalta el trasfondo ideológico del discurso religioso y se encamina a ser un análisis de los sermones predicados en la congregación adventista, en una comunidad de pescadores, en la que la mayoría de las familias feligreses viven de la pesca.

Para llevar a cabo el trabajo, fue necesario introducirse en la congregación adventista de San Luqueño, asistir con regularidad a las reuniones sabatinas e identificar a los oradores en los servicios de culto. Primeramente, el acercamiento fue con el líder de la congregación, a quien se le pidió permiso para entrar a las reuniones como observador de las prácticas liturgicas; posteriormente, ya con varias semanas de asistencia, se solicitó la autorización para poder grabar los sermones.

El registro de los sermones fue en tres momentos diferentes, se eligieron sin previo conocimiento de la temática que el predicador abordaría, durante tres sábados consecutivos del mes de noviembre se grabaron las prédicas, los títulos fueron: “Pelea y obedece”, “La mayoría no tiene la razón” y “Pelea contra tu gigante”, éstos fueron grabados en audio y se tomaron notas de algunas acciones no verbales que el predicador utilizó para acompañar su presentación discursiva. Posterior al registro en audio, se procedió a hacer la transcripción de cada uno de los

sermones para hacer más factible el análisis. Se insertaron en un cuadro pragmático en el que se identificaron algunas estrategias argumentativas como son: intencionalidades, condicionales, apelaciones, volumen de voz y negaciones.

Se cuidó que la transcripción de los sermones fuera lo más parecido a la versión oral, es decir que los signos de puntuación y algunas simbologías propias de la lingüística y del análisis del discurso se usaran correctamente para que el discurso escrito fuera lo más semejante al enunciado por el predicador. En el caso de los fragmentos donde se eleva el volumen de voz o se grita el mensaje, se maneja con letras mayúsculas, las pausas se marcan con tres puntos, las órdenes y apelaciones se marcan con signos de exclamación, etc., esto para que al momento de leer los discursos se lograran situar en el contexto real en que fue enunciado.

Los sermones analizados fueron predicados por el hermano Juan Diego, un joven de 25 años miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) de la comunidad San Luqueño; su conversión al adventismo fue en el año 2007. El liderazgo que lo caracteriza le permitió el reconocimiento de la congregación, y el buen manejo de la doctrina lo convirtió en un evangelista reconocido en varias comunidades del municipio de Tonalá. La mayoría de sus prédicas están basadas en mensajes contenidos en videos de temas juveniles del Pastor Arnaldo Cruz, de la IASD en Puerto Rico.

En sus intervenciones en el púlpito de la iglesia reproduce los temas y los adapta al contexto local, además usa experiencias personales como complemento. El hermano Juan Diego, como es conocido entre toda la feligresía, es encargado o dirigente oficial de la IASD de San Luqueño y en abril de 2015 recibió la ordenación como “anciano”, nombramiento que la institución eclesiástica adventista, otorga a líderes religiosos y espirituales con buena reputación dentro de la iglesia y en la comunidad. El nombramiento le permite ser el líder y tomar decisiones ante la ausencia del pastor “y, por precepto y ejemplo, debe procurar continuamente conducir a la iglesia hacia una experiencia cristiana más profunda y plena” (IASD, 2010: 71).

Consideramos necesario, para lograr el análisis del discurso ideológico, el acercamiento al contexto de la comunidad de pescadores y la dinámica de vida de las familias feligreses, pues el discurso tiene incidencia en la cotidianidad de los pescadores y la comunidad en la que viven. En tal sentido, la investigación se desarrolló bajo el enfoque cualitativo, con el que se “estudia la realidad en su contexto natural y cómo sucede, sacando e interpretando fenómenos de acuerdo

con las personas implicadas” (Blasco y Pérez, 2007: 25).

Si bien los sujetos y el escenario de la investigación no son considerados como elementos de análisis del discurso, era importante conocerlos para comprender las circunstancias en torno a las que se gestan los sermones dentro de la congregación adventista, y cuáles eran las intenciones del predicador, considerando que es habitante de la comunidad y su oficio es la pesca, al igual que la mayoría de los feligreses.

Por lo anterior, fue conveniente realizar el trabajo de investigación bajo este enfoque, y procuramos siempre asegurar un estrecho margen entre los datos y lo que la gente realmente dice y hace. Para ello, se realizó la observación de las personas en su vida cotidiana, las escuchamos hablar sobre lo que piensan y observamos sus prácticas dentro de la congregación y en la comnidad,

Este proceso de observación detallada del contexto, nos permitió centrar la mirada en determinados segmentos de la realidad de los pescadores, como sus prácticas, la religiosidad, su condición socioeconómica, los contextos con los que se relacionan y los consumos mediáticos y culturales.

El ejercicio de observación fue posible introduciéndose en la comunidad con un sentido crítico y con el objetivo de descubrir algo nuevo, más allá de atestiguar cambios en la infraestructura, prácticas y tradiciones del lugar, sino con el propósito de descubrir las interacciones de los sujetos.

Lo observado se registró en un diario de campo, esto permitió sistematizar las experiencias observadas en la IASD y en la propia comunidad. Con este instrumento llevamos a cabo un monitoreo permanente del proceso de observación, se anotaron los aspectos que a nuestro criterio nos proporcionaron pautas para el análisis e interpretación de los sermones.

De igual forma, para la construcción del conocimiento nos posicionamos en el paradigma epistemológico sociocrítico, ya que como apunta Alvarado (2008) introduce en el conocimiento la ideología y la auto-reflexión crítica sobre los procesos sociales que viven los sujetos. “Su finalidad es la transformación de la estructura de las relaciones sociales y dar respuesta a determinados problemas generados por éstas, partiendo de la acción-reflexión de los integrantes de la comunidad” (Alvarado, 2008: 191).

Al tener en cuenta el paradigma sociocritico, fue posible repensar la idea de la

investigación y el análisis del discurso, se mantuvo la mirada crítica y los cuestionamientos hacia la estructura adventista y a los sermones. Al participar de las reuniones y tratar de comprender la dinámica de la feligresía y, por su puesto, al analizar los sermones, la posición que se mantuvo, fue la de desentrañar las ideologías implícitas en éstos.

Tanto la observación, el registro de datos y la participación dentro de la comunidad y la congregación adventista, permitió que los resultados de la investigación fueran obtenidos directamente de la vida social, no condicionado por conceptos, definiciones o teorías (éstas son sólo el sustento), los resultados emergieron del análisis discursivo de los sermones y de su contexto.


El uso del lenguaje en el discurso religioso

De acuerdo con Conesa y Nubiola (2002:264), “en una primera aproximación, el discurso religioso sería aquel en cuyo contenido se emplea la palabra «Dios» o está en relación, directa o indirecta, con esa palabra.” Sin embargo, el uso que el hablante religioso realiza del lenguaje es el mismo que hablan otras personas, aunque nuestro objeto de estudio —el lenguaje religioso adventista— presenta ciertas peculiaridades cuando los creyentes lo usan para referirse o expresar sus creencias.

Así pues, el discurso religioso se vale de diversos recursos lingüísticos y estrategias discursivas que, al igual que para el discurso profano, la lengua pone a su disposición: metáforas, analogías, negaciones, modalizaciones, discurso referido, presuposiciones, repeticiones, predicaciones, narraciones, actos de habla directos, indirectos, argumentativos, etcétera. De hecho, “el discurso religioso consta en su mayor parte de expresiones lingüísticas profanas” (Conesa y Nubiola (2002:283).

Muchas expresiones del lenguaje religioso empleadas en los sermones analizados tienen por objeto manifestar actitudes (“Oh Jehová, haznos sumisos a ti”), sentimientos (“Alabemos a Jehová”) o disposiciones a actuar (“adora al verdadero Dios”).

También forman parte de este lenguaje expresiones que tienen un carácter explicativo, constatativo o factual, pues realiza aserciones al hablar sobre la realidad en la que hay que creer y la influencia que puede tener en los creyentes esas aserciones. De esta manera, atendemos los aspectos pragmáticos del lenguaje religioso, es decir prestamos mayor atención a las funciones

que el lenguaje religioso tiene en la vida de los creyentes.

Si bien en esta comunicación acentuamos de modo unilateral la dimensión o función conativa del lenguaje religioso, cuyo uso fundamental tiene como objeto conducir, orientar o invitar a la acción, somos conscientes que las funciones emotiva y cognoscitiva también están presentes, de tal suerte que no se excluyen entre sí, a pesar de que en determinadas expresiones predomine alguna de dichas funciones con mayor claridad.

El hablante posee entre su repertorio de estrategias discursivas el uso de las palabras ajenas que utiliza para manipular. Forma de manipulación que es, realmente, el poder encubierto. El discurso referido suele aparecer en el discurso religioso cuando se alude a aquello que dice la Sagrada Escritura o se cita la palabra de Dios. Así, por ejemplo, en el siguiente enunciado: “Asegúrese de seguir siendo llamado del pueblo de Dios, porque cuando Dios dice ya no eres de mi pueblo, corre peligro nuestra vida”, podemos observar un discurso importado y elaborado en el propio discurso citante como un contundente elemento argumentativo.

Por otra parte, el modo imperativo del verbo en “asegúrese de seguir siendo llamado del pueblo de Dios” muestra la función conativa e induce a pensar en la posible pérdida de la fe de sus oyentes o que estos duden de su fe, e implícitamente que los creyentes no son inmunes a que algunas experiencias contradigan lo que su fe afirma sobre el mundo; precisamente, por esta razón el indicador de fuerza “porque”, con valor causal, introduce una verdad que se da por sentada: “corre peligro nuestra vida”, e incluso la gracia de la salvación eterna.

Por consiguiente, el discurso citado obliga a los oyentes a aceptar como verdadera la probabilidad de la exclusión del pueblo de Dios, pero también desemboca en la aceptación del discurso referido porque se cree en Dios, en quien se confía y en lo que Él dice.

En el discurso religioso también se suele hablar a Dios, como podemos observar en el siguiente pasaje: “Pedimos la dirección de su Santo Espíritu, para que todo lo que estudiemos en esta mañana estemos convencidos que viene de ti. Para que aprendan que los que parecen insignificantes tenemos un Dios poderoso que se llama Jehová.”

Pero más allá de este acto de invocación, llama la atención la manera en que el hablante establece formas de presentación de sí mismos y de relación con sus oyentes. La identificación del hablante que utiliza la primera persona del plural implícita en las inflexiones verbales “pedimos”, “estudiemos”, “estemos” y “tenemos” incorpora al hablante al grupo de la audiencia a

la cual se dirige y, por consiguiente, la realidad a la que se alude no es ajena al protagonista de la enunciación ni a los destinatarios.

Además de la dimensión constatativa que conlleva el discurso religioso, en tanto que afirma una serie de proposiciones como verdaderas, también posee un carácter realizativo, pues también instituye una comunidad que participa de esta particular forma de vida cristiana, principalmente, entre otras formas, a partir del uso de las formas pronominales “nosotros” y “nos”. En los siguientes enunciados se hace patente este característico uso de un modo especial: “Jehová está con nosotros…, aunque los demás nos miren como gente sin valor (…) nosotros tenemos la vida eterna en Cristo Jesús…

Las expresiones doctrinales de los discursos del predicador, por lo general, persiguen hacer conscientes a sus oyentes de una serie de principios de acción y, a la vez, realizar diversas afirmaciones acerca de la realidad. Tal es el caso del siguiente fragmento en el que podemos constatar la presencia del lenguaje religioso en las experiencias reales de los oyentes, que están conectadas a acciones y formas vida en las que se inscribe ese lenguaje:


Un soldado de Jehová no pregunta, obedece (…). En la iglesia de Dios no cuestione a Dios. ¿Qué tiene usted qué hacer?… obedezca (…). ¿Qué está diciendo Jehová?: si quieres que todo esté bien en tu casa y en tu comunidad cuando hay problemas entre los grupos, cállese la boca, no se meta; eso es algo que no le importa, no vamos a ganar batallas gritando porque Jehová no ha dicho que gritemos todavía. Jehová dijo: cállense y las órdenes de Jehová no se cuestionan, se obedecen.


Groso modo, en este fragmento del sermón, el hablante no solo se refiere a que los creyentes se comprometan con la verdad de las proposiciones que enuncia. Mediante las preguntas retóricas “¿qué tiene usted qué hacer?” y “¿qué está diciendo Jehová? persigue también que los oyentes se comprometan a realizar una serie de acciones, en el aquí y ahora como en situaciones ulteriores, para llevar una vida acorde con los preceptos de “la iglesia de Dios”.

Desde un enfoque interactivo, la repetición llega a ser síntoma de los propósitos o intenciones que guían a unos hablantes respecto a otros. Así tenemos que la iteración de las formas verbales “obedece”, “obedezca”, “obedecen”; “cuestione”, “cuestionan”, así como

“cállese” y “cállense” se enmarcan en los efectos de realce consustanciales en las repeticiones para poner de relieve lo más esencial desde el punto de vista persuasivo, ya que existe una tendencia a identificarse con lo que machaconamente se refuerza y parece razonable pensar en la capacidad de convicción que poseen las repeticiones discursivas: si el contenido de las formas verbales el hablante lo expresa varias veces es con el fin de que los oyentes lo retengan en sus mentes y actúen en consecuencia.

Y más aún, con fines argumentativos inmediatos, el valor de verdad de estas formas verbales se afirmará en mayor medida ante sus oyentes, desde el momento mismo en que se apoya en un discurso ajeno indicando expresamente su autor: “qué está diciendo Jehová”, “Jehová dijo”, e incluso lo que “Jehová no ha dicho”. La reelaboración discursiva de las palabras que no son suyas conlleva cierta predisposición a la asimilación de los contenidos que está desarrollando y, a su vez, al apoyarse en las palabras de Jehová suscita argumentos de autoridad.

De este modo, el hablante elude la responsabilidad sobre lo que enuncia, acogiéndose a palabras que no son suyas y utiliza para argumentar la conveniencia de obedecer, callar y no cuestionar “las órdenes de Jehová”. En suma, está recurriendo a una forma disimulada de poder, pues no habla por sí mismo, no es el autor de sus palabras, pero sí las emplea para argumentar. Con este tipo de repetición intertextual logra encubrir la verdadera intención de dominio al reutilizar el discurso de otro: la voz de Jehová.

Finalmente, en el enunciado “Nadie quiere trabajar en el sol, pero nosotros, aunque seamos de clase económica tenemos a Jehová, aunque sea trabajando por cincuenta pesos al día”, la forma trabajar tiene el mismo valor o significado constante ampliamente compartido, con el cual se designa la acción de realizar una actividad física (como la pesca) y obtener una remuneración. Sin embargo, ni el referente ni el sentido, o significado pragmático-discursivo del signo trabajar es el mismo para todos los oyentes, ya que al ser emitido para distintas personas y en distintas situaciones adquiere un valor ideológico diferente. Pero para todos los posibles sentidos subyacentes en el signo ideológico “trabajar”, se ha convenido neutralizarlos por el hecho de que “tenemos a Jehová” de nuestra parte.

Conclusiones

Para concluir podemos afirmar que el discurso religioso no escapa a la manipulación lingüística que a la vez sirve para revelar y ocultar una concepción de la realidad que se refiere al mundo. Por lo tanto, el lenguaje religioso no es una información neutral, sino que reviste un carácter ideológico.

El análisis que nos ha ocupado de algunas dimensiones del lenguaje de la fe, puesto en juego en el discurso religioso, pudimos observar los potenciales efectos en las conductas y las prácticas sociales de sus partícipes.

Al mismo tiempo, no solo están siendo educados acerca de usar apropiadamente el lenguaje de la fe hecho discurso en el interior de la comunidad creyente, sino también a través de él, la asimilación o el aprendizaje de las actitudes, valores, creencias y comportamientos sociales en concordancia con las sentencias biblícas, los principales documentos o voces de autoridad de la Iglesia.

Cuando el hablante habla o afirma algo de Dios, se compromete a sostener la verdad de lo que afirma; asimismo, busca la aceptación de sus proposiciones y, a la vez, que sus oyentes experimenten su dependencia de Dios. Y, más aún, al poner en relación expresiones religiosas con las experiencias que los oyentes tienen del mundo visible y del mundo interior, pretende que se comprometan con un particular modo de vida y entender el mundo en el que han de adoptar y seguir ese particular modo de vida.

Por último, esperamos que tras este breve análisis, desde el particular enfoque del análisis del discurso adoptado, al menos hayamos podido mostrar un somero acercamiento a su potencial como herramienta para describir, interpretar y explicar las ideologías (tácitas y explícitas) de los discursos constitutivos y constituyentes de la realidad.


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Notas


1 Aclara van Dijk (1996) que, desde una perspectiva neutra, descartando las funciones de la ideología en situaciones de conflicto o como contrapeso del poder en las sociedades dominadas, las ideologías dotan a los grupos y a sus miembros, de herramientas para la organización, establecimiento y control de sus objetivos y para el desarrollo cotidiano y habitual de sus prácticas; de manera que es posible incluso considerar que solo los grupos pueden desarrollar ideologías

2 Este tipo de análisis del discurso es un campo de estudio nuevo, interdisciplinario, que ha surgido a partir

de algunas otras disciplinas de las humanidades y de las ciencias sociales, como la lingüística, los estudios literarios, la antropología, la semiótica, la sociología y la comunicación oral (van Dijk, 1990).

3 Según Althusser (1989) el nivel ideológico establece así una relación hermenéutica entre los individuos, en tanto que las representaciones a las que estos se adhieren sirven para otorgar sentido a todas sus prácticas económicas, políticas y sociales. Y las ideologías cumplen la función de ser concepciones del mundo.