Articulaciones de lo nacional en Turquía: una aproximación a la(s) narrativa(s) del gobierno del AKP (2002-2015)


Articulating the National in Turkey: an approach to the narrative(s) during the AKP’s government (2002-2015)


Carlos Manuel Reyes Silva1


Resumen: Este trabajo expone una serie de transformaciones en torno a la articulación de un discurso nacional en Turquía durante el gobierno del AKP, así como sus repercusiones en la agenda de política exterior. A través de una propuesta metodológica que parte de la teoría de Ernesto Laclau, se observa un campo inter-narrativo donde distintos proyectos compiten por una posición hegemónica. Esto permite evidenciar las estrategias del gobierno turco por formalizar una narrativa popular amplia: desde una fase cívica que borrara los clivajes étnicos y religiosos, hasta un último periodo donde el islam ocupa una posición central.


Abstract: This paper exposes some transformations about the construction of a national discourse in Turkey during the AKP government, just as its implications in the foreign policy agenda. On the basis of some theoretical remarks from Ernesto Laclau’s work, it introduces an inter-narrative field where different projects compete with each other in order to get an hegemonic position. This process reveals the strategies used by the Turkish government to reinforce an extensive narrative: from a civic phase that blurs the ethnical and religious differences, to a last period when the Islam assumes a central role.


Palabras clave: identidad nacional; Turquía; Partido de la Justicia y el Desarrollo; articulación; ciudadanía.


Introducción

A pesar de que los relatos sobre lo nacional se han visto trastocados en la época actual, éstos siguen ejerciendo una influencia en la producción de significaciones colectivas que, eventualmente, pueden ser materializadas. Así, por un lado es cierto que la globalización, los procesos vinculados a la (des/re)territorialización y el cuestionamiento de los grandes mitos, han


1 Doctor en Ciencias Sociales por el Tecnológico de Monterrey. Actualmente es profesor de cátedra en la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey. Sus principales líneas de investigación versan sobre identidad y política exterior, particularmente en la zona de Medio Oriente. Correo institucional: carlos.m.reyes@itesm.mx.

producido nuevos referentes de identificación y han transformado algunos de éstos; no obstante, ello no ha terminado por desplazar completamente el esquema nacionalista vinculado al sistema westfaliano ni la dimensión performativa y afectiva que éste produce, tanto en las estructuras sociales domésticas como en la internacional.

En este sentido, resulta importante prestar atención a los procesos contemporáneos de construcción de narrativas de identidad nacional, sobre todo a partir de las nuevas herramientas teóricas y metódicas que han alejado las nociones más esencialistas del tema. Dentro de este bagaje de corte procesual destaca la Teoría del Discurso de Ernesto Laclau, cuyo marco de pensamiento no considera al pueblo –en este caso a la nación– como algo (pre)existente, sino como algo que se constituye de manera contingente mediante un proceso de articulación, representación y hegemonía. Aun así, esto no es un proceso que se limite al orden doméstico de los países; al contrario, los componentes nacionales ineludiblemente están vinculados a las relaciones que mantiene el Estado con otros actores del sistema internacional e incluso incide en su misma formulación de política exterior.

Al respecto, este artículo da cuenta de tres temáticas que se enlazan entre sí: primeramente, de la existencia de proyectos identitarios que compiten por el establecimiento de significados; en segundo lugar, el despliegue de estrategias por parte del gobierno para mantener una posición hegemónica; y tercero, la forma en que esto abona al último gran debate de las Relaciones Internacionales, vinculando un elemento intersubjetivo –esto es a través de las narrativas de identidad nacional– con la política exterior de un Estado. Ante tales finalidades, es útil partir de la experiencia de Turquía a lo largo del periodo gubernamental del Partido de la Justicia y el Desarrollo (Adalet ve Kalk mma Partisi, o AKP). Esta propuesta empírica es conveniente en la medida que permite observar la articulación de narrativas en un periodo de grandes transformaciones sociales, mismas que coinciden con cambios importantes a nivel regional y global.

Así, dicho análisis dejará en evidencia el desdibujamiento inicial del que partió la narrativa del AKP para después consolidar un proceso de expansión a partir de la noción de ‘ciudadanía’, la cual será reforzada por otros nudos de significado que valorizan la diversidad. Esta observación será acompañada por la descripción de los principales referentes de identidad nacional en Turquía –espacialidad, temporalidad, religión, etnia y civilización–, así como de la

caracterización del Otro interno y externo. Por último, se examinará el cambio en el manejo de los componentes religiosos y étnicos; en esta sección podrán ubicarse los momentos de dislocación que permiten establecer tres periodos de gran transformación en la narrativa: la sucesión de un proceso de articulación por uno de expansión y finalmente, uno de estrechamiento en la cadena equivalencial.


Lo nacional como articulación de cadenas equivalenciales

La identidad nacional no puede entenderse únicamente como el sostenimiento de un imaginario colectivo de pertenencia; por el contrario, dicha concepción estaría eludiendo tres factores que deben caracterizar los acercamientos a este fenómeno: su carácter procesual, discursivo y político. En este sentido, dicha tríada puede ser eficazmente abordada desde la corriente posmarxista presidida por el trabajo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), si bien en adelante se harán más referencias a la obra del primero.

De acuerdo con Laclau (2011b), la construcción de identidades populares amplias se articula de manera contingente a través de una cadena equivalencial, pero esto ocurre en un primer plano por medio de la conexión entre distintas demandas1. Para ello, se supone que una comunidad amplia puede formarse siempre que las demandas de diversas colectividades se vean reflejadas en ella. Sin embargo, estas demandas tienen una doble capacidad: por un lado son particularizantes –propias de cada grupo–, pero por el otro pueden ser equivalentes en tanto que puedan reconocer su unidad frente a un mismo opuesto; así, a partir de ese potencial compartido, es posible establecer una relación equivalencial entre ellas.

El proceso anterior se logra, principalmente, por medio de un juego discursivo que permite generar dicha unidad a través del enlazamiento de demandas en un mismo significante. No obstante, no todos los significantes tienen ese potencial; para ello, deben ser vacíos, es decir, no deben ser exclusivos en la producción de un solo significado ni estar anclados únicamente a éste, sino que proyectan una carencia conceptual. Esto forma parte de la posición antidescriptivista del pensador argentino, para quien no hay una correlación fija o pre-dada entre el significante y su significado. Así, los significantes vacíos “asumen el papel de representar el puro ser del sistema” (Laclau, 1996: 75), esto es que desde una lógica estructural actúan “privilegiando la dimensión de equivalencia hasta el punto en que su carácter diferencial es casi

enteramente anulado” (Laclau, 1996: 75).

Cabe mencionar que este proceso es llevado a cabo no solamente por el papel de los significantes, sino que en gran medida se debe a la diferenciación respecto a un Otro, permitiendo generar fronteras que disminuyan el carácter diferencial entre las demandas. En consecuencia, un elemento –que parte de una de las mismas demandas– funciona como un significante tendencialmente vacío y puede representar a la cadena equivalencial en la creación de un espacio comunitario; a este proceso es lo que Laclau denomina como hegemonía: “una relación por la cual una cierta particularidad pasa a ser el nombre de una universalidad que le es enteramente inconmensurable” (2011a: 15).

A partir entonces de esta lógica laclausiana se desprende que “la identificación con un significante vacío es la condición sine qua non de la emergencia de un pueblo […] el significante vacío es algo más que la imagen de una totalidad preexistente: es lo que constituye esa totalidad” (Laclau, 2011b: 204). Si bien esto apunta una predilección del autor por el estudio de esquemas populistas, su propuesta crítica y discursiva puede extrapolarse y servir para el análisis de los imaginarios nacionales, concretamente en la medida en que un proyecto particular intenta eliminar las capacidades diferenciales de las demandas identitarias, aun en las estructuras sociales más heterogéneas.

Antes de concluir con la presentación de sus fundamentos más básicos, se debe mencionar que la apropiación del vacío por un elemento equivalente dista de ser una situación inamovible, mucho menos en períodos temporales de larga duración2. Además, esta situación de dinamismo es potenciada por el proceso de exclusión que se ha gestado en modo paralelo al de equivalencia, debido a las demandas incapaces de ser integradas a la cadena y al consecuente desarrollo de proyectos hegemónicos rivales. En este sentido, las cadenas de corte nacional deben considerar la delimitación de otredades internas y externas, tanto para mantener la cohesión de la población como para generar diferenciaciones; a su vez, esto no implica que los procesos de articulación sean pequeños ni muy específicos, al contrario, lo que está en juego es una lucha de poder por mantener ciertos equilibrios. Así, el esquema de Estados-nación invita a pensar teóricamente que una cadena equivalencial deberá ser tan grande como para albergar al mayor número posible de grupos sociales, cuidando que dicha cadena no se desdibuje –para delimitarse frente a otras cadenas ‘nacionales’– ni incorpore, según Laclau (2011b), demandas opuestas a aquéllas

previamente enlazadas, ya que una cadena más extendida y heterogénea incrementa su inestabilidad y reduce la identificación del Otro.


Lo nacional como espacio inter-narrativo

Aun si la existencia de otras cadenas equivalenciales del medio internacional –las proyecciones de identidad nacional de otros Estados– son útiles para la delimitación del Otro externo, el surgimiento de imaginarios nacionales que compiten en el medio local resulta de lo más amenazante para el hegemón y anuncia la antesala de una lucha entre distintos programas identitarios para apoderarse del espacio vacío. En estos casos lo que puede ocurrir es que el significante que domina el vacío se vuelve móvil o, mejor dicho, flotante, ya que el sentido que ocupaba se mueve en dos o más fronteras equivalenciales, dependiendo del número de proyectos rivales3.

Para concretizar esta situación y entenderla mejor supóngase que el significante con el que se representaba una cadena equivalencial está siendo utilizado del mismo modo por otra colectividad, de modo que la flotación ocasiona una superposición del referente hasta que, eventualmente, uno de estos consiga alzarse y ocupar el espacio hegemónico. Estos proyectos serán denominados como “narrativas de lo nacional” en lo sucesivo, y servirán para distinguir las articulaciones discursivas que, basadas en elementos retóricos, narrativos y argumentativos, tejen una red de significantes y significados.

La aparición de las narrativas permite inferir que un mismo significante puede ser compartido entre dos o más de éstas, pero también que pueda ser exclusivo o particular de una en especial; lo mismo para el anclaje de ciertos significados. Esta perspectiva estructuralista encuentra sus raíces en la noción de “juegos de lenguaje” que se desprende de la obra de Wittgenstein (1958/2003), ya que mientras algunos significantes son utilizados exclusivamente por algún juego –o narrativa, con sus reglas específicas–, también será posible que otros sean compartidos. En consecuencia, la contingencia se vuelve a hacer presente mientras que se expone el trasfondo ideológico y político que hay detrás del uso de las palabras, cuya proyección se sustenta por medio de determinados lineamientos semánticos y producciones de significados particulares, o flotantes en caso de que haya dos narrativas que los compartan.

A partir de lo anterior debe aclararse que la prevalencia de narrativas rivales no significa

que ellas sean antagónicas de manera absoluta, ya que son abiertas, esto es que pueden relacionarse y comunicarse por medio de la cohabitación de un mismo espacio de representación (véase Laclau, 2011a). Desde esta óptica, lo nacional puede aprehenderse ontológicamente como un ejercicio de lucha inter-narrativo, de modo que las relaciones de poder actúan por y a través del discurso, conformándolo y siendo en paralelo afectadas por éste.


Operacionalización de lo nacional: una aproximación

Siguiendo la noción de narrativas, debe recuperarse que éstas involucran una compleja red semántica compuesta principalmente de tres aspectos que vale la pena mencionar: los nudos de significado, el ensamblaje argumentativo y los referentes y rasgos. Si bien existe una infinidad de elementos a analizar, a continuación se explican brevemente estas dimensiones debido a su posterior uso en el caso de estudio.

En cuanto a los primeros, éstos encuentran su similitud en la concepción de “puntos nodales” elaborada por Žižek (2006), aunque aquí se ha decidido utilizar el término “nudos de significado” porque es más explícito y está más relacionado con la función de conexión en la red

–narrativa– y su estructuración. Así, estos “nudos” acolchan y detienen el deslizamiento de significado de los significantes, anclándoles y asignándoles la función de conectar los distintos elementos de la narrativa entre sí; lo anterior está destinado a formalizar un determinado orden, tanto en lo que refiere a la estabilidad del sistema como en la creación y sostenimiento de una estructura particular de significantes.

En segundo lugar se encuentra el ensamblaje argumentativo, mismo que respalda el revestimiento retórico, potencializa su legitimidad y mejora la comunicación con las audiencias. En este sentido, el estudio de las narrativas estimula el análisis de los fundamentos que sostienen las aseveraciones, las modalidades de justificación y de persuasión, así como los “lugares comunes” o topoi de los cuales se parte y el despliegue de estrategias argumentativas (véase Wodak, de Cillia, Reisigl y Liebhart, 2009).

Por último, los referentes nacionales son las dimensiones o tipos de atributos que sirven para construir proyectos nacionales. De acuerdo a una revisión de literatura que se hizo sobre casos de estudio de nacionalismos, éstos generalmente son de los siguientes tipos: territoriales, culturales, meramente idiomáticos, religiosos, étnicos, temporales, políticos e incluso

civilizacionales (Reyes Silva, 2016). Cabe enfatizar que la selección de uno o varios de estos referentes atenderá a las particularidades del caso y de su periodo temporal; visto de otro modo, no todos los referentes deberán estar siempre presentes, sino que en algunos proyectos ciertos referentes serán más importantes que otros o, de igual manera, podrían estar ausentes. Además, estos ‘referentes’ se distinguen de los ‘rasgos’, los cuales actúan como calificativos que caracterizan a los primeros; de esta manera, el referente territorial de determinada narrativa podría caracterizarse con ciertos rasgos, mientras que puede ser expresado con otros medios y significados por otra, lo mismo para el resto de los referentes utilizados en un espacio inter- narrativo.

Partiendo de esta lógica, sería más frecuente que distintas narrativas puedan compartir sus referentes, distinguiéndose con mayor probabilidad a nivel de los rasgos. Encima, el uso de éstos dependerá de las relaciones que se mantengan con el resto de las narrativas y con los propósitos particulares de cada una, pero también son altamente susceptibles de transformarse atendiendo al contexto histórico; esta característica es fundamental para no olvidar que la articulación de una cadena equivalencial parte de un proceso contingente, así como para evitar las aprehensiones rígidas y cristalizadas tan comunes en los estudios de identidad.

Una vez que han sido brevemente expuestos estos apuntes teóricos, a continuación se desarrolla una caracterización de la narrativa del AKP dentro del espacio inter-narrativo turco, presentando sus rasgos más sobresalientes y las repercusiones que tuvieron en la cadena equivalencial de dicho partido, para posteriormente dilucidar los momentos de transformación y la identificación de distintos periodos. Cabe mencionar que el corpus original fue conformado por

8 textos que incluían los programas y manifiestos de los tres partidos políticos de mayor influencia en Turquía, al cual se sumaron más de 160 textos pertenecientes a seis funcionaros que ocuparon los cargos de Presidente, Primer Ministro y Ministro de Asuntos Exteriores, entre el año 2002 y el primer semestre del 2015. Estos textos fueron originalmente examinados tanto en su materialidad histórica como ideológica (véase Haidar, 2002) por medio de sus funciones narrativas y argumentativas; este análisis puede consultarse de manera íntegra en la tesis doctoral del autor. En esta ocasión, únicamente se presentan los señalamientos más importantes que se desprenden de: 1) el contenido identitario de la narrativa del AKP frente a los proyectos de otros partidos políticos, 2) la construcción de la otredad interna, y 3) el contenido de la agenda de su

política exterior y la configuración de la otredad externa.


Ciudadanía y nudos de significado en la cadena equivalencial del AKP

El AKP fue sumamente cuidadoso al momento de definirse durante sus primeros años. A pesar de que sus orígenes podían rastrearse en partidos religiosos anteriores –como el Partido de la Virtud– y en otras organizaciones fundadas por el político islamista Necmettin Erbakan, los líderes del Partido de la Justicia y el Desarrollo se formalizaron rechazando cualquier vínculo que los presentara como una continuación de éstas; a su vez, prefirieron definir su ideología como una ‘democracia conservadora’ (AKP, 2012), si bien de corte neoliberal.

Aunque es cierto que en su inicio fueron apoyados por otros colectivos islamistas tales como la orden Nak�ibendi o el movimiento Gülen –cuyas actividades caritativas les habían permitido captar el apoyo de grandes sectores poblacionales–, el AKP intentó articular un proyecto pluralista que no sólo interpelaba a los religiosos más conservadores, sino que tenía lugar para distintas etiquetas sociales –modernistas, islamistas, europeístas y kemalistas moderados, por mencionar algunos– y diversas clases sociales –empresarios emergentes, intelectuales, profesionales y sectores marginales– (Sava�kan Akdogan, 2009).

Cabe aclarar que su inicial desdibujamiento no carecía de justificaciones, al contrario, las experiencias previas recomendaban ciertas medidas de protección4. En este sentido, muchos de sus fundadores habían atestiguado la presión ejercida por los sectores kemalistas y el estamento militar, quienes llegaron a destituir a gobernantes bajo el argumento de salvaguardar los ideales ataturquistas del Estado y de la nación; incluso el mismo Erdogan ya había sido encarcelado cuando era alcalde de Estambul, por alegaciones con respecto al tono islamista de sus discursos públicos. Así, “un patrón emergió: cada vez que un partido islamista era disuelto, su sucesor afirmaba ser más moderado y menos islamista” (Ince, 2012: 139), intentando protegerse al mismo tiempo que incrementaba su capacidad de interpelación.

Esto ocurría en un espacio inter-narrativo dominado principalmente por tres grupos de narrativas. Primeramente, la kemalista, mejor representada por el Partido Republicano del Pueblo (Cumhuriyet Halk Partisi, o CHP) que defiende los valores ataturquistas como el de laicismo; en segundo lugar la túrquica, expuesta por el Partido de Acción Nacionalista (Milliyetçi Hareket Partisi, o MHP), los cuales privilegian el espacio que ocupa el referente étnico y lo apoyan en la

compartición de una lengua y un antepasado común con los pueblos de Asia Central; por último, pero no menos importante, está el grupo de narrativas kurdas, que varían entre sí pero que también están relacionadas con la etnia, el idioma y las costumbres, con un perfil más localista pero en algunos casos irredentista.

Con la finalidad de distinguirse de los nudos gravitacionales –república secular, nación turca y pueblo kurdo– de las narrativas expuestas, el AKP se concentró en la noción de ciudadanía, es decir en el elemento cívico, tal como ha quedado expuesto tanto en su programa partidista como en los textos expresados por sus representantes. Situándonos en los términos teóricos iniciales, la ‘ciudadanía’ cumple con los mismos requerimientos de un significante vacío en la lucha por la hegemonía, en tanto que busca eliminar las diferencias y trabajar únicamente en la dimensión de la equivalencia:


Nuestro partido acoge a todos los ciudadanos de Turquía como ciudadanos de primera clase. [...] En nuestro entendimiento democrático no se puede obligar a convertir las diferencias. Esta es la cultura de los diferentes viviendo juntos en paz. (AKP, s.f., conclusión; las cursivas son mías)

Turquía tiene sus propios ciudadanos de origen turco, ciudadanos de origen kurdo, de diferentes trasfondos étnicos. Todos ellos son nuestros ciudadanos. (Babacan, 28 de mayo de 2008)


La ciudadanía será, entonces, el eje en torno al cual se desplieguen los principales nudos de significado en la narrativa del AKP: ‘múltiples identidades’, ‘singularidad/distinción’ y ‘unidad en la diversidad’. El primero funge tanto en relación al ambiente local –sobrepasando la homogeneización de un proyecto nacional de corte moderno– como en la política exterior, ya que de acuerdo al principal artífice de ésta durante gran parte del periodo del AKP, “Turquía disfruta de múltiples identidades regionales y por ello tiene la capacidad así como la responsabilidad de seguir una política exterior integral y multidimensional "(Davutoglu, 2009: 12). En segundo lugar, la ‘singularidad/distinción’ se entiende a partir de un Estado-nación, “donde las culturas del islam y la democracia se han fusionado” (Erdogan, 13 de diciembre de 2004); esto les permitió proyectar una mezcla de un Estado occidental y secular que podía albergar una

comunidad musulmana, justificando mediante esta fórmula su adhesión a la Unión Europea al tiempo que ejercían una mayor injerencia en los eventos de Medio Oriente.

Por último, pero ampliamente relacionado con los dos anteriores, se encuentra el nudo ‘unidad en la diversidad’. Lo más interesante de esto es que el discurso articulado en torno a la ‘unidad en la diversidad’ no es totalmente nuevo en el contexto turco; éste ya había sido utilizado en la narrativa otomanista que se desprende del período Tanzimat5, en el cual, “la idea fundamental era el principio de ittihad- amas r (la unidad de los componentes), tomando cada millet6 como una parte de la gran nación otomana” (Demirag, 2005: 14). De esto se desprende que algunos pudieran pensar que la narrativa del AKP es otomanista o neo-otomanista, aunque tendrá otros componentes de gran peso como el islam que no eran tan notables en ésta.

Continuando con esto, no solamente se recupera el pasado reciente –o de la república– ni el preislámico –como lo hizo en su momento la narrativa kemalista–, sino que se revaloriza la época otomana; esto le auxilia en la celebración de la diversidad, mientras que en política exterior le brinda justificaciones para intervenir en el ‘vecindario’. Sumado a lo anterior, en el caso de los referentes temporales y territoriales, el AKP hace un reiterado llamado de atención a que sus políticas procuran una “normalización” de la historia y un replanteamiento de la geografía. Sobre ambos referentes, Davutoglu indica:


Puedes cambiar todo en política exterior, capacidad económica, capacidad tecnológica o capacidad militar, pero no puedes cambiar dos cosas. Tu geografía, espacio y tu historia, tiempo. Estos son los límites que te son dados. (7 de marzo de 2013; las cursivas son mías).


Así, estableciendo la fijeza de los referentes a ciertos rasgos que no termina por describir, se plantea que éstos deben ser aprovechados. Por su parte, el aspecto de la ‘normalización’ se exhibe como un ‘retorno’ a una trayectoria interrumpida; tal como ha dicho Erdogan, la Nueva Turquía implica que se “ha traído de vuelta a Turquía a su curso ordinario y natural” (1 de octubre de 2014)

En cuanto al referente territorial-espacial, se ha construido un eje que transforma la imagen de Turquía –algunas veces haciendo referencia al apelativo ‘Anatolia’– en el sistema

internacional, pasando de una noción de ‘puente’ a otra donde el país ocupa una posición central y desarticulando en paralelo la proyección de un entorno amenazante; tal como estableció el entonces presidente Abdullah Gül:


Hemos dejado de ver nuestra geografía e historia como maldición o desventaja. Al contrario, comenzamos a ver nuestra localización como el epicentro de muchas regiones diferentes que nos permiten interactuar simultáneamente con múltiples jugadores. (Gül, 22 de mayo de 2012; las cursivas son mías).


Esta concepción centrífuga del sistema estará principalmente vinculada al referente civilizacional que se analizará en el apartado de las otredades externas. Por lo pronto, baste señalar que ha fungido como un pilar para potencializar la idea de múltiples identidades: “A donde quiera que vamos encontramos alguna conexión histórica, y esto no es una debilidad”. (Davutoglu, 10 de diciembre de 2010).

Esto nuevamente pone de relieve las ventajas de que ambos referentes puedan ser llenados de una multiplicidad de rasgos, tanto para propósitos de política interna como exterior.

Hasta aquí cabe aclarar que tanto los nudos de significado como su red de referentes y rasgos, responden a una estrategia argumentativa que actúa como eje rector durante sus primeros años, la cual trata de desintegrar el topos “diversidad = desunión” arraigado en la sociedad turca por partida doble: ya fuera desde la narrativa kemalista del CHP con su temor hacia la influencia del islam o el turquismo de corte étnico del MHP. De este modo, las estrategias argumentativas del AKP trabajan por medio del desmontaje de las otras dos narrativas: la representación del MHP como defensores de las tradiciones y la indivisibilidad de la nación, así como la proyección de guardianes de la república secular del CHP.

Así, la principal transformación del AKP en su primer periodo de gobierno reposa en las bondades de la diversidad. Sin embargo, este tipo de cambios no sólo fueron graduales sino que debieron formularse en términos menos conflictivos; para ello, el partido en el poder se nutrió de tres bases argumentativas: 1) el respeto a los Derechos Humanos; 2) el proceso de integración a la Unión Europea, que suponía un cumplimiento con los estándares sociales y políticos demandados por Bruselas; y 3) una reinterpretación del secularismo, en términos menos

restrictivos que los que éste había dictado desde una postura kemalista.

Para tomar un caso, es interesante observar cómo los derechos humanos sirvieron como preconstructo argumentativo para revestir acciones como la educación religiosa o la permisión para portar el velo en instituciones públicas; lo mismo ocurre con la democracia representativa, reduciendo los tintes otomanistas que se desprenden de la inclusión de las distintas etnias y de una visión pluralista de la sociedad. De este modo, se construyó sobre la base de dichos topoi en los que estos elementos son considerados como positivos, favorables y deseables, por lo cual, bajo ese aspecto discursivo sería más difícil que sus adversarios encuentren argumentos de ataque. Así, mientras que para los kemalistas el asunto del velo representa un ataque al Estado secular (Rabasa y Larrabee, 2008), para el AKP es exhibido como parte del ejercicio de los derechos de los ciudadanos; mientras los primeros ven este aspecto como un ataque a las instituciones, los segundos, contrariamente, lo ubican como el reforzamiento de éstas. Nuevamente, la expansión de su cadena equivalencial para dar cabida a los colectivos religiosos se cubre bajo un revestimiento retórico cívico.


Otredades internas: el pragmatismo de los referentes

El nuevo entendimiento del secularismo –alejado de aquél más agresivo propio de la versión kemalista (Alam, 2009)–, permitió sembrar un entramado de nuevas conexiones con el electorado kurdo otrora tan marginalizado de los proyectos políticos. Esto ocurre porque, como acertadamente apunta White (2013), el papel del islam le permite al AKP desarrollar una cadena más inclusiva, especialmente en la medida en que una comunidad religiosa está por encima de una proyección etno-nacionalista y laica (Bora, 2011), cubriendo así las diferencias que han prevalecido desde la fundación de la república e incluso antes: “Nunca ha habido un Primer Ministro en este país que llame hermano a alguien de una comunidad étnica diferente. Esto empezó conmigo. Esto es porque Dios nos creó así. No podemos discriminarnos entre nosotros”. (Erdogan, 12 de febrero de 2014).

Además de la justificación religiosa, también es posible encontrar recursos históricos que demuestran como “el énfasis en los selyúcidas emerge como parte de la narrativa de la ‘gran nación’ que considera a los kurdos como parte de los turcos” (Duran, 2013: 94).

Auxiliado por al énfasis equivalencial que proveen las similitudes religiosas e históricas,

los líderes del AKP promocionaron las bondades de la diversidad étnica en la mayoría de los textos hasta el año 2014, con cambios que se abordarán más adelante. Por su parte, aunque no todo el electorado kurdo es de confesión suní, la gran mayoría respondió favorablemente a este llamado; de hecho, fue tanto el apoyo obtenido de ellos que para los comicios electorales de 2007 el AKP había duplicado su voto en las zonas kurdas de Turquía, mismas que históricamente se habían decantado por los partidos kurdos locales en detrimento de los partidos de alcance nacional (Rabasa y Larrabee, 2008). Visto de otro modo, hubiera sido altamente difícil que las narrativas del MHP y CHP fueran tan exitosas en esa zona: la primera por el nudo de significado étnico y la segunda por el secular.

Cabe subrayar que el reconocimiento de los kurdos en el discurso del AKP no encuentra su contraparte en otras acciones gubernamentales, si bien hubo paquetes de apertura entre 2009 y 2012 que relajaron la situación con los combatientes del sudeste de Turquía. Así, es cierto que el AKP no hizo ningún esfuerzo por cambiar el porcentaje mínimo requerido para las elecciones parlamentarias (Zarakol, 2011), obstaculizando que los kurdos tuvieran representación en la Asamblea a través de un partido propio hasta junio de 20157; es ahí cuando pudieron superar este problema a través de la mancuerna electoral con el Partido Democrático de los Pueblos (Halklar m Demokratik Partisi o HDP) de ideología liberal y pro-kurda. En este sentido, la equivalencia generada hacia los sectores kurdos terminó por resultar contraproducente en la medida en que éstos no se sintieron interpelados por la narrativa oficial o en sus acciones, buscando alternativas en una representación autónoma y generando mayor tensión con el gobierno.

Dentro del tema de las otredades es importante distinguir otro caso de gran relevancia por el peso demográfico que tienen: los alevíes. A pesar de la apertura inicial hacia las minorías, el posicionamiento del turco suní como el prototipo de ciudadano del AKP (véase White, 2013) produce un alejamiento entre éste y los alevíes, a quienes consideran como seguidores de una diferente interpretación de la misma religión que la mayoría de los turcos, entorpeciendo su reconocimiento como un colectivo religioso distinto (Resul Usul, 2008). Lo anterior implica serias consecuencias, entre las cuales destaca que sus lugares de reunión o cemevleri sean considerados centros culturales que no gozan del mismo estatuto que las mezquitas. Este alejamiento se ha acrecentado a raíz de la paulatina ocupación de los elementos islamistas en el

discurso del AKP, sobre todo después del año 2009, y tiene una lectura discursiva a través del silencio –el tabú, lo negado–, ya que es más fácil hallar en sus textos una celebración de la pluralidad étnica que de la diversidad intra-islámica.


Europa y Medio Oriente: el referente civilizacional y usos retóricos

Los nudos de significado ‘múltiples identidades’, ‘unidad en la diversidad’ y ‘singularidad/distinción’, no solamente influyen en los referentes étnicos, religiosos, territoriales y temporales, sino que trastocan otros, principalmente el civilizacional. Para empezar, es necesario destacar cómo el discurso de política exterior ha tenido una cosmovisión del mundo con base en las civilizaciones, la cual difiere de la kemalista que anclaba el concepto de civilización al de modernización, privativamente occidental.

Así, la narrativa del AKP ha hecho uso del referente civilizacional desde un entendimiento más optimista que el de Samuel Huntington: “Turquía representa la mejor panacea en contra de las teorías de 'choques de civilizaciones'" (Erdogan, 15 de enero de 2008). Partiendo de las bondades que esto podía ofrecer, se desplegó su idea de ‘centro’ en vez de ‘puente’, dando paso a un mayor protagonismo regional en África y Medio Oriente –a través del islam–, Asia Central –por medio de los orígenes idiomáticos y los mitos ancestrales–, los Balcanes y Europa, por los valores occidentales que también comparte: “Siendo un país grande en el medio del vasto territorio Afro-Euroasiático, puede ser definido como un país central con múltiples identidades regionales que no puede ser reducido a un carácter unificado. (Davutoglu, 2008: 78; las cursivas son mías).

Además de su mayor presencia internacional y una política exterior diversificada, uno de los resultados más concretos que ha tenido esta articulación se vincula a su participación en el grupo ‘Alianza de las Civilizaciones’. Sin embargo, también existen referencias en los discursos donde este sincretismo civilizacional es puesto en duda, inclinándose hacia una civilización en lo particular: la islámica. Sobre esto, Duran (2013) ha señalado acertadamente que el discurso que maneja el AKP en el gobierno ha incrementado el uso del término civilización con una asociación cada vez más religiosa.

Aun así, hay dos direccionalidades que predominan por encima de las otras: Europa y Medio Oriente, las cuales presentan en la mayoría de las ocasiones un revestimiento retórico y

argumentativo distinto. Mientras que la relación con Europa es presentada como una unión “alrededor de normas, principios y valores comunes” (“Turkey-EU Relations”, s. f.)8, aquélla hacia Medio Oriente trata de proyectarse como natural y “evidente” debido a la similitud religiosa; de hecho, el popularizado ‘cambio de eje’ de la política exterior turca hacia Medio Oriente, fue mostrado en la narrativa del AKP como parte de la “normalización” de la historia y la geografía.

Así, la caracterización hacia Europa no trascendía del aspecto normativo-estratégico, mientras que las relaciones con Medio Oriente se desarrollaban en torno a los lazos ‘evidentes’ – religiosos– con figuras del lenguaje más inclusivas, a diferencia del primer bloque donde hay una línea demarcatoria entre el Ellos-Nosotros. Siguiendo esta idea, mientras a los países europeos se les puede calificar de “amigos”, a los habitantes de la zona de Medio Oriente se les llama “hermanos y hermanas”. Esta examinación retórica aporta resultados distintos al aspecto sintáctico, esto es que mientras algunos textos (entre ellos, el programa partidista del AKP) intentaban dar prevalencia a las relaciones con Europa, los usos semánticos del discurso cotidiano ofrecen un panorama distinto, más cercano a los países mediorientales.

Por último, el desdoblamiento de Turquía en sus variantes Estado y nación arroja más información en este sentido. A pesar de que los dos son indisolubles en un paradigma de Estados- nación, hay distinciones en la caracterización de ambos que pudieron ser rastreadas: por un lado, el Estado se caracteriza por aspectos normativos que van desde el secularismo, la democracia y el respeto a los derechos humanos; por el otro, la nación retoma la dimensión afectiva en su vía religiosa y su defensa de multiplicidad de etnias. Observar este señalamiento a contraluz del párrafo anterior sugiere que las caracterizaciones entre Estado y Europa sean de un determinado orden, lo mismo que la de Nación con Medio Oriente. Esto ofrece una lectura de los dos niveles que se manejan en el discurso del AKP y que, estando supeditadas al binomio de Estado-nación, promueven el desarrollo de las relaciones de Turquía hacia ambas direcciones bajo argumentaciones distintas.


El dinamismo de la cadena equivalencial: articulación, expansión y estrechamiento.

Como adecuadamente retoman Sánchez y Zapata de la obra laclausiana, “toda identidad política, entendida en tanto devenir, tendrá límites inestables y susceptibles de constante redefinición a

través de la articulación contingente de una pluralidad de otras identidades y relaciones sociales” (2014: 99). En consecuencia, el proceso de articulación de la narrativa –incluso si ésta ocupase hegemónicamente el espacio vacío– está lejos de ser algo pre-dado y estático; al contrario, su estudio permite cristalizar momentos para examinarlos sin que ello reduzca las posibilidades de visualizar transformaciones. Bajo esta óptica, la narrativa del AKP ha pasado por tres grandes momentos, los cuales se han visto afectados tanto por cuestiones internas de la narrativa –el arribo de nuevas figuras o el surgimiento de nuevos intereses– como por otras externas a ella, que a su vez pueden diferenciarse entre lo local y lo internacional.

Así, un primer momento quedaría delimitado entre los años 2002 y 2009; durante éste, el componente de ‘ciudadanía’ comienza a obtener un gran impulso sobre todo a raíz de la nueva interpretación que hacían del secularismo tradicional turco y del entorno internacional, intentando con ello extender el radio de alcance de inclusión y minar la antigua hegemonía del kemalismo. En los términos de nuestro esquema, la narrativa oficial del AKP comprendía una multiplicidad de referentes y rasgos de tal suerte que ésta quedara reflejada en una agenda de política exterior mucho más diversificada.

No obstante, un segundo periodo comienza a surgir en los comicios electorales de 2007, cuando los militares intentaron bloquear la candidatura del político del AKP, Abdullah Gül, teniendo como respuesta por parte de Erdogan una convocatoria anticipada de elecciones de la cual salieron victoriosos. Uno de los hechos más significativos de este proceso es que los sectores pertenecientes a ideologías más liberales e izquierdistas se sumaron a la resistencia del AKP frente al kemalismo y a los militares; así, la cadena equivalencial estaba en su apogeo, sobre todo porque los partidos kurdos por primera vez no obtenían el respaldo de la mayoría de los votantes en las zonas de población kurda. Estos resultados fueron consecuencia de las reformas hechas durante los primeros cuatro años del gobierno en materia de derechos humanos que, sin importar si fueron tímidas o no, habían sido benéficas para los kurdos; asimismo, cabe agregar que las mismas no solamente habían sido motivadas únicamente por el gobierno, sino que tenían como objetivo el plan de armonización con la Unión Europea.

Con este panorama Romano (2015) sostiene que el AKP obtuvo mayor confianza en sí mismo, la cual sería útil en el manejo de una política exterior todavía más independiente y al momento de realizar reformas domésticas de carácter más agresivo. Aunado a la eliminación de

la amenaza militar se mejora la posición del AKP en las elecciones de 2009, aunque también se tuvieron altibajos en cuanto a los acercamientos con los kurdos e inician los enfrentamientos con el movimiento de Gülen. Por su parte, desde un enfoque regional es importante señalar el inicio de la Primavera Árabe, el comienzo de la guerra civil en Siria y grandes desencuentros con Israel; todo esto posibilita demarcar un segundo episodio entre 2009 y 2014.

Lo anterior no desechaba el discurso de múltiples identidades ni los intentos de representación de los diversos colectivos nacionales, sino que ambos ejes eran trabajados de forma simultánea. De hecho, de 2009 a 2014 el Ministerio de Asuntos Exteriores fue ocupado por Ahmet Davutoglu, quien había se había basado en la noción de ‘múltiples identidades’ para formular las nociones en política exterior de ‘profundidad estratégica’, ‘cero problemas’ y en la transformación de la imagen de Turquía de ‘centro’ de civilizaciones. No obstante, también fue mucho más evidente la presencia de una mayor islamización en el discurso, la cual tuvo su culminación en las manifestaciones del Parque Gezi del año 2013, cuando entre los reclamos populares se asomaba una creciente injerencia por parte del gobierno en los asuntos de naturaleza privada de los ciudadanos.

Así, aunque el arribo del AKP en 2002 y sus reformas al secularismo provocaron una emancipación del régimen kemalista, los eventos del Parque Gezi denotaban un regreso al autoritarismo de una narrativa más conservadora. Por otro lado, durante este periodo el AKP logró un mayor acercamiento con los colectivos kurdos, restándoles a su vez representación propia. Estos acercamientos también tuvieron crítica por parte de los partidos CHP y MHP, de modo que el AKP fue mucho más cuidadoso en cuanto a la apertura que estaba propiciando. Ambos procesos resultarían en la posterior desvinculación de los kurdos de la interpelación de la narrativa oficial.

Consecuentemente, el segundo periodo se fractura a raíz de las elecciones de 2015, cuando algunos colectivos kurdos rechazan delegar su representación al AKP y buscan retomarla, aliándose con el sector más liberal del espectro político turco bajo la formación política del HDP y su proyecto ‘posnacional’. En este sentido, la unión del HDP con el BDP trascendía el referente étnico, tan particularista, aunque tampoco intentaba posicionarse junto a lo nacional, sino que posibilitaba desarrollar un proyecto posnacional que rearticulara los elementos dislocados por las principales narrativas, con altas posibilidades de generar un cambio. Puede afirmarse entonces

que si bien el HDP habitaba el mismo espacio discursivo que las narrativas del AKP, CHP y MHP, evitó participar en la lucha por apoderarse del significante ‘nación’.

La fisura señalada se convertiría en una confrontación directa al quedar evidenciado el triunfo de estos sectores kurdos a través de su representación parlamentaria, misma que tuvo que ser puesta a prueba por segunda ocasión en la repetición de los comicios meses más tarde. En contraposición, el AKP se aleja totalmente de la noción de ‘múltiples identidades’ y de ‘ciudadanía’ a favor de un tono más étnico, otrora impensable para la narrativa que configuró en un inicio; por su parte, otros grupos que antes no se sentían identificados por esa cadena, como algunos votantes del MHP, se han sentido interpelados y han decidido sumarse a ésta. Esto produce una rearticulación en casi todas las narrativas e incluso ha conllevado resultados directos en su política exterior que, conjugada con una mayor desestabilización regional, ha devenido más reactiva, militarizada y menos ideacional.

En síntesis, mientras que el primer periodo busca ensanchar la cadena equivalencial, el segundo termina por inclinarse a un proceso de estrechamiento a través de la ligera pero paulatina islamización del discurso; por su parte, el tercero es la cúspide de ese encogimiento y disloca de la cadena equivalencial a varios colectivos que otrora estuvieron representados, como es el caso de los kurdos. Esta breve examinación temporal indica que la caracterización de referentes religiosos y étnicos con rasgos islamistas y túrquicos, redujo la cadena equivalencial del AKP y ha disminuido, en clara consecuencia, la identificación de ciertos sectores, silenciándolos e incluso desconociéndolos. Al mismo tiempo, estos tres periodos coinciden con serias transformaciones en su política exterior y en sus relaciones con Medio Oriente y Europa: desde uno donde intenta diversificar sus relaciones hasta un último donde prevalecen las confrontaciones con los países del último bloque.


Conclusiones

Al momento de utilizar la teoría de Laclau se entiende que cada proyecto de nación articula cierto ordenamiento de significantes y significados, sobre los cuales intenta (re)activar una cadena equivalencial entre distintos grupos y, posteriormente, se confronta con otras narrativas para ocupar una posición hegemónica. Desde esta visión crítica, un proyecto identitario particular se asumirá como universal y, ante tal condición, pretenderá cohesionar a la población y legitimar a

la institución estatal, poniendo en evidencia la construcción hegemónica que hay detrás de un particularismo.

En el caso del gobierno del AKP, su cadena equivalencial sirvió originalmente para agrupar una proliferación de demandas identitarias que habían sido relegadas por otras narrativas y que fueron cobijadas bajo el significante ‘ciudadano’ sobre la base de ‘múltiples identidades’. Es importante rescatar que dicho proceso de extensión también fue denominado ‘normalización de la historia y geografía’, apelando así que estos procesos fueron interrumpidos o alterados; visto de otro modo, esto exhibía al AKP como un retorno a la ‘naturalidad’. Así, su posición hegemónica intentó resguardarse bajo un proceso de a-historicidad, que se traduce como el ocultamiento del proceso de articulación y su sedimentación; esto implica un argumento esencialista de una identidad nacional que es ‘recuperada’ de la marginación por este gobierno.

Además de los cambios ocurridos en el imaginario histórico y geográfico, las transformaciones que hicieron los dirigentes del AKP en el aparato estatal –particularmente en sus paquetes de apertura religiosa y étnica–, fueron ensanchando su cadena equivalencial al tiempo que los posicionaba cada vez más hacia el conservadurismo islámico. La articulación de una cadena tan amplia le permitió al AKP ocupar cómodamente el gobierno de Turquía desde 2002, a diferencia de lo que hubieran enfrentado cadenas equivalenciales más restringidas, como aquéllas del MHP o CHP. Por su parte, los logros comerciales del discurso de las ‘múltiples identidades’ fueron importantes –principalmente hasta 2009– para continuar las negociaciones de adhesión con Europa, al mismo tiempo que se profundizaban las relaciones con los países de Medio Oriente. Así, independientemente de la artificialidad de sus conceptos, la ambigüedad de los límites que caracterizaban la identidad nacional servía para justificar el despliegue de una diversificación de sus relaciones exteriores, sin que esto fuera percibido como un ‘cambio de eje’ a nivel internacional.

Cabe mencionar que la inclusión de ciertas demandas terminó alterando el proyecto identitario del AKP. Por ejemplo, al asumir la representación de algunos colectivos –como los kurdos e islamistas– se promovía su mismo silenciamiento, siendo posteriormente desfavorable. Asimismo, esto refuerza la conclusión de que una articulación no sólo es contingente en su inicio sino que este factor acompaña todo el proceso de hegemonía y es lo que permite su dinamismo y su falta de clausura. En términos temporales, el dinamismo permitió observar serias dislocaciones

y la circunscripción de grandes periodos de la narrativa del gobierno del AKP: uno que busca estirar su cadena equivalencial para incluir a la mayor cantidad de demandas, teniendo como punto máximo el año 2009; un segundo donde esta lógica sufre una reactivación en algunos elementos que los termina excluyendo, iniciando así el momento de estrechamiento y que alcanza su apogeo en las elecciones de 2015; y un tercero, que va desde finales del 2014, cuando la narrativa del gobierno es mucho más islamista –e incluso túrquica–, comenzando nuevas transformaciones en la vida social y política de Turquía, sobre todo a raíz del golpe de Estado y de mayores confrontaciones con Europa.

Por último, los cambios discursivos ofrecen una nueva lectura de la forma en que los elementos intersubjetivos influyen en la constitución de la política exterior de un país pero también en el modo contrario, sobre todo en la medida en que los eventos fuera del ámbito doméstico generan transformaciones en el imaginario colectivo proyectado por el gobierno. Esto invita a continuar reflexionando en torno a las posibilidades de comunicación entre los análisis constructivistas de política exterior –y relaciones internacionales– junto con estudios (post) estructuralistas sobre el discurso a nivel local.


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1 Estos reclamos pueden entenderse desde una dimensión identitaria como demandas “de reconocimiento”, independientemente de si éstas se expresan verbalmente, silenciosamente o materialmente. Asimismo, es importante notar que las demandas no solamente se satisfacen con el mero reconocimiento discursivo; como bien menciona Beatriz Sarlo, “cuando ser argentino no significa ni trabajo, ni comida, ni tiempo, vale poco ser argentino” (2010: 18)

2 Al respecto, Laclau y Mouffe habían señalado que un discurso no puede dominar una sociedad de modo

total –proceso de sutura–, esto es que todos los significados del discurso de una sociedad estén anclados; lo que sí existe, empero, es la hegemonía. Véase Laclau y Mouffe (1987).

3 Véase un análisis detallado sobre el perfil flotante de los significantes en Laclau (2011b).

4 Para profundizar en estos procesos de paulatina moderación de los partidos islamistas en Turquía se sugiere la lectura de Tezcür (2010).

5 El periodo Tanzimat (1839-1876) no es el primero que ponía de relieve la construcción de una nueva identidad otomana; no obstante, es la primer adaptación de la modernidad occidental de una manera sustancial. Durante sus 37 años, tanto el incremento del contacto hacia Europa como las reformas educativas, tecnológicas y armamentistas, tuvieron su contraparte en la administración del Imperio, sobresaliendo la igualdad de las religiones ante la ley.

6 Aunque esta palabra puede traducirse como nación, en la práctica se asociaba más con la religión.

Durante la época otomana, los millets fueron comunidades que sirvieron para representar ante la autoridad a los colectivos de judíos, cristianos y también, de musulmanes.



7 A pesar de esta situación, han existido parlamentarios kurdos del antiguo el Partido de la Paz y la Democracia (Barn� ve Demokrasi Partisi o BDP) que llegaban a la Asamblea Nacional como candidatos independientes, ya que era la única alternativa viable que tenían para alcanzar dicho puesto público.

8 El enunciado original del fragmento citado menciona: “Europa es el hogar común con el que estamos unidos alrededor de normas, principios y valores comunes”. Éste podía encontrarse en la página del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía, a quien se adjudica como autor en la lista de referencias; no

obstante, al ser un sitio de carácter oficial, la información está sujeta a ser renovada bajo los mismos hipervínculos. En ese sentido, es difícil conocer durante el cargo de qué ministro se redactó la composición que aquí se presenta.