Sustentabilidad y cambio climático frente al resguardo del maíz nativo. Reflexiones desde el género hacia la formación de masa crítica en el desarrollo de la Conciencia


Sustainability and climate change against the protection of native corn. Reflections from gender towards the formation of critical mass in the development of Consciousness


Ivonne Vizcarra Bordi1 y Tanya Marcela González Martínez2


Resumen: La presente ponencia tiene el propósito de despertar la curiosidad en la formación de esa masa crítica, necesaria para promover una reflexión sobre la necesidad de repensar la sustentabilidad y el cambio climático desde la Conciencia femenina, lograda a través de tres etapas paulatinas y consecutivas de formación de masa crítica: subsistencia, colectividad, y empoderamiento), a la que podemos añadir una cuarta etapa, la trascendental, concebida como la Conciencia aspirada para toda la sociedad mexicana.


Abstract: This paper is intended to awaken curiosity in the formation of this critical mass, necessary to promote reflection on the need to rethink sustainability and climate change from the female consciousness, achieved through three gradual and consecutive stages of training of critical mass: subsistence, collectivity, and empowerment), to which we can add a fourth stage, the transcendental one, conceived as the Consciousness aspired for the entire Mexican society.


Palabras clave: Género; Cambio Climático, Maíz; Masa Crítica; Conciencia


Introducción

Frente a las amenazas latentes que ponen en riesgo los medios de subsistencia de millones de hogares campesinos e indígenas en México y con ello la vulnerabilidad de debilitar el sentido de pertenencia para seguir existiendo, se han pronunciado al menos dos lados que constantemente someten a las poblaciones locales en tensiones sociales e individuales. Por un lado, la milpa y la producción de maíz nativo (y sus 56 razas y más de 350 variedades) son, en la actualidad, eje de



1 Doctora en Antropología. Disciplina: Antropología social. Institución de Adscripción: Universidad Autónoma del Estado de México. Líneas de Investigación: Género, desarrollo rural, seguridad alimentaria y medio ambiente. E- mail: ivbordi@hotmail.com

2 Maestra en Ecología Aplicada. Disciplina: Educación ambiental. Institución de Adscripción: UNAM. Líneas de investigación, Saluda y educación ambiental. E-mail: tanyamgm@ciencias.unam.mx

debate sobre sus posibilidades o limitaciones de conservar el maíz nativo frente a las amenazas del imperante cambio climático y sobretodo del sistema global agroalimentario, capitalista y neoliberal que está dañando la salud ambiental de amplios agro-ecosistemas con los que interactúa la milpa: y por otro lado, es reconocido que dentro del sistema milpa no se tiene una relación solidaria entre hombres y mujeres, ni entre clases, ni edades, debido a que, por razones de violencia estructural, las mujeres rurales, indígenas y jornaleras, sufren las desventajas en esas relaciones por demás patriarcales (sin derechos). Ello no quiere decir que, desde esas tensiones y desventajas, las mujeres queden desprovistas de procesos de desarrollo de Conciencia, por lo contrario, aquí se sugiere que es a partir de esos procesos de lucha en la exclusión y en las desventajas, que se pueden rescatar sus experiencias femeninas para construir una masa crítica.


Crisis de conciencias

Estudiar la conciencia humana ha estado en manos de la filosofía, la psicología, de la antropología y la sociología cognitivas, pero también de la física, las matemáticas y de la biología, en cada una de ellas se ha teorizado excluyéndose una de otras, y han privilegiado entender más a la mente, el pensamiento y el lenguaje, que a la misma conciencia. Darse cuenta, percatarse de, sentir, asimilar, juzgar, reflexionar, discernir entre otras podrían ser considerado como cualidades de la conciencia, pero ¿qué es en sí la conciencia?. A pesar de que cognitivistas, neurofisiologistas y recientemente los simuladores de mentes (inteligencia artificial) han desarrollado modelos complejos para tratar de comprender la conciencia, ésta, aún sigue siendo la “Gran Pregunta” de las ciencias (Álvarez-Munarriz, 2005; Arroyo-Pérez, 2016). Por lo menos sabemos que el tiempo, el espacio, la relatividad, el libre albedrío, el pasado, el presente, el futuro, la intuición, las emociones, la racionalidad, la experiencia vivida y la idea implantada, la objetividad, la subjetividad y la intersubjetividad, inclusive la lógica y el caos, todas estas categorías juegan un papel importante en la conciencia. Por ello para comprenderla debemos disponer de un acercamiento transdisciplinario. Es decir, ir más allá de las disciplinas, sin que éstas y sus relaciones entre éstas, desaparezcan pues al fin y al cabo siguen generando conocimientos valiosos para trascender como Humanidad.

En su manifiesto de la transdisciplinariedad, Nicolescu (1996) presume que la feminización social ha dado el paso hacia la apertura de otros niveles de percepción. Es la época

de la Historia que llama la “muerte del hombre”, para dar paso a otra Historia; el de la humanidad des-universalizada, sin pretensiones de sujetar a los objetos. Es decir, una humanidad sin masculinidad, no mercantilista ni tecnocientista, sin jerarquizaciones, ni opresiones (Vizcarra y Rubio, 2017). Donde el atributo más preciado de este nuevo surgimiento es la afectividad y su conocimiento que designa la feminidad de este mundo.

¿Cómo evitar esa seducción, si existen tantas formas de injusticia que aún no se resuelven en este plano de la realidad?

Ciertamente no nos habíamos dado cuenta en el sentido de ser conscientes, sino hasta hace poco que la Tierra sube su temperatura, provocando calentamiento global; que nuestros modos de producir y consumir con tendencias al confort globalizado, son las principales causantes del cambio climático, porque producen desequilibrio entre la emisiones de gases efecto invernadero y la captura de CO2; y que los Egos monopólicos que controlan los sistemas financieros, biotecnológicos (salud y agroalimentarios), políticos y correctamente políticos (democracia, militares, inter y multiculturalidad, equidad de género, sustentabilidad, etc.), son los que mantienen las mayores desigualdades sociales. Aunque si sospechábamos que atrás de toda guerra hay intereses de poder que mantienen una relación de sometimiento para que las sociedades no se den cuenta de ello.

En las últimas tres décadas convergen las preocupaciones mundiales por lograr un mundo sustentable, sin hambre, con equidad de género e inclusión social y hacer frente a los retos del Cambio Climático. Si bien desde varios posicionamientos políticos, sociales y científicos hacen llamado a una suerte de generar Conciencia Social para dar soluciones a cada uno de los problemas derivados de estos fenómenos, presenciamos un proceso acelerado de homogenización para mantener vivo el concepto de desarrollo, donde todo se incluye y se excluye a la vez (Murillo, 2004). En palabras de Esteba, se trata de un euforismo más para disimular el desastre cotidiano y mundial (Esteva,1997/Citado por Murillo, 2000:419-420). Hoy podemos hablar sin temor a la crítica de las ciencias sociales que las amenazas a la vida de los seres que habitan el planeta, humanos y no humanos, y los grandes cambios de los elementos físicos y naturales que alimentan su existencia, se derivan en realidad de crisis de conciencias.

No cabe duda que existe poca literatura que reposiciona las posturas venidas desde los y las sujetos de los pueblos originarios (indígenas) como eje importante de productores de

conciencia (Galván, et al., 2016; Serrat, 2008; Tibán, 2004). Pero es mucho más raro encontrar reflexiones que reparan en cómo estas y otras experiencias pueden potencialmente rescatarse para el desarrollo de la Conciencia que promueva un cambio social que asegure nuevas relaciones de género, de producción y con la naturaleza para hacer frente al cambio Clomático.

Dentro de esa gran diversidad de sistemas locales reproducidos por pueblos indígenas, se encuentra la milpa en México, considerada como un sistema sustentable por su manejo agroecológico1. En su acervo agrobiodiverso se encuentra el maíz nativo (Zea maize) como la principal fuente de alimentos para millones de personas en México, la mayoría campesinos e indígenas que sostienen la milpa no sólo porque implica producir maíz y sus cultivos asociados para autoconsumo (seguridad alimentaria), sino porque han establecido una relación de respeto y convivio con la tierra, las plantas, el maíz, los animales, el agua, el bosque, la selva, el llano, el sol, la luna, el cosmos, y con muchos más etcéteras que conforman la Cultura de Maíz .

No obstante, este sentido de pertenencia y de zona de refugio para seguir existiendo tiene dos lados que constantemente someten ese convivio a tensiones sociales e individuales. Por un lado, la milpa y la producción de maíz nativo (y sus 56 razas y más de 350 variedades) son, en la actualidad, eje de debate sobre sus posibilidades o limitaciones de conservar la agrobiodiversidad (del maíz) frente a las amenazas del imperante cambio climático y sobretodo del sistema global agroalimentario, capitalista y neoliberal que está dañando la salud ambiental2 de amplios agro- ecosistemas (Horrigan et al., 2002) con los que interactúa la milpa (De Frece y Nigel, 2008); y por otro lado, es reconocido que dentro del sistema milpa no se tiene una relación solidaria entre hombres y mujeres, ni entre clases, ni edades, debido a que, por razones de violencia estructural3, las mujeres rurales, indígenas y jornaleras, sufren las desventajas en esas relaciones por demás patriarcales (sin derechos) (Vizcarra y Ramírez, 2010). Ello no quiere decir que, desde esas tensiones y desventajas, las mujeres queden desprovistas de procesos de desarrollo de Conciencia, por lo contrario, aquí se sugiere que es a partir de esos procesos de lucha en la exclusión y en las desventajas, que se pueden rescatar sus experiencias femeninas para construir una masa crítica.

La presente ponencia tiene el propósito de despertar la curiosidad en la formación de esa masa crítica, necesaria para promover una reflexión sobre la necesidad de repensar la sustentabilidad desde la Conciencia femenina, lograda a través de tres etapas paulatinas y

consecutivas de formación de masa crítica: subsistencia, colectividad, y empoderamiento (Vizcarra et al., 2015), a la que podemos añadir una cuarta etapa, la trascendental, concebida como la Conciencia aspirada, propuesta por Vigil (2011).


Etapas de formación de masa crítica hacia la Conciencia

Se entiende por masa crítica la cantidad última requerida de elementos obtenidos de experiencias colectivas e individuales, cuya agregación al resto que ya se había reunido, es suficiente para impulsar el cambio a la siguiente fase o etapa del desarrollo para lograr, en este caso, la Conciencia que cambiará el estado actual de la Humanidad, la que se presume en crisis de conciencias. Son tres etapas las que hasta ahora se han conceptualizado para desarrollar la masa crítica (véase Vizcarra et al., 2015: 59-63):

La primera o de Subsistencia, se refiere a la ausencia de masa crítica por estar en una etapa de pre-Conciencia o a una etapa de confusión, donde el o la Sujeto (S) no emerge del Objeto (O). El o la sujeto no se da cuenta de la realidad y vive a través de instintos, conductas reactivas y confusas, impulsos primarios y es fácil de controlar por otros Sujetos. Es potencialmente Sujeto, pues éste-a sólo se define como tal cuando se da cuenta de la realidad (es decir, el Objeto, O) y la puede nombrar.

En la segunda etapa, llamada Colectividad, surge el o la sujeto que transformará la experiencia en el inicio de la formación de la masa crítica. Sale del Objeto y establece una relación con la realidad (O); sin embargo, ésta es dominante y sujeta la relación de S. Este tipo de relaciones se establecen a través de las emociones, es observador-a, aprende, imita, replica, respeta, conserva tradiciones y se subordina al Objeto con obediencia para estar dentro de una colectividad.

Para pasar a una tercera etapa, de carácter Individual, se requiere que se instale el conocimiento que S va adquiriendo en su experiencia para dominar a O. Es la conformación de la masa crítica esperada a través de una Conciencia Individual, basada en experiencias personales pero que las comparte colectivamente. Puede decirse que el razonamiento analítico es guiado por el intelecto, el cientifismo, la propia iniciativa y el empoderamiento, y crea mecanismos de control para dominar a la realidad y a otros sujetos con menores o igual nivel de Conciencia. Los egos caracterizan a esta etapa.

Ahora bien, se considera que una vez alcanzado la masa crítica se desarrolla la Conciencia Plena, la cual puede ser considerada como la etapa en la que culmina este proceso. En ese tenor, y una vez superados los egos, esta Conciencia se define como la fuerza del servicio del cuidado con Amor, la compasión, la empatía, la justicia y la igualdad llegan al posicionamiento del desapego entre S y O, se eleva la Conciencia a un nivel de trascendencia donde otra realidad es posible, pues es el fin de las relaciones de dominación. Esa es la cuarta etapa, la de la Conciencia del Cambio Social Trascendental. En el contexto de la cultura del maíz nativo, hemos definido, en síntesis, Objeto y Sujeto de la siguiente manera:

La Relación que se establece entre S y O, es la experiencia de vida, la acción de darse cuenta de la realidad. Por consiguiente; Conciencia plena es la relación entre Sujeto y Objeto sin relaciones de poder uno sobre el otro (S-O).


Etapas de construcción de masa crítica femenina en relación con su experiencia con la Cultura de Maíz

Primera etapa: Subsistencia. Esta etapa refiere a la Pre-conciencia o a un estado de confusión, pues el o la sujeto aún no se define como tal, ya que aún no se da cuenta de la realidad y vive a través de los instintos. En esta etapa se elabora un marco potencial para que emerja el o la sujeto. Por ejemplo, la realidad del cambio climático inició sin que los sujetos pudieran distinguirlo ni nombrarlo. Se definieron sujetos, cuando fue posible nombrar el fenómeno, aunque no se entienda porqué existe y por lo tanto seguimos contribuyendo con nuestros modos de vida al fenómeno global.

Las mujeres que se encuentran en esta etapa aún no se dan cuenta de la cultura del maíz porque nacieron en ella y no pueden identificarla ni nombrarla. Son “las otras” invisibilidades en distintos procesos y escenarios: en políticas públicas, en estudios científicos y en los propios

sistemas de producción. Desde la lógica de la dominación, la otredad resulta lo oprimido. Son mujeres a las que hemos relacionado mucho, etnográficamente, con sistemas de subsistencia. Viven excluidas por los hombres, donde no se les permite hablar en asambleas comunitarias, ni tomar decisiones importantes que afectan sus vidas y las de la comunidad; las discriminan de ciertas actividades y puestos de representación, no eligen con quién casarse, ni cuántos hijos tener, las intercambian fácilmente, y las restringen a los recursos y medios para subsistir. Por lo general sufren violencia estructural, cultural, patrimonial simbólica y de género, sin saberlo, porque su condición de mujer pobre e indígena está ampliamente naturalizada. Desde que nacen se les asignan roles femeninos idealizados para cada pueblo indígena y/o campesino. Pueden también, por la misma razón, encontrarse dentro de un rol que se repite como una condición sine qua non por ser mujer asociada con la capacidad de desarrollar la maternidad: nos referimos al cuidado. Ellas son las responsables directas de todo lo que concierne a la crianza infantil, muchas veces del cuidado de los animales que interactúan en el sistema de producción, de la milpa, del jardín, del huerto. Cuidan también del maíz que se cultiva o se intercambia, preparado como parte del alimento de base para su hogar (que, en muchas ocasiones, resulta ser el único alimento del día); por ello cuidan de la milpa replicando relaciones comunitarias para que éste no falte.

Pese al cuidado por asignación que ponen en la alimentación de los miembros de la familia, ellas suelen sufrir de desnutrición, y frecuentemente presentan enfermedades crónicas degenerativas, infecciosas y/o de obstrucción pulmonar (causada por los humos de fogones de leña con los que cocinan). Cuando su salud y la de su familia se ven coaccionadas, es cuando podemos decir que comienza el procesos de darse cuenta. En este sentido, el sufrimiento por enfermedad o muerte en las condiciones de subsistencia en las que viven las mujeres, se convierte en el último elemento necesario para formar la primera masa crítica necesaria para pasar a una etapa de Conciencia colectiva.

Segunda Etapa: Colectividades. En la segunda etapa surge el o la sujeto, cuando establece una relación con la realidad, con el objeto. Por lo general son relaciones subjetivas ya que provienen del pensamiento de se (estado mental de introspección). Debido a que es el inicio de relaciones, la realidad o el objeto es enorme e incomprensible en su totalidad. Porque la realidad es mayor a la comprensión del sujeto, se crea un campo amplio para que las relaciones de dominación que provienen de ese objeto (real) tengan un mandato eficiente.

En esta etapa, las narrativas de dominio se instauran para seguir sometiendo la relación, por lo que se desarrolla una Conciencia Colectiva para poder socializar y legitimar esas relaciones de dominio que impone la realidad o el objeto. Son relaciones que se establecen a través de las emociones, donde el miedo cobra eficiencia para que los sujetos se queden en esa etapa. Retomando el ejemplo del cambio climático, las y los sujetos en esta etapa de conciencia, si bien ya nombran el cambio climático y lo relacionan con la incertidumbre de los fenómenos naturales, aceptan como verdades narrativas: el fatalismo, conformismo y pesimismo. Seguirán por lo general haciendo lo mismo esperando que el tiempo resuelva los problemas o “el mundo se acabe”.

Las mujeres ya se dieron cuenta de que pertenecen a la Cultura de Maíz, aunque ésta les queda enorme pues constituye todas las dimensiones de su vida y le da sentido de pertenencia e identidad a la comunidad a la que se adscriben. El cuidado va más allá de criar y alimentar por asignación, donde el maíz cobra importancias por estar directamente relacionado con la subsistencia, les provee un significado más amplio que el de manutención, abarca un sentido de continuidad. La experiencia las ha hecho observadoras, pero también emotivas. Por lo general sus experiencias son compartidas con otras mujeres que han pasado de igual manera por el mismo proceso, desarrollando así compasión. Pero, si bien el aprendizaje forma parte de este proceso colectivo, aún no pueden desprenderse del sometimiento que las sostiene la comunidad en la que viven. Son las que custodian la cultura en torno al maíz (en su ritualidad y en la cotidianidad), pero en una relación de dominadas. Se dan cuenta de la sumisión, pero no tienen elementos suficientes para salir de una relación de discriminación, exclusión y explotación, de hecho, ni se dan cuenta de ese otro objeto que las somete a desigualdades sociales.

Las emociones regulan las subjetividades en esta etapa. Tienen miedo de expresarse diferentes, de reclamar injusticia y de adquirir poderes. El miedo las domina a pesar de que se dan cuenta de todo ello, y prefieren vivir en un pacto colectivo femenino (consensuado en silencio), replicando el rol del cuidado, pero con el inicio de la compasión. La sumisión- obediencia puede deberse a la eficacia de los mecanismos de control que las dominan además del miedo, como pueden ser las religiones y las políticas de desarrollo social. Así, se perciben devotas y fieles, replican enseñanzas ajenas a la cultura indígena del maíz que inclusive sincretizan con naturalidad en sus prácticas cotidianas, tal como ocurre con la incorporación de

elementos que definen el modo de vida urbano, moderno e industrializado. En esa (con)fusión, defienden el patriarcado colonizador que caracteriza esta etapa de la Conciencia, donde el maíz se venera como un regalo de Dios (es decir, es sagrado) y creen fielmente que su mandato se traduce en castigo o permisión para obtener o no el grano, cosecha tras cosecha, según haya sido el comportamiento terrenal (según los cánones androcéntricos).

En otro escenario o conjugando el anterior, las políticas sociales de combate a la pobreza, las somete a una mirada institucional clientelar. Si no obedecen el contrato forzado, serán exhibidas en mecanismos perversos de control gubernamental. El miedo de perder apoyos las obliga a obedecer el mandato y reproducen ellas mismas los discursos de necesidad y pobreza para merecerse los apoyos. En este sentido, el conocimiento que se produce de ellas es objetivizado y falsamente visibilizado: son identificadas como población-objetivo y beneficiarias de programas o, en el mejor de los casos, como custodias de la biodiversidad del maíz (Vizcarra et al., 2013). Ambas externalidades van conformando una suma de experiencias con otros Objetos (realidades) de carácter individual y colectivo a la vez. Por ejemplo, algunas mujeres con mayores años de escolaridad y/o que van incursionando en el mercado laboral de las ciudades, atraen más elementos a la experiencia de vida para agregarlos a los ya acumulados por el proceso de asimilación de la Cultura de Maíz. Aunque en este periodo sus mentes están aún en la etapa de observación y aprendizaje a través de la repetición en la cotidianidad actuada, el elemento último esperado para consolidar la masa crítica que permita pasar a otro nivel de Conciencia vendrá no sólo cuando noten que son objetivizadas por esas externalidades, sino también cuando vean amenazadas sus responsabilidades del cuidado de la familia, de su milpa y de su entorno ambiental y comunitario por factores que ellas no pueden controlar desde esa relación de subordinación.

Tercera etapa, individual versus empoderamiento. Para pasar a una tercera etapa se requiere que se instale el conocimiento que el o la sujeto vaya adquiriendo sobre la realidad del cual estableció una relación en la etapa anterior. Son atribuciones que en el ejercicio de se (explícito), elabora marcos interpretativos para dominar la relación con la realidad o el objeto. Es una Conciencia Individual, basada en experiencias personales pero que las comparte colectivamente con otros(as) sujetos en ese mismo nivel de conciencia. Puede decirse que el razonamiento analítico y de dominio del sujeto hacia los objetos (realidades), da lugar a que los

Egos (yo se, yo deseo, yo tengo, yo soy, yo quiero, yo necesito; etc.) se instalen como una característica intrínseca de esta etapa, formando un placer al dominar el conocimiento sobre el objeto o la realidad.

En este estado de conciencia se crean los mecanismos de control y de poder para mantener el orden de la dominación a quienes se encuentran en las etapas de conciencia anteriores. Pero también se crean mecanismos de promoción de un cambio de realidad. Coexisten, pero no siempre se identifican los dos tipos de sujetos en conciencia individual. Así, las ciencias dominan los conocimientos sobre el cambio climático y no aceptan otro tipo de explicaciones, si éstos no provienen de un método científico. Aunque su lenguaje tecnocientífico sea descifrado para tomar acciones políticas, la mayoría de los y las sujetos de etapas anteriores, quedan excluidos de este conocimiento (Vizcarra et al., 2013b). Por otro lado, otros(as) sujetos de conocimiento se sirven de los estudios para promover acciones de sensibilización para formar una más crítica de cambio (Vizcarra y Rubio, 2017; Rincón et al., 2017).

En la Conciencia individual, predomina una mente analítica, guiada por la razón y el intelecto, el cientificismo, y la iniciativa propia. Se caracteriza por el proceso de empoderamiento y crea mecanismos de control para dominar a la realidad y a otros sujetos con menores o igual nivel de conciencia. Las mujeres indígenas y campesinas que pertenecen a estas comunidades se convierten en Sujetos que dominan la relación al Objeto-Cultura de Maíz a través del proceso del empoderamiento, obtenido de la mente observadora de la etapa anterior. Gracias a ello, en esta etapa pueden desarrollar una mente analítica, que las convierte también en activistas, al luchar desde lo individual a lo grupal y a niveles más amplios de movimientos sociales de resistencia (en términos de lucha). Son autoreflexivas y emplean su intelecto para criticar y autocriticarse. Son aquellas mujeres que se han atrevido a romper el orden social comandado por el grupo o comunidad a la que pertenecen. Se han instruido o tienen liderazgos aprendidos en relación a otros objetos como la educación, el trabajo remunerado, la migración y la asociación con otras mujeres. Conocen sus derechos, pueden hablar frente a las demás mujeres, ante los hombres y ante las autoridades de la comunidad, e inclusive son las que aprenden rápido a moverse en las esferas públicas para obtener lo que quieren o piensan que es justo. Adquieren capacidades que las somete al escrutinio de los hombres y de otras mujeres, lo que puede separarlas de la comunidad que se encuentra en un nivel de Conciencia menor, pero, al

final de cuentas, en muchas ocasiones son estas mujeres las que se convierten en el último elemento requerido para crear la masa crítica necesaria para que otras mujeres (y a veces la comunidad entera) defiendan la igualdad de género. Ello es una condición sin la cual no defenderían el maíz, ni su territorio, la naturaleza asociada, ni la promoción de su pueblo libre de costumbres que someten a las mujeres en relaciones de poder y de violencia contra ellas. Por dar este gran paso, ellas pueden ser mal vistas por el pueblo indígena, pues frecuentemente éste se siente amenazado en su identidad.

A través del conocimiento, aquellas-os empoderadas-os se dan cuenta de los perjuicios de verter agrotóxicos en la tierra, de la deforestación y de las malas prácticas de higiene y alimentación, del deterioro per se y, en consecuencia, de la disminución de salud (propia y del ambiente). Ellas expresan la nostalgia de la milpa “sustentable” y sus beneficios de distinta manera y emplean poderes que consideran razonables, para tratar de convencer a otros y otras de sanar su entorno ambiental y personal. Se adueñan de sus cuerpos y de los discursos, delegan responsabilidades femeninas y adquieren otras masculinas, impulsan acciones que desafían las costumbres y elaboran marcos analíticos para recuperar la salud ambiental que amenaza la Cultura de Maíz. El proceso de legitimación de esos cambios es relativamente rápido cuando se defiende al maíz frente a las amenazas eminentes que provienen de ámbitos tan agresivos y perversos como la introducción de los maíces transgénicos. Su nivel analítico les permite emplear herramientas tradicionales (vestimenta, lengua y cocina) para defenderlo, pero al mismo tiempo el ego de YO soy, tengo, necesito, quiero, deseo, las separa de la esfera espiritual, por lo que éste puede ser el elemento requerido para alcanzar la masa crítica necesaria que desencadene reacciones sociales, que a su vez les permitan elevarse al nivel más alto de Conciencia, hacia la Plenitud.

Cabe mencionar que no existe forma de llegar al culmino para provocar dicho desencadenamiento sin haber pasado una etapa tras otra, pues es imposible tener una suma positiva de experiencias saltándoselas. Por eso, las etapas son continuas y acumulativas, de tal manera que una vez logrando pasar a la siguiente fase, es imposible que se de macha atrás a lo aprendido.

Conciencia femenina para repensar la sustentabilidad para hacer frente al Cambio Climático

A la Conciencia Plena, Trascendental o Espiritual, le corresponde la Conciencia Total de las mitologías ancestrales prehispánicas y mesoamericana que sostienen al Cultura de Maíz, con un especial énfasis en el No sufrimiento proveniente de la naturaleza y del inframundo, dual: mitad femenino y mitad masculino, día y noche, lluvia y secas, frío y calor. Ahí donde S-O se consolidan en la Unidad, de tal forma que desaparece cualquier relación entre ambos, en un acto de desapego, porque ya no se requiere que se dominen entre si y por ende, los egos son superados y los binarismos unificados.

Para llegar a este nivel de Conciencia, las mujeres tendrían que haber pasado todas las etapas que le anteceden. Desde ese punto de vista la edad podría, por ejemplo, ser un factor que condicione el paso por las etapas; sin embargo, el camino se traza diferentemente para cada mujer. Dependiendo de los contextos y las formas de relacionarse con otros Objetos fuera de la Cultura de Maíz o de éste mismo pero que constituyen Objetos menores, las mujeres llegan a desarrollar Conciencia sobre la transformación de su condición. Por ejemplo, cuando no sólo han sustituido la molienda en metate por molinos mecánicos y eléctricos, ni tan sólo porque han sujetado a otras mujeres de niveles de Conciencia menor al de ellas para que muelan el nixcómil, sino porque las condiciones de igualdad de género –por las que ella luchó–, ahora forman parte de su ser interior, es decir, se ha dado cuenta de que la molienda no es fuente de desigualdad de género, sino las formas subjetivas de relacionarse con ella. Ellas, al igual que las mujeres en que han formado masa crítica individualmente, juegan un papel importante como último elemento –y tal vez precioso– o como contacto en S-O para la formación de masa crítica. Escuchar sus consejos, asimilarlos y agregarlos a las experiencias existentes, resulta ser un modelo que impulsa la transformación de las personas (S) y el cambio de toda una colectividad a la etapa subsiguiente. La mujeres indígenas y campesinas comandadas ahora por la sabiduría de la Conciencia y ya no por la Cultura de Maíz, no se distinguen entre otras, precisamente porque la humildad y el amor espiritual son sus mayores atributos. Su mente maneja la multidimensionalidad y expresan una sensibilidad elevada ante los seres humanos y los no humanos. Debido a ello, tienen una gran responsabilidad ante la evolución de los que tienen atrás. Su capacidad humana responde con compasión ante el dolor y el sufrimiento de otros, ante el advenimiento de un nuevo hijo o hija, ante las calamidades naturales y la violencia que sufren los

seres humanos. Sabe que la experiencia no aprendida es fracaso, por eso comprenden con el amor incondicional que las experiencias son requeridas para el proceso de la emancipación del objeto y la evolución de la Conciencia Plena.

Es posible repensar la sustentabilidad de cualquier sociedad a través de la formación de masa crítica surgida de las experiencias de las mujeres en sus relaciones de género-ambiente con la Cultura de Maíz. Así, el desarrollo de Conciencia tendrá una misión filosófica con una racionalidad que convenga a toda la humanidad y a la vida no humana del planeta ante el eminente Cambio Climático. La Conciencia femenina en este nivel puede ser el principio de la postulación de un nuevo paradigma de Cambio Social, con énfasis Trascendental en las nuevas formas de la convivencia humana y con el ambiente. Se trata de comprender cómo se ha formado la masa crítica con base en las experiencias adquiridas en la asignación de género sobre el cuidado, para entonces extender el cuidado humano aprehendido en ese trayecto, a la naturaleza no humana pero viva (Vizcarra y Rincón, 2014). En este contexto, el cúmulo de experiencias son inherentemente imprescindibles para reconocer la compasión como elemento esencial para establecer nuevas relaciones que armonicen la diversidad y la complejidad de las necesidades humanas que se encuentran en etapas inferiores al desarrollo de la Conciencia Plena, Transcendental. Las y los Sujetos en Conciencia comprenden a las otras y los otros que vienen en el camino, porque ellas y ellos ya lo han experimentado en su trayecto a la liberación de su relación con el Objeto. La compasión aparece así, no como cohesión social, sino más allá de ello, e inclusive de la empatía; es la expresión del Amor que nos hace más sensibles y más humanos frente a las dificultades y los problemas de los demás y del planeta.


Algunas Consideraciones

El reto para los estudios interdisciplinarios sobre sustentabilidad ambiental y Cambio Climático para asegurar un futuro a la humanidad (sin hambre) no es sólo incluir la perspectiva de género como una cuestión de agenda institucionalizada, sino considerar que las relaciones de género, naturaleza, salud ambiental y culturas indígenas, no pueden entenderse al desplazar la importancia de la espiritualidad en el cuidado en su comprensión de totalidad (cuerpo, naturaleza, alma, mente), ni de la compasión que se genera a través de esas experiencias. Precisamente, dadas estas experiencias, la masa crítica femenina formada a través de la vida de las mujeres

indígenas, campesinas o rurales –quienes pasan mayor tiempo en el campo por diversos fenómenos de la feminización del campo en México (véase Vizcarra, 2014)–, pueden proporcionar reflexiones valiosas no sólo a nivel local sobre la importancia de conservar la agrobiodiversidad en la Cultura de Maíz, sino, sobretodo, en la elaboración de marcos teóricos con nuevos paradigmas sobre el devenir de la humanidad y del planeta.


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Notas


1 La milpa es un sistema complejo de policultivo en el que las mujeres y los hombres del campo asocian el maíz con el frijol (u otras leguminosas, que aportan al suelo abundantes cantidades de nitrógeno requerido por el maíz en su crecimiento), la calabaza, el chile, el tomate y, en zonas cálidas, diversos tubérculos. En ese espacio también cultivan plantas aromáticas, medicinales y ornamentales, algunas con propiedades repelentes de insectos plaga, y auspician una gran diversidad de quelites silvestres. Se han registrado hasta sesenta plantas útiles en una sola milpa, las cuales impiden el crecimiento de malezas, especialmente la calabaza, que con sus anchas hojas ayuda, además, a conservar la humedad del suelo. Otros rotan los cultivos según las necesidades de descanso y fertilidad del suelo. Existen tantas modalidades de milpas como culturas locales se definan (Marielle et al., 2012).


2 La Organización Mundial de la Salud (OMS) relaciona el mantenimiento de la salud con todos los factores físicos, químicos y biológicos externos de una persona (es decir, los factores ambientales) que podrían incidir en la salud humana y que, por tanto, es importante considerar en la prevención de enfermedades y en la creación de ambientes propicios para la salud (OMS, 2017). Habría que considerar también que los efectos del modo de vida de las poblaciones humanas y la forma de uso y explotación de los recursos naturales tiene un impacto directo sobre la salud del ecosistema y, por tanto, termina incidiendo en esos factores ambientales que favorecen o no el mantenimiento de la salud.

3 La violencia estructural implica la consideración de ciertos mecanismos de ejercicio del poder como causantes de procesos excluyentes en los que les son privadas de una u otra manera las necesidades humanas básicas a las personas. Implica también reconocer que la pobreza, las desigualdades y la injusticia social no se producen únicamente por relaciones económicas, sino también a partir de la utilización de diversas formas de opresión política como la discriminación institucional o la legislación excluyente de ciertos grupos sociales, entre otras (La Parra y Tortosa, 2003).