Trayectorias de la dependencia en personas adultas mayores: diferencias entre contextos rurales y urbanos


Dependency trajectories in elderly: differences between rural and urban contexts


Blanca Mirthala Tamez Valdez1


Resumen: Se presenta un análisis de la trayectoria seguida por el desarrollo de dependencia en sus diversos tipos: económica, emocional, instrumental, avanzada y funcional; comparando a los grupos por cohortes, contextos de residencia (rural-urbano) y sexo, con el fin de señalar las diferencias en la manera de envejecer y condiciones enfrentadas por las personas adultas mayores. Para ello retoma los principales resultados de la fase cuantitativa de un estudio realizado en contextos rurales y urbanos del estado de Nuevo León, con una muestra estratificada de 700 personas con 65 y más años de edad de ambos sexos que enfrentan dependencia.


Abstract: The document present an analysis of the trajectory followed by the different types of dependency's development: economical , emotional, instrumental, advanced and functional; this is possible by comparing the groups in cohorts, living environments (rural-urban) and gender, in order to point out the differences in the way of ageing and the conditions faced by older adults. These conclusions were obtained it recapture the main results of the quantitative phase of a study conducted in rural and urban environments in the state of Nuevo Leon, with a stratified sample of 700 people aged 65 and over of both genders facing dependency.


Palabras clave: envejecimiento; dependencia; cohortes; contextos residenciales


Introducción

El envejecimiento poblacional en México es un fenómeno social de reciente data, mismo que constituye el resultado de la política social implementada en nuestro país durante las últimas décadas, especialmente en la mejora de servicios de salud y en la urbanización lograda en parte del territorio nacional. Las personas adultas mayores se han incrementado tanto en números absolutos como porcentuales durante las últimas décadas, de acuerdo con las fuentes oficiales


1 Doctora en Trabajo Social y Políticas comparadas de Bienestar Social, Trabajadora social, profesora-investigadora de tiempo completo titular A en la Universidad Autónoma de Nuevo León, líneas de investigación: envejecimiento, familia y política social. Correo electrónico: blancamtamez@hotmail.es

(CONAPO, 2011; INEGI, 2010). Sin embargo, será en los próximos años que se presentará un crecimiento vertiginoso de la población con 65 y más años de edad, en la que sobresaldrá el incremento proporcional de las personas con 75 y más años (Castillo y Vela, 2005; CONAPO, 2011); constituyendo una situación sin precedentes en la nación, cuyas implicaciones deberán ser atendidas desde todos los ámbitos de la sociedad, tanto por las instituciones públicas como privadas.

Existen claras diferencias entre las regiones y entidades del país en torno a dicho fenómeno, puesto que la transición demográfica que antecede al mismo, muestra un proceso diferencial, en el cual sobresalen la Ciudad de México, Veracruz, Zacatecas, Nayarit, Morelos, Hidalgo, San Luis Potosí, el estado de México y Nuevo León, mismos que presentarán más del 18% de su población global envejecida para el 2030; a diferencia de Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Colima y Chiapas, los cuales estarán por debajo del 15% en dicha situación (CONAPO, 2011).

Uno de los indicadores clave en el envejecimiento poblacional está conformado por el incremento paulatino de la esperanza de vida, para el caso de las personas adultas mayores, ésta ha subido notoriamente, en el caso de las mujeres de 65 años subió de 14.8 años en 1970 a 18.3 en 2010 y se estima que sea de 19.6 al 2050, para los hombres se incrementó de 14.1 años en1970 a 16.8 en 2010 y se espera llegue a 17.9 en 2050; lo cual muestra un aumento sostenido en los años que las personas adultas mayores viven en las últimas décadas (CONAPO, 2011). No obstante, esto no significa que los mismos sean vividos de manera digna, especialmente con salud y funcionalidad, lo cual se revisa a partir de otros indicadores.

De esa manera y dentro del marco del envejecimiento, se ha venido analizando la situación enfrentada por este grupo etario, en la que resalta el incremento de necesidades de atención por este grupo etario. Por ello, se torna relevante el análisis del desarrollo de dependencia durante la vejez, mismo que constituye un fenómeno social de gran impacto social y familiar, en tanto afecta la vida social y familiar de la persona adulta mayor, además de tener efectos evidentes en su contexto familiar y comunitario, con repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad. Por lo general, este fenómeno no ha sido abordado en su aspecto social, enfocándose en aspectos demográficos, así como económicos y de salud.

El presente trabajo aborda el estudio de la dependencia desde un enfoque social,

retomando para ello el enfoque teórico-metodológico de curso de vida, mismo que permite adentrarse en el análisis de la diversidad de situaciones enfrentadas por las personas adultas mayores, cuyo desarrollo de dependencia difiere tanto en función del género, así como del contexto de residencia (rural-urbano) y principalmente, entre cohortes, lo que da cuenta de las trayectorias seguidas por los grupos en su desarrollo de dependencia, el cual no necesariamente está vinculado con la edad y con los problemas de salud que enfrentan, sino en gran medida se encuentra relacionado con las experiencias de vida, los cambios en el imaginario social de la vejez, así como en el de género, además de las transformaciones socio-históricas enfrentadas en su contexto (Arber y Ginn, 1996; Blanco, 2011; Elder, 1985).


Concepción de la dependencia

Cuando se habla de dependencia, por lo general se hace referencia a la relación demográfica presente entre las personas que se suponen activas o no en términos económicos, es decir, a la dependencia demográfica, la cual es definida desde un criterio economicista, bajo el supuesto de que los primeros dependen del aporte para su sostenimiento de los segundos; distinguiéndose a éstos en dos grupos, en tanto, se clasifica como relación de dependencia de la vejez RDDV a quienes se encuentran en el grupo de personas con 65 y más años de edad y relación de dependencia demográfica juvenil RDDJ a aquellos menores de 15 años (CONAPO, 2011). La relación de dependencia constituye un indicador cuantitativo relevante de la situación presente en una sociedad, particularmente en términos demográficos y económicos, aunque tiene serias limitantes, puesto que no en todos los casos es posible señalar que la edad determina la no producción o aporte económico; otra limitante es el que esta dependencia se define a partir solamente de la necesidad de apoyo en el aspecto material o económico de la vida diaria (AMVD), sin considerar otros tipos de necesidad desarrollados por las personas adultas mayores, los cuales implican para este grupo etario requerimientos de apoyo en muy diversas formas.

Otra referencia común a la dependencia es la que parte de un enfoque biomédico, mismo que la considera vinculada con la pérdida de salud y como sinónimo de discapacidad o pérdida de funcionalidad. Desde esta visión, la dependencia es definida únicamente en su aspecto funcional, omitiendo los elementos sociales vinculados al desarrollo de la misma, en tanto considera solamente el requerimiento de apoyo en las actividades básicas de la vida diaria (ABVD), como

son las de autocuidado y relacionadas con la sobrevivencia (Arroyo, Ribeiro y Mancinas, 2011; Ávila y Cruz, 2004; Ávila y Aguilar, 2007; ENSANUT, 2012).

El análisis a desarrollar en la presente ponencia está fundamentando en el enfoque teórico metodológico curso de vida, el cual permite elaborar el análisis del fenómeno de la dependencia desde un enfoque social, que retoma los aspectos contextuales e históricos, vinculando el estudio con las trayectorias de vida de los participantes y sus condiciones socio-históricas. De esta forma, la vejez es concebida como una etapa más de la vida, caracterizada por su heterogeneidad, la cual está enlazada a las condiciones de la trayectoria de vida de los sujetos y su contexto socio- histórico (Arber y Ginn, 1996; Blanco, 2011; Casado y López, 2001; Comas, 2005; Elder, 1998). A partir de este concepto, es posible señalar al envejecimiento como un fenómeno social situado históricamente, permitiendo analizar de esta manera las diferencias entre los individuos o grupos, cohortes, regiones y contextos socio-históricos.

Asimismo, dicho enfoque permite definir a la dependencia como una construcción social vinculada al contexto socio-histórico y cultural, misma que se encuentra ligada al imaginario social de la vejez, en el cual se asume la necesidad de ayuda o asistencia para realizar actividades de la vida diaria, independientemente de la edad cronológica de la persona, así como del hecho de que ésta presente algún tipo de limitante o discapacidad como antecedente, mismo que disminuya su nivel de funcionalidad. Por lo tanto, con dicho fundamento el análisis de la dependencia implica el reconocimiento de la diversidad de trayectorias de vida y formas de envejecer, las cuales se vinculan con las condiciones socio-históricas y culturales en que los sujetos o grupos se encuentran.

Desde esta concepción se amplía la visión de dependencia, considerando en ésta también otras necesidades de apoyo, como son la afectiva, particularmente en términos de compañía, aquella que implica ayuda para realizar actividades de tipo instrumental en su vida diaria (AIVD), como traslados al servicio médico, comprar víveres u otras salidas del hogar y la realización de actividades domésticas en su hogar, además de la que implica el requerimiento de apoyo en la toma de decisiones importantes consideradas como actividades avanzadas de la vida diaria (AAVD). Estos requerimientos de apoyo conllevan a distintos tipos de dependencia, como son la emocional, instrumental y avanzada respectivamente; mismos que son considerados en el análisis aquí presentado, sumándose a las dependencias de tipo funcional y económica, previamente

señaladas y que se abordan en gran medida en la literatura existente (Arroyo, Ribeiro y Mancinas, 2011; Ávila y Cruz, 2004; Ávila y Aguilar, 2007; CIDMM, 1980; CIF, 2001; ENASEM, 2001;

ENSANUT, 2012).


Método

El análisis elaborado retoma los principales resultados de la fase cuantitativa de un estudio mixto sobre dependencia en el adulto mayor realizado en contextos urbanos y rurales del estado de Nuevo León con una muestra estratificada conformada por 700 personas de ambos sexos con 65 o más años de edad, misma que fue estimada con un nivel de confianza del 95% y con margen de error del .05, equiparándose por sexo, contexto de residencia (rural-urbano), así como por cohortes (65-74, 75-84, 85 y más años de edad) (véase tabla 1); con el objetivo de analizar las trayectorias mostradas por las cohortes de personas adultas mayores en el desarrollo de dependencia, comparando la situación del adulto mayor en función del contexto, sexo o generación a la que pertenecen. Para ello se diseñó una cédula con escalas previamente validadas sobre dependencia, discapacidad, morbilidad, violencia y apoyos recibidos, el cual fue aplicado entre julio de 2014 y febrero de 2015, contando con fondos PROMEP Programa de Mejoramiento del Profesorado de la Secretaría de Educación Pública, PROMEP 103.5/13/6644.


Tabla 1. Conformación de la muestra

Estratos de la muestra /Cohortes 65-74 75-84 85 y más Total


Contexto

Mujeres

81


81

33

195

urbano

Hombres

82


81

34

197


Total

163


16

67

392




2




Contexto

Mujeres

56


62

38

156

rural

Hombres

54


62

36

152


Total

110


12

74

308

4

Fuente: elaboración propia/Estudio sobre dependencia (2015)

La dependencia en el adulto mayor

De acuerdo con los resultados obtenidos en el estudio, el tipo de dependencia referido en mayor medida por los sujetos de estudio es el económico o material (AMVD), especialmente en los contextos rurales, en ambos sexos (véase tabla 2), lo cual señala condiciones adversas en términos materiales para estos grupos, mismos que dependen para su sostenimiento, en gran medida de los programas sociales, independientemente de que reciban o no apoyo de manera informal. Cabe señalar que mientras en los contextos urbanos esta dependencia se ve incrementada con la edad, por el contrario, en las zonas rurales, son los de la cohorte más joven quienes la presentan en mayor medida, además de que la refieren en niveles elevados, es decir, de manera más frecuente que las cohortes de mayor edad, quienes presentan una proporción significativa en niveles bajos, es decir, con el requerimiento de apoyo más esporádico o en menor frecuencia. Estas tendencias nos indican un recrudecimiento de las condiciones adversas en el campo durante las últimas décadas, lo cual coloca en situación de mayor vulnerabilidad a los recién llegados a la vejez, mientras que los de la cohorte mayor refieren una situación menos desventajosa en términos materiales, o bien, tienen una menor expectativa en torno al requerimiento de apoyos. A diferencia de lo anterior, los contextos urbanos parecen recrudecer la desventaja conforme se incrementa la edad, siendo más difícil para los de mayor edad el lograr cubrir sus necesidades materiales sin apoyo de terceros, ello a pesar de que en proporción significativa los mismos cuentan con una pensión para su sostenimiento, la cual por lo general suele ser de mayor monto que los apoyos obtenidos por las personas adultas mayores en el contexto rural, generalmente derivados de los programas sociales.

A esta proporción, le siguen quienes indican requerir apoyo de tipo instrumental, la cual se presenta en mayor medida en los contextos urbanos, especialmente en las mujeres, viéndose claramente incrementada con la edad, siendo significativo esto último en ambos sexos. Al igual que en la dependencia material, la situación señalada difiere entre los contextos, puesto que en las zonas rurales nuevamente son las cohortes de menor edad quienes refieren dependencia en mayor medida (véase tabla 2). Llama la atención lo último, en tanto en ambos contextos se observan situaciones adversas para la movilidad y el traslado de las personas adultas mayores, pero en las áreas rurales esto parece ser aún más complicado, lo cual no obstante, se refleja especialmente en las cohortes de menor edad, mientras que los mayores lo refieren en menor medida.

También de forma significativa se presenta la dependencia de tipo emocional, especialmente en los varones y con tendencias muy distintas entre las cohortes, puesto que en zonas urbanas es referido en mayor medida por las cohortes de más edad, mientras que en los contextos rurales, por el contrario, se indica en mayor proporción por aquellos que acaban de llegar a la etapa en estudio (véase tabla 2). Al igual que en los anteriores tipos de dependencia, esto parece señalar un recrudecimiento de la situación adversa, o bien mayores niveles de resiliencia en las cohortes de más edad, quienes si bien refieren viudez y soledad en mayor medida, no señalan tener una necesidad de compañía de parte de terceros, que les genere el requerimiento de apoyo en esta área.


Tabla 2. Tipos de dependencia referida por grupos comparados (porcentaje)

Tipo

Contexto

Mujeres (cohorte) Hombres (cohorte)


de

dependencia

de

residencia


4-74


5-84


5 y


otal


4-74


5-84


5 y


otal





más




más


Económica

Urbano


8%


0%


2%


2%


5%


9%


7%


3%


Rural


8%


5%


0%


5%


8%


8%


4%


7%

Emocional

o afectiva

Urbano


1%


4%


3%


0%


9%


2%


5%


2%


Rural


0%


6%


2%


5%


4%


6%


1%


8%

Instrumental

Urbano


8%


3%


5%


1%


0%


2%


7%


7%


Rural


6%


5%


7%


6%


2%


0%


9%


8%

Avanzada

Urbano


9%


7%


9%


1%


7%


0%


2%


0%


Rural












1%

5%

3%

7%

7%

1%

8%

5%

Funcional

Urbano


2%


6%


7%


0%


1%


8%


4%


2%


Rural


9%


8%


4%


2%


%


9%


6%


5%

Fuente: elaboración propia Estudio sobre dependencia en el adulto mayor (2015)


Respecto a la dependencia avanzada, misma que no ha sido estudiada en el contexto latinoamericano, se advierte que ésta se presenta principalmente en los contextos urbanos, siendo mayor en los varones, pero mostrando poca claridad en relación con la edad. Esta situación difiere en los contextos rurales, siendo las mujeres quienes la refieren en mayor medida, además de ser mayor en las cohortes jóvenes (véase tabla 2). Las tendencias observadas parecen indicar la presencia de condiciones adversas en mayor medida para ambos sexos en el contexto urbano y para las mujeres en zona rural, lo cual además en las últimas se evidencia en mayor medida en la cohorte que recién inicia la vejez, lo que denota un recrudecimiento de estas condiciones para dicho grupo.

La dependencia que aparece en menor medida, acorde a la literatura especializada (ENASEM, 2001; Gutiérrez, García y Jiménez, 2014; SABE, 2011; Tamez y Ribeiro, 2010) y los datos oficiales disponibles para México (INEGI, 2010; ENSANUT, 2012) es la de tipo funcional, la cual como se puede observar es mayor en los contextos urbanos, particularmente entre las mujeres. Los datos evidencian que en ambos contextos son las mujeres quienes la presentan en mayor medida, además de que todos los grupos muestran un incremento proporcional y significativo de la misma conforme se incrementa la edad cronológica (véase tabla 2). Las tendencias observadas confirman lo referido en gran medida por la literatura especializada en cuanto a la relación presente entre una mayor edad y mayores niveles de dependencia, además de que sean las mujeres quienes llegan a la edad avanzada con un mayor deterioro de su funcionalidad, en parte debido a su mayor esperanza de vida al nacer y la sobrevida mayor en promedio de cinco años con respecto al grupo de varones.

Análisis de las trayectorias de dependencia

Para el análisis de las trayectorias observadas en el desarrollo de dependencia entre los grupos de participantes, se retoma la edad señalada por los sujetos como inicio de su requerimiento de apoyo, lo cual marca un punto de inflexión, constituyendo un indicador relevante en términos del momento en que consideran que las condiciones de su vida se tornaron adversas para su proceso de vida y comenzaron a demandar ayuda para realizar las actividades de la vida diaria (Blanco, 2011; Elder, 1985).

De esta manera, llama la atención que a diferencia de lo esperado, la primera dependencia en aparecer para las mujeres, particularmente en el contexto rural sea la de tipo avanzado, la cual se presenta en promedio a los 48 años, varios años previos a su llegada a la vejez; ello muestra diferencias significativas con respecto a las mujeres urbanas quienes la refieren en promedio a los 58 años, mientras que los varones la refieren en ambos contextos a los 55 años (véase gráfica 1). Es así que la media de edad de inicio para los contextos rurales corresponde a los 52 años, mientras que en lo urbano es de 56 años. Estas evidencias indican una situación diferencial, particularmente entre las mujeres, mostrando una mayor adversidad en su contexto las mujeres rurales, quienes de manera temprana desarrollan dependencia. Resalta también el hecho de que estos grupos desarrollen anticipadamente dependencia, en tanto parece referir dificultades en este grupo etario para resolver algunas situaciones como la realización de trámites entre otras cosas.

Otra dependencia que aparece de manera temprana es la afectiva, especialmente en el contexto rural y sobretodo en los varones, quienes en promedio a los 51 años de edad iniciaron su requerimiento de compañía para sentirse bien; en tanto en las mujeres se presenta alrededor de los 53 años. Ello difiere significativamente en el contexto urbano, aunque no en tendencia, puesto que también son los varones quienes la presentan de manera anticipada, en promedio a los 56 años, sin diferencia significativa con las mujeres quienes la iniciaron a la edad de 57 años. Por tanto, la media de edad observada como inicio en el contexto rural corresponde a 52 años, mientras que la correspondiente a las zonas urbanas es de 56 años; ambas de forma anticipada a la etapa de vejez.

El desarrollo de dependencia emocional más temprano en los varones, especialmente en el contexto rural, parece indicar cambios en el imaginario social no sólo de la vejez, sino también de masculinidad, puesto que asumir la necesidad de compañía y malestar por sentirse solo, indica

colocarse en situación de vulnerabilidad. Esta situación resalta también por ser más temprana en el contexto rural, puesto que en dichas zonas se observa en mayor medida a los participantes viviendo en pareja, aunque también en mayor proporción hay hombres viudos viviendo en hogar unipersonal, mientras que en la ciudad, esta situación predomina en las mujeres.


Gráfica 1. Edad de inicio por tipo de dependencia, contexto de residencia y sexo del

participante


71

72

Funcional 72

64

68

Económica 64

66

61

Hombres urbanos


Instrumental

64

65 Mujeres urbanas

60


Afectiva

63 Hombres rurales

56 Mujeres Rurales

57

51

53

55

55

Avanzada 58

48

0 10 20 30 40 50 60 70 80

Fuente: elaboración propia. Estudio sobre dependencia en el adulto mayor (2015)

Al igual que las anteriores, la dependencia instrumental inicia de manera más temprana en el contexto rural, especialmente en los varones, con diferencia significativa solamente respecto a los varones urbanos, llama la atención que en este caso las mujeres urbanas refieran como media un inicio posterior al resto de los grupos, pese a que son las que presentan en mayor proporción este tipo de dependencia. En general, el promedio de edad que aparece como inicio de la dependencia de este tipo es menor en el contexto rural (62 años) aunque sin diferencia significativa con las zonas urbanas (64 años). Las trayectorias observadas con inicio más temprano en el contexto rural, parecen estar vinculadas al hecho de que sean las cohortes más

jóvenes quienes la desarrollan en mayor medida, por tanto, la edad promedio se ve disminuida, mientras que las generaciones mayores la han desarrollado en menor medida y de manera tardía. Por el contrario, en las zonas urbanas, se denota un desarrollo de la dependencia instrumental que se ve claramente incrementado, tanto en proporción como en nivel, es decir, en términos de frecuencia en el requerimiento de apoyo, conforme se incrementa la edad, siendo entonces mayor en ambos aspectos (proporción y nivel alto) para las cohortes de más edad.

Lo anterior, coloca un indicador de alerta, en tanto hace necesario profundizar en el análisis de las transiciones que están ocurriendo en este medio, tanto en términos culturales, particularmente en el imaginario de la vejez y de género, como en las condiciones de vida enfrentadas por los grupos durante su proceso de vida, en especial al llegar a la vejez. Se deja en claro también, una mayor vulnerabilidad y riesgo en los grupos que recién llegan a esta etapa, quienes parecen mostrar menores niveles de resiliencia y una mayor pérdida de autonomía y funcionalidad.

La dependencia económica aparece un poco más tarde como se puede observar en la gráfica 1, pero al igual que las anteriores, de manera más temprana en el contexto rural, en donde la media corresponde a 64 años, mientras que en las zonas urbanas ésta equivale a 66 años. Además llama la atención que al igual que la avanzada y la funcional sean las mujeres quienes la desarrollan primero, especialmente en el campo; en ambos contextos se advierte una diferencia significativa en relación con los varones, así como entre los grupos de mujeres propiamente (véase gráfica 1).

Esta situación confirma lo observado en términos de proporción y nivel mostrados por este tipo de dependencia entre los grupos, puesto que al igual que la dependencia instrumental, en lo rural son las cohortes de menor edad y que recién llegan a la vejez quienes refieren en mayor medida (proporción y nivel alto) el desarrollo de la misma, mientras que en las zonas urbanas, por el contrario, ello corresponde con las generaciones de mayor edad. Es decir, en la ciudad el desarrollo de dependencia económica va de la mano con el incremento de la edad cronológica, mientras que en el campo el desarrollo de la misma parece vincularse con el empeoramiento de las condiciones productivas y de ingreso para las personas envejecientes, quienes dependen en mayor medida del apoyo externo, principalmente el derivado de los programas sociales.

Cabe señalar, que el desarrollo más tardío de dependencia económica en los varones

urbanos parece estar ligado al hecho de que los mismos cuentan en mayor medida con una pensión formal derivada de su jubilación en el empleo formal, situación que los coloca en una posición distinta al resto de los grupos, en tanto si bien las mujeres también llegan a obtener una pensión formal, ésta por lo general se deriva de su relación conyugal y es de menor cuantía, al etiquetarse como pensión por viudez. Lo anterior coincide con los resultados señalados por otros estudios en la misma región (Tamez, Ribeiro y Mancinas, 2008).

Lo observado en las trayectorias de dependencia difiere ligeramente en la de tipo funcional, pues si bien vuelven a ser las mujeres rurales quienes la desarrollan a menor edad, en este caso el resto de los grupos la muestra de forma tardía y sin diferencias entre ellos (véase gráfica 1). Esto llama la atención en tanto a pesar de que la misma se presenta en mayor medida en zonas urbanas, tanto en proporción como en nivel de frecuencia, lo cual coincide con una relación directa entre el desarrollo de la misma y el incremento de la edad cronológica en los sujetos de estudio. No obstante, la situación de las mujeres rurales es compleja, puesto que desarrollan en menor proporción esta dependencia, así como en niveles bajos de frecuencia, pero la inician de manera más temprana.

Estas tendencias dejan entrever las condiciones desfavorables que enfrentan estos grupos, los cuales se asumen como vulnerables tempranamente, a pesar de tener niveles bajos en la pérdida de funcionalidad y autonomía; indicador de que visualizan como adversas sus condiciones en mayor medida que su contraparte (hombres rurales), así como con respecto a las mujeres urbanas, mismas que desarrollan en mayor proporción y nivel la dependencia funcional, sin embargo, lo hacen más tarde que el resto de las dependencias, mostrando relación directa con el incremento de edad cronológica y ligada a la presencia de discapacidad(es). Es decir, la dependencia funcional se presenta ligada al deterioro físico y la mayor edad presentes en los sujetos de estudio.


Conclusiones y recomendaciones

Uno de los hallazgos del estudio, mismo que difiere de lo esperado, es observar un desarrollo anticipado de la dependencia avanzada, primera en aparecer y que se esperaría fuese posterior a la pérdida de funcionalidad, especialmente ante la demanda de autocuidado, puesto que constituye una condición de vulnerabilidad mayor, en la cual la persona adulta mayor requiere del

apoyo en la toma de decisiones importantes en su vida. Ello coincide en todos los grupos, siendo especialmente temprana en el caso de las mujeres rurales, mismas que también en proporción y sin diferencia significativa con respecto a los hombres urbanos muestran en mayor proporción esta dependencia. Asimismo, llama la atención que los niveles altos de esta dependencia sean observados en las cohortes de menor edad, situación generalizada entre los grupos; lo cual indica la percepción de situaciones adversas a su condición, señalada en mayor medida por los grupos recién llegados a esta etapa, principalmente por las mujeres rurales y los hombres urbanos.

También llama la atención que esta dependencia aparezca en menor medida, tanto en proporción como en nivel entre las cohortes de mayor edad, quienes parecen enfrentar de manera distinta su condición, a la vez que refieren una visión menos adversa de esta etapa y de las necesidades que enfrentan, asumiéndose en menor medida como vulnerables y con demanda de apoyo de parte de terceros.

Otro aspecto a resaltar en la dependencia avanzada es el que se presente de forma muy anticipada al inicio de la vejez, lo que parece indicar cambios en el imaginario social de esta etapa, así como una percepción mayor de deterioro en su condición de autonomía como adultos con capacidad de participar socialmente en su medio.

La dependencia afectiva o emocional aparece en mayor medida y niveles más altos en los contextos rurales, especialmente en los varones, quienes además la presentan a edad más temprana, lo cual también difiere de lo esperado. Ello coincide con un mayor desarrollo de esta dependencia por las cohortes de menor edad en residencia rural, lo cual puede estar relacionado con mayores niveles de migración en esta zona, lo que conlleva a observar en mayor medida a las personas adultas mayores viviendo en pareja o en hogares unipersonales. Pero también parece estar ligado con transiciones culturales, particularmente en el imaginario social de masculinidad que conllevan a los varones a asumirse en mayor medida como vulnerables, especialmente en términos afectivos, a partir de lo cual demandan compañía de terceros como un apoyo relevante en esta etapa. Esta situación difiere en la ciudad, donde si bien también los varones refieren en mayor medida (proporción y nivel) esta dependencia, en este caso son las cohortes de mayor edad quienes la muestran, pero sin llegar a los niveles de los residentes rurales. No obstante, hay que subrayar el inicio de esta dependencia, en todos los grupos, de forma anticipada al límite marcado como inicio de la vejez, lo que indica cambios en el imaginario social en torno a esta etapa.

La tercera dependencia en la trayectoria observada es la de tipo instrumental, la cual también es más temprana en los contextos rurales y al igual que la afectiva aparece a menor edad en los varones, lo cual coincide con mayores proporciones de ésta en las cohortes más jóvenes, aún cuando por lo general sea en niveles bajos. Los niveles altos se muestran en mayor medida por las cohortes de más edad, principalmente en las zonas urbanas, lo cual indica que estos grupos desarrollan de forma más tardía esta dependencia y que la misma se recrudece con el aumento de edad, por lo cual el apoyo se demanda en mayor medida, particularmente en función de un mayor deterioro causado entre otros factores por el aumento de edad.

En cuarto sitio surge el desarrollo de dependencia económica, de manera más temprana en las mujeres, en especial residentes rurales, en tanto éstas la refieren casi en su totalidad en los niveles altos, particularmente en las cohortes de menor edad, lo cual coincide con los varones de la región. Ello parece indicar un recrudecimiento de las condiciones adversas, especialmente materiales, durante las últimas décadas en esta zona. Asimismo, esto permite constatar que la manera en que se envejece y particularmente las condiciones de vulnerabilidad que se enfrentan en esta etapa están claramente vinculadas con la trayectoria de vida y las condiciones socio- históricas de la misma, puesto que las mujeres enfrentan situaciones de exclusión mayor en ambos contextos, por lo cual demandan en mayor medida del apoyo material para sostenerse en esta etapa; aun cuando lleguen a contar con apoyos de tipo formal, lo que ocurre en menor medida que los varones, éstos son generalmente de menor cuantía y no son obtenidos por su articulación al medio productivo (pensión formal por jubilación) sino por sus vínculos conyugales o parentales, es decir, la obtienen a partir de su pareja o hijos(as). La situación referida se ve agudizada en el contexto rural, lo que conlleva a un envejecimiento no sólo físico, sino también material y social más acelerado en dicho contexto.

En consonancia con lo anterior, se observa un desarrollo de dependencia que termina con la de tipo funcional, también a menor edad en las mujeres rurales, quienes de manera significativa parecen anticipar su vejez con el deterioro también físico de sus condiciones, colocándolas de manera integral en una vejez temprana, puesto que previo al cumplimiento de 65 años ya han desarrollado como promedio todos los tipos de dependencia, aún cuando esta última sea principalmente en niveles bajos. Cabe señalar que si bien esta dependencia se presenta en menor medida que las anteriores, situación que destaca en las zonas rurales, sigue siendo a una edad

temprana en las mujeres de esta zona, colocando signos de alerta en torno a los niveles de vulnerabilidad presentes en estos grupos. Ya previamente ha sido referido el trabajo duro y desgastante ejercido por las mujeres en estas zonas, quienes además enfrentan mayores niveles de exclusión social y económica, lo cual se torna evidente en los resultados observados, particularmente con las trayectorias analizadas que colocan a este grupo a la delantera de un envejecimiento prematuro, mostrado de forma anticipada respecto a la participación social y familiar, y siguiendo con el aspecto afectivo, para luego transitar a lo instrumental y lo material, terminando con un deterioro físico y funcional, lo que da cuenta de necesidades específicas de atención, tanto para los grupos que ya se encuentran avanzados en esta etapa, como para las futuras generaciones de personas adultas mayores, mismas que están enfrentando transiciones importantes en su medio, ello sin considerar aspectos de gran relevancia en esta etapa como son los de capital social disponible para enfrentar la vejez, especialmente redes de apoyo creadas y fortalecidas dentro del tejido social, mismas que constituyen la base de sostén para estos grupos en las necesidades enumeradas a lo largo de este análisis.

El desarrollo temprano de dependencia señalado por las evidencias deja entrever una situación compleja en el fenómeno de envejecimiento enfrentado, puesto que al considerar la esperanza de vida en estas cohortes, podríamos esperar que la dependencia se prolongue por periodos extensos, para las mujeres alrededor de 20 años en los casos de dependencia económica e instrumental, un promedio de 30 con dependencia afectiva y/o avanzada y una media de 15 años con dependencia funcional. Los varones pueden llegar a presentar durante 25 años dependencia afectiva y/o avanzada, un promedio de 15 años dependencia económica y/o instrumental; además de dependencia funcional por un periodo de 10 años. Esta situación muestra un panorama de crecientes necesidades en este grupo poblacional, mismas que podrían verse recrudecidas en las próximas décadas, especialmente si retomamos la situación crítica observada de manera particular por los grupos rurales, quienes inician de manera anticipada la dependencia, especialmente las cohortes de menor edad, tendencia que puede alargar las trayectorias señaladas anteriormente y con ellas elevar las demandas de apoyo; situación que conlleva grandes retos tanto para la familia, como para la política social.

Por lo anterior, un aspecto de gran relevancia son las recomendaciones surgidas a partir de este ejercicio, mismas que van en dos líneas que confluyen: por un lado, en términos de estudio y

análisis, cabe señalar la necesidad de profundizar en la comprensión de los procesos de envejecimiento y desarrollo de dependencia de la mano con los factores vinculados al deterioro no sólo físico, sino emocional, material, instrumental y social de las personas adultas; de tal forma que ello, por otro lado, logre brindar de guías concretas para la intervención social a lo largo de la vida en la población actual, mejorando las condiciones de vida que influyen en la manera de envejecer, y disminuyendo los niveles de vulnerabilidad enfrentados durante esta etapa por los grupos analizados.

Es de suma prioridad que la política pública, en especial la social, retomen los avances de los diversos estudios, de tal forma que se reconozca tanto la situación heterogénea de los grupos en su proceso de envejecimiento, así como sus necesidades específicas y particulares para mejorar las condiciones de vida en los mismos y que ello redunde en un mayor bienestar social, tanto en los contextos rurales como en los urbanos. No menos importante es que se busque fortalecer el tejido social, aspecto de gran relevancia para la vejez, de tal forma que los grupos logren contar con vínculos sólidos tanto a nivel familiar como comunitario, además del apoyo brindado por las instituciones especializadas en la atención de este grupo etario, mismas que tendrían que ser coordinadas buscando una atención integral de este grupo poblacional.


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