Mujeres autoempleadas. De la doble presencia a las otras violencias Self-employed women. From the double presence to the other violence

Edgar Noé Blancas Martínez1


Resumen: Salir del espacio doméstico para incorporarse al espacio laboral es una práctica en las mujeres considerada como positiva. No obstante, esa práctica oculta distintas violencias. Como se reflexiona, para el caso de las mujeres autoempleadas tal dinámica no garantiza el éxito, por el contrario asegura una mayor carga de trabajo en condiciones precarias. La razón de ello, es que no basta la activación de la capacidad de agencia, porque en las circunstancias estructurales del capitalismo actual ello es asegurar solo ventajas al capital. A partir de la ENUT 2014 se presenta algunos datos que sustentan esta argumentación.


Abstract: Leaving the domestic space to enter the workplace is a practice in women considered positive. However, this practice conceals different types of violence. As it is reflected, in the case of self-employed women, this dynamic does not guarantee success, on the contrary it ensures a greater work load in precarious conditions. The reason for this is that the activation of agency capacity in women is not enough, because in the structural circumstances of current capitalism this is to ensure only advantages to capital. From the ENUT 2014 some data are presented that support this argument.


Palabras clave: Autoempleo; violencia; doble presencia; mujeres; depresión


Introducción

La desigualdad de género continúa siendo una constante al término de la segunda década del siglo XXI, ello pese a los esfuerzos de organismos internacionales y nacionales por garantizar una igualdad plena entre hombres y mujeres. En México, el artículo segundo de la Constitución marca el derecho a la igualdad y no discriminación género, edad, discapacidad, condición social, salud, religión, opinión, por condición étnica, por preferencias sexuales, estado civil o “cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y


1 Doctor en sociología; profesor investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo; miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1; cultiva la LGAC Sociología del trabajo y estudios del neoliberalismo; correo electrónico: noeblancas@yahoo.com.mx, noeb@uaeh.edu.mx

libertades de las personas” (Constitución, 2017). Pero los datos evidencian aun brechas entre los hombres y las mujeres en diferentes ámbitos.

Por ejemplo, en el campo académico aunque el grado escolar medio hoy se iguala entre ambos géneros, en el nivel escolar superior aun se presenta una mayor matrícula de hombres (32.7%) que de mujeres (29.6). Esto se corresponde con el porcentaje de absorción que se logra en el nivel superior según el número de estudiantes a primer grado de este nivel por cada cien egresados de bachillerato, el cual es en los hombres de 81.4% y en las mujeres de 71.9% En el campo del desarrollo científico la situación es grave en demasía, pues por cada mujer dedicada a la investigación, según su registro en el Sistema Nacional de Investigadores, existen cuatro hombres en esa condición (INEGI, 2016).

En otro ejemplo, en el del campo sociopolítico, pese al establecimiento de las cuotas de género para cargos públicos, aun perduran diferencias. En la composición del senado el 63.8% de los escaños es ocupado por hombres, y el 36.2% por mujeres. Situación semejante se reproduce en las diputaciones siendo 57.6% para los primeros y 42.4% para las segundas. A nivel municipal la breca es abismal, pues solo el 9.4% de las presidencias es ocupada por mujeres. En el campo de la administración se reproduce esta última condición. En la administración federal, a nivel de dirección de área, apenas el 13.6% es ocupado por ellas (INEGI, 2016).

Como es evidente, los avances por obtener una igualdad entre hombres y mujeres aun son débiles. Ello no desdeña, sin embargo, que respecto a décadas atrás estos son relevantes. Para el caso del mercado laboral las mujeres se han incorporado de manera importante en las últimas cinco décadas. En 1950 la población económicamente activa femenina, considerando a la mayor de 12 años, era de apenas el 13%, pero para 2010 ésta ya había alcanzado el 33% (García y Pacheco, 2011). Una de las explicaciones de esta incorporación, a partir de las luchas feministas, ha estado centrada en el reconocimiento de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Es innegable, desde el pensamiento contemporáneo que ello es deseable. La reclusión que se ha hecho de las mujeres al ámbito doméstico, sin duda, menoscaba los valores de la modernidad. No obstante, esta ponencia busca abordar el proceso de dicha incorporación desde otra perspectiva, que sin dejar de reconocer la necesaria participación de las mujeres en todos los ámbitos, somete a crítica el proceso dejando salir los elementos oscuros del mismo. Trata de develar las violencias detrás del proceso.

La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha generado la oportunidad para que el trabajo se signifique en ellas no solo como un ingreso para la satisfacción de necesidades en el hogar, sino sobre todo, como un espacio de autorrealización profesional. Pese a ello, esto no ha significado la disminución de su carga laboral en el espacio doméstico. Ellas, para el caso de México, se mantienen como principal soporte de reproducción social, como cuidadoras de todos los miembros de la familia y del hogar. Ante ello, se ha acuñado la categoría de doble presencia, como manera de hacer visible que la entrada a un espacio no implica la salida del otro. Esta una situación distinta para el caso de los hombres.

En otro sentido, ya no de la doble presencia, sino de la presencia solo en el espacio laboral, esta también contiene ingredientes violentos en términos estructurales y simbólicos, pues dicha incorporación se efectúa más que por un impulso de libertad de género, por una necesidad de complementar los ingresos del hogar ante la crisis del trabajo actual y como exigencia del capital al ofrecer una fuerza de trabajo precaria por sí, donde el feminismo no crítico actúa como cartografía de sentido que facilita el proceso. De manera que, la incorporación antes que llevar a una igualdad de oportunidades sirve como proceso garante de resolución de la crisis del capital de los años ochenta.

Esto se refleja cuando se analizan diversos datos del ámbito doméstico y laboral. En el caso del trabajo su inserción es precaria y sus salarios y condiciones son menores a las de los hombres. De acuerdo al nivel de ingresos en el grupo de quienes perciben dos salarios o más las proporciones de participación son 30.4% para las mujeres y 44.6% para los hombres. En el caso del trabajo no remunerado, que implica el de cuidado y doméstico la brecha es amplia. El 57.1% de los hombres realizan este frente a un 88.8% de las mujeres (INEGI, 2016). Estas distancias se amplían cuando se observa en particular el caso del autoempleo, sector de mayor crecimiento respecto al trabajo subordinado.

La ponencia, de esta manera, a través de sus cuatro apartados esquematiza la condición de las mujeres autoempleadas y revela las violencias que le entrecruzan. Ser mujer autoempleada en México, no garantiza el éxito como pregona el pensamiento del emprendimiento, por el contrario asegura una mayor carga de trabajo en condiciones precarias. La razón de ello, es que no basta la activación de la capacidad de agencia en las mujeres, porque en las circunstancias estructurales del capitalismo actual ello es asegurar solo ventajas al capital.

El lado no romántico de la incorporación de las mujeres al trabajo

Un enfoque estructural, para el análisis de las condiciones de las mujeres autoempleadas, es necesario para develar las limitaciones de la llana promoción de la incorporación al trabajo, y sobre todo bajo un discurso del emprendimiento, donde se promueve que “el todo es posible” y mejor si no se efectúa de manera subordinada, pues bajo posiciones como esta que desdibujan la estructura social es posible caer en aquello que Byung Chul Han llama exceso de positividad, y no es labor de la sociología generar una irrealidad de lo real, sino develar lo concreto real de los procesos.

En este tenor, es relevante señalar que la sociedad actual es una sociedad de crisis del trabajo, lo que lleva a suponer dos condiciones, una de carácter estructural relacionada al trabajo y otra de carácter histórica relacionada al momento de crisis. Si se parte del planteamiento del pacto capital-trabajo de la posguerra que llevó a la que Castel denomina sociedad salarial, cuyos resultados se pueden concretar en la des-precarización temporal del trabajo, por los beneficios producidos por el arbitraje estatal en el campo laboral, se puede ahora señalar que se acude a la sociedad post-salarial donde los efectos de la misma son la re-precarización del trabajo. Es decir, si el capitalismo por sus condiciones inherentes de reproducción lleva a la precarización del trabajo, es innegable que cuando ese paréntesis del pacto señalado se agota, se regresa a las condiciones de largo plazo que es en sí la crisis del trabajo.

Este planteamiento es fundamental para explicar los momentos y formas de incorporación de las mujeres al mercado laboral, pues no serán las mismas condiciones en que ocurra si esta se efectúa en la sociedad salarial. En concordancia con los planteamientos de Hirata, se asume en esta ponencia que cuando la exigencia para la reproducción del capital es un trabajo más precario, tal como se presentó en los setentas, el trabajo de las mujeres se ajusta mejor a estas exigencias pues al no ser históricamente aun su definición como jefas de hogar, se está en posibilidad de aspirar a ingresos complementarios y ocupaciones a tiempo parcial y temporal.

Cuando las condiciones objetivas no le imponen a una mujer (al igual que a un hombre) la responsabilidad de ser el sustento de su hogar, esta está en posibilidad de presentar una mayor elasticidad en la exigencia del ingreso por producto del trabajo, así como de ocuparse una jornada completa o de obtener un trabajo estable. Estos últimos elementos relacionados al tiempo se sobreponen, además, a la necesidad de compatibilizar el trabajo denominado productivo con el

clásico trabajo derivado del patriarcado que se debe realizar en el espacio doméstico, esta una situación distinta a la que presenta el hombre.

En este sentido, se pueden reconocer tres principales condiciones históricas y estructurales que impulsaron a partir de los setentas una importante incorporación de las mujeres mercado laboral, y las formas de hacerlo. Primero, la necesidad del capital de obtener una fuente de trabajo más flexible a la etapa de re-precarización; segundo, la nueva exigencia en los hogares para obtener ingresos complementarios ante la merma en los salarios y condiciones laborales de los hombres jefes de hogar; y, tercero, el discurso liberal de los derechos a la igualdad entre los hombres y las mujeres en todos los ámbitos, que se convierte como un feminismo no crítico en andamiaje para la conformación de subjetividades proclives a la salida de las mujeres de su espacio clásico de reclusión: el doméstico.

Como se ha mencionado, esta interpretación no busca menoscabar el avance que las mujeres han tenido en su incorporación en diferentes ámbitos sociales, pero sí situar dicho proceso en un momento histórico capitalista donde el mismo resulta funcional en la resolución de una crisis del capital, por lo cual las formas de incorporación resultan propias de la sociedad de crisis del trabajo. Por tanto, las formas de trabajo en que se incorporan las mujeres son en esencia de carácter precario. Es decir, las desventajas de salario o condiciones que se puedan encontrar entre hombres y mujeres, no son por sí mismo solo derivadas de la diferencia de género en la sociedad patriarcal, sino re-conformadas a partir de la diferencia de género existente por las mismas exigencias del capital. Otra historia pudiera escribirse en otra sociedad histórica, pero esta es una sociedad de crisis.

Se pueden entender, entonces, los siguientes datos de desigualdad que ofrece la CEPAL (2013) para México en el espacio laboral:

5) y del dedicado al trabajo remunerado (Cuadro 6). Se rescata que en mayor proporción son las mujeres empleadas quienes desean dedicarle más tiempo al trabajo doméstico (42.9%) y menos al remunerado (35.8%). Como puede observarse, en el caso de aquellas que están en esta posición su carga horaria en el espacio laboral es la mayor de todas las combinaciones con 42.5 horas a la semana, así como su ingreso también es el mayor superando los 180 pesos diarios. Para el caso de las autoempleadas, solo en 27 de cada 100 se presenta esta orientación de desear más tiempo en el hogar, desde luego con las diferencias de carga de trabajo e ingreso. Ellas lo que requieren, mas bien, es más tiempo en el trabajo remunerado (24.2%). Como se recordará ellas se dedican a esta actividad 19.7% menos de tiempo que las empleadas, lo que puede indicar que esto no lo hacen por convicción, sino por las condiciones estructurales del espacio laboral. Véase que aquí ellas solo dedican 25.3 horas a la semana al trabajo remunerado con el menor ingreso de todos,

113.2 pesos diarios. Para ellas el autoempleo les facilita sus actividades domésticas, pero dado los bajos ingresos esperan dedicar más tiempo al trabajo productivo. Sin duda la doble presencia implica una complejidad que limita un equilibrio en la distribución del tiempo. Son las mujeres que no trabajan quienes muestran mayor conformidad con su ocupación doméstica (66.0%).


Cuadro 5. Percepción del tiempo dedicado a las actividades domésticas


Empleada Autoempleada


No trabajan


Frec.

Horas

Ingreso

Frec.

Horas

Ingreso

Frec.

Quisiera dedicarle

menos tiempo

10.1

38.4

176.7

15.1

33.5

114.0

14.7

Está bien el tiempo que

le dedico

47.0

39.9

175.2

57.9

31.4

120.6

66.0

Quisiera dedicarle más

tiempo

42.9

45.2

182.6

27.0

38.5

130.8

19.3

Fuente: elaboración propia con datos de la ENUT, 2014.

Cuadro 6. Percepción del tiempo dedicado a su trabajo remunerado

Empleada Autoempleada



Quisiera dedicarle menos tiempo

Está bien el tiempo que le dedico

Quisiera dedicarle más tiempo

Frec.

Horas

Ingreso

Frec.

Horas

Ingreso

35.8

49.6

186.7

17.2

48.8

137.0

57.2

38.9

177.1

58.7

33.1

124.8

7.0

32.3

149.7

24.2

25.3

113.2

Fuente: elaboración propia con datos de la ENUT, 2014.


Como resulta evidente, las mujeres autoempleadas viven en México bajo un régimen de doble presencia, objetiva y subjetivamente. Su incorporación al trabajo no merma el tiempo para sus actividades domésticas. La mujer que no trabaja en México dedica al hogar, de las actividades seleccionadas, 27.34 horas. La autoempleada dedica casi este mismo tiempo a ellas (26.22 horas) pero además dedica en promedio 38.80 horas a su trabajo productivo, en el cual desea trabajar además más por lo limitado de sus ingresos. Así que, el entrar al espacio laboral no representa una salida del trabajo de ser madre-esposa, ni lo reduce. Por el contrario, representa una doble carga de trabajo que merca el tiempo libre, y que ante las condiciones del mismo es necesario emplearse más en él.


Conclusiones

Como se afirmó en la introducción de esta ponencia: “ser mujer autoempleada en México, no garantiza el éxito como pregona el pensamiento del emprendimiento, por el contrario asegura una mayor carga de trabajo en condiciones precarias. La razón de ello, es que no basta la activación de la capacidad de agencia en las mujeres, porque en las circunstancias estructurales del capitalismo actual ello es asegurar solo ventajas al capital”. No se pretende con esta revisión menoscabar los esfuerzos y avances en el sentido de la participación de las mujeres en el espacio laboral, sino alertar las violencias imperantes en el autoempleo.

Cuando se promueven iniciativas para que la mujer se inserte al espacio laboral se deben tener presentes tres consideraciones para no reproducir la doble presencia ni la precariedad típica

del trabajo actual. Primero, el empleo pese a sus rigideces y precariedad garantiza estabilidad laboral y mayores ingresos que el autoempleo. Segundo, las estructuras del capitalismo y el patriarcado no se desvanecen por el hecho de reconocer una capacidad de agencia y emprender. Existen limitantes que deben tenerse siempre presentes. Tercero, el exceso de positividad tiene efectos nocivos en la actividad independiente que se inicia, y subjetivos en la percepción del nivel de felicidad del individuo. No basta tomar la iniciativa para hacer valer el derecho a la igualdad e independencia.


Bibliografía

CEPAL. 2013. Trabajo decente e igualdad de género. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo de las mujeres en América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL, FAO, ONU Mujeres, PNUD, OIT

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 2017. México: Cámara de diputados. García, Brígida y Pacheco, Edith. 2011. La participación económica en el censo de población

2010. Coyuntura económica, número 1, noviembre.

INEGI. 2016. Mujeres y hombres en México, 2016. México: INEGI – INMUJERES.

Torns, Teresa. 2001. La doble presencia: ¿una propuesta para lograr la conciliación? Jornada "Doble jornada-Doble Presencia" Pamplona, 17 de octubre de 2001.