Los dilemas de la calidad educativa en tiempos de la modernidad Dilemmas on education quality in modern times

Juan Martínez Flores1


Resumen: La presente ponencia analiza la calidad educativa (CE), para la educación básica, la cual se ha edificado desde una visión mercantilista cómo la nueva estrategia de la modernidad, donde la ilustración ha fracasado, pues hoy la formación de los sujetos ya no se entiende como un trabajo de sí mismo, que implique esfuerzo, y responsabilidad para tenerla un poco más fácil en el futuro, escenario que trastoca a la colectividad ante el canto adormecedor de las sirenas del discurso de la política educativa.


Abstract: This paper discusses Quality Education (QE), for basic education, which has been built from a mercantilist approach as a new strategy of modernity, where illustration has failed, because today the human instruction is no longer understood as a job of itself, that entails effort, and responsibility to make it a bit easier in the future, a scenario that upsets the community before the singer-songwriter of the sirens of the educational policy discourse.


Palabras clave: Calidad Educativa; Modernidad; Docente; Evaluación


Introducción

A partir de la década de los noventa se crea un proyecto con proyección hacia la modernización, se empezaron a implementar una serie de reformas educativas en América Latina y México. Con la finalidad de imponer una escuela que sea competitiva a partir de la retórica discursiva de la calidad, misma que opera bajo el contexto de los requerimientos de la economía de mercado, donde el conocimiento es entendido como mercancía que destruye la idea de educación como un derecho social.

He aquí la importancia de dialogar con el modelo eficientista, donde la escuela pasa a ser una institución útil a los valores predominantes de nuestra sociedad, orientados por criterios de



1 Doctor En Ciencias de la Educación por el ISCEEM. Disciplina, Educación; Centro de Trabajo; Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México; Línea de investigación; Educación Sociedad y Cultura. Correo Electrónico; ju_ma_fl@hotmail.com

rentabilidad material, lo que trae como consecuencia el desinterés por el saber ante la exigencia de lo útil, lo inmediato y lo pragmático. Ante esta posición considero que los sistemas educativos del mundo que buscan la calidad de la educación, basados en modelos de eficiencia, perderán la esencia de lo que implica la noble tarea de educar.

Estrategia que no sólo reproduce las desigualdades sociales existentes, sino que contribuye y produce nuevas formas de desigualdades, ya que al clasificar a los docentes en idóneos y no idóneos a partir de un esquema basado en el mérito, genera una especie de neodarwinismo social y en consecuencia, la calidad educativa funciona solamente como un placebo para la sociedad. En este tenor, la presente ponencia se aborda desde tres ejes de reflexión: la calidad de la educación en la modernidad, la calidad de la educación ante un nuevo lenguaje global y finalmente los desafíos del docente ante la evaluación.


La calidad de la educación en la modernidad

Hablar de la calidad de la educación en la modernidad, implica plantear una premisa que puede ser objeto de discusiones y contradicciones. No obstante, se cree que el discurso de la modernidad deja de lado en cierta medida el desarrollo de las facultades intelectuales de los sujetos en detrimento de aspectos cognitivos, morales y volitivos que se consideran fundamentales para el perfeccionamiento de los educandos de educación básica, premisa que se desarrolla en el cuerpo del texto con la finalidad de dialogar con distintas personas y grupos de interés en el tema de la calidad de la educación.

En ese tenor, el discurso se define como: “una forma de interacción social en la sociedad y, al mismo tiempo, como la expresión y reproducción de la cognición social” (Van Dijk, 2016, p. 25). Que a decir del autor en mención, los discursos son como icebergs, en los cuales usualmente sólo la nueva información es visible y explícitamente expresada, pero una gran cantidad de conocimiento o información inferible permanece, en gran medida invisible o implícita. De tal manera “que los estudios críticos del discurso centran su interés, más específicamente, sobre el rol del discurso en la reproducción social del abuso de poder” (Van Dijk, 2016, p. 23). Es así, que en la fusión de horizontes se puntualizan algunos principios del discurso de la modernidad para con la CE, desde una mirada crítica, desde donde se estructura la base de la presente ponencia.

De acuerdo con Echeverría (2008), la modernidad sustituye a la Edad Media, es así, que

al prescindir de la fe, el pensamiento y la palabra de la iglesia, el mundo medieval se derrumba, por lo tanto, el pensamiento moderno hará de la duda y la incertidumbre su bandera de juicio, así mientras una época era dogmática la otra será escéptica y crítica, en ese sentido, la idea de progreso instituida en la modernidad hace del tiempo un mecanismo de control, por lo que si el pensamiento medieval domino una etapa de la historia del hombre, con la modernidad no es la excepción. Ante ello, la conciencia crítica es la alternativa para develar las contradicciones de la modernidad en el campo educativo.

En ese tenor, la implantación del Modelo Educativo 2017 establece una visión de CE, para el Sistema Educativo Mexicano (SEM). Resultado de recomendaciones internacionales como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), la cual en su recomendación 8 plantea “desarrollar e implementar un sistema riguroso de evaluación de profesores enfocados en mejorar la enseñanza” (Mattews, 2016, p. 51), planteamiento que permite dilucidar dos vertientes; en primer lugar la necesidad urgente de captar a los mejores candidatos para la docencia, en segundo término se visualiza una desviación en la estrategia para mejorar la CE, para el SEM, debido a que en lugar de que se les ofrezca apoyo efectivo a los docentes para que sus estudiantes desarrollen los aprendizajes necesarios, en México no se crean las condiciones para el desarrollo profesional de los docentes de educación básica.

En consecuencia, la nueva estrategia de la modernidad para mejorar la educación nace tergiversada al despreciar la labor del docente de este nivel, en ese sentido, ¿Cómo mejorar la CE, ante contradicciones como esta?, bajo este panorama el valor por el saber ha ido disminuyendo pues no son pocos los que ya no están dispuestos a creer que habría que aprender algo primeramente para después tenerlo un poco más fácil. “Nuestra modernidad, carente de impulso, sabe efectivamente, pensar de manera histórica, pero hace tiempo que duda de vivir en una historia coherente” (Sloterdijk, 2011, p. 15).

En similitud de ideas, Zygmunt Bauman (2013), menciona que la modernidad líquida es “la forma actual de la condición moderna, que otros autores denominan ’postmodernidad’, ‘modernidad tardía’, ’segunda’ o ‘híper’ modernidad” (p.17), es decir, lo moderno significa etimológicamente al modo de hoy (modos hodiernus), mientras que postmodernidad significa al modo que vendrá después de hoy, lo nuevo lo novedoso. Donde nada permanece inmanente, llámese: calidad, educación, evaluación, conocimiento, aprendizaje, etc. Donde la ‘disolución de

todo lo sólido’ es la característica innata y definitoria de la forma moderna de vida.

Bajo este panorama de liquidez vislumbremos cómo ha cambiado la calidad de la educación, bajo el manto del consumismo que para Bauman (2011), No consiste en la acumulación de cosas, sino en su disfrute instantáneo de “usar y tirar. Así pues, ¿Por qué va a estar exento de esta norma universal el <<paquete de conocimientos>> adquirido durante la estancia en el colegio o la universidad?” (p. 107), ofertando desde el cielo la posibilidad de que todos pueden acceder a las mismas oportunidades dentro del modelo capitalista, creando una historia y un futuro inclusivo, cuando en realidad no es así y sólo se construye un escenario inequitativo y desigual.

No obstante, “la calidad de la educación tiende a ser interpretada en términos de eficacia y ésta significa respuesta rápida, precisa y económica a las presiones sociales” (Gimeno, 2002, p. 22), universo utilitarista donde es posible la distribución de tabletas y computadoras a grupos focalizados, creando soluciones superficiales que poco fortalecen el interés por el saber de los alumnos de educación básica.


Entre tantas incertidumbres, con todo, una cosa es cierta: si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el canto de las sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria, que extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida (Ordine, 2013, p. 25).


Por consiguiente, el enfoque pedagógico en términos de eficiencia ha colocado a los sistemas educativos del mundo en una carrera hacia la calidad de la educación, semejante al mito de los lemmings los cuales “se suicidan en masa arrojándose al mar como parte de un mecanismo de autorregulación de la naturaleza” (Sahlberg, 2013, p.20), ante esta posición se considera que los sistemas educativos del mundo que buscan la calidad de la educación, basados en modelos de eficiencia, van rumbo a la destrucción masiva de los ideales educativos y de lo que implica la noble tarea de educar.

En apoyo de esta opinión Bauman (2011), expresa que “por lo tanto, la idea de que la educación puede ser un <<producto>> concebido para ser adecuado y perdurar eternamente,

resulta desagradable y, con toda probabilidad, no habla a favor de la educación institucionalizada en los centros escolares” (p.107).

Pensar entonces como un actor de la política educativa moderna me lleva a plantear la siguiente interrogante, ¿para qué gastar fuertes sumas de dinero en la educación básica, si es un nivel que no genera ningún beneficio económico? No obstante, que parezca inútil, se vuelve útil al ser parte de la formación de los educandos, de tal manera que la conciencia crítica ante el esquema de la modernidad resulta trascendental para poder mirar la realidad de la calidad de la educación obligatoria, ante el canto adormecedor de la calidad y la evaluación. Donde sólo importan los saberes inmediatos, lo útil, lo funcional, lo práctico, en detrimento de los saberes perennes, lo que trae como consecuencia una falsa conciencia de la calidad educativa.


La calidad de la educación ante un nuevo lenguaje global

La mente visionaria de un gran filósofo como Kant (citado en Bauman, 2007), clarifica las consecuencias de la globalización.


Hace más de dos siglos, en 1784, Kant observó que el planeta que habitamos es esférico, y consideró con detenimiento las consecuencias de ese hecho banal: como todos estamos y nos movemos sobre la superficie de esa esfera, señaló Kant, no tenemos otro lugar donde ir y estamos por lo tanto obligados a vivir para siempre en proximidad y compañía de otros…. La unidad de la raza humana es el horizonte absoluto de nuestra historia universal, un horizonte que nosotros, seres humanos movidos y guiados por la razón y el instinto de supervivencia, estamos obligados a perseguir y, en la plenitud de los tiempos, alcanzar. Tarde o temprano, advierte Kant, no habrá ni un rincón de espacio libre para aquellos de nosotros que se encuentren con que los lugares ya ocupados están demasiados colmados para brindar confort, son demasiado hostiles, incómodos, o por alguna otra razón poco acogedores para buscar en ellos refugio y abrigo. (pp. 162-163).


Universo que evoca un nuevo lenguaje instituido por la esfera comercial y por el manto del consumismo, donde las desigualdades económicas, sociales y culturales separan a los docentes y estudiantes en tiburones que se comerán al mundo o en pececillos que se extinguirán

por selección natural, convirtiendo en hostil e incómodo el mundo de la calidad de la educación. Será acaso que no queda otro destino hacia dónde ir, en este mundo interconectado por la economía y por la filosofía de instituciones como la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial (BM), o el Fondo Monetario Internacional (FMI), que de manera conjunta ofrecen un concierto de mediciones y políticas de evaluación que han permeado el lenguaje educativo, colocando en arenas movedizas a los sistemas educativos del mundo, ante una nueva racionalidad, que para nada dignifica la condición humana.

Recital que ha desdibujando a la educación como proceso de aprendizaje, donde ahora se le resta importancia a los programas, planes de estudio, contenidos, conocimiento, enseñanza, aprendizaje, formación docente, responsabilidad y compromiso del alumno, padre de familia, sociedad. Conceptos que han cambiado al mundo de lo líquido donde todo parece circunstancial, efímero y fugaz, de ahí que ahora el discurso de la calidad de la educación se fundamente en: organismos internacionales, ranking mundial, medición, comparación, evaluación, rendimiento, competencia, mercado, exámenes estandarizados, cobertura, eficiencia, eficacia, inclusión, exclusión, fracaso educativo, pertinencia. Fomentando una política educativa simplista y reformas al vapor, lo que ha generado una codificación diferente para entender el lenguaje con el que hoy se pretende leer la calidad de la educación.

Ya Victor Frankl (2010), enfatizó una realidad donde los sujetos sólo contaban por su número de prisionero, estar vivo o muerto carecía de importancia, porque la vida de un número resulta completamente irrelevante. Cabe recordar que dentro de este régimen holocaustico de exterminio hacia los judíos, el verdugo fue una mente agobiada de grandeza, que pisoteo, humillo y extermino a miles de historias que jamás serán contadas, de ahí que poco importaba la esencia humana y menos lo que se escondía detrás de la existencia de aquél número: su destino, su historia, y hasta su nombre. Escenario, que trastoca al sujeto en su subjetividad, en la búsqueda de hallar una razón a su existencia en los campos de concentración.

Se podrán preguntar amables lectores ¿Qué sentido tiene hablar de una página negra en la historia de la humanidad?, ¿Qué vinculación tiene con la calidad de la educación? Y si ¿Existe hoy en día un verdugo del proceso formativo? Será acaso el modelo de eficiencia fomentado por diversos organismos internacionales que son capaces de generar un contexto estadístico para explicar la realidad educativa, dando por válida la idea de que las cifras estadísticas revelan la

radiografía de la calidad de la educación, olvidando a los sujetos con sentimientos, alegría, agradecimiento, injusticia y fracaso; la enseñanza es que no todo puede ser medido y más cuando se trata de sujetos diversos. Finalmente el lector tiene la última palabra para tomar posición a favor, neutra o en contra de la calidad de la educación que busca permear cada rincón del Sistema Educativo.


Los desafíos del docente ante la evaluación

El argumento de que son los profesores la base para una buena educación es una idea verdadera, con base en la pedagogía de Kant, (1983) “Se ha de observar que el hombre no es educado más que por hombres, que igualmente están educados. De aquí, que la falta de disciplina y de instrucción de algunos, les hace ser también, a su vez, ser malos educadores de sus alumnos.” (p. 32). Quien podría refutar esta idea o ponerla en tela de juicio, o esta otra: “La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes” Informe McKinsey (2007), en ese tenor la educación que deben desarrollar los docentes tiene que ver con la formación de marcos cognitivos que permitan al alumno orientarse con cualquier situación de aprendizaje.

Veamos en breve lo que hace que la reforma de Finlandia sea exitosa:

Estas mismas características están por lo general ausentes en los sistemas con bajo desempeño y el sistema educativo mexicano no es la excepción, pues erróneamente se espera alcanzarla a través de mandatos constitucionales se olvida que una nación no puede ser educada

por la fuerza y menos enfocada en el desempeño de un solo actor.

Un ejemplo de lo paradójico que resulta buscar la calidad de la educación en México se mira en la Legislación Educativa para Maestros de Educación Básica, (2014) en la Ley del Servicio Profesional Docente, (LSPD), misma que señala en su artículo 24 que en el concurso de Ingreso.


Podrán participar todas las personas que cumplan con el perfil relacionado con el nivel, tipo, modalidad y materia educativa correspondiente; así como con los requisitos que establezca la convocatoria respectiva, en igualdad de condiciones, sin demérito de origen, residencia, lugar o formación profesional (p.93).


Es decir, cualquier profesional puede concursar por una plaza docente de educación básica, situación que no le separa del conocimiento disciplinar y que le permite salvar una prueba estandarizada pero que no determina su actuar, se olvidan los preceptos de atracción de los mejores docentes, en lugar de ello se menosprecia su figura, la cuestión no era qué hacer para centralizar las plazas y controlar a los docentes, sino poner el dedo en la inequidad en el acceso a la educación básica.

Sin embargo, como lograr que los docentes en el sistema educativo mexicano, tengan un desempeño así, cuando la política educativa ningunea la necesidad de los profesionistas ante condiciones poco atractivas de salario, plazas no redituables por la lejanía geográfica, evaluaciones constantes y tiempos reducidos para procesos de formación continua y las dinámicas apremiantes de trabajo en el aula cuando “muchos de los problemas que causan la inequidad en la educación –sin duda los más importantes – no son educativos ni dependen de las políticas del sector. Encuentran sus raíces en la pobreza de la población y sus efectos” (INEE, 2014, p. 121).

Por tales razones los profesores de hoy en día deben formarse bajo una disciplina humanística y comprometerse a tener desafíos con y en su formación, pues “Ningún profesor digno de su misión pretenderá otra estima que la que puede adquirir por su autoridad intelectual, por su cultura científica y su aplicación a divulgarla más universalmente” (Schelling, 2008, p. 27), en consecuencia de las pretensiones que los mismos estudiantes tengan respecto de su

escuela y sus docentes, dependerá su realización el éxito. De tal manera que lo que corresponde a los docentes requiere de trabajo, compromiso, responsabilidad y en mi opinión una lectura incansable de los clásicos de la filosofía y la pedagogía: Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Hegel, Dewey, Rousseau, entre otros. Para el desarrollo del pensamiento y la racionalidad humana y así entender quiénes somos y dónde estamos y a dónde queremos llegar como educadores, no obstante que en el mundo moderno se mire como superfluo, inútil o pérdida de tiempo. Ante semejante escenario, los desafíos que el docente de educación básica debe enfrentar son muchos de corte académico y administrativo por lo que no se rehúye a la formación profesional al ser fundamental que los docentes se formen de manera constante. Sin embargo, una contradicción más es que se pretende elevar la CE, evaluando a los docentes, razón por la que la estrategia en México se mira tergiversada, rebasada y no adecuada para mejorar la CE.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (1989), evaluar significa: estimar los conocimientos, actitudes, aptitudes y rendimiento. En el ámbito pedagógico evaluar conlleva estimar los conocimientos, las aptitudes, y el rendimiento y desempeño de alumnos y profesores. Por consiguiente, la evaluación constituye un relato donde el lenguaje conlleva todo un discurso en la educación, mismo que se hace necesario develar para mostrar el verdadero sentido que lo nutre, para ello es necesario analizar la perspectiva o perspectivas del discurso de la política educativa que centraliza la calidad de la educación como el nuevo lenguaje que nutre las acciones y procesos de la reforma educativa, de ahí que cuando se cambia el lenguaje se está intentando cambiar la realidad de los docentes de educación básica, en consecuencia:


La evaluación puede utilizarse para impulsar la realización profesional, la autonomía y la colaboración entre los docentes, o bien puede invertirse y promover recelos, miedos y rechazo expreso del profesorado debido a las desviaciones y consecuencias para los docentes. Por esa razón, cuando se habla de “evaluación formativa” del desempeño profesional de los docentes, nosotros pensamos, más que en evaluación, en acompañamiento. Según el doctor Valdés, una buena evaluación profesoral debe cumplir las funciones siguientes: a) función de diagnóstico y retroalimentación, b) función instructiva, c) función educativa, d) función de desarrollador o de autoperfeccionamiento. (Valdés, 2016, pp. 129 – 132).

Además, Rosenhholtz y Smyle, citado en Valdes (2016), han criticado los planes de salario según méritos, precisamente porque generan competitividad entre los profesores y deterioran la colegialidad entre los mismos. Y enfatiza Valdés que:


Por estas razones los estándares competitivos son claramente inapropiados en un sistema de evaluación diseñado para facilitar el crecimiento profesional. Los estándares competitivos simplemente animarán a los profesores a competir por un número limitado de promociones o compensaciones económicas, en vez de proporcionar a todos los profesores los medios e incentivos para lograr un mayor crecimiento profesional. Si solamente el profesor excepcional puede conseguir la recompensa, entonces por qué se habría de molestar el profesor medio en intentarlo. Hay más profesores medios que excepcionales, un sistema basado en estándares competitivos puede dar como resultado más desmotivación que motivación. (p.19)


En lugar de una estrategia de competencia se necesita una donde los profesores sean reconocidos, que actúen con honestidad e integridad, con conocimientos sólidos de los contenidos, además de las habilidades para saber que hacer con los contenidos y por ende saber guiar a los alumnos, dentro de un mundo que se mira en una revolución educativa, donde se menosprecia el argumento y la crítica para situarse ante las problemáticas sociales que afectan sus vidas. Para no creer el discurso que la política educativa trata de vender en el sentido de que no vale la pena vivir una vida académica sin ser evaluada, ya que es la partícula de Dios para alcanzar de facto la calidad de la educación.

En este contexto, “muy poco puede ilusionar y prometer un proyecto de educación si se construye mostrando más preocupación por la evaluación (tanto la interna como la externa), que por la calidad del conocimiento o las maneras de aprender” (Gimeno, 2013, p.117). En este escenario el lenguaje de la política educativa llega a afirmar que gracias a la evaluación se puede mejorar la calidad de la educación. No obstante, hace falta rebasar las simples apreciaciones de la evaluación por unas más analíticas para conocer las intenciones de los sujetos de la política educativa y las consecuencias de los consumidores o destinatarios de tales acciones.

En ese tenor, Gimeno (2013), identifica que la evaluación sirve para:

Someter a los otros: En un clima de relaciones asimétricas, si además el comportamiento de quien evalúa es autoritario, la evaluación se convierte en una herramienta que puede ser utilizada con amenaza y con arbitrariedad.

La evaluación posibilita la jerarquización de los sujetos evaluados. La evaluación se utiliza para legitimar desigualdades, etiquetar al sujeto y mantener la ilusión de que realmente se evalúan capacidades, cuando es fácil demostrar que el conocimiento y capacidades evaluados son irrelevantes. La evaluación en vez de servir para conocer la utilizamos para excluir. La certificación del mérito es una función esencial – en ocasiones la única – que la sociedad adopta para distribuir ciertos bienes, dar prioridad a los que obtienen mejores resultados a los que se les considera más aptos. Discrimina entre unos y otros, hasta el punto de perder de vista otras funciones educativas esenciales.

La reacción cualitativa al dominio del cuantitativismo. La ilusoria cientificación de las prácticas de evaluación puede producir monstruos de la razón moderna, al querer medir lo que no es medible, al cuantificar lo que no se puede expresarse por números… las cosas más importantes de la vida no son cuantificables… porque el conocimiento en que debe apoyarse la evaluación tiene que ir más allá de los números.

Finalmente se puede inferir que la evaluación en México si tiene tintes autoritarios ya que es utilizada con amenazas para con los docentes, además la mala estrategia de lucha a través del mérito ha colocado a los sujetos en una lucha por ser los idóneos y con ello permanecer en su plaza base y no quedarse sin el sustento personal y familiar, denotando con ello la exclusión de los no idóneos, los rechazados y maltratados emocionalmente que serán lo que tendrán que jubilarse o excluirse de manera voluntaria en una especie de Darwinismo educativo.

En similitud de ideas Sahlberg (2013), plantea que existe una tercera y cuarta vía en donde la política de tercera vía, define la capacitación de docentes como algo diferente que consiste: en entrenar a las personas en estrategias prescritas con el fin de llevar a cabo y hacer realidad objetivos y metas impuestos por otros. Mientras que la cuarta vía se refiere a la inspiración, la innovación y la responsabilidad colectiva, y en este contexto la creación de capacidad se refiere al crecimiento y el desarrollo a través de la autogestión. En resumen, la tercera vía se refiere a ideas alquiladas para poner en práctica políticas ajenas, mientras que la cuarta vía hace referencia a la toma de posesión y el desarrollo colectivo de una comunidad hacia

sus propios fines y necesidades principales.

Situación que denota que se sigue importando modelos internacionales de evaluación que no se adaptan a las características nacionales de México, dejando de lado las verdaderas carencias y problemáticas del país donde no existe un proyecto de nación que nos de identidad y confianza en las instituciones gubernamentales y académicas. Finalmente la evaluación y la capacitación en el sistema educativo mexicano deberían desempeñar funciones esencialmente formativas, ambas al servicio de quien aprende y, al hacerlo, simultáneamente estarán al servicio de quien enseña, los dos serán los beneficiados directos en la acción pedagógica.


Conclusiones

La calidad educativa dentro de la modernidad se ha transformado, pues ya no se fundamenta en la adquisición de aprendizajes sólidos, en lo que Kant definía en la ilustración como la salida del hombre de su minoría de edad, ahora se fundamenta en el pragmatismo, lo útil, lo inmediato.

La calidad de hoy se matiza como “la falsa conciencia ilustrada” Sloterdijk (2011) Como aquella donde la ilustración ha fracasado, pues hoy la formación de los sujetos ya no se entiende como un trabajo de sí mismo, que implique esfuerzo, responsabilidad. En consecuencia, hoy nadie quiere aprender para tenerla un poco más fácil en el futuro, ante lo cual la colectividad puede acabar enferma por el canto adormecedor de las sirenas ante la melodía del discurso que no vale la pena vivir una vida académica sin ser evaluada.

La estrategia de la modernidad para elevar la calidad educativa nace tergiversada al fundamentarse en el mérito, maniobra que clasifica a los docentes en idóneos y no idóneos. En lugar de ello, se deben generar procesos de apoyo al colectivo docente para ejercer su autonomía y creatividad, lo que difícilmente se dará a través de procesos rigurosos de evaluación que en lugar de atraer a los mejores docentes, los aleja.

Para mejora la calidad se deben incluir acciones que rebasen la atención a grupos focalizados y atender las desigualdades y la inequidad en el acceso y permanencia de los educandos de Educación Básica.


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