Voces y experiencias silenciadas de la paternidad en contextos rurales de Morelos Voices and silenced experiences of fatherhood in rural contexts of Morelos

Angélica Rodríguez Abad1


Resumen: Hablar hoy en día de la paternidad es un referente que permea en las discusiones académicas de las ciencias sociales, con el objetivo de contribuir en la caracterización y documentación de qué es ser padre en un contexto social tan cambiante y diverso. A partir de ello se intenta responder a la pregunta ¿cómo se viven las paternidades en contextos rurales que desde una mirada hegemónica de la masculinidad condiciona a los varones a desarrollarse en los espacios públicos y cumplir con la proveeduría económica de sus hogares, limitándolos a proveer afecto y tiempo a sus hijos e hijas?


Abstract: Talking about paternity today is a reference that permeates the academic discussions of the social sciences, with the aim of contributing to the characterization and documentation of what it is to be a father in such a changing and diverse social context. From this, the present paper tries to answer the question: how do the paternities live in rural contexts that, from a hegemonic view of masculinity, condition men to develop in public spaces and comply with the economic provision of their homes, limiting them? to provide affection and time to his sons and daughters?


Palabras clave: Género; masculinidades; espacio doméstico; paternidades


Introducción

Los estudios de género de los varones y masculinidades iniciaron durante la década de los setenta del siglo XX como resultado de las aportaciones feministas quienes innovaron en planteos teóricos, conceptuales y metodológicos para el estudio de las relaciones entre hombres y mujeres. A partir de ello, se recuperaron y visibilizaron las voces de los varones como sujetos/actores dotados de género en el que sus identidades, relaciones y prácticas son construcciones sociales que los han encasillado a un deber ser desde la masculinidad hegemónica (MH), que simbólicamente, los somete a una cierta “ortopedia” para ser competitivos, racionales,



1 Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx), socara10@hotmail.com

autoritarios, valientes, independientes, viriles, proveedores y protectores. Sin embargo, bajo esos esquemas estereotipados de “ser hombres” los ha alejado de diferentes escenarios, siendo el espacio doméstico donde es notorio la escaza o nada participación de los varones en el cuidado, ejercicio de la paternidad y corresponsabilidad de las tareas del hogar.

Las ausencias de los varones y el escaso ejercicio de la paternidad tienen un porqué, traducido – en la mayoría de los casos – por las exigencias y largas jornadas laborales que los limita a estar presentes en el hogar. Además de la búsqueda de alcanzar los ideales de la MH, se limitan a ser padres copartícipes en el cuidado de sus hijos/as, trayendo consigo una serie de represiones emocionales, resistencias, frustraciones, miedos y soledades. Sin embargo, es posible identificar que en contextos rurales, aquellos padres-varones que eligen estar presentes en el cuidado de sus hijos/as a partir de diferentes circunstancias tales como pedir permisos de paternidad, renunciar a sus empleos, acuerdos con sus compañeras-cónyuges o por casos de desempleo, pasan mayor tiempo en el hogar, son cuestionados por agentes externos (familia, amistades, vecinos) por su presencia en el espacio doméstico, alejados de la imagen de la proveeduría exclusiva o compartida.

La investigación es de corte cualitativo y fue a partir de la interpretación y análisis de las entrevistas en profundidad que se identificaron los acuerdos –algunos forzados – con sus compañeras-cónyuges para ser padres presentes y activos en el espacio doméstico. No obstante, es detonador identificar algunos varones que se resistieron a hablar y presentar sus casos, otros consideraron el espacio oportuno para expresar y reflexionar, que pese a las críticas por terceras personas, algunos mantienen el ideal de continuar con su ejercicio de la paternidad. Algunos padres participan en coordinación con sus compañeras-cónyuges, pero al margen y vista de otros, ocultos tras paredes y mostrando a su exterior que ellos continúan reproduciendo el rol de la proveeduría exclusiva.


Antecedentes en la incorporación de los varones a la investigación social

En América Latina como en el resto del mundo, desde las últimas décadas del siglo XX, surgió un interés creciente por conocer la participación de los varones en el espacio doméstico, recuperar las vivencias de la paternidad y muy recientemente sobre la participación en el trabajo doméstico. Bastos, Salguero y Pérez coinciden que fue en los 80´s del siglo XX, en el que

diversos historiadores, sociólogos y antropólogos se interesaron por estudiar la paternidad. A partir de ese interés de recuperar las experiencias de los varones, se les integró a la investigación social, identificándose como “actores centrales en los procesos de construcción social de la sexualidad y de la reproducción” (Jiménez, 2003, pág. 36). A “partir de los años 90´s se amplió la mirada y se comenzó a integrar a los hombres en la problemática de género” (Henao, 1997, sin página) y documentar su participación en diferencias escenarios de la vida cotidiana: trabajo, familia, paternidades, entre otros.

Cuando se identificaron casos de varones que empezaban a participar en el espacio doméstico, se documentó como un fenómeno de inversión/flexibilización de roles en las familias, cambio de espacios públicos y domésticos y una posible feminización de los varones que realizaban quehaceres domésticos y cuidaban a sus hijos/as. Según Beer, los sociólogos nombraron a este fenómeno social como una “inversión de papeles, pero, independiente del término que emplee, se refiere a los hombres que desempeñan las labores generalmente asignadas a las amas de casa, mientras sus esposas realizan el trabajo de manutención que tradicionalmente lo hacen los hombres” (Beer, 1985, pág. 8).

No obstante, hay un largo recorrido en la diversidad de investigaciones que han trabajado el tema de las paternidades, el cual supera por mucho al de las labores domésticas. Es decir, se encuentra con mayor facilidad una recopilación bibliográfica del tema de ser padre, qué de la participación de los varones en los quehaceres del hogar. Sin embargo, muy recientemente y con apoyo estadísticos brindado por el uso del tiempo, se ha cuestionado cómo los varones internalizan la responsabilidad de los quehaceres domésticos como propias, o lo consideran una actividad exclusiva de las mujeres.


Un recorrido general en el estudio de las paternidades

De acuerdo con la bibliografía revisada, muestran las diversas causas de la participación de los hombres en el espacio del hogar, tales como: los avances de la industrialización y urbanización del siglo XX (Filgueiras y otros, 2006), cambios socioculturales (Salguero, 2006; Montesinos, 2004), crisis económicas (Figueroa, 2001), mayor escolaridad de la pareja y antecedentes urbanos en la niñez (De Oliveira y García, 2006), proceso de construcción en la pareja (Hernández, 1996), influencia de los medios de comunicación (De Oliveira y García, 2006), mujeres en las labores

extradomésticas/públicas, actividad económica (de Oliveira y García, 2006; Bastos, 1997; Gutmann, 1993; Salguero, 2006; García, Salguero y Pérez, 2010; Montesinos, 2004; Rojas, 2008; Viveros, 2000; Figueroa, 2001), por necesidad, obligación o invitados por programas de iglesia, talleres o cursos de capacitación por parte del Desarrollo Integral de la Familia-DIF (Gutmann, 1993). Sin embargo, pareciera que estas posibles causas por las que los varones participan en las actividades del espacio doméstico se dan en mayor medida en zonas urbanas (Gutmann, 1993; Fuller, 2001; García y de Oliveira, 2006), a diferencia de las zonas rurales, siendo este lugar donde menos documentación empírica se ha obtenido. Bastos (1997), señala que esto se debe a un “patrón de comportamiento […] más rígido” (pág. 215).

A pesar de que las dinámicas producidas en el interior de los hogares y que nos encontramos “en una época de muchos cambios en las relaciones de género, estas no se extienden por toda la sociedad ni ocurre en el mismo ritmo” (Filgueira y otros, 2006, pág. 311). Es así que, cuando los varones se integraron en los estudios de género, masculinidades y a las ciencias sociales, se analizaron las resistencias para participar en el espacio doméstico y cómo se construye el ideal de ser hombre desde un modelo hegemónico de masculinidad. Así como también, en identificar cómo los varones se “involucran en el cuidado, atención y educación [con el fin de romper] con la idea de naturalidad e incorpora[r] el proceso de aprendizaje, es decir, los varones van aprendido y construyendo una manera particular de ser hombres y de ser padres” (Salguero, 2006, pág. 157).

Entre la información recuperada, se destacó que para algunos varones es importante “transformar en sus actitudes y conductas, […] desde su presencia en el ámbito familiar, en la colaboración de las tareas del hogar y en la crianza de los hijos, en su compromiso integral con la pareja” (Torres, 2004, pág. 56). Los estudios de los varones en lo doméstico se enfocaron principalmente en la paternidad, con el fin de caracterizar desde diferentes regiones del mundo cómo la viven y cómo es la relación con sus hijas e hijos. Una vez identificados y caracterizados aquellos padres que desarrollaban “una relación más equitativa entre géneros y generaciones [y una] participación compartida, comprometida y responsable de los varones en una amplia gama de aspectos vinculados con la experiencia de ser padres” (García y de Oliveira, 2006, pág. 157). De Keijzer (2003) menciona que a partir de que se reconoció que no existe un solo tipo de paternidad, sino múltiples maneras de ejercerla, se habló de paternidades. Asimismo, se abrió la

mirada a una diversidad de ser varones y padres, que se caracterizan a partir de sus trayectorias de vida, la edad, la condición social, cultural, educativa, familiar y cómo se construye y reconstruye su identidad con el paso del tiempo.

Salguero (2006) menciona que el tema de las paternidades necesita ser estudiado ampliamente, ya que “durante algún tiempo hubo ausencia, marginación y negligencia en los estudios sobre los varones en el campo de la reproducción y ejercicio de la paternidad” (pág. 61). La autora añade que la falta de indagaciones que reflejaran la mirada de los varones en este campo, fue porque se consideró que era un espacio propio de las mujeres. De esta forma, cuando se iniciaron los estudios de paternidad, esta se centró en caracterizar sólo a los padres ausentes del hogar. Burin (2007) menciona que “la mayoría de los estudios realizados criticaron como problema a encarar el escaso involucramiento paterno en la crianza y manutención de los hijos” (pág. 18).

Ante esas primeras ausencias en la investigación de paternidades, Figueroa (2001) invitó a reflexionar, indagar y cuestionar sobre las experiencias masculinas, así como también conocer los silencios, soledades, indefiniciones y complicidades de los propios varones. Con el fin de caracterizar la construcción de las identidades de género, a partir de las trayectorias de vida de los hombres y el contacto con otras instituciones sociales, tales como la familia, la educación, la religión, grupos de amigos/as, pareja, etc. De esta forma, al recuperar experiencias, vivencias y significados de los varones como sujetos de investigación, da la posibilidad de abrir un panorama más en los estudios género, del espacio doméstico, de las relaciones de género en las familias, de paternidades y de masculinidades, entre otros temas.

Para el caso de México, se han hecho estudios de las paternidades desde la perspectiva de género “en su carácter relacional y empleando un análisis cualitativo para dar cuenta de los aspectos relacionales” (Salguero, 2006, pág. 63). Esta postura dio la posibilidad de incluir a los hombres en los estudios del espacio doméstico, trascendiendo la idea de que sólo era responsabilidad absoluta de las mujeres. Por su parte, Schumuckler (2011) agrega que es importante lograr una democratización familiar, visibilizar los acuerdos y/o pactos en las relaciones y dinámicas entre las parejas, con la idea de “renegociar arreglos de vida basados en la equidad de género, la corresponsabilidad en las cargas comunes de la vida doméstica, la generación de ingresos, el cuidado de los(as) hijos (as) en salud y educación” (Schmuckler, 2011,

pág. 26). Por ello, nos parece oportuno señalar que las primeras contribuciones en los estudios de paternidades fueron de médicos y psicólogos. Parte de sus contribuciones en los estudios de paternidades, partieron de discursos biologicistas, en el que se reiteró “la organización social de los sexos como un producto natural y no como un constructo social” (Salguero, 2006, pág. 61). Ante esto, la reproducción de la división sexual del trabajo es considerada una visión universal, con “fuertes relaciones de las madres con los hijos/as, al mismo tiempo en que percibe a los padres como coadyuvantes” (Sefton, 2006, pág. 49). Se legitimó el discurso de un ejercicio maternal de las mujeres, entendido como “la vinculación aparentemente natural entre capacidad de criar y lactar y responsabilidad del cuidado infantil” (Chodorow, 1984, págs. 13-14).

Asimismo, la psicología reforzó los supuestos de la identidad femenina y la maternidad, considerándose que;


…el ejercicio maternal en las mujeres se explica a partir de la vinculación aparentemente natural entre la capacidad de procrear y lactar con la responsabilidad del cuidado infantil por una parte, y por otra, debido a que los seres humanos necesitan cuidados especiales durante un largo periodo de su vida inicial y son las mujeres quienes están dotadas y capacitadas biológicamente a partir de un supuesto instinto maternal (Salguero, 2006, pág. 61).


Burin (2007) agrega que “los psicoanalistas clásicos consideran que el padre no puede ni debe sustituir a la madre, en todas las posiciones afectivas, ni tan siquiera compartir los cuidados y alimentación del hijo, debe quedar fuera del vínculo exclusivo de la madre-hijo” (pág. 19). Parke (1986, citado por Salguero, 2006) “indica que no es que nos olvidemos del padre por mero descuido o azar, sino que lo ignoramos a propósito debido a nuestra creencia de que es menos importante que la madre en su influencia sobre el desarrollo de su hijo” (pág. 62). De esta forma, la visión biologicista y esencialista supusieron que el amor del padre tenía que ser expresado a la distancia, por no poseer capacidades de afecto y ternura para con sus hijos e hijas. Otra área de estudio fue la demografía, la cual analizó a las paternidades a través de la “exploración de variables como fecundidad, modelos de anticoncepción y planificación familiar, patrones reproductivos […] sus estudios se han dirigido a mujeres, por considerar que son quienes pueden

dar cuenta del número de hijos y de quién es el progenitor, los hombres aparecen en el mejor de los casos como variables” (Salguero, 2006, pág. 156). Sin embargo, tal como lo señala Rojas (2006), fue a partir de “una rama de la demografía, la sociodemografía y particularmente la microdemografía, [que se realizaron] algunos esfuerzos para ampliar los horizontes en la investigación sobre la reproducción humana, incorporando nuevos actores y ámbitos de estudio” (pág. 95). Se criticó “la ausencia de los varones en los análisis de fecundidad y control natal” (De Oliveira y García, 2006, pág. 156).

Una vez identificada las ausencias de los varones en este ámbito, se incorporó su opinión con relación a la decisión de tener o no hijos, el embarazo, el parto, la atención posparto, el cuidado y crianza de los hijos/as. Se recuperaron las primeras experiencias de los varones y se logró “contrarrestar la visión feminizada de la reproducción” (Figueroa, 2003, pág. 1). La cual estuvo legitimada desde la demografía y la medicina.

En este sentido, Rojas (2006) señala que el avance de los estudios desde otras perspectivas y disciplinas de estudios, tales como la psicología, la antropología y la sociología, dieron novedosas reflexiones con el fin de plantear que “las actitudes paternas tienen fuertes repercusiones sobre el universo psicológico de los hijos y sobre la constitución temprana de la identidad de género” (Viveros, 2000, págs. 93- 94). Y que la paternidad activa es una relación mucho más cercana y afectiva con sus descendientes.

La antropología señaló que las paternidades son “una construcción social, con significados distintos en diferentes momentos históricos, cambiante de una cultura a otra y en una misma cultura según la pertenencia de etnia y clase” (Viveros, 2000, pág. 97). Por ende, la importancia de hablar de las paternidades, desde cada contexto social y cultural, así como también caracterizadas por aspectos históricos, étnicos, de raza, de clase, de edad, entre otros.

Asimismo, la sociología documentó las paternidades, apoyada de análisis cualitativos y la perspectiva de género con el fin de cuestionar la postura tradicional de la división sexual en los espacios domésticos. A partir de ello, se criticó la teoría funcionalista de Parsons (1951), que reforzó la idea de los roles establecidos. Esta división dio a los varones el carácter instrumental y a las mujeres el carácter expresivo. Esto significó, que los varones eran asociados con los logros en los espacios públicos, productivos y la proveeduría del hogar. Mientras que, a la mujer se le atribuyó el espacio doméstico y reproductivo, bajo el perfil de ser ama de casa, madre, cuidadora

y criadora de hijos e hijas. A partir “de la perspectiva de género, se cuestiona esta noción de paternidad centrada en el rol de proveedor” (De Oliveira y García, 2006, pág. 156).

Finalmente, Rojas (2008) identificó dos rumbos de estudios de los varones y sus experiencias masculinas.

Por un lado, se encuentra la investigación orientada a hallar las formas en las que podrían eliminarse los obstáculos que los varones representan, a fin de garantizar una participación más favorable para las mujeres. Y por otro lado, están aquellos esfuerzos que incorporan a los varones pero a partir de una interpretación más amplia de la reproducción en tanto, proceso que se desarrolla dentro de un ámbito más extenso, el de la sexualidad (pág. 35).


Ambas direcciones refieren que las vivencias de las paternidades no podían ser entendidas desde aspectos biologicistas, sino a partir de los aprendizajes de género socializados desde las familias de origen, la construcción de su propia identidad, las transiciones presentadas a lo largo de la trayectoria de vida de los varones, el decidir ser o no padres y la relación entre padres e hijos/as en diferentes etapas de la vida.


Caracterización de la paternidad tradicional a nuevas formas de ejercer la paternidad. Una mirada desde la construcción social

Hablar de la paternidad y comprender que ésta no puede ser entendida como una actividad única e igual para todos los hombres, sino que existen formas de ejercerla y que:


…no puede ser considerada únicamente como reproducción biológica, sino como un proceso social y cultural; la manera en que se han asumido y desempeñado la función paterna, las prácticas, significados y vivencias ha sido influida por los discursos prevalecientes en cada época histórica y cada grupo social y cultural (Salguero, 2006, pág. 59).


Tal como lo señala Salguero hablar de cómo se vive la paternidad, dependerá de diferentes aspectos no solo individuales, sino que ésta se debe analizar desde el contexto en el

que se vive y se aprende ser hombre y ser padre. En pocas palabras, la paternidad está revestida de diversas expresiones culturales, que definen los estereotipos y roles sociales que conforman la identidad masculina (Montesinos, 2004).

Es por ello, que cuando se caracterizó a las paternidades tradicionales, se identificó que ésta fue circunscrita de acuerdo a un “orden sociocultural, con los significados, representaciones, modelos e imágenes del padre que forman parte del sistema social, político e ideológico históricamente constituido y que conforma el contexto en el que se organiza la subjetividad de los individuos” (Salguero, 2006, pág. 60). Sin embargo, en este apartado no se pretende ahondar históricamente la paternidad, sino sólo nombrar una visión que se tiene de la misma, desde las vivencias de los varones de esta investigación, es decir una paternidad asociada a la imagen de un padre autoritario, que provee, que está al margen de la crianza, ausente, entre otras características (Fuller, 2001; Rojas, 2007; Leal, 2011).

Tanto Fuller (2001) como Leal (2011) coinciden en señalar que el rol que poseía el padre de familia, no sólo era de administrar los recursos materiales, sino simbólicos, ya que consideraba que su objetivo principal era incorporar a sus hijos al ámbito laboral. Ante esa imagen asociada a la de proveeduría, situaba al padre ausente de casa, y aunque estuviera físicamente en el hogar, no “…solía tener acceso al cuerpo físico [con sus hijos], su presencia era audiovisual pero no táctil, daba órdenes y con cierta frecuencia castigaba, pero acariciaba poco” (Leal, 2011, pág. 37). Ser padre era sinónimo de responsabilidad familiar, con el único fin de aportar los ingresos económicos para la casa (Bastos, 1997). Aunado a esto, Rojas (2007), agrega que;


…hasta mediados de este siglo y sobre todo hasta la década de los años sesenta, el padre era básicamente una figura de autoridad y sostén económico que se mantenía al margen de los acontecimientos fundamentales de la crianza de los hijos, pues los roles habían asignado esta función a la mujer (Rojas, 2007, págs. 530-531).


La figura paterna tradicional definida desde un mandato cultural (Schmukler, 2011) de la masculinidad, construyó en la identidad de los hombres una representación social ligado al ámbito público, al margen de la familia, que no expresa sus emociones (Salazar, 2013). A partir de los efectos de los cambios sociales, culturales y económicos, que exigían “revitalizar la

imagen de la paternidad de manera que sea consecuente con los nuevos rasgos de masculinidad” (Montesinos, 2004, págs. 212213) trastocó ciertos aprendizajes de la paternidad distante. Bonino (2003) comprende que la paternidad es cambiante y transicional, está ligada a dos posturas contrapuestas: entre viejos y nuevos perfiles. Describe que existe una comparación entre cada una;


…a diferencia de los padres tradicionales, que se centraban más en las potencialidades de los hijos para ser adultos productivos, comienzan a surgir nuevos ideales de paternidad que son correlativos a nuevas formas de ejercicio de la maternidad, al ideal social de la igualdad de derechos y deberes entre mujeres y varones, y al de la jerarquización de la autonomía individual. Existe poco a poco un reclamo social, interiorizado por muchos varones, de mayor participación de los padres en la crianza de sus hijios, para bien de las mujeres, l@s hij@s y de ellos mismos. A diferencia del modelo que fomentó la construccion de los padres anteriormente citados, nuestro sistema de valores actual, que jerarquiza el vínculo entre personas, fomenta un vínculo padre-hij@s en el que cobra importancia la interacción frecuente y temprana que brinda crecimiento en el día a día. Este vínculo propuesto dota de nuevos contenidos a la vacía figura del padre actual y permite reformular la paternidad (Bonino, 2003, pág. 4).


Esta tendencia a -nuevas formas de ejercer la paternidad, implica una transición no sólo en la vida personal y decisión propia de los hombres, sino influenciada por las diversas circunstancias socioculturales que han dado pie a nuevas dinámicas en las familias. Principalmente, por diversos cambios económicos e ideológicos que han propiciado la definición de lo que es ser padre, transitando de un “modelo rígido y dominante a una estructura más flexible e igualitaria; de sólo proveedor económico a proveedor de cuidados, afectos, enseñanza, formación y, también, económico” (Torres, 2005, pág. 161).

A esto Montesinos (2006) agrega que las nuevas generaciones de padres tienen como objetivo principal lograr “una paternidad sustentada en un ejercicio racional de la autoridad que genere relaciones familiares más placenteras y libres del peso de normas anticuadas que más provocan el distanciamiento entre los miembros del círculo familiar en vez de una proximidad

basada en el afecto y el respeto por los demás” (pág. 198). Por lo tanto, compartimos la idea de que existe un puente de comparación con las “generaciones mayores, los padres son descritos mayoritariamente como figuras distantes y severas que suscitan respeto, sin mayores contradicciones, en las jóvenes generaciones se encuentra una actitud más crítica en relación con la ausencia paterna y una demanda afectiva mayor” (Viveros, 2000, págs. 112-113). Sin embargo, es notorio que ese puente de comparación no sólo se ejerce entre padres adultos o padres jóvenes, sino que puede aparecer a lo largo de la trayectoria de vida de los varones, eligiendo en qué momento ejercer una paternidad tradicional o participativa.

Los padres han intentado ejercer la paternidad de un modo distinto a lo aprendido en su infancia. Por ello, cuando ejercen una paternidad tradicional resurge en ellos miedos de repetir el modelo que los ha encadenado a una visión de ser padre, por ello, buscan alternativas inmediatas para romper con ese aprendizaje e intentan establecer relaciones mucho más cercanas con sus hijos. Al respecto, Figueroa (1996), menciona que la paternidad es;


…un proceso de relación, en el que la identidad de los participantes se va construyendo y reconstruyendo, donde se aprende bilateralmente replanteando continuamente nuevas maneras de ver y vivir la realidad. Es decir, la paternidad involucra un conjunto de relaciones posibles en diversas áreas; de cuidado; de conducción, educación y dirección; de juegos y diversión; de autoridad; de aprendizaje recíproco; formador de identidades, competencias sociales, valores y creencias. Una paternidad eficaz sería la que combinara de forma armoniosa, todas estas áreas en la crianza (citado por Torres, 2004, pág. 162).


La paternidad se desarrolla en múltiples aspectos cotidianos, que si bien, la proveeduría económica sigue siendo un elemento fundamental, ya no constituye un deber único y exclusivo de los varones que los situaba como seres distantes y autoritarios. Actualmente, se intenta desarrollar una paternidad mucho más amplia, que comprende múltiples facetas de interacción con sus hijos e hijas, de cercanía, de enseñanzas y aprendizajes. Tal como lo señala Figueroa se trata de vivir la paternidad en todos los aspectos, caracterizada por un conjunto de relaciones en interacción con sus hijos e hijas, que se establecen en toda la trayectoria de vida de los padres y por supuesto, de los hijos/as. Y lograr así, la posibilidad de experimentar todas y cada una de las

áreas de su ejercicio de paternidad.


Metodología y contexto de estudio

La investigación fue de corte cualitativo, con perspectiva de género y enfoque biográfico- narrativo para la construcción de historias de vida de los padres. La intención de adentrarnos a las particularidades de sus vidas, es con la intención de identificar los diferentes momentos que han caracterizado la paternidad, tanto como hijo y como padre.

Fue notoria la apertura para el diálogo de las paternidades, ya que hablar de las experiencias de ser padre constituía en ellos un motivo para externar sus emociones, preocupaciones, frustraciones y objetivos a alcanzar. En este tema, las compañeras-cónyuges les solicitaron a sus parejas que trajeran los regalos que sus hijos/as les habían dado en el día del padre o festival escolar. Entre los objetos que guardaban celosamente se encontraba ropita de bebé, cartas, dibujos, playeras con manitas pintadas y fotografías.

Durante las entrevistas se expusieron ampliamente las relaciones vividas en la infancia, el proceso de socialización, la asignación de actividades domésticas, cuestionamientos en torno al deber ser por modelos de masculinidad, crisis, iniciativa por la equidad en diferentes aspectos, los acuerdos logrados con sus compañeras-cónyuges, vivencias de la paternidad, miedos, malestares y metas por lograr.


Paternidad vivida con su progenitor (Familia de origen)

Se identificó que la imagen de los progenitores que repercute en los padres estudiados en los ideales de cómo ejercer la paternidad. Las contradicciones a las que se enfrentan los hace repensar cuál sería la forma correcta de comportarse con sus hijos e hijas. Continuamente en los relatos de los padres, aparecen expresiones de angustia, temor y duda.

Por un lado encontramos aquellos testimonios revestidos de recuerdos no gratos de su padre, señalándolo como autoritario, reservado y distante. Algunos otros, lo recuerdan como un padre ausente pero que buscaba espacios para jugar o enseñarles oficios, ya que para los progenitores representaba una forma de trascender en sus hijos y transmitir conocimiento. Y aquellos relatos que personifican a un padre que expresaba su cariño, afecto y cercanía en el interior del hogar y muy rara vez en espacios abiertos. Estos padres interpretan que las muestras

de cariño en raras ocasiones por parte de sus progenitores, tenía que ver con la idea de que si el padre era afectivo con sus descendientes, corría el peligro de convertirse en un hombre blando, frágil y sin autoridad.

En ese sentido, los discursos del perfil que debería poseer un padre estaba relacionado “…con ideas de proveedor financiero, héroe, fuerza, inteligencia, protección” (Sefton, 2006, pág. 47). Esa imagen de paternidad que se construyó y se reprodujo en las familias de origen es un referente para los padres. Conciben la idea de que el modelo de paternidad que aprendió en su infancia, les dio las bases de que esa paternidad era única e irremplazable. Los siguientes relatos recuperados muestran esa imagen de un padre “intransigente, […] no había diálogo […] poco comunicativo, con carencias para mostrar sus sentimientos” (Torres, 2004, pág. 50).


Por parte de mi papá la verdad nunca ha sido muy cariñoso ni expresivo. No recuerdo ni un abrazo, ni un beso, ni nada (Leonel)

¿Expresiones de amor de mi padre hacia mí? pues creo que no las recuerdo. Expresiones de amor no, por lo mismo, por el hecho de que casi nunca se encontraba en casa. Mi mamá sí era cariñosa, pero mi papá no. O al menos expresiones directas no […] es decir que nos dijera que nos quería o nos abrazara, pues no (Santiago)

Mi padre no era nada afectivo, sólo lo recuerdo que decía “ahí está la quincena o lo de la semana”. Pero era todo (Emilio)


En los relatos aparece la figura del padre distante física y emocionalmente. Como una “coraza dura, una armadura o una barrera emocional” que bloquea las muestras de cariño y el contacto físico con otros (principalmente con otros hombres), se aprende a excluir sentimientos, cubrir emociones, suprimir necesidades (Kaufman, 2004; Figueroa y Salguero, 2014). Las muestras de cariño no eran sinónimo de afecto hacia los hijos, pero llama la atención cuando manifiestan que sus progenitores tenían como principal objetivo aportar dinero a casa. De esta forma, para la mayoría de los padres perciben la relación con su progenitor como una relación más económica que afectiva.

Esa construcción de la proveeduría como parte del deber ser en los varones, ha conllevado a la resistencia del afecto y la constante preocupación por solventar los gastos del hogar. En el

imaginario de la masculinidad y la paternidad, la transición de la juventud a la adultez está revestida por una constante creencia de la responsabilidad, en el que se asumen los compromisos con la pareja y visualizarse como la columna vertebral de la familia (Salguero, 2006). Los propios relatos de los padres señalan la imagen de un padre desgastado por las deudas y la constante búsqueda por llevar dinero a casa. Además de que, las horas que dedicaron a estar fuera del hogar los limitaban para tener tiempos de cuidado, de juegos, de pláticas y de relación con sus hijos e hijas. En cierta medida los progenitores justificaron sus ausencias y poco acercamiento, por la falta de tiempo y a su vez, refuerzan el ideal de la obligación económica para el hogar. Aunado a esto, los hijos varones han cuestionado estas ausencias de sus progenitores, como una falta de padre durante su infancia.

Las ausencias no sólo físicas sino afectivas, se encuentran presentes en los recuerdos de los padres, quienes a pesar de ciertos momentos de soledad ante la falta de padre, justifican y agradecen el esfuerzo que sus padres-varones hicieron por sus familias en el plano económico. Sin embargo, pareciera que durante las relaciones entre progenitores e hijos hubo momentos que sí había una apertura de emociones, pero sólo en momentos peculiares o en circunstancias que los varones les impresiona: tal es el caso de una borrachera.

La represión emocional de los varones hacia otros/as personas, a sus hijos/as, a sus parejas, pareciera surgir en momentos y lugares poco comunes. Ya Kaufman lo señalaba al decir que los hombres buscan el espacio para externar todo el dolor enterrado en sus interiores y que;


…las emociones y necesidades no confrontadas, no conocidas y no esperadas no desaparecen sino que se manifiesta en nuestras vidas, en el trabajo, en la carretera, en un bar o en el hogar […] No importa cuán serenos y controlados parezcamos, ellos nos dominan […] Entro a un bar y veo a dos hombres abrazándose en una borrachera, incapaces de expresar su mutuo afecto excepto cuando están ebrios (1994, pág. 9).


Esas barreras físicas y emocionales conforman un estado de incertidumbre y frustración para los propios varones, esa carencia por externar sentimientos los coarta a la posibilidad de vivir libremente sus estados anímicos. Ese modelo hegemónico de paternidad tradicional, moldeó y sigue moldeando padres con una carga social vinculada a la proveeduría económica, las

preocupaciones cotidianas por solventar los gastos del hogar, por cubrir jornadas laborales, por ser referentes a seguir para sus hijos e hijas, de no flaquear en momentos de desespero, de represión total de sus miedos, de sus soledades, de sus frustraciones, de sus fracasos, de vivir día a día un panorama estereotipado del deber ser.


Aprendizajes de cómo ejercer la paternidad a partir de los acuerdos, invitaciones y exigencias de las compañeras-cónyuges (Familia de creación)

Bajo esas barreras del deber ser y las resistencias de vivir experiencias paternas mucho más cercanas y afectivas, resultó interesante encontrar relatos de algunos padres sobre los acuerdos y desacuerdos que se presentaron en los primeros días/meses del nacimiento de su hijo/a, que consideran complejos por ciertos temores y retos de vivir la paternidad fuera de lo aprendido en su familia de origen y de su progenitor.

Se identificó que el involucramiento de algunos varones está presidido por la invitación de las mujeres a participar, principalmente cuando se trata de padres primerizos. Son las compañeras-cónyuges quienes hacen partícipes a algunos padres a que acompañen el embarazo, a través de ciertas dinámicas que van desarrollando, desde cómo les comunican que serán padres, el acompañamiento durante todo el embarazo hasta el día del parto. Sin embargo, existen ciertas limitaciones que ha ocasionado para que algunos varones no puedan participar en todo momento durante esta etapa, tal es el caso de las jornadas de trabajo o las ausencias de los permisos de paternidad.

A partir del interés que surge en los varones al saberse que serán padres, se ve reflejado en el hecho de que algunos de ellos decidieron acompañar a sus compañeras-cónyuges a las visitas ginecológicas. Principalmente porque manifestaron que era una etapa compartida, de interés por saber cómo iba creciendo sus hijos/as o por aprender esta nueva etapa y lo que implicaba en los cuidados.

Con lo que respecta el primer encuentro de los padres con sus hijos/as recién nacidos, sucede horas después al parto. Este momento es descrito por los varones como algo “maravilloso, bonito, de alegría o emoción”.


Ya pude entrar a ver a mi hija cuando ya estaban el cuarto, después de que la limpiaron y

le hicieron estudios […] ya fue que me llamaron y me dijeron que podía pasar al cuarto a ver a mi niña. Fue un momento maravilloso, un momento que se disfruta en pareja, porque son bonitos, muy bonito (Josué)

La pude conocer en los cuneros y fue bonito, porque pues ahí vi a mi niña y bueno, sentí mucha emoción ¿no? Mucha alegría, ver su carita. Pero no sé, como que sentí que mi mundo cambió, no sé, no lo puedo describir (Manuel)


Cuando se les preguntó a los padres en qué momento supieron que eran padres, señalan que esto sucede posteriormente al parto, no antes, sino cuando ven físicamente a su hijo o hija. Tal como Salguero (2006) lo expresa “la paternidad comienza en el momento que nacen sus hijos, cuando físicamente los pueden ver, tocar, acariciar y cuando empiezan a participar en las actividades cotidianas, cuando hay que atender al nuevo invitado” (pág. 76). A diferencia de algunas mujeres, quienes se saben que son madres desde el primer momento en que se saben que están embarazadas, principalmente porque son quienes experimentan todos los cambios en sus cuerpos. De esta forma, los padres necesitan mirar y tocar a sus hijos/as para saberse que son padres. Tal como lo relatan los siguientes padres.


Es hasta el momento en que veo a mi hijo, hasta ese momento sé que soy papá. O sea, porque uno tiene la idea de que vas a ser papá, pero como que no lo comprendes o no lo asimilas, sino hasta el momento en que tienes a tu hijo en tus brazos. Y bueno, en mi caso yo empecé a ser padre hasta el momento en que vi a mi hijo. No antes, sino hasta que estuvo en mis brazos (Emilio)


Algunos padres manifestaron y criticaron a los servicios de salud, como los hospitales públicos por impedirles el acceso a las salas de parto, dado que consideran un momento importante para estar presentes. Aluden en considerar que si se busca una paternidad partícipe en temas de cuidado, debiese existir alternativas para aquellos padres que deseen estar en esos momentos (en hospitales privados es mucho más frecuente) del nacimiento de sus hijos/as o bien, cuando su compañera-cónyuge requiere el apoyo de cuidar y alimentar a su hijo/as, ya que según relatan los varones, solo se permite el ingreso a hermanas, madres o suegras, lo que asumen como

una reproducción a la naturalización de las actividades del cuidado como propias de las mujeres.

No obstante, y pese a esas limitaciones, comprendemos que el camino para que más hombres modifiquen los estereotipos construidos en cómo ser hombres y padres es aún largo, no obstante, y pese algunas resistencias se pueden notar algunas manifestaciones de cambio, y a su vez la reproducción de modelos aprendidos. Tal como se ha mencionado anteriormente, es una combinación latente entre la paternidad tradicional y las nuevas paternidades, que trascienden en las dinámicas que van desarrollando con sus compañeras-cónyuges. Tal como lo reiteran García, Salguero y Pérez “aprender a ser padres diferentes e incorporar cambios en los estereotipos tradicionales no es nada fácil, pues va de por medio el aprendizaje adquirido de generaciones anteriores, contra el que tiene que enfrentar la posibilidad de construirse en la diferencia” (2010, pág. 336).

Es por ello que el ejercicio de la paternidad requiere de mayor invitación para que los hombres se sumen a participar, a involucrarse y asumirlo como parte de sus responsabilidades en la adultez. Con la intención de descartar las ideas concebidas de que son actividades exclusivas de las mujeres. Y lograr así “un proceso de construcción y reconstrucción en sus vidas; el incorporar la presencia, necesidades y afectos por medio de la relación con los hijos” (Salguero, 2006, pág. 83). De esta forma, el aprendizaje de cómo ejercer la paternidad, tendrá muchos más elementos que la caracterizan y principalmente, imágenes y acciones que han sido motivos para imitar otras formas de ser padres.


Vivencias y significados de la paternidad

En los relatos de los padres se observó que la relación que establecen con sus hijos/as no son las mismas a lo largo de la trayectoria de vida, la paternidad se vive de múltiples maneras, en diferentes etapas, se aprenden prácticas en su ejercicio, se imitan o se rechazan otras, se cuestionan las prácticas tradicionales y en ciertos momentos se reproducen. Y es que, a pesar de que los padres reconocen que vivieron una paternidad en la que la preocupación de su progenitor era lo económico, estos padres también se enfrentan a esta misma situación, principalmente porque en el intento de combinar tiempo de calidad con sus hijos/as también está la necesidad de satisfacer las necesidades económicas de su hogar.

No obstante, las compañeras-cónyuges comparten este objetivo, que independientemente

de que en su mayoría se dedican a diferentes actividades productivas, señalan que también es el de solventar los gastos del hogar. Se identificó que a través de los acuerdos y desacuerdos, los tiempos que hombres y mujeres le dedican para estar presentes en el ejercicio de la maternidad y la paternidad, es una lucha constante entre las responsabilidad del empleo como de los hijos/as. Es notorio, que algunos padres han intentado lograr equilibrar cada una de las actividades. Algunos otros que se encuentran en conflicto ante la pérdida de sus empleos, señalan que ha sido la única alternativa para estar presentes con sus hijos/as, de cuidarlos, de alimentarlos, de apoyar en sus tareas, pero que aún es complicado para ellos reconocerse, principalmente cuando se les son cuestionados por su presencia en el hogar.

Es así, que abordar el tema de las paternidades no fue un tema sencillo, más bien, fue relevante identificar que para los padres es una etapa de aprendizaje que la valoran, por el hecho de que representa en ellos el momento para redefinir su identidad masculina, en el que algunos cuestionan los modelos tradicionales que se les fue enseñado. Por ende, la paternidad es un momento de transición, de elegir qué padre desean ser, de observar su alrededor y generar relaciones familiares más cercanas y afectivas. Se sabe que es un trabajo cotidiano, porque aún pesan los estereotipos masculinos, los miedos, las incertidumbres y las críticas ante este tipo de paternidades. Hay pequeños avances que se vislumbran en la vida diaria, que son elementales para estudiarse y continuar recuperando cómo los hombres viven su paternidad.


Consideraciones finales

La paternidad tradicional que vivieron estos padres durante su infancia, caracterizó a un progenitor ausente física y emocionalmente. El tiempo que los padres dedicaron al trabajo, les limitó su presencia para compartir junto a sus hijos e hijas de otras actividades que implica la paternidad, pero esta se reforzó por el aprendizaje asignado desde generaciones anteriores de la rudeza emocional, donde no se transmiten emociones ni muestras de cariño, especialmente hacia los hijos varones. Tal como menciona Olavarría (2000) existe esa coraza corporal que les impide externar sentimientos, por considerar que de esa forma no reforzaría una identidad masculina en sus hijos. De esta forma, los regaños y las exigencias por cumplirse ciertas normas representan esa imagen autoritaria, fría y distante del progenitor. Los hijos aprendieron que esa forma de paternidad era un modelo único y frecuente en otros padres. Las contradicciones entre si el padre

es el modelo o no a seguir, dependerá del tipo de condiciones en las que influyó en la vida de cada esposo-padre. Situación que cuestionan en la adultez.

Sin embargo, esa coraza corporal que definió la identidad masculina en los progenitores quienes se resistieron a mostrar afectos, se vio trastocada en momentos cruciales a partir de los efectos del alcohol, situación por la cual mostraron su afecto a sus hijos/as. Recuerdos que son valiosos e imborrables para los padres, porque tal como lo mencionan, reflejaron a un progenitor que realmente los amaba. Estos estados de embriaguez fueron el momento perfecto para sentir un acercamiento físico de sus padres, ya sea a través de un beso, un abrazo o palabras de cariño. Es importante mencionar, que la emotividad con la que relatan estos episodios vividos por los varones, se muestra una necesidad de sentirse amados por sus antecesores, de sentir el acercamiento físico y emocional.

En la adultez, se analizó cuáles son los modelos de paternidades que los padres intentan desarrollar, a partir de quién o quiénes aprenden su forma de ser padres. Es aquí, que las vivencias particulares de estos esposos/padres toman relevancia para esta investigación. Principalmente cuando se es padre por primera vez y el que algunos deseen estar presentes en el momento del parto y las primeras horas de nacido de su hijo o hija. Por ello, se requiere que los sectores de salud modifiquen sus políticas que restringen el ingreso de los padres a las salas de parto. Con la intención de lograr una trascendencia del discurso de la corresponsabilidad paterna, donde se invita a que los varones no le teman a ser cuidadores de sus hijos e hijas, se necesita de mayor apertura institucional, superando el discurso a la práctica y promover más políticas de inclusión.

Con relación a las vivencias y significados de la paternidad los varones lo consideran como el momento circunstancial de sus vidas, para algunos de ellos ser padre es la etapa de transición de la adolescencia a la adultez. Parrini menciona que “cuando un hombre es padre puede decir que es de verdad hombre” (2000, pág. 75). En algunos relatos que expresan los varones, se identifica que existe la necesidad de representarse así mismos como padres biológicos, padres presentes y activos.

En específico, la paternidad está revestida de diversos significados que se caracteriza por la experiencia del esposo-padre. No obstante, las vivencias paternas son y serán referentes de estudio, en el que se requiere de más miradas que recuperen los significados que los varones le

otorgan al ser padre, pero no sólo padre de un infante, sino de un adolescente y de un adulto. Por ello, uno de los grandes retos que otorga el enfoque biográfico-narrativo, no sólo es el de centrar la atención en diferentes momentos cruciales de la vida de una persona, sino que brindan la posibilidad de regresar a cuestionar acerca de los cambios y permanencias que experimentan a lo largo de la trayectoria de vida.


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