Lecturas acerca del feminicidio a través su abordaje en la prensa por Internet Readings about feminicide through its approach in the Internet press

Gloria Contreras Jiménez1 y Laura Georgina Ortega Luna2


Resumen: La culpa sigue recayendo en la víctima, tanto por el discurso de las autoridades como de la sociedad, el cual se puede observan en los medios de comunicación al reproducir noticias sobre los casos de feminicidios en el país, en el caso de la prensa, desde el título hasta el contenido emplean un discurso ideológico (Prieto Castillo, 2000); motivo por el cual, la finalidad del presente trabajo se utilizará el análisis del discurso para analizar noticias acerca de casos de feminicidio, e identificar la ideología presente y reproducida alrededor de los asesinatos de mujeres en el país.


Abstract: The blame continues to fall on the victim, both by the discourse of the authorities and society, which can be observed in the media when reproducing news about cases of femicide in the country, in the case of the press, from the title to the content, use an ideological discourse (Prieto Castillo, 2000); For this reason, the purpose of this paper is to use discourse analysis to analyze news about cases of feminicide, and identify the ideology present and reproduced around the murders of women in the country.


Palabras clave: Feminicidio; Medios de Comunicación Masivos; Violencia; Justificación de Violencia; Supremacía Masculina


Género, machismo, violencia de género y feminicidio

Cuando hablamos de género comúnmente se llega a confundir con sexo, y que por lo tanto sólo significa distinguir si se es hombre o mujer con palabras diferentes, sin embargo, va más allá de una definición, implica una construcción de significados a nivel social a partir de la diferenciación sexual, siendo la cultura el emisor de las expectativas de comportamiento,


1 Pasante de la Licenciatura en Psicología del Sistema Incorporado a la Universidad Nacional Autónoma de México a través de la Universidad Humanista Hidalgo. Realiza su proyecto de tesis dentro de la línea de Estudios de Género y Psicología.

2 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Maestra en Ciencias Sociales y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Profesora por asignatura en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Trabaja las líneas de investigación Análisis de los Medios de Comunicación, Comunicación Política en Internet y Análisis del Discurso.

pensamiento y sentimientos que van a guiar la vida de las personas.

La relación entre el sexo y el género es retomada por Bourdieu (2000), quien plantea que a partir de la diferenciación sexual se va a ir construyendo una serie de significados dirigidos al cuerpo, los cuales van a ser aprendidos y reproducidos, dando como resultado una realidad que es tomada como “natural”, su idea se proyecta al afirmar que:


El mundo social construye el cuerpo como una realidad sexuada y como principio de división sexuada. Las apariencias biológicas y los efectos indudablemente reales que ha producido, en los cuerpos y en las mentes se deben a un prolongado trabajo colectivo de socialización de lo biológico y de la biologización de lo social que se conjugan para invertir la relación entre las causas y los efectos y hacer una construcción social naturalizada (Bourdieu, 2000).


Dentro de la aportación que realiza Bourdieu, se va a retomar a lo que llama la socialización de lo biológico, que hace referencia a las construcciones culturales que se realizan al cuerpo humano y que al mantener una relación estrecha son legitimadas a través de las prácticas y el discurso social; de igual forma, se encuentra la biologización de lo social, que refleja la división cultural que existe, es decir, aquello que se les permite tanto a los hombres como a las mujeres (siendo la división de trabajo el ejemplo más representativo). Dentro de la definición que aporta Lamas (2002), se encuentra una concordancia con lo planteado por Bourdieu, al describir al género como el “conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que dan atribuciones a la conducta objetiva y subjetiva de las personas en función de su sexo”; contribuyendo de esta forma a la idea de lo que es “propio” de ser mujer u hombre, y que será lo que va a marcar la percepción social, económica, política, religiosa, entre otras, y se verá reflejada a nivel individual, en las actitudes, valores y expectativas del imaginario personal.

Por su parte, Serret (2011) considera al género como un “sistema primario de relaciones de poder, y dominación, transhistóricas y transculturales”, cuya construcción inicia con la diferenciación sexual, la elaboración de significados culturales, hasta un sistema que dirige las relaciones sociales de poder, que va a ser internalizado durante el ciclo de vida de las personas,

tomandolo como propio y transmitiendose de generación en generación; Serret va a buscar explicar la categoría de género en forma más detalla, por lo que lo desarrolla en tres niveles: el género simbólico, el género imaginario social y el género imaginario subjetivo, que a continuación van a ser descritos.

El género simbólico se va a establecer a las categorías de género a partir de un sistema binario: masculino y femenino, cuya base va a ser el dismorfismo sexual, y en el que para que una categoría exista es necesario la presencia de la otra, al conformarse como opuestos, lo que es una no puede ser la otra, manteniendo una relación asimétrica, convirtiéndose en referentes de significación.

En la definición que se hace de las categorías de género, la masculinidad va a ser considerada como la categoría central, la cual tiene la facilidad de relacionarse con su medio, con significaciones claras, estableciendo “lo que es”, “aquello que está permitido”, “lo que está bien”, y que por ende tanto va a representar los derechos, como va a asumir la posición de poder con respecto de la feminidad. Por lo tanto, la feminidad representa la posición de subordinación, de limitaciones y obligaciones, con la expectativa de que gire alrededor de la categoría central, y convirtiéndose así en la llamada categoría límite, y que se toma como “aquello que no es”, “lo que no debe ser”, “lo que no debe hacerse”.

En el segundo nivel se encuentra el género imaginario social, el cual se configura a partir de las características ya descritas (género simbólico), proporcionando atribuciones de género al imaginario, es decir, se va a buscar construir una identidad colectiva de género (hombres se identificarán con hombres y la masculinidad, y las mujeres con mujeres y la feminidad), esto como resultado de iniciar a actuar de acuerdo con lo establecido en la categoría de género a la que han sido asignados. Se espera que la identidad colectiva se instaure entre el primer y segundo año de vida por medio del modelado de la experiencia y el ambiente, por lo que no queda estático, sino que puede irse modificando conforme pasa el tiempo y busca dar un sentido de vida a la persona.

Finalmente, se encuentra el género imaginario subjetivo, el cual es la continuidad de la ya establecida identidad colectiva llegando a internalizarse de forma individual, con el principal objetivo de que se identifique con su categoría de género y que tome una posición frente al binomio masculino-femenino, y formando así un criterio con base en los elementos culturales. De

igual forma, se pretende que se forme una identidad de género subjetiva e individual, en la que se forme una unión entre lo esperado por la percepción social con la autopercepción, y materializándose en los pensamientos, actitudes y comportamiento.

A partir de marcar las diferencias sexuales entre hombre y mujeres se va a crear una serie de normas culturales de comportamiento, que va a tener como resultado un sistema de dominación genérico, cuya base será la relación asimétrica entre hombres y mujeres, y que será sustentado a través de elementos políticos, económicos y simbólicos de legitimación, y que recibe el nombre de machismo.

El machismo es un constructo cultural que se distingue por la concepción que se tiene del rol masculino frente a una desvalorización del rol femenino, y que para Izquierdo (citada en Viramontes Canizalez, 2011) representa a “una estructura de relaciones sociales que se apoya en las diferencias físicas, de edad y de sexo y al mismo tiempo dota de significado social, por lo que quedan reificadas y producen subjetividad”, considerándosele como un rasgo que distingue a la masculinidad, que si bien es la predominante dentro del contexto social mexicano no es la única (Montalvo Reyna y García Cadena, 2007).

Para Castañeda (2002) el machismo se basa en dos ideas: la polarización de los sexos y la superioridad de lo masculino, por lo que ambos sexos son colocados en extremos opuestos, en el que se retoma el planteamiento que realiza Serret, uno no puede ser lo que es el otro y otorgandole la posición de poder en todos los ámbitos a la categoría de masculinidad, resaltando una virilidad opresora y una feminidad opresiva.

El machismo como un constructo cultural va a promover la imagen de la mujer a través de las expecativas de tres roles, ser esposa, ama de casa y madre, los cuales van a ser desempeñados dentro del espacio privado, al contexto familiar y doméstico, llegando a considerar que el papel que va adesempeñar no aporta elementos importantes al contexto y por lo mismo no es trascedente así como perecedero (Ortner, 1979).

En continuidad de este planteamiento, se espera que las mujeres practiquen una asexualidad, es decir, que adquieran un rol pasivo en cuanto a su sexualidad, desde conservar su virginidad como su mayor virtud, y que será lo que le dé un estatus social, a la espera de iniciar su práctica por medio del deseo masculino, dándole a su cuerpo la función de satisfacer la sexualidad masculina; de igual forma, su calidad moral va a estar sujeta a la falta de experiencias

sexuales, convirtiéndola en la imagen estereotipada de “mujer buena”, la cual es promovida por la religión judeo-cristiana (predominante en México) (Amuchástegui Herrera, 1998; Rojas & Castrejón, 2015; Weeks, 1998).

En contraste, la masculinidad es definida por la posición de poder que se le da al considerar que cumple con la labor más importante: ser el proveedor económico de la familia y quien les proteje, posicionandolo en el espacio público y otorgandole todos los derechos sobre el espacio privado y quienes lo conforman. Así mismo, se considera que la estructura psiquíca masculina se encuentra ligada a la razón, a la objetividad, por lo que va a mantener un control total sobre sus emociones, lo que le proporciona lo necesario para tomar la batuta de poder (Ortner, 1979; Torres Falcón, 2013).

La principal característica del modelo de masculinidad hegemónico es la virilidad, la cual es considerada como una imagen alterada de sí mismo, que exige una práctica heterosexual, la necesidad de enfrentar peligros, negar el miedo y ostentar la potencia sexual (buscar tener la mayor cantidad de encuentros sexuales), a fin de fungir como un fantasma regulador que ordene los comportamientos y sea una evaluación continua para corroborar que “tan hombre se es” (Campos Guadamuz, 2007; Torres Falcón, 2013).

El rechazo que se promueve hacia la categoría femenina y la supremacía genérica, fungen como un pacto dentro del género masculino para afianzar la concepción que existe acerca de la virilidad, y en muchas ocasiones este pacto puede incluir la práctica de violencia contra las mujeres, legitimandola a través del discurso y la práctica social, otorgandole derechos al hombre sobre la mujer, como si fuera de su propiedad, es decir, el hombre es educado para ejercer violencia a forma de castigo y a la mujer para aguantarla con la idea de que lo merece (Ramírez Salgado, 2012; Torres Falcón, 2013).

Esta violencia que ha sido ejercida hacia la mujer a través de la historia ha sido definida por la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, públicada en el año 2007, como “culquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en el ámbito privado como en el público.”

A continuación, se va a definir las manifestaciones de la violencia, las cuales se pueden presentar sola o combinada:

Existen también otras fuentes que al momento de narrar asesinatos, atañen la culpa a las mujeres que fueron agredidas, casi siempre ensalzando causas como que se encontraban solas, que habían salido a horas que sobre todo para ellas son peligrosas, o que perdieron el control después de un problema o discusión lo cual ocasionó que se terminara en la muerte de las mujeres. Así en la nota “Cuerpo de mujer desaparecida apareció en afluente” publicada por La tarde, diario vespertino se dice que “Según versiones de sus allegados, ella salió de su domicilio en horas de la madrugada del 24 de mayo, luego de haber tenido una discusión con su conviviente”.

Otra nota de título “Matan a una mujer junto a una tumba; indagan nexo con muerte de sus hijos” publicada por La Policiaca expresó que “Testigos indicaron a las autoridades investigadoras que la mujer había acudido sola a visitar una tumba…”. Una nota más que dio a conocer Telemar atañe la culpa a otra joven que se relacionó mediante Facebook con su asesino, y resaltan la sensibilidad y los sentimientos de la asesinada para escribir en su título “La enamoró por Facebook; un mes después la mató” y recalcan que “dijeron que a pesar de que le dijeron [sic] que no se juntara con él, pues no lo conocía, hizo caso omiso”.

Conclusión

Así como los casos mostrados anteriormente, existen otros tantos que, haciendo referencia al discurso ideológico, culpabilizan de su propia muerte a las mujeres asesinadas por encontrarse solas, por tener enemigos, por tener antecedentes de agresión, por tener varias parejas o salir a altas horas de la noche, por ejemplo.

Resulta preocupante que los medios de comunicación como reforzadores y transmisores de discurso, mantengan las características del machismo imperante en México reduciendo la importancia de los feminicidios en comparación con los homicidios realizados a hombres, en los que comúnmente no se hace referencia a datos privados de los asesinados ni se achacan culpas sin sentido por acciones que no se deberían haber llevado a cabo.

Este trabajo realizó un recorrido por los conceptos de género, violencia de género, machismos, micromachismos, medios de comunicación y discurso ideológico para poder referir a las notas periodísticas en plataformas digitales que han publicado acerca de los feminicidios pero que, aún impregnadas de un discurso machista, culpabilizan a la propia víctima de los hechos que la llevaron a que perdiera la vida en manos de agresores que aprovecharon situaciones reconocidas como vulnerables.

Aún queda camino por recorrer para limpiar el discurso machista que impera en los medios de comunicación, que se cree conciencia sobre las situaciones que viven actualmente las mujeres y que se comprenda que ninguna situación es causa suficiente para acabar con la vida de una mujer, por el contrario, es necesario disminuir la problemática en cuestión, comenzando por la ideología que impera, se reproduce y se transmite.


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