Desigualdad y discriminación en los trabajos de Zigmunt Bauman Inequality and discrimination in the works of Zygmunt Bauman

Adrián Galindo Castro1 y Carlos Mejía Reyes2


Resumen: Sin proponer a Bauman como un teórico de la desigualdad, sobre todo por su intensión de no crear una teoría sistemática y sí recurrir de manera constante a la analogía y la metáfora como instrumento para sus explicaciones, el trabajo que proponemos pretende recobrar algunas lecciones del sociólogo polaco para construir un discurso teórico de la desigualdad para las sociedades latinoamericanas desde una perspectiva sociológica.


Abstract: Without proposing Bauman as a theoretician of inequality, especially for his intention not to create a systematic theory and to resort constantly to analogy and metaphor as an instrument for his explanations, the work we propose aims to recover some lessons from the sociologist Polish with the purpose of building, from a sociological perspective, a theoretical discourse of inequality appropriate to Latin American societies.


Palabras clave: desigualdad; Bauman.


Introducción

La idea principal de la que parte este trabajo es la siguiente: las aportaciones sociológicas al conocimiento de la desigualdad social atraviesa, necesariamente, por una crítica a los principios liberales de libre mercado sin cortapisas, la libertad individual irrestricta por encima de los intereses colectivos, y los argumentos que respaldan una moralidad fundada en la idea del esfuerzo personal y la condena a quienes fracasan en alcanzar el éxito económico y el reconocimiento social debido a limitaciones individuales. Por ello, creemos conveniente iniciar este escrito contextualizando la idea en un proyecto más amplio en torno al análisis sobre la desigualdad social desde la perspectiva sociológica y retomamos para ello, los planteamientos de algunos acreditados representantes contemporáneos de la disciplina. En un segundo apartado


1 Doctor en Sociología por la UAM Azcapotzalco profesor investigador del Área Académica de Sociología y Demografía de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. correo galindo_adrian@hotmail.com.

2 Doctor en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona profesor investigador del Área Académica de Sociología y Demografía de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. mejiareyescarlos@gmail.com.


recurrimos a la figura Karl Marx, el más notable crítico de la economía liberal, con la intención de contrastar las nuevas propuestas de Zygmunt Bauman (el sociólogo en revisión) a fin de comprender lo que de novedoso y lo que de inquebrantable tienen las visiones sociológicas de la desigualdad. En los siguientes apartados recuperamos -de los innumerables instantes de reflexión que realiza Bauman en su extensa obra- dos aspectos que nos parecieron muy interesantes: quiénes pagan el costo de la globalización moderna y cómo reaccionamos como sociedades ante tales <<daños colaterales>>.


Un proyecto para entender la desigualdad desde la imaginación sociológica

Este escrito es un trabajo preliminar para dar forma a un discurso sociológico elaborado a partir de varias líneas teóricas en torno a la desigualdad social. El interés es proporcionar un punto de vista alternativo al enfoque predominante, donde la dimensión puramente económica de la desigualdad social es la que prevalece. La visión aludida está concentrada, casi exclusivamente, en la medición de la distribución de ingresos monetarios, perspectiva que comúnmente acota el campo de estudio al tema de la pobreza (particularmente la pobreza extrema) y de la disfuncionalidad de los sectores que la padecen para con la nueva economía globalizada.

A contracorriente, el legado de la sociología es una búsqueda por superar este estrecho marco y cuestionarse acerca de las causas profundas por las que los bienes sociales, producidos colectivamente, les son negados, incluso los más elementales, a un amplio sector de la población mundial y en un mundo de abundancia se dan océanos de penuria; el análisis sociológico, como conocimiento de las instituciones, indaga las razones por las que la educación, en conjunto con al desarrollo de la ciencia y la tecnología, no ha resuelto el problema de la pobreza y, en cambio, otros agentes de socialización promueven el individualismo y la evasión menos solidarios; sobre todo la sociología se interroga sobre la ruptura en las formas de integración nacionales que eclipsaron las formas de solidaridad más fructíferas, las del Estado de bienestar, y han dado pauta a la exclusión y el abandono. Esta actual etapa del capitalismo mundial está repleta de impedimentos, incertidumbres y exigencias para la población asalariada pero, sobre todo, para el conjunto de trabajadores eventuales o desempleados, cuyas nuevas generaciones deben una ordenanza prioritaria: adaptarse o sucumbir; y a la que no pocos analistas toman como un supuesto básico, sin cuestionar las condiciones que posibilitan la correspondencia entre élites


superprivilegiadas y la expansión del precariado, entre multinacionales con mayor poder que naciones e inmensas masas de los indigentes y migrantes.

En concordancia con esto, y sin dejar de reconocer las valiosas aportaciones de la medición de la desigualdad, otro asunto que cabría señalar en referencia al apremio por ordenar y agrupar distintas aportaciones sociológicas al tema de la desigualdad, es proponer una visión más crítica y menos condescendiente de los efectos dañinos que ella provoca para millones de personas, así como del costo no sólo económico, sino también moral, ecológico, cultural y personal, por el desgarre de la fisonomía de la estructura social en dos polos cada vez más asimétricos, aislados uno de otro y contrapuestos de manera drástica en las negociaciones colectivas que establecen en conjunto para su supervivencia y reproducción como sectores y como unidad nacional.

Es así que el objetivo propuesto para este proyecto es destacar algunas ideas importantes que connotados representantes de la sociología han brindado para entender este que, al parecer, constituye el gran conflicto de nuestro tiempo. Las aportaciones que consideramos sobresalen por su agudeza para reflexionar sobre el tema, poseen otras virtudes tales como bosquejar desde una perspectiva histórica la tendencia actual hacia la intensificación de la desigualdad social a nivel planetario; es decir, una de las preguntas clave que han buscado responder de distintas maneras los autores convocados es la de ¿cómo llegamos hasta aquí?

Consideramos que al ubicar el fenómeno dentro de una dimensión histórica, la narrativa sociológica logra romper con dos percepciones que se relacionan intrínsecamente para presentar el actual panorama mundial como el único camino posible para las sociedades; de un lado, la naturalización de la situación actual como el producto de las diferencias individuales en un mundo gobernado por las relaciones de mercado y la democracia procedimental, que en realidad ha materializado el dominio de las grandes corporaciones y las oligarquías políticas en competencia, principalmente en las latitudes latinoamericanas. Por el otro lado, el avasallamiento de los derechos sociales de grandes contingentes humanos que son arrojados a la miseria o al exilio y la caída de la solidaridad como fuente de la organización económica y política, lleva a pensar en la inexistencia de alternativas, no sólo se establecen las actuales condiciones como inexorables leyes naturales sino, además, promueven la eventual descalificación de alternativas de justicia social calificándolas como fantasiosas y perjudiciales. En ese sentido, las propuestas


derivadas del carácter histórico y de los principios éticos de la modernidad dan a los discursos sociológicos su carácter crítico y moralmente válido.

Parece ser que solo con la imaginación sociológica -formulada hace más de medio siglo por C.W. Mills- podremos revertir, desde una postura crítica, que sustente sus planteamientos en los principios sólidos del pensamiento social, la tendencia a tratar el tema de la desigualdad desde una posición asistencialista o residual. En ese sentido, la tarea de la sociología (como una ciencia incómoda, disciplina que cuestiona permanentemente las categorías de percepción de sentido común, en palabras de Pierre Bourdieu) es contraponer a la visión puramente liberal o evolutiva, una versión de los acontecimientos sustentada en un análisis serio sobre los mecanismos y dispositivos que actúan subrepticiamente, mediante prácticas y discursos que ahogan la frustración e inconformidad de quienes padecen los efectos perversos de la desigualdad, en un mar de restricciones salariales cada vez mayores y ante una indiferencia gubernamental cada vez más institucionalizada.

No es ésta una tarea sencilla, el mismo desequilibrio que existe entre la pérdida del poder de las organizaciones de trabajadores y su capacidad de negociación ante el poderío en aumento de las grandes corporaciones, existe respecto al nivel de interlocución que tienen las posturas críticas de la sociología en el debate público y en buena parte, en el debate intelectual. La falta de imputaciones a instituciones y actores por las consecuencias de la desigualdad, la evasiva para responsabilizar a las corporaciones o los gobiernos por la pérdida intensiva de empleos, la migración masiva o el deterioro del medio ambiente, es una constante de las posiciones que presentan otras disciplinas sociales y/o (lo que resulta de mayor impacto en la opinión pública) un periodismo acrítico adicto al poder, más parecido éste a la publicidad que a la veracidad de las ciencias sociales, pero disfrazado de respetabilidad por aparecer en medios prestigiados, los cuales otorgan de manera gratuita a los supuestos expertos transfigurados en publicistas una supuesta autoridad por el simple hecho de ostentar credenciales académicas.


Marx y Bauman en torno a la desigualdad en el capitalismo

Sin lugar a dudas el trabajo reflexivo de Zygmunt Bauman difiere considerablemente de la obra sociológica de Karl Marx, la distancia de tiempo y condiciones materiales e institucionales para poder realizar su tarea intelectual (Marx como activista y desempleado cuya manutención


dependió de su compañero Friedrich Engels, mientras Bauman subsistió la mayor parte de su vida como profesor universitario), así como diferentes condiciones sociohistóricas a la que se vieron expuestos (Marx vivió la etapa difícil del capitalismo liberal, mientras Bauman enfrentó el ascenso del nazismo, el estalinismo, el Estado de bienestar y la globalización), así como también la relación que guarda su legado con el desarrollo de las ciencias sociales y las posibles influencias que recibieron de otros autores (a pesar de haber conocido la moderna entidad universitaria, Marx no pudo ser consciente del nivel institucional que alcanzarían las ciencias sociales; mientras Bauman pudo tener acceso no sólo a los clásicos de los que se nutrió Marx, sino a todo el debate provocado por la propia obra del autor renano, además de la consolidación de la sociología como disciplina académica autónoma, distinta de la economía política).

A pesar de los rasgos señalados, existe una base común para contrastar las contribuciones de ambos autores desde una perspectiva cognitiva, de tal modo que nos permita valorar, tanto el punto de partida que hay en los trabajos de cada uno en lo que podríamos conceptualizar como desigualdad social, como las aportaciones que brindaron al entendimiento de las asimetrías que se producen en la etapa del desarrollo histórico social que les tocó estudiar. Esta base de comparación común consiste en que hay, en ambos pensadores, un propósito por dar a sus trabajos un sentido amplio, pero a la vez cabal acerca de la sociedad moderna capitalista. El interés de ambos estudiosos fue mostrar los conflictos esenciales, las contradicciones y los callejones sin salida de las sociedades particulares de su época pero que, concebidas en el tiempo histórico de larga duración de Braudel, viene a ser el mismo tipo de sociedad en distintas etapas. Los dos sociólogos tuvieron como referente la sociedad británica, prototipo del avance de las actividades económicas y financieras, una sociedad que ha mantenido una posición respetuosa de las libertades civiles y de las instituciones políticas liberales como la división de poderes, el sistema parlamentario y los gobiernos representativos; pero también se caracteriza por ser una sociedad imperial beneficiada por los siglos de colonialismo que impuso a naciones como la India o el control sobre los mecanismos financieros y comerciales en el mercado mundial.

Tanto Marx como Bauman -independientemente de sus respectivos marcos teóricos o de referencia- expresaron, cada uno a su modo y desde el tiempo que les tocó vivir, una aguda crítica de los pilares sobre los que se erigen las sociedades industrializadas. Si bien, los dos autores, también reconocieron los avances que las tecnologías y el comercio han brindado al avance


social, sus principales baterías las dirigieron a señalar los costos humanos en términos de sufrimiento y denigración de muchos para el beneficio de unos cuantos. Al señalar las contradicciones irresolubles que entrañan las principales relaciones sociales inducidas por las sociedades de mercado, una de las principales contribuciones de ambos sociólogos ha consistido en desvelar el mito de la sociedad liberal presentado por sus promotores intelectuales como una organización social cuya base se encuentra en la libertad individual y la retribución justa por el esfuerzo personal.

Las principales diferencias entre Marx y Bauman radican en que el primero consideró el origen de la desigualdad en el capitalismo en el génesis de la acumulación originaria y el motor que reproduce sin cesar la desigualdad lo ubica en la producción generalizada de mercancías, principalmente la mercancía de la fuerza de trabajo, la explotación derivada de la propiedad de los medios de producción y la producción de plusvalor harían insostenible el sistema capitalista y este tendría que extinguirse. Por su lado, Bauman fijó su atención en otro aspecto del desarrollo de las sociedades modernas capitalistas; de tal modo, cuando Bauman examina el origen de las clases observa el sometimiento a la moralidad impuesta a los pobres para disciplinarlos como productores y, conforme fueron avanzando las sociedades tecnológicas de mercado, hubo un recambio para convertir la mentalidad de las masas trabajadoras en adictos consumidores; en la época actual, de enorme potencialidad para producir mercancías de todo tipo, la tragedia radica en que los trabajadores se volvieron superfluos y están condenados a aspirar a consumir pero carecen de los medios laborales o pecuniarios para hacerlo.


El abatimiento y el optimismo

Para Bauman la centralidad de la desigualdad en las sociedades atrapadas en la globalización es equiparable a la pérdida de importancia del trabajo, inclusive la conversión moral que sirvió para doblegar a los trabajadores a las rutinas y control de las actividades dentro de los centros de producción, ha perdido vigencia en el capitalismo de la globalización.

La tenaz persistencia de la pobreza en un planeta dominado por el fundamentalismo del crecimiento económico es suficiente para que el observador se detenga y reflexiones tanto sobre los daños directos como sobre los daños colaterales de esa redistribución de la riqueza. El profundo abismo que separa a los pobres sin futuro de los ricos, optimistas, seguros de sí mismos


y sin complejos –un abismo de tal profundidad que excede la capacidad del explorador más esforzado y valiente para determinarla en su totalidad- es una buena razón para estar enormemente preocupado. (Bauman, 2014, pág. 12).

Así, una de las justificaciones morales de los defensores del libre mercado ha sido cuestionada cuando no refutada: la que afirma que la persecución del beneficio individual también proporciona el mejor mecanismo para la persecución del bien común. (Bauman, 2014, pág. 13).

La riqueza acumulada por las clases más ricas no se ha <<filtrado>> en absoluto hacia abajo ni nos ha hecho más ricos al resto, ni nos ha hecho sentir más seguros y optimistas respecto a nuestro futuro y el de nuestros hijos, ni tampoco nos ha hecho más felices. (Bauman, 2014, pág. 15).

Hoy en día, la desigualdad se agrava siguiendo su propia lógica y su propio ritmo. No necesita ninguna otra ayuda, estímulo, presión o impulso externo. (Bauman, 2014, pág. 22). Esta nueva desigualdad ha creado dos mundos, con pocos o ningún punto de encuentro comunicación entre ellos. (Bauman, 2014, pág. 26).

El dogma tan socorrido que afirma que el enriquecimiento de los ricos acaba revirtiendo a la sociedad no es más que una mezcla de mentira intencionada y de forzada ceguera moral (Bauman, 2014, pág. 27).


Desigualdad en el contexto del declive del estado benefactor

A diferencia de Marx, Bauman no ve la crisis letal del capitalismo en la tasa descendente de ganancia, cuyo origen de ésta radica en el incremento de la composición orgánica del capital la cual, a su vez, es el resultado del mayor incremento del capital constante (maquinaria y materias primas) sobre el capital variable (fuerza de trabajo); por el contrario, la observaciones del sociólogo polaco van en sentido contrario al constatar que el valor atribuido a la contribución de los trabajadores a las ganancias de las grandes compañías se está esfumando.

En el mundo de las grandes corporaciones, el progreso es ante todo “reducción de personal” y el avance tecnológico equivalente a reemplazar seres humanos por software electrónico. La medida de lo engañosa que suena la condena de los beneficiarios de los nuevos programas sociales –a quienes se acusa de no querer trabajar, de que bien podrían ganarse la vida


si abandonaran sus hábitos de dependencia- la da el modo en que las bolsas de valores, esos involuntario pero muy sinceros portavoces de las corporaciones, reaccionan ante cada fluctuación en las cifras de empleo. No solo no manifiestan signo alguno de ansiedad, menos aún pánico, cuando crece el nivel de desempleo; reaccionan, sí, y lo hacen con entusiasmo, frente a la noticia de que la proporción de trabajadores ocupados probablemente no aumentará (Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, 2011, pág. 100).

A medida que la idea de “reinserción laboral” se torna nebulosa, ingenua y falsa, más claramente se manifiesta la profunda transformación que se viene produciendo en lo que hasta ahora se entendía por “prosperidad”, así como por “buenas” o “malas” tendencias en la vida económica. (Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, 2011, pág. 101)

En otras épocas, la apología del trabajo como el más elevado de los deberes –condición ineludible para una vida honesta, garantía de la ley y el orden y la solución al flagelo de la pobreza- coincidía con las necesidades de la industria, que buscaba el aumento de la mano de obra para incrementar su producción. Pero la industria de hoy, racionalizada, reducida, con mayores capitales y un conocimiento más profundo de su negocio, considera que el aumento de la mano de obra limita la productividad. En abierto desafío a las ayer indiscutibles teorías del valor –enunciadas por Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx-, el exceso de personal es visto como una maldición, y cualquier intento racionalizador (esto es, cualquier búsqueda de mayores ganancias en relación con el capital invertido) se dirige, en primer lugar, hacia nuevos recortes en el número de empleados. (Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, 2011, pág. 102)

El “crecimiento económico” y el aumento del empleo se encuentran, por tanto, enfrentados; la medida del progreso tecnológico es, ahora, el constante reemplazo y –si es posible- la supresión llana de la mano de obra. (Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, 2011, pág. 102).

En esas circunstancias, los mandatos e incentivos de la ética del trabajo suenan cada vez más huecos. Ya no reflejan las “necesidades de la industria”, y difícilmente se los pueda presentar como el camino para lograr “la riqueza de la nación”. Su supervivencia, o mejor su reciente resurrección en el discurso político, sólo puede explicarse por algunas nuevas funciones que de la ética del trabajo se esperan en nuestra sociedad posindustrial.


Daños colaterales y producción de residuos

A diferencia de lo que sucede en el caso de los blancos legítimos de la construcción del orden, nadie planifica las víctimas colaterales del progreso económico y menos aún traza de antemano la línea que separa a los condenados de los salvados. Nadie da las órdenes, nadie carga con la responsabilidad…No siendo sino una actividad suplementaria del progreso económico, la producción de residuos humanos tiene todo el aire de un asunto impersonal y puramente técnico. Los actores principales del drama son las exigencias de los <<términos de intercambio>>, las

<<demandas del mercado>>, las <<presiones de la competencia>>, la <<productividad>> o la

<<eficiencia>>, todos ellos cubriendo o negando explícitamente cualquier conexión con las intenciones, la voluntad, las decisiones y las acciones de los humanos reales con nombres y apellidos (Bauman, 2015, pág. 58).

Las causas de la exclusión pueden ser distintas, pero, para quienes la padecen, los resultados vienen a ser los mimos. Enfrentados a la amedrentadora tarea de procurarse los medios de subsistencia biológica, al tiempo que despojados de la confianza en sí mismos y de la autoestima necesaria para mantener su supervivencia social, no tienen motivo alguno para contemplar y saborear las sutiles distinciones entre sufrimiento intencionado y miseria por defecto. Bien cabe por sentirse rechazados, por su cólera y su indignación, or respirar venganza y por su afán de revancha, aun habiendo aprendido la inutilidad de la resistencia y habiéndose rendido ante el veredicto de la propia inferioridad, apenas podrían hallar el modo de transmutar todos esos sentimientos en acción efectiva (Bauman, 2015, pág. 58)

Ya sea por una sentencia explícita, ya sea por un veredicto implícito aunque nunca publicado oficialmente, han devenido superfluos, inútiles, innecesarios e indeseados, y sus relaciones, inapropiadas o ausentes, convierten la censura en una profecía que genera su cumplimiento (Bauman, 2015, pág. 59).

La gente superflua no está en situación de victoria. Si intentan alinearse con los modos de vida comúnmente encomiados, se les acusa de inmediato de pecar de arrogancia, de falsas pretensiones y de la desfachatez de reclamar ventajas inmerecidas, cuando no de intenciones criminales. Si se resienten abiertamente y rehúsan esas formas que pueden saborear los ricos pero que para ellos, los pobres, son más bien venenosas, eso se considera al instante como prueba de los que la <<opinión pública>> (para ser más exactos, sus voceros electos o autoproclamados)


<<nos venían repitiendo sin tregua>>: que los superfluos no son tan solo un cuerpo extraño, sino un brote canceroso que corroe los tejidos sanos de la sociedad y enemigos declarados de

<<nuestra forma de vida>> y de <<aquello que defendemos>> (Bauman, 2015, pág. 59).


La desigualdad en la sociedad de consumidores

La apuesta de Bauman para caracterizar al mundo contemporáneo fija su acento en el trastrocamiento de un tipo de sociedad de productores a uno de consumidores. En algunos trabajos Bauman bosqueja el origen de las sociedades industriales como el régimen disciplinario para formar trabajadores forjados por la ética laboral y las sociedades contemporáneas han pasado a ser sociedades dominadas por el espíritu consumidor.

Cada vez más ocupados en ganar más para comprar las cosas que sienten que necesitan para ser felices, hombres y mujeres cuentan con menos tiempo para la empatía mutua y para intensas, tortuosas y dolorosas negociaciones siempre prolongadas y agotadoras…cuando más consiguen materializar su relación amorosa menos oportunidades quedan para la mutua comprensión y empatía que requiere la conocida ambigüedad dominio/protección típica del amor. Aunque a los profesionales calificados, altamente valorados por los directivos de las empresas, suele ofrecérseles en el lugar de trabajo un sustituto agradable del calor hogareño que les falta en su casa, nada se les ofrece a los empleados de menor rango, menos capacitados y fácilmente reemplazables. Si bien algunas compañías la utopía socialista a una élite de trabajadores capacitados de primer nivel, otras empresas ofrecen lo peor del capitalismo temprano a los trabajadores calificados y no calificados. Para estos últimos, ni una red familiar ni los compañeros de trabajo significan un ancla emocional del individuo, sino más bien una pandilla, compañeros de trago o grupos semejantes. (Bauman, Vida de consumo, 2007, pág. 164)

Los daños colaterales causados por la marcha triunfal del progreso consumista están desperdigados en todos los ámbitos de las sociedades desarrolladas contemporáneas. Sin embargo, existe una nueva categoría de población, antes ausente del mapa mental de las divisiones sociales, que puede considerarse víctima colectiva del 2daño colateral múltiple” del consumismo. En los últimos años esta categoría ha sido definida como “infraclase”. (Bauman, 2007, pág. 165).


El mercado laboral es demasiado rígido; hay que flexibilizarlo. Esto significa volverlo más sumiso y complaciente, fácil de manosear y moldear, cortar y amasar, sin que oponga la menor resistencia a lo que se le hace. Dicho de otra manera, el trabajo es “flexible” en la medida en que se convierte en una suerte de variable económica que los inversores pueden excluir de sus cuentas, con la certeza de que sus acciones, y solo ellas, determinarán su conducta. Sin embargo, pensándolo bien, la idea del “trabajo flexible” niega en la práctica lo que afirma en la teoría (Bauman, 1999, pág. 136).

Como todos los valores de primera línea, la idea de “flexibilidad” oculta su naturaleza en tanto relación social: el hecho de que exige una redistribución del poder y entraña la intención de despojar de capacidad de resistencia a aquellos cuya “rigidez” está a punto de doblegar. (Bauman, 1999, pág. 136).

Del lado de la demanda, la flexibilidad es libertad para desplazarse hacia prados más verdes, dejando los residuos y los desperdicios del campamento anterior desparramados para que los recojan los locales; sobretodo, significa libertad para pasar por alto todas las consideraciones salvo las “económicamente sensatas”. En cambio, lo que aparece como flexibilidad del lado de la demanda, rebota sobre los que ocupan el de la oferta como un destino duro, cruel, inexpugnable e inexorable: los puestos de trabajo van y vienen, aparecen y desaparecen de la mañana a la noche, se los divide y retira, en tanto las reglas del juego de contratación y despido cambian sin previo aviso…Por eso, para satisfacer las pautas de flexibilidad impuestas por los que hacen y deshacen las reglas –para ser flexibles a los ojos de los inversores- la suerte de los “proveedores de la mano de obra” debe ser lo más rígida e inflexible que se pueda (Bauman, 1999, pág. 137).


Conclusiones

Como intentamos demostrar, la perspectiva sociológica de Zygmunt Bauman rebasa, con mucho, una visión puramente cuantitativa sobre la desigualdad social. Sin dejar de consultar datos reveladores proporcionados por otros autores acerca de la situación que priva en el mundo acerca del tema y documentándose ampliamente con las contribuciones de otros autores, Bauman observa la pobreza y la exclusión a nivel global y no solo se remite a las sociedades más industrializadas -como la británica o la estadounidense- es decir le da un carácter global a su perspectiva de análisis. El sociólogo polaco aborda otras dimensiones más apremiantes de la


pobreza y la desigualdad, siendo muy incisivo en las implicaciones negativas que tiene, para grandes contingentes de seres humanos, el avance de la economía, la tecnología y la política planetarias.

Los recursos a los que recurre el profesor de Leeds, no son tecnicismos matemáticos para calcular cuanta desigualdad se ha producido en las últimas décadas, el autor citado tampoco apela al uso sofisticado de conceptos abstractos con el fin de iniciar una discusión epistemológica entre eruditos. El estilo de Bauman es más directo, pero colmado de alegorías y figuras retóricas. El trabajo de este pensador, constituye una aguda crítica del poder global desde la ironía, sin caer en la desazón o la amargura. Al hacer el balance de los grandes descontentos de la sociedad contemporánea, el sociólogo oriundo de Poznan, reflexiona en torno al drama personal que experimentan millones de seres humanos al enfrentar un mundo en el cual ya fueron clasificados como “superfluos”, redundantes o “desechos”. Su sensibilidad y empatía para con ellos queda plasmada en expresiones como las mencionadas, sin por ello caer en la subjetividad o el arrebatamiento emocional; ante todo Zygmunt Bauman mantiene un juicio objetivo sobre la realidad del mundo contemporáneo, al menos es la impresión que este ejercicio exegético ha encontrado.


Bibliografía

Bauman, Z. (2014). ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Barcelona: Paidós. Bauman, Z. (1999). La globalización. Consecuencias humanas. México: Fondo de Cultura

Económica.

Bauman, Z. (2011). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa. Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. México: Fondo de Cultura Económica.

Bauman, Z. (2015). Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. México: Paidós.