Docencia e investigación en Ciencia Política desde las condiciones de Cuba Teaching and research in Political Science from the conditions of Cuba

Anet Hernández Agrelo1


Resumen: La particularidad del modelo cubano, desde 1959, ha convertido a la Ciencia Política en un tema susceptible de ser analizado desde múltiples aristas. La presente ponencia propone reflexionar sobre la docencia e investigación en esta disciplina, circunscritas a las principales instituciones de la educación superior en la isla. Para ello, primero, repasaremos la historia académica de la Ciencia Política. Luego, referiremos el tipo de investigaciones que se promueven o realizan desde ese campo. Esto permitirá realizar un balance brevísimo de la disciplina durante el período revolucionario, con énfasis en la actualidad.


Abstract: The peculiarity of the Cuban model, since 1959, has made Political Science a topic that can be analyzed from multiple angles. This paper proposes to reflect on the teaching and research in this discipline, circumscribed to the main institutions of higher education on the island. For this, first of all, we will review the academic history of Political Science. Then, we will refer the type of research that is promoted or carried out from that field. This will allow a very brief balance of the discipline during the revolutionary period, with emphasis on the present.


Palabras clave: Cuba; docencia; investigación; Ciencia Política


El sistema político cubano tras la revolución presenta rasgos, en ocasiones insospechados, que transversalizan la vida social, con particular énfasis en labor intelectual. En el caso que nos ocupa, ello ha marcado el destino de lo que podríamos llamar una disciplina renegada, maldecida si se quiere, al tiempo que determina, una actividad investigativa sujeta a peripecias infinitas.


Nota aclaratoria

Al acercarnos a la tradición de Ciencia Política en la academia cubana o a la manera en que, utilizándola como enfoque, se mira la realidad nacional e internacional desde la isla, lo primero que asombra es la carencia de textos que den razón de las vicisitudes de la enseñanza/estudios


1 Master, Ciencia Política, Universidad Iberoamericana, Democracia, ciudadanía e instituciones políticas, anethernan@gmail.com.

politológicos. Apenas algunos artículos, publicados por demás fuera de Cuba, acompañan el desarrollo de la disciplina en las principales universidades/centros de estudio de la nación e incluso estos, muestran incongruencias, imprecisión en ciertos datos, con lo que la historia más reciente de la Ciencia Política en Cuba todavía es una tarea pendiente. Con este sondeo breve pretendemos contribuir, modestamente, al debate en torno a las particularidades de la docencia e investigación en esta disciplina.


Avatares de una ciencia renegada

La historia académica de la Ciencia Política tras el triunfo de la revolución cubana se inaugura en 1961, con la creación de la Escuela de Ciencias Políticas, dentro de la entonces Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, dedicada inicialmente a formar profesionales (diplomáticos y periodistas, principalmente) en un ambiente de relativa coexistencia de ideologías como el marxismo soviético, el llamado marxismo crítico, o el nacionalismo radical. Sin embargo, quizás demasiado pronto, el apego a una tradición marxista bastante limitada en sus planteamientos proveniente de la interpretación más retrógrada que, de este pensamiento, se realizó en los países de la extinta URSS, que fuera convertida, rápidamente, en sello de toda la política educacional del período revolucionario, para algunos autores, marcó el porvenir de una disciplina que fue dando muestras de:


… un lento y bajo desarrollo, un proceso muy lento en los primeros trayectos del desarrollo de las ciencias sociales en el país que, en parte, continúa los estudios tradicionales: se reiteran los de historias políticas, vuelven las historias de partidos, de corrientes políticas; también algunos estudios constitucionales, e incluso algunos electorales (Valdés, 2003: 151).


La década 1970-1980, resulta incluso menos propicia para el avance de la Ciencia Política pues con la desaparición de la institución dedicada al estudio de la misma dentro de la Universidad de La Habana (1977), la llamada Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba “Ñico López”, pasa a ser encargada, hasta nuestros días, de la formación en esta disciplina, aunque para un alumnado compuesto por cuadros del Partido Comunista. De esta suerte, la

política se convirtió en una materia para cuadros (dirigentes) quizás por obvias razones, mientras se privaba a la sociedad, a los universitarios, de este saber.

En medio de una evidente relación entre el contexto epistemológico dominante en los centros de estudio e investigación de la antigua URSS y la formación de profesionales en las principales instituciones de educación superior de la isla, se proceden además la reestructuración de la Universidad de La Habana y la creación de la Facultad de Filosofía e Historia, lo que ocasiona que algunas carreras como la licenciatura en Sociología sean cerradas, para quedar apenas como especialización de la Licenciatura en Filosofía Marxista-Leninista; muchos planes o programas de estudio se modifiquen; e incluso, algunas de las publicaciones más importantes en materia de ciencias sociales desaparezcan.

Aunque para algunos autores la situación descrita anteriormente comenzó a mostrarse cambiante a partir de la segunda mitad de los 80, con la reapertura la carrera de Sociología y su introducción como disciplina en los diversos centros de investigación del país; Espina (1995) sostiene que estas transformaciones no se aprecian hasta inicios de los 90, cuando varias disciplinas de las llamadas Ciencias Sociales y las Humanidades, como la Sociología, la Antropología, y la Historia, aunque continúan regidas en su desarrollo institucional por las directrices del aparato ideológico del Estado, avanzan de forma más o menos notable en sus perspectivas, abriendo espacios para el abordaje de temas antes considerados tabú (Chaguaceda y González, 2017). En este panorama, de renovación que ¿coincidentemente? sucede a la caída del socialismo en la Unión Soviética y Europa Oriental, González y Alzugaray (1994) destacan la creación de una serie de instituciones de investigación sobre temas regionales: Centros de Estudios sobre América (CEA), sobre Europa Occidental (CEEO) más tarde convertido en Centro de Estudios Europeos (CEE), sobre África y Medio Oriente (CEAMO), y sobre Asia y Oceanía (CEAO); dedicadas a la investigación de temas de impacto, que comenzaron a fomentar la publicación de su quehacer, sobre todo en revistas nacientes o series diversas, como Cuadernos de Nuestra América, Revista de Estudios Europeos, serie Investigaciones del ISRI, Revista del CEAMO, etc. (González y Alzugaray, 1994). Asimismo, la Universidad de la Habana promovió el actual Centro de Estudios Hemisféricos sobre Estados Unidos (CEHSEU), el Centro de Alternativas Políticas (CEAP) devenido Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales (CEMI), entre otros; mientras el CITMA (Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente)

colaboró con la apertura de múltiples instituciones dedicadas a las ciencias sociales, entre las que destaca el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) (Menéndez, 2003; y Linares et al., 2004).

En este punto, cabe señalar que aun cuando la Ciencia Política no corrió la misma suerte que las mencionadas especialidades, privilegiadas con una segunda oportunidad para ser/existir; ella no deja de verse beneficiada por el trabajo de especialistas que, desde una insipiente perspectiva integradora (interdisciplinaria), abordan asuntos de naturaleza política desde otras áreas de estudio. Como resalta Alzugaray (2005), a los centros nacientes acudieron numerosos politólogos, procedentes incluso de la Escuela de Ciencias Políticas, pero también profesionales de otras carreras que reorientaron su trabajo hacia la política; con lo que contribuyeron a una producción de un conocimiento (politológico) con cierto espacio dentro de las instituciones estatales dedicadas a la investigación. Asimismo, el rescate o surgimiento de publicaciones periódicas dedicadas total o parcialmente al análisis de temas afines con esta disciplina, entre las que deben mencionarse en primer lugar Temas, Contracorriente, Marx Ahora, Cuba Socialista (órgano teórico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba) y la Revista de Política Internacional del ISRI; confabuló para un resurgimiento de este saber, en diálogo con las tendencias intelectuales a nivel mundial aunque resulta válido señalar que estas publicaciones casi siempre priorizaban autores marxistas y/o de izquierda.

De cualquier forma, estos esfuerzos, según Alzugaray (2005), permitieron que politólogos y sociólogos como Rafael Hernández, Enrique Ubieta, Esteban Morales, Isabel Jaramillo, Jorge Hernández, Mayra Espina, Aurelio Alonso, Fernando Martínez, Roberto González, Carlos Alzugaray, Juan Valdés Paz, Santiago Pérez, Eduardo Perera, Clara Pulido, David González, Thalía Fung, María Elena Álvarez, José Luis Acanda, Luis Suárez, Isabel Monal, Soraya Castro, y otros, dieran a conocer sus textos (Alzugaray, 2005). Al mismo tiempo, temáticas como la cultura política, la sociedad civil, la democracia, los derechos humanos, las relaciones internacionales, la política comparada o, más recientemente, la participación, la ciudadanía, la organización de los gobiernos locales, y el sistema político, comenzaron a ser abordadas con cierta seriedad/responsabilidad intelectuales en las ciencias sociales cubanas.

En este ambiente, hacia los años 90, la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas (SCIF), que en la actualidad todavía funciona como una ONG de profesionales del ramo, creó

una sección de Ciencia Política, con carácter multidisciplinario, para acoger a politólogos, historiadores, periodistas, economistas, especialistas en filosofía política, filosofía del derecho, teoría del estado, epistemología, ecología, bioética, etc. motivados por el estudio de la res pública, desde una perspectiva crítica de los presupuestos clásicos de la ciencia política euronorteamericana, modernista, pero también desde un compromiso con la realidad de los sujetos oprimidos a nivel mundial, que encuentra sustento en el pensamiento revolucionario de América Latina (Fung, 2004). Dicha sección, en colaboración con la Universidad de La Habana, desde 1995, viene realizando seminarios, talleres, conferencias internacionales, etc. bajo los nombres de Taller Internacional de Filosofía, Derecho y Ciencia Política (1995), Taller Internacional Anual de Ciencia Política y los Desafíos del siglo XXI (1996-2004) y, más recientemente, Taller Internacional Nueva Ciencia Política (2005-actualidad), que han contado con un número creciente de participantes nacionales e internacionales. Asimismo, viene llevando a cabo una significativa labor editorial, con la finalidad de difundir los presupuestos de la naciente Ciencia Política visión Sur, tanto en el Boletín de la SCIF, muchas veces dedicado exclusivamente a temas afines con esta disciplina, como en libros publicados por editoriales especializadas en ciencias sociales o artículos aparecidos en revistas como Marx Ahora.

En lo relacionado con la docencia, este grupo, creado e impulsado por la Dra. Thalía Fung, ha pujado para la reintroducción de los estudios universitarios de Ciencia Política, lo que resultó en la creación de una maestría en esta disciplina, iniciada en el año 2000, donde se potencia una formación teórica y metodológicamente que permita a los aspirantes actuar y dar respuesta oportuna a las diferentes problemáticas que se les presentan en su desempeño profesional. Para ello cuenta con la oferta de tres diplomados (dos de ellos obligatorio, uno opcional): Introductorio con asignaturas destinadas a la indagación acerca del objeto de la ciencia política en la esfera de las ciencias sociales, la metodología de la investigación política, los sistemas políticos, las relaciones de la Ciencia Política, la Filosofía Política y la Filosofía del Derecho y los procesos políticos; Ciencia Política donde se imparten contenidos sobre la complejidad de la actividad política la cultura política (cultura política cubana), la teoría de las Relaciones Internaciones, el estudio del sistema político, el análisis de procesos negociadores, la teoría del conflicto, el medioambiente y las políticas públicas y la relación de la Ciencia Política y el Derecho Público; y Teoría Política dedicado al estudio de la teoría política desde la

Antigüedad hasta la Modernidad, la teoría política Latinoamericana y Cubana, las corrientes filosóficas y políticas más importantes Siglos XIX y XX, y la impronta del pensamiento de algunos pensadores marxistas (Lenin, Gramsci). Asimismo, ha desarrollado un Doctorado Curricular Colaborativo “Ciencia Política Enfoque Sur”, patrocinado por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), la Escuela Superior del Partido “Ñico López, la Cátedra de Ciencias Sociales de la Academia Superior de Guerra “General Máximo Gómez”, la Escuela “Adriana Corcho” del Ministerio del Interior (MININT) y la Universidad de La Habana, que cuenta con el mismo claustro de la maestría además de compartir con ella contenidos similares.

Este acontecimiento se encuentra precedido, en los 90, por la creación de los Departamentos de Filosofía y Teoría Socio-Política uno para atender esta enseñanza en las ciencias sociales, otro para las ciencias naturales y exactas devenidos espacio físico e intelectual de comunicación de conocimientos afines a las ciencias sociales y particularmente la política, no obstante la inexistencia de esta carrera dentro de la entonces Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Bajo este paraguas, se retoma entonces un proceso de enseñanza-aprendizaje que, aun cuando guarda paralelismos con el mismo marxismo-leninismo que quedó instituido en la educación cubana casi desde los inicios de la Revolución, a través de la dupla materialismo dialecto (DIAMAT) / materialismo histórico (HISMAT); en un constante proceso, que se reconoce en el discurso de profesores/dirigentes universitarios como “perfeccionamiento”, pretende dar cuenta (con mejor o peor éxito) de una realidad cambiante. Es así como la llamada disciplina Marxismo-Leninismo obligatoria en todas las carreras universitarias del país, que integra las asignaturas Filosofía y Sociedad, Economía Política, Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología, y Teoría Sociopolítica, se presenta como espacio para valorar, desde la perspectiva metodológica que ofrece la concepción marxista de la historia, y con una óptica cubana y tercermundista, el sistema de relaciones sociales que constituyen el mundo contemporáneo, con vistas a enfrentar el reto de la transformación necesaria de la sociedad cubana y de su inserción en el contexto internacional. Dentro de ella, la asignatura Teoría Sociopolítica, más cercana a nuestros intereses, dice ofrecer una caracterización general del cuadro socio - político del mundo contemporáneo y de sus problemas políticos globales, con el objetivo de esclarecer el lugar que en el ocupan el Tercer Mundo, América Latina y Cuba. Para ello, presuntamente presta particular atención a la problemática

cubana, a las raíces históricas-materiales e ideales de la Revolución Socialista, a la caracterización de su trayectoria económica, política y social, y a las perspectivas y desafíos que se presentan ante ella en el momento actual; todo ello desde el estudio de la teoría política marxista leninista como teoría científica del desarrollo político y particularmente de la sociedad capitalista, en tanto forma culminante del antagonismo social y de las tendencias objetivas y subjetivas de su superación revolucionaria.

A simple vista, la elección (política) de una perspectiva teórica única, marca, desde el inicio, todo intento de generar saber más allá de la reproducción o de la aceptación tácita de una ideología convertida, a fuerza, en teoría científica. Además, tras la experiencia acumulada como profesora universitaria por algunos años, al interior de la supuesta disciplina, es visible que cada asignatura funciona como mundo independiente, incapaz de establecer un diálogo productivo con otras áreas del conocimiento para crear, con ello, un pensamiento cercano a la crítica, a la reflexión. Por otra parte, la obsolescencia de la bibliografía básica, la inaccesibilidad a textos actualizados, así como la poca suerte corrida por algunos intentos de compilaciones, selecciones de lectura, etc. aunque otros como Problemas Actuales de Teoría socio-política (Duharte, 2000) o Teoría y Procesos Políticos Contemporáneos (Duharte, 2006) han visto la luz , que se encuentran sujetos casi siempre a los designios editoriales; elimina la posibilidad de debate/acercamiento a lo más avanzado del pensamiento social, dejando una imagen de parálisis en las ciencias sociales, de antigüedad irremediable, de desfasaje casi crónico. Tal vez como resultado de ello, la educación en ciencias sociales/políticas choca con la imposibilidad de dar respuestas a necesidades profesionales en carreras que priorizan la aplicación práctica, o de encontrar explicación ante problemas reales, concretos, que desbordan los esfuerzos, usualmente abstractos, generales, de estas disciplinas. Por último, aun cuando se percibe la intención de abordar la problemática Latinoamericana (pensamiento, política, ciencia), se desconoce la labor de autores del patio que trabajan temáticas centrales de estas asignaturas, se utilizan enfoques erróneos (desactualizados) para dilucidar algunas problemáticas, y se recurre, a veces, a simplificaciones o desatenciones terribles. Con todo ello, el esfuerzo realizado por los profesores universitarios que imparten estas materias, muchas veces se desvanece ante realidades aplastantes como la misma situación de vida en el país, o el desgaste del pensamiento que pretenden mostrar como modelo a seguir.

Cabría acá introducir en la aulas visiones actualizadas de cualquier pensamiento, ponerlo a dialogar con la realidad para mostrar no solo sus virtudes sino también, ¿por qué no? sus carencias, sus puntos ciegos, sus retos explicativos, sobre todo en contextos como el cubano.


El quehacer del politólogo: tragafuego (come-candela), acróbata, contorsionista, malabarista, mimo, mago, escapista.

Lejos de unos pocos nichos de pensamiento (grupos de investigación e investigadores específicos), muchas veces considerados inoportunos/indeseables en algunos espacios; el desarrollo de la Ciencia Política insular continúa siendo víctima de la propia naturaleza de su objeto de estudio, que remite inevitablemente a las ataduras de/con el poder. Esta realidad (que muchas veces se trata de ocultar) “ha cobrado su saldo en la profesionalización, institucionalización y, en general, calidad de la producción de las ciencias políticas” (Chaguaceda y González, 2016: 448).

Quizás como consecuencia de ello o como otra cara de este mismo proceso, la actividad intelectual de los politólogos se encuentra mediada por las particularidades de un sistema político que atraviesa constantemente todas las esferas de la vida, e intenta (con bastante éxito) manejarlas a su antojo. Sobre ello, Valdés Paz señala que:


La imprecisión en los límites que se ha dado en el sistema político respecto a otros sistemas, su concentración de poderes, y su carácter irrestrictamente dominante en el marco de la sociedad de transición, propende a favorecer un régimen en el cual los distintos sistemas –el jurídico, el económico, el cultural, etc.– quedan subordinados con fuerza al sistema político y afectados en su autonomía relativa (Valdés, 2009: 85)


Por su parte, Rafael Rojas (1997) apunta que el régimen cubano mantiene una tendencia a la totalización de lo estatal, por encima de lo nacional, lo político, lo civil, incluso, podríamos decir, lo individual (privado, personal). De esta forma:


… la totalización cívico-política del socialismo cubano se refleja, por lo menos, en tres tendencias constitucionales: 1) el Estado es el sujeto primordial de derecho; 2) los

derechos civiles y políticos están considerablemente desplazados por los derechos sociales, 3) el principio de la democracia corporativa predomina sobre los principios de representación y participación. Estas gravitaciones del texto constitucional al cristalizar en el ejercicio político producen una disolución de la esfera nacional, civil, en el Estado (Rojas, 1997: 255).


Lo que en muchas ocasiones se ha descrito como una excesiva politización de la vida, resultante de la invasión de los espacios privados por parte del Estado (Valdés, 2009: 85), cala también en la producción intelectual bajo la forma de doble rasero, de tendencia a una cierta desvinculación del pensar con respecto al decir o al actuar o de instinto de conservación según las pautas de lo políticamente correcto. Ahí el politólogo como como acróbata, contorsionista, malabarista, o mago debe encontrar las maneras de nombrar su objeto de estudio, de abordar una realidad manifiesta, dentro del espacio/límite del sistema político con honestidad/responsabilidad intelectuales. En otra faceta, este mismo fenómeno da abrigo al no-pensamiento, en sus formas de reproducción, de propaganda para el convencimiento de verdades a medias. En este punto, el politólogo como tragafuegos (come-candela) o mimo repite un discurso pre-establecido, imita lo aceptado/aceptable, disimula la realidad, la tuerce para hacerla coincidir con una ideología legitimada desde el poder.

En otra dimensión analítica, mientras los problemas de investigación incluidos en los planes de ciencia y técnica de la rama de ciencias sociales del país, ya desde la década de los 90, abordaban temas como la política científica y tecnológica como factor de desarrollo económico y social; la integración social de la mujer; la eficiencia del sistema educacional y características sociopsicológicas de los estudiantes; los componentes socioclasistas de la sociedad cubana; bases estructurales de la movilidad y las tendencias reproductivas; las características del consumo y la demanda interna; la política social; o el sistema político y participación popular a nivel laboral y comunitario (Espina, 1995); la Ciencia Política de todos los días (muchas veces la que se enseña o desde la que se mira hacia la realidad) permanece, como el búho de Minerva, a la espera de explicar procesos pasados de moda e interpretar realidades en constante cambio.

Pero además del subdesarrollo de esta disciplina en comparación con otras ciencias sociales, se aprecia en ella una marcada polarización e ideologización de los estudios, poco uso

de fuentes primarias y comprobaciones empíricas, escasa producción publicada e insuficiente abordaje de temas clave como el liderazgo, la gobernabilidad, la legitimidad y la burocracia confinados al discurso oficial (Valdés, 2003, 150-160). Asimismo, como saldos negativos, se parecía una clara ausencia o palpables carencias en lo que respecta a la crítica de la realidad, escasa (más bien, prejuiciada) integración de los estudios nacionales e internacionales, e insuficiencia de modelos conceptuales alternativos (Hernández, 2003); para poder dar razón de un ejercicio del pensar autónomo, con libertad de investigación, que sea capaz de ir más allá de lo que piden la reproducción de la vida o las necesidades visibles (Martínez, 2007).

Quizás como estrategia para escapar de las trampas de ese oficio, con frecuencia se promueven estudios que se acercan, desde miradas menos peligrosas, al pensamiento político de autores relevantes (nacionales y/o extranjeros), o las particularidades de procesos políticos pasados o en curso (Bolivia, Honduras, Nicaragua, Venezuela), con cierta intención de hacer apología de lo dicho o narración de lo ocurrido. En relación con ello, Chaguaceda y González (2017) critican “la persistencia de visiones que privilegian, en diferente grado, lo descriptivo y lo normativo por sobre lo analítico y lo valorativo-propositivo” (Chaguaceda y González, 2017: 448), algo que también merma la calidad de la creación politológica interna. En correspondencia con ello, son usuales los estudios teóricos, donde predomina el ejercicio de la opinión (en ocasiones, inclusive, la especulación), mientras se desatiende el trabajo de campo, con su consiguiente recolección, procesamiento, exposición de datos que reflejan (explicitan la realidad). Otro espacio problemático se refiere a las condiciones para la generación de nuevos conocimientos en esta disciplina, particularmente a lo relacionado con el financiamiento puesto en función de la ciencia que, prácticamente inexistente, obstaculiza el esfuerzo intelectual de algunos e, incluso, es usado como excusa ¿real o ficticia? para la escaza producción de otros. Sin embargo, cabría valorar la agencia por encima de las estructuras limitantes, en un afán por sacar adelante cursos de pregrado que se desarrollan en condiciones precarias; maestrías que multiplican sus ediciones sin personal administrativo, con un claustro envejecido que debe penar además, por un espacio para reunir a su alumnado (Maestría en Ciencia Política, dirigida por Thalía Fung); o eventos donde la logística es autogestionada por los propios miembros de la

SCIF que son ponentes, organizadores, personal de servicio (todo en uno).

En lo que concierne a la difusión del pensamiento político, aun es notoria la ausencia de estudios de acceso público, realizados por académicos de la isla, sobre temas diversos, con lo que “la producción del ramo –con honrosas excepciones– se sitúa un estado de subdesarrollo, que no corresponde con la capacidad de los investigadores” (Chaguaceda y González, 2016: 450). Por una parte, tras lo que parecía una reanimación de la labor de algunas editoriales: la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto del Libro, la Editora Política del Partido Comunista de Cuba, y la Editorial Félix Varela, donde un grupo de politólogos cubanos lograron dar a conocer sus resultados de investigación, del mismo modo que se reimprimen obras fundamentales de la literatura política; el tópico de las publicaciones se presenta como especialmente funesto. Teóricamente, existen espacios compartidos para colocar la producción social, pero en estos se privilegian algunos temas en detrimento de otros; se guardan las formas, las maneras de decir (llamar a la realidad), incluso cuando se indica que la opinión de la revista no coincide necesariamente con la de los autores. En otro sentido, los libros casi siempre se publican con retraso, debido a la burocracia de las editoriales, los permisos, etc., cuando los procesos que analizan amenazan con desaparecer. Desde esta mirada, algunos textos, más que de Ciencia Política, parecen de historia contada en presente, aun cuando figura en pasado.

Por otra parte, incluso más allá de los diversos problemas de la publicación (en formatos impreso, digital, e-book, etc.), los espacios de comunicación/diálogo de pensamiento apenas se limitan a eventos anuales, talleres, coloquios, donde el público no siempre puede ser extenso por razones logísticas (espacio en que se desarrollan, condiciones de como audio, climatización, entre otros factores); los tiempos casi siempre son apretados; las convocatorias suelen llegar desfasadas, sobre todo a las provincias; o los costos son demasiado altos como para cubrirlos con esfuerzos propios. De esta realidad apenas escapa casi por un milagro, la Revista Temas con su “Último Jueves”, espacio mensual para el debate, cuyo objetivo es estimular la reflexión crítica y la diversidad de perspectivas sobre temas específicos, examinar problemas de la actualidad, de carácter cultural, social e ideológico, que tienen una incidencia en la situación de Cuba y el mundo, y facilitar la discusión ágil y flexible sobre estos temas, para un público amplio, no necesariamente de especialistas (Temas, 2018).

Para empeorar este escenario, casi por regla general, las investigaciones que se realizan en las principales instituciones de la enseñanza superior cubana (de mejor o peor calidad), duermen

luego en las gavetas rotas de una biblioteca. De esta suerte, la capacidad de intervención de los intelectuales en la vida de la isla, que casi siempre depende de elementos externos que ejercen una influencia decisiva, estructuras de diálogo que no han sido creadas, personajes decisores reticentes al cambio, etc., se elimina a priori, dada la ausencia de recursos (no necesariamente materiales) para comunicar los resultados de sus investigaciones. No trasciende lo que ocurre en los salones donde se presentan las tesis de maestría/doctorado, en las aulas de reuniones de investigación o en los encuentros inter-departamentos; algo que pone entre comillas (haciendo sospechar de) la existencia de una comunidad científica propia. Más bien predomina la idea

¿errónea quizás? de que no se investiga, no se trabaja, no se nutre la Ciencia Política en Cuba, cuando más bien cabría sospechar de la veracidad de este hecho.

Otra realidad penosa, a la que no escapan las Ciencias Sociales en la isla, es a la emigración de sus cultivadores más jóvenes, buscando nuevos horizontes. Es así como el politólogo escapista decide probar suerte en otros ambientes intelectuales, para luchar también contra la desactualización, el esquematismo, etc. que muchas veces atraviesan su oficio en la isla.


Bibliografía

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Páginas web

Revista Temas, consultada 5 de enero de 2018 en http://www.temas.cult.cu/ultimo-jueves