Migración, cambio social y prácticas políticas de las mujeres hñähñú del Valle del Mezquital, Hidalgo


Migration, social change and political practices of hñähñú women in the “Valle del Mezquital”, Hidalgo


Ana Magali Rebolledo Claro1


Resumen: Este trabajo tiene el objetivo de analizar la migración como un fenómeno que ha generado cambios en las prácticas sociales y políticas de las mujeres hñähñú de la región del Valle del Mezquital, Hidalgo. Se considera a las mujeres como sujetos centrales, ya que las vivencias que llevan a cabo en la cotidianidad permiten discernir los cambios culturales, sociales y políticos que ocurren a nivel local, pero que son producto de la dinámica sistémica que se teje en lo regional, nacional y global.


Abstract: This work has the objective of analyzing migration as a phenomenon that has generated changes in the social and political practices of the hñähñú women of the region, Hidalgo. Women are considered as central subjects, since the experiences that they carry out in the daily life allow to discern the cultural, social and political changes that occur at local level, but that they are product of the systemic dynamics that are woven in the regional, national and global.


Palabras clave: Migración; prácticas políticas; mujeres hñähñú; cambio social


Introducción

Este trabajo tiene el objetivo de analizar la incidencia del fenómeno migratorio en las comunidades indígenas del Valle del Mezquital, como un fenómeno que ha posibilitado la reconfiguración de las prácticas políticas de las mujeres hñähñú.

El presente ejercicio se divide en tres apartados, el primero de ellos consiste en un conjunto de reflexiones que permiten posicionar el estudio de la migración de acuerdo con ejes de orientación teórica y metodológica.

Por lo que se considera a la migración como un “fenómeno social total” (Mauss, 2009) que,


1 Maestrante en sociología por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Líneas de investigación: Sociología de la cultura, Sociología de la religión.

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al estar compuesto de una naturaleza dinámica, multifacética y cambiante, requiere de la aportación de diferentes disciplinas y perspectivas que contribuyan a analizar sus constantes cambios y los diferentes sujetos involucrados.

Este estudio parte de una visión sociológica de la migración, que rescata importancia de las experiencias de los sujetos en tanto permiten discernir los cambios culturales, sociales y políticos que ocurren a nivel local, regional, nacional y global, desde los cuales se puede percibir la dinámica estructural y sistémica que enmarca el fenómeno migratorio.

La importancia de las experiencias reside en su “profundidad existencial” (Castro, 2012) que deja entrever no solo los retos y problemáticas que los sujetos atraviesan en el éxodo, sino los procesos de desarraigo que viven al abandonar los contextos de origen.

El segundo apartado de este trabajo plantea el contexto que ha enmarcado los cambios en las prácticas sociales de las mujeres hñähñú, tal contexto da cuenta de dos momentos importantes de la migración en la región, la migración interna y la migración internacional.

En primera instancia la migración rural-urbana, dio la posibilidad de una diversificación de las tareas de las mujeres, que dejaron de desempeñarse solo en el ámbito familiar, para formar parte del sector asalariado y profesional. Estos cambios dieron lugar a una primera apertura del espacio político- organizativo y con ello generaron un nuevo estatus para las mujeres en la estructura organizativa de las comunidades.

Sin embargo, los movimientos migratorios internacionales, irrumpieron de manera determinante en el contexto de las comunidades de la región al provocar un descenso importante de población que en primera instancia fue masculina y posteriormente se vislumbró en las mujeres, los jóvenes y en familias completas.

Como una forma de abrir la discusión que se propone en esta investigación, la última parte de este primer capítulo da cuenta del papel de las mujeres en el contexto de migración rural- urbana e internacional en la región; como jefas y madres de familia, como parte del sector asalariado y profesional, como parte de la población migrante pero también como aquella población que se queda en las comunidades de origen y contribuye a la reproducción de la vida comunitaria.

1.1 Aproximaciones a la migración como fenómeno total.

La migración es un fenómeno social que ha formado parte de la historia de todas las sociedades; sus primeros estudios fueron parte de las teorías neoclásicas (Ravenstein,1885; Thomas y Znaniecki, 1918; Lee, 1965; Ranis y Fei, 1965; Teodaro, 1976), de la teoría de la dependencia desde un enfoque histórico estructural (Singler, 1979), desde teorías económicas intermedias como la teoría de la segmentación laboral (Lester, 1946; Kerr, 1988; Reynolds, 1951), la teoría del capital social (Putnam, 1995) y un abordaje más puntual desde la teoría de la nueva economía de las migraciones (Massey, 1994).

El presente apartado dista de proporcionar un recorrido detallado de estos estudios; lo que se propone en este espacio es una propuesta de abordaje teórico y metodológico que pretende analizar la migración como un fenómeno total que tiene el fin de evidenciar los procesos de desarraigo y de cambio cultural en las comunidades indígenas, a la luz del estudio de la dimensión vivencial de los sujetos que experimentan directa o indirectamente el impacto del fenómeno migratorio.

Para iniciar este abordaje, es importante destacar que la mayor parte de los estudios sobre migración en la región del Valle del Mezquital, han dado mayor importancia a la migración internacional y han puesto menor énfasis en la migración rural-urbana, ya que existen diferencias significativas en cuanto al porcentaje de población migrante y el dinamismo de los cambios que provocaron ambos fenómenos1.

De esta forma la migración internacional como parteaguas y núcleo de análisis de las investigaciones en la región, ha sido parte un esfuerzo analítico que ha intentado articular un análisis estructural, demográfico, económico y cultural; sin embargo ante este esfuerzo, muchos de los trabajos han prestado mayor atención en las características de la población migrante y en el impacto económico de las remesas, dejando de lado la cuestión cultural como una de las dimensiones donde se puede observar detalladamente el impacto de la migración y los procesos de cambio social en las comunidades indígenas2.

Tales investigaciones han sido importantes para comprender el impacto (demográfico y económico) de este fenómeno, pero solo constituyen el punto de partida para analizar la complejidad de procesos, problemáticas y contradicciones que encierra el fenómeno migratorio, cuya naturaleza se muestra cada vez más multifacética y cambiante.


Yerko Castro (2012) citando a Mauss (2009), considera que la migración es un fenómeno social total que involucra “diferentes dimensiones, alcances y rasgos económicos, políticos y culturales” cuya explicación no puede ser posible si se aíslan cada uno de estos elementos.

El abordaje de la migración desde esta perspectiva apunta analizar los fenómenos sociales a partir de la articulación de las diferentes dimensiones que lo integran, generando un conocimiento integral y no fragmentado de lo que se pretende estudiar.

En su obra Ensayo sobre el don: forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas, Mauss (2009) analiza el intercambio de dones como un fenómeno social “total” donde convergen todo tipo de dimensiones representadas en instituciones sociales (religiosas, jurídicas, morales, políticas, familiares y económicas), pero de igual forma, acciones individuales (de interés) que impulsan a los sujetos a realizar este tipo de intercambios sin la necesidad de pensar premeditadamente las reglas colectivas marcadas por las instituciones sociales mencionadas.

Desde esta línea de análisis, lo individual y lo colectivo son partes integrales de los fenómenos sociales, donde se hace evidente que los “actos individuales [ponen] de manifiesto no solo el conjunto mayor de prácticas e instituciones culturales que los rodean, sino también el orden global que subyace a las mismas” (González, 2005).

La migración vista desde esta mirada hace necesario un análisis desde la complejidad de procesos que se encuentran imbricados en su constante dinamismo, lo cual evoca la necesidad de un análisis holístico e integral que requiere de las aportaciones de diferentes disciplinas, enfoques y lentes de observación que contemplen la complejidad que encierra este fenómeno.

Este estudio parte de una visión sociológica de la migración, la cual da cuenta de una mirada multimensional e interdisciplinaria que busca encontrar las herramientas teóricas y metodológicas precisas, para entender los procesos de cambio social que se han producido en los contextos comunitarios indígenas de la región del Valle del Mezquital.

De esta forma, y desde una de las dimensiones analíticas de la migración, se pone énfasis en el estudio de los procesos de cambio social, cultural y político que se han generado en las comunidades de origen, dentro de los cuales se ha propuesto estudiar las prácticas políticas de las mujeres en las comunidades indígenas del Valle del Mezquital.

El hecho de pensar a las mujeres como los sujetos de estudio de esta investigación, amerita pensar en la importancia de las vivencias y prácticas sociales que llevan a cabo en la cotidianidad,


ya que estas permiten discernir los cambios culturales, sociales y políticos que ocurren a nivel local, pero que son producto de la dinámica sistémica que se teje en el ámbito regional, nacional y global. De esta forma la importancia de las experiencias reside en su “profundidad existencial” (Castro, 2012) que deja entrever no solo los retos y problemáticas que los sujetos atraviesan en el

éxodo, sino los procesos de desarraigo que viven al abandonar los contextos de origen.

En este curso, es necesario conceptualizar la migración desde una perspectiva vivencial de los sujetos, como una reorientación de las reflexiones de la migración como fenómeno total, en el que están inmersos diferentes dimensiones de la realidad, como la cultural, económica y política. Hablar de la migración en términos vivenciales implica voltear la mirada al acontecer de la vida cotidiana de la comunidad, de la forma en que la viven los diferentes sujetos, especialmente las mujeres en este estudio.

La migración, por lo tanto, se percibe como un proceso que trastoca los hechos de la vida afectiva, como un proceso de desarraigo existencial que obliga a los sujetos aparecer de diferente forma en la escena de lo social, como una reconstrucción de su existencia y de su espacio casi de forma obligada. Esta mirada nos posiciona en una reflexión escalar diferente, de un acontecer fenoménico de los sujetos que hace visibles esas reconstrucciones de su condición humana, económica y política.

En términos generales, la migración como movilidad humana supone la ruptura de una armonía entre ser y espacio, entendiendo el espacio como una forma de apropiación del lugar mediante hábitos que configuran un mundo sensible y una totalidad en donde el sujeto existe (Pardo, 1991).

El espacio como comunidad, pueblo o ciudad, la morada de los recuerdos y las vivencias de la infancia, lugar donde se construyeron experiencias y vínculos afectivos que orientan el acontecer de los sujetos a lo largo de su vida, un acontecer singular que expresa relaciones particulares con una cultura, una lengua, formas de convivencia y de organización. Elementos que “moldean” una intimidad, una forma de pensar, de sentir el lugar y el espacio como cuerpo en donde el mismo sujeto es parte de ese cuerpo mayor.

Desde esta perspectiva la migración se entiende como un proceso de desarraigo, un fenómeno que involucra sentimientos, emociones y vínculos afectivos, pero también la construcción de nuevas subjetividades y nuevas condiciones de existencia.


Como apunta Sartre (2005) “la grandeza de un hombre y un pueblo reside en saber qué hacer con lo que han hecho de él”, en este caso la construcción de nuevas condiciones de existencia frente a un mundo en donde impera la lógica del desarraigo de un modelo cultural y económico cada vez más absorbente.

Estos procesos de desarraigo que son parte del fenómeno migratorio se encuentran inmersos en una dinámica sistémica, que ha dado lugar a los cambios y tensiones que se han producido en las comunidades de la región, a raíz del impacto de los procesos de modernización y de cambio social, que se hacen evidentes a través de la industrialización, el crecimiento de la mancha urbana, de las crisis económicas, el desempleo y la crisis del campo, entre los más importantes.

El resultado de estos procesos ha sido la migración, fenómeno que constituye el parteaguas histórico que permite pensar los cambios generados en las prácticas políticas de las mujeres, donde se han puesto en tela de juicio aquellas construcciones y discursos que definían su papel (tradicional) en las comunidades, y donde ha emergido la posibilidad de un nuevo estado y condición política en el espacio comunitario.

Ante estas consideraciones teóricas y metodológicas que tuvieron el fin de orientar el abordaje de la migración en los contextos indígenas del Valle del Mezquital, el siguiente apartado propone una contextualización de la migración (rural-urbana e internacional) en la región, con el fin de mostrar los procesos de cambio social que han contribuido a la modificación de las prácticas cotidianas de las mujeres hñähñú en las comunidades de la región.


Migración interna y diversificación del papel de las mujeres en las comunidades hñähñú del Valle del Mezquital

La región del Valle del Mezquital es una de las diez regiones que integran el estado de Hidalgo, se caracteriza por concentrar el mayor número de población indígena otomí-hhähñú3 en el país, contando con una cifra de 170 376 hablantes, distribuidos en los 28 municipios (31.52% del total de población indígena en Hidalgo)4.

La migración en el pueblo hñähñú ha sido una constante desde la época prehispánica; los pueblos chichimecas, pames y jonases ancestros directos del actual pueblo hñähñú5, practicaban el nomadismo y se dedicaban en su mayoría a la caza y recolección. Al asentarse en este territorio desarrollaron otras actividades sedentarias como la agricultura y ganadería que les permitieron


establecer una estructura socio-organizativa relativamente estable; sin embargo, esta fue socavada por la invasión de los nahuas como parte del dominio y extensión del Imperio azteca6 y posteriormente con la conquista española.

Durante la época colonial y hacia el siglo XIX, la población indígena se movilizó para emplearse en municipios de Pachuca, Real de Monte, Mineral del Chico, Ixmiquilpan y Zimapan como parte de la actividad minera; a la par en las regiones rurales la agricultura se convirtió en la actividad productiva principal que constituyó la base del sistema de hacienda el cual se sirvió del despojo de grandes extensiones de tierra que pertenecían a las comunidades de la región (Ramírez y Jiménez, 2009; Cortés, 2014).

Tras la guerra de Independencia, la entrada del liberalismo político creó las bases para la construcción del Estado moderno bajo el ideal de generar proyectos de progreso y desarrollo en las regiones marginadas del país que eran en su mayoría zonas rurales.

En esta etapa trataron de borrarse las estructuras racistas de la Colonia para dar lugar a la igualdad entre individuos, sin embargo, esto no cambio en nada la condición de exclusión de los pueblos nativos, ya que al homogeneizarse las estructuras sociales a un solo modelo sociopolítico, se hicieron a un lado las especificidades de la organización colectiva y comunitaria del pueblo hñähñú, por lo que las tierras comunales pasaron a ser propiedad privada y por lo tanto fueron compradas por los que contaban con el capital para obtenerlas.

Tales procesos de despojo de las tierras comunales se consolidaron durante la época de Reforma y el Porfiriato, como periodos donde se fue creando un ambiente de latente estabilidad sociopolítica que fue socavado por los levantamientos de indígenas campesinos que exigían la devolución de tierras; éstas demandas tuvieron lugar durante y después de la Revolución mexicana, un escenario de las rebeliones en contra de los cacicazgos y las alianzas que sostenían con los gobiernos locales.

El gobierno cardenista que inicio entrado el siglo XX, consolidó un proyecto de Estado que incluyó las demandas de los sectores rurales campesinos y con ello dio lugar al proceso de repartición de tierras, una medida que se incluyó como parte de un proyecto más grande que tenía el objetivo de llevar el progreso y desarrollo a las regiones marginadas del país a través de la modernización del sector productivo agrícola.

A la par, las zonas metropolitanas del país se fueron extendiendo, dando lugar al


crecimiento de la marcha urbana, proceso que hizo cada vez más corta la distancia entre el campo y la ciudad.

El impacto de estos cambios en la región del Valle del Mezquital se mostró de diferentes maneras: una de ellas y quizá la más importante fue el reparto agrario el cual no solo contribuyó a la recuperación de las tierras, también propició la generación de políticas para el desarrollo del campo a partir de la formación del ejido7.

Como Gisela Espinoza (2011) apunta, este proceso de recampenización propiciado por el reparto agrario cardenista, incidió a que “millones de familias campesinas [contribuyeran] decisivamente al desarrollo industrializador aportando alimentos, materias primas y fuerza de trabajo para una pujante economía que tuvo su esplendor durante el Milagro mexicano” (Espinoza, 2011: 10).

La región del Valle del Mezquital se unió a este proyecto de progreso y desarrollo, por lo que el sector agrícola fue uno de los que atravesó procesos de modernización que lo convirtieron una de las actividades productivas más importantes; esto a su vez fue propiciado porque durante la época posrevolucionaria y el gobierno cardenista, el sistema de riego pasó a manos del Estado (Moreno, 2006), por lo cual el reparto agrario y la estatalización de este sistema en la región consolidaron la actividad agrícola hasta la década de 1980, donde presentó una visible disminución. Aunado a esto, el periodo cardenista también se convirtió en el escenario de un proceso de industrialización en la región, que trajo consigo la construcción de industrias cementeras y la creación de la Central Hidroeléctrica de la CFE, que en lo posterior darían lugar a la construcción de la Refinería “Miguel Hidalgo”. Esto favoreció la creación de empleos que al igual que las zonas irrigadas del Valle, atrajeron a población proveniente de otras regiones del país para laborar en

ambos espacios.

La migración rural- urbana en este contexto, fue un fenómeno común en las regiones metropolitanas cercanas a la región del Valle del Mezquital, entre ellas las ciudades de Pachuca de Soto, Tula de Allende y la ciudad de México. La población migrante en estos contextos provenía de las comunidades de la región del Valle, quienes se emplearon en el sector asalariado como parte del trabajo en construcción, en el sector terciario o en el trabajo doméstico, y en pocos casos esta población logró insertarse al sector educativo para prepararse profesionalmente.

La migración de la región también siguió la ruta de los campos de cultivo en diferentes


estados del país entre ellos Morelos donde se empleaban en el corte de arroz, jitomate y ejote; así como en San Luis Potosí y Veracruz para el corte de caña (Rivera y Quezada, 2011:86).

De la Peña y Martínez Assad (1991) atribuyen a estos movimientos migratorios internos diferentes causas, entre ellas el despojo (durante la época colonial, el periodo de Reforma y el Porfiriato) de tierras a los campesinos que hizo necesario su empleo en otras actividades como el comercio, el trabajo jornalero y artesanal; estas actividades provocaron su movilización a regiones urbanas como la ciudad de México donde se insertaron como parte del sector asalariado y comercial, hacia regiones de cultivo como la Huasteca donde se les empleaba como jornaleros en los cultivos de caña y de café; y posteriormente en las décadas de 1980 y 1990 emprenderían una nueva travesía hacia los Estados Unidos, donde gran parte de los ingresos obtenidos serían destinados a hacer producir las tierras que se recuperaron después del reparto agrario cardenista (De la Peña y Assad, 1991: 17-24).

La población migrante durante los periodos de creciente movilidad interna (segunda mitad del siglo XX) fue masculina y femenina, en el primer caso se caracterizó por ser población joven y jefes de familia, pero en el caso de las mujeres, las jóvenes, madres solteras y en mucho menor medida las madres de familia casadas, pudieron salir de la comunidad a emplearse en las zonas metropolitanas.

Pedro Godínez y Donaciana Martín (1991) dan una explicación más concreta de los cambios durante este periodo; ellos mencionan que durante la década de 1960 hubo una integración significativa de las comunidades del Valle al mercado nacional, donde los pequeños productores agrícolas de tierras de temporal y de riego empezaron a ser relativamente incluidos en la producción para exportación, pero también en la venta de los centros comerciales de la región, uno de ellos fue el mercado de Ixmiquilpan, el municipio más grande del Mezquital.

Para Godínez y Martin este tipo de inclusión generó en lo posterior el debilitamiento de las bases económicas de producción y organización social, entre ellas las actividades artesanales, el pequeño comercio, los oficios tradicionales y la recolección.

Este panorama de aparente inclusión de la producción agrícola no duraría mucho, ya que la década de 1960 también fue testigo del descenso del ingreso agrícola ante la competencia nacional, hecho que provocó que la mayoría de los hogares hñähñú dependieran del ingreso asalariado. La migración temporal y estacional fue entonces el principal apoyo de la economía familiar y por lo


tanto se hizo una actividad permanente.

Estos cambios en la diversificación de opciones laborales, la intensificación de la migración y el debilitamiento de las actividades productivas locales, fueron el inicio de una nueva fase de desarrollo que puso fin a una época de aparente inclusión de los contextos rurales en la dinámica económica del país; la entrada de esta nueva fase o modelo económico dio lugar a un cambio en la dinámica migratoria que, de ser nacional e interna, siguió una nueva ruta hacia Estados Unidos.


1.2.2 Migración internacional y cambio social en el Valle del Mezquital

Las décadas de 1940 a 1960 fueron el escenario de una movilización de trabajadores hacia Estados Unidos con motivo de la implementación del Programa Bracero, que tenía el fin de reclutar mano de obra para los campos de cultivo en un contexto de guerra (2ª guerra mundial) donde fue necesario ocupar a la población masculina estadounidense para la milicia.

El Valle del Mezquital, al igual que otras regiones del país formaron parte de este programa de trabajadores temporales, la población que migró fue masculina y provino de las regiones rurales y agrícolas de México. Esta experiencia de movilidad se volvió un horizonte abierto para los movimientos migratorios que tuvieron lugar a partir de la década de 19908.

Paralelo a este proceso, el Valle del Mezquital se desarrolló en el sector agrícola a través de la modernización de la infraestructura de riego, cuya construcción tuvo antecedentes en la última década del siglo XIX, cuando arrancó el proyecto de aguas residuales para uso agrícola que conectaba la ciudad de México con el Mezquital.

El periodo más importante de producción agrícola en la región comienza en la década de 1940, cuando el Valle forma parte de la Revolución verde que trajo consigo cambios tecnológicos, que incluyeron paquetes de semillas mejoradas, fertilizantes, maquinaria, créditos y asesoría técnica para elevar la producción de los cultivos. Posterior a esto, se crea el distrito de riego No. 27 en el municipio de Ixmiquilpan con el fin de ampliar la superficie irrigada, para después ser sustituido por el distrito No. 100 de Alfajayucan (Peña, 1998 en Fabre, 2004:34).

La producción agrícola del Valle del Mezquital alcanzó niveles muy importantes hasta la década de 1970 cuando se da un visible detrimento a la producción debido a la constante polémica del uso de aguas negras para producción de alimentos, esta sospecha duro varios años hasta que CONAGUA decide implementar medidas restrictivas ante un brote de cólera.


El detrimento del sistema de riego debido a la prohibición del uso de aguas negras menguó en gran medida la producción agrícola y dejo a la región del valle del Mezquital en un perfil muy bajo dentro de la producción de alimentos para exportación.

Aunado este factor, la producción agrícola de las familias campesinas que constituía un medio de sustento complementario, atravesó por momentos de crisis debido a las condiciones climáticas de constante escasez de lluvia, las cuales generaron la necesidad de implementar sistemas de riego para hacer producir la tierra, éstos por lo general tenían un alto costo por la utilización del bombeo y las grandes cantidades de agua, aspectos que hacían menos redituable la actividad agrícola familiar.

Por otro lado, los trabajadores asalariados que se encontraban laborando en los centros urbanos cercanos a la región formaban parte de un sector explotado que percibía salarios muy bajos que no alcanzaban a cubrir los gastos de las familias; esto mismo ocurría con el trabajo de corte en los campos de riego de la región y en otros estados cercanos a Hidalgo, donde el trabajo sobreexplotado era muy mal redituado9.

En este curso Cortés y Martínez (2007 en Cortés, 2014) argumentan que la falta de oportunidades de producción, de empleo, educación y desarrollo, constituyeron los principales factores que, desde la década de 1980 hasta nuestros días, han generado que la población de la región del Valle del Mezquital salga de sus comunidades de origen y emprenda el viaje a Estados Unidos, “en busca de billetes verdes o cueros de rana” (Cortes, 2014: 148).


La migración en ascenso

El ascenso de la migración internacional comienza en la década de 1980 (Mendoza, 1999; Quezada, 2001; Rivera 2000 y 2006) sin embargo, la década de 1990 fue el escenario de un crecimiento elevado de movimientos migratorios que se extendió en todos los municipios de la región del Valle del Mezquital.

Mucha de la población migrante se ubicó en municipios donde la agricultura y el trabajo asalariado constituían las principales fuentes de ingreso; y en este curso, fue la estructura de hogares hñähñú la que presentó el promedio más elevado (5.6%) de presencia de procesos migratorios en la región (Quezada, 2008).

Paralelo a este panorama los datos proporcionados por CONAPO a través del censo 2010,


permitieron generar nuevos índices y grados de intensidad migratoria a nivel estatal y municipal, donde el Estado de Hidalgo además de mantener un alto grado de intensidad migratoria, también ascendió al quinto lugar nacional solo después de estados como Zacatecas, Guanajuato, Michoacán y Nayarit.

Los municipios hidalguenses relacionados con el fenómeno migratorio ascendieron a 54 en el 2010 (cuando en el 2000 eran 35) donde al menos 25 de ellos (46%) se encontraban en la región del Valle del Mezquital, incluyendo 10 de ellos con muy alta intensidad migratoria y caracterizados por contener un número significativo de población hñähñú (Quezada y Serrano, 2014).

A través de estos datos, Cortes (2014) visualiza dos elementos importantes: primeramente, que la migración hidalguense no solo se destaca por su característica emergente y por su debut en el escenario de la migración internacional a diferencia de estados con una larga tradición migratoria como Zacatecas, Michoacán y Guanajuato, sino que además se le suma un segundo elemento donde se puede vislumbrar que los migrantes hidalguenses son a su vez de origen indígena (Cortes, 2014: 142).

Frente a esto, la población hñähñú del Valle del Mezquital, desde la década de 1990 hasta la actualidad ha mostrado una migración sostenida durante los últimos 20 años, la población migrante sin embargo ha tenido características diversas a lo largo de este periodo. Quezada (2001) analiza que la población migrante durante la década de 1980 era en su mayoría masculina con una edad que oscilaba entre los 30 a los 45 años, no obstante, este perfil cambio en la década de 1990, cuando los jóvenes de entre 15 a 24 años comenzaron a tener protagonismo en este escenario, al igual que las mujeres quienes empezaron a incorporarse de manera predominante en los flujos migratorios.

Por otro lado, los destinos migratorios en la década de 1980 y principios de 1990 fueron Florida, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Nevada estados donde las actividades productivas estaban orientadas primeramente hacia la agricultura con el corte de naranja, tomate, fresa, pino y tabaco, pero posteriormente se ampliaron las posibilidades laborales en la construcción, los servicios y las fábricas, así como las industrias de alimentos (Rodríguez, 2003; Quezada y Rivera 2011, Schmidt y Crumett, 2003).


Reflexionando las causas de la migración internacional

Lo común en las perspectivas que dan explicación al despunte en la migración internacional es la visión de una “crisis” en el sector agrícola y el sector laboral generada por los cambios estructurales que iniciaron en la década de 1980, tales explicaciones sirven como una ruta general para desentrañar los procesos que dieron lugar a la migración internacional en la región del Valle del Mezquital, sin embargo, hace falta profundizar en aquellos que llevaron a la región a un estado de precariedad y marginación que generó la necesidad de buscar otras alternativas laborales10.

Uno de los puntos de reflexión que permite esta profundización parte del análisis de Dalia Cortés (2014) quien considera que la característica de la migración internacional en la región es su debut en el escenario nacional, pero específicamente por tratarse de una migración indígena, que, para el caso de la región, provino de las comunidades hñähñú.

Ésta última característica no debe ser vista como una coincidencia puesto que los cambios que ocasionaron las reformas estructurales de 1980 golpearon de manera predominante a los sectores más marginados del país, entre ellos a la población rural campesina que de tener un papel importante en la economía mexicana desde la década de 1940, pasó a ocupar una posición de exclusión y explotación en el sector comercial y económico a partir de la implementación de las políticas neoliberales.

Gisela Espinoza (2011) apunta que el proceso de recampenización que fue propiciado por el reparto agrario cardenista, incidió a que “millones de familias campesinas [contribuyeran] decisivamente al desarrollo industrializador aportando alimentos, materias primas y fuerza de trabajo para una pujante economía que tuvo su esplendor durante el Milagro mexicano” (Espinoza, 2011:10). De esta forma la participación de los pequeños y medianos productores agrícolas fue sustancial para hacer reproducir el conocido modelo de sustitución de importaciones que inicio durante el cardenismo y se prolongó hasta la década de 1970.

La región del Valle del Mezquital en este contexto se unió a este proyecto de desarrollo, por lo que el sector agrícola a través del sistema de riego fue uno de las que atravesó procesos de modernización que volvieron a la agricultura una de las actividades productivas más importantes.

Sin embargo, este panorama de relativo crecimiento en las regiones rurales fue mermado por la apertura comercial que propiciaron las reformas neoliberales durante la década de los 80´s, mismas que trajeron consigo un contexto de férrea competencia caracterizado por el dominio de


las agroindustrias que empezaron a producir productos como insumos industriales.

El estudio que Blanca Rubio (2001) desarrolla sobre los cambios en el campesinado mexicano, resulta central para entender la creciente marginación de la economía campesina nacional, que se vio atacada y disminuida por la entrada de las agroindustrias exportadoras las cuales se dedicaron a producir todo tipo de insumos agrícolas, pero ahora con la implementación de tecnología de punta (biotecnología) y con el uso de mecanismos de contratación flexibles que generaron la precarización laboral.

Este contexto de apertura al mercado internacional se vio acompañado por la falta de subsidio del Estado hacia el sector agrícola nacional, quien se convirtió en un estorbo por su incompetencia ante la apertura comercial y la entrada indiscriminada de alimentos importados. A esta falta de subsidio se sumó el cese al reparto agrario durante el gobierno de Salinas de Gortari el cual estuvo acompañado de la creciente privatización de las tierras, medidas que fueron implementadas en el escenario de la crisis de la década de 1980 y 1990 (Contreras, 2014).

Por lo tanto, el estudio que Blanca Rubio hace sobre la marginación del campesinado y el desgaste de la producción agrícola nacional da cuenta del contexto estructural de trasfondo desde el cual se puede generar una explicación más profunda de la migración internacional en la región del Mezquital. Tales aportaciones se encuentran en dos puntos de análisis sustanciales: el primero de ellos plantea que la condición del campesinado indígena ha atravesado un cambio violento desde la implementación del nuevo modelo de desarrollo neoliberal basado en la agroexportación, esta nueva condición muestra un estado de creciente explotación y exclusión en el escenario de la economía nacional.

Tal condición de exclusión es la que muchos pequeños productores de la región del Mezquital experimentaron cuando la producción agrícola sustentada en el sistema de riego entró en decadencia por las crecientes acusaciones de un brote de cólera diagnosticadas por CONAGUA durante la década de 1980; este escenario demostró que la producción del Valle no estaba a la altura de las normativas de calidad que había impuesto el mercado internacional y por lo tanto se encontraba en una situación de incompetencia ante el crecimiento de agroinsdustrias que producían insumos bajo condiciones tecnológicas sobrevaluadas en el mercado nacional e internacional.

Por otro lado, la condición de explotación en la región del Valle, se visualizó a través de la migración interna e internacional que ilustra diversos momentos de trabajo explotado, el primero


de ellos de orden internacional y de larga data, se visualizó cuando los campesinos hñáhñú se sumaron al conjunto de braceros que fueron a trabajar a los campos cultivo de naranja y algodón en el sur de Estados Unidos hacia la década de 1940; movilizaciones que fueron paralelas a la migración interna a los campos de cultivo de las regiones cercanas como Morelos, Veracruz y San Luis Potosí, pero de igual modo a los campos de trabajo agrícola más importantes del país ubicados en Sonora, donde recibían salarios raquíticos a cambio de intensas jornadas de trabajo. Esta situación fue la misma para en el contexto de centros urbanos de la región, donde la población indígena formó parte de la mano de obra sobreexplotada.

En este curso y como segundo elemento de análisis, Rubio (2001) hace una crítica a la noción de “crisis” que predomina en muchos estudios que tratan de explicar el declive de la economía campesina en los contextos rurales del país, incluyendo los estudios que han atribuido a la “crisis” del campo y el sector laboral, el despunte de los movimientos migratorios en el Mezquital.

El concepto de crisis debe ser superado como una tendencia y un recurso de análisis, y debe ser sustituido por una posición fundamentada que profundice en las consecuencias concretas que los cambios estructurales produjeron en los contextos rurales e indígenas en México. De esta forma más allá de atribuir a la “crisis” del campo y del trabajo asalariado, la condición de exclusión y explotación de la población campesina e indígena del país, se debe buscar esta explicación en la imposición y dominio de nueva fase productiva a la que Rubio denomina como “agroexportadora neoliberal excluyente”.

En este sentido, la migración interna e internacional de la que ha sido parte la población hñähñú de la región del Valle, debe leerse a la luz de estos cambios estructurales causados por el cambio e imposición de la nueva fase neoliberal que creó las condiciones de marginación y precariedad que posicionaron a la migración como una alternativa necesaria para la subsistencia familiar.

A la luz de este panorama general de la migración interna e internacional en la región, el siguiente apartado tiene el objetivo de posicionar el papel de las mujeres hñähñú en este contexto de cambios vertiginosos, desde los cuales pueden apreciarse sus diferentes rostros, prácticas sociales y formas de existir en el espacio de sus comunidades.


Las mujeres hñähñú en el contexto de migración interna e internacional.

Cuando María tenía 12 años ya se encontraba trabajando en la ciudad de México como ayudante doméstica de una familia numerosa, duró en este empleo a lo largo de un año hasta que el terremoto del 85 la sorprendió e hizo que tardara 3 años para poder recuperar la confianza en la ciudad.

A los 15 años María se encontraba de vuelta en México, trabajaba todos los días excepto los fines de semana que reservaba para ir a visitar a sus papás quienes vivían a cuatro de horas de la ciudad, en una comunidad del municipio de Ixmiquilpan. En este ir y venir de María conoce a un chico de Veracruz que también trabajaba en la ciudad, se casa con él y se lo lleva a vivir a la comunidad. Las condiciones de necesidad y falta de empleo en la región hicieron que su esposo migrara a Estados Unidos en los 90´s, y posteriormente vio partir a la mitad de los miembros de su familia, entre ellos cuatro de sus hermanas.

Ante la oportunidad real de poder trabajar en “el norte” debido a la conexión que tenía con sus familiares, María se anima a emprender el viaje en el año 2000 con la invitación de sus hermanas y una de sus tías, allá trabajó a lo largo de nueve meses y en dos lugares distintos, en Kentucky laboró en empresas donde se hacían revistas y posteriormente en Alabama se insertó en una empresa que procesaba el pollo, en esta última trabajaba a lo largo de 8 horas y mantenía contacto con grandes cantidades de cloro que fueron afectado su vista.

La nostalgia, las duras condiciones de trabajo y la responsabilidad de haber dejado a sus hijos en la comunidad hicieron que María volviera, pero ese no fue el mismo caso de sus hermanas quienes se casaron en Estados Unidos y cuyos hijos ahora tienen 15 o 16 años, que es casi el mismo tiempo que llevan fuera de la comunidad (extracto de la historia de vida de la señora María, originaria de la comunidad El Boye, Ixmiquilpan, Hidalgo).

A través de la experiencia de vida de María, puede verse reflejado el rostro de muchas de las mujeres que, siendo originarias de las comunidades indígenas del país, han tenido que dejar su lugar de origen para desempeñar otro tipo de actividades en las grandes ciudades del país o en el país vecino, Estados Unidos. Estas salidas y cambios de residencia, el contacto con otra dinámicas culturales, económicas y sociales, así como las nuevas experiencias obtenidas a partir de su condición de migrantes en contextos ajenos a ellas, han determinado nuevas percepciones en los espacios de salida y de llegada, nuevas prácticas sociales y nuevos discursos, otros rostros y otras formas de ser mujer fuera y al interior de sus comunidades.


Estos cambios en las trayectorias de las mujeres pueden explicarse por los procesos de cambio social que han marcado la dinámica de las comunidades indígenas, uno de los resultados se ve reflejado en el ascenso de los movimientos migratorios a escala nacional e internacional, que no solo han trastocado el papel tradicional de las mujeres en la familia, han generado otras formas de aparecer en el contexto de las comunidades bajo el papel amas de casa, jefas de familia, comerciantes, migrantes, campesinas, profesionistas, trabajadoras asalariadas, pero también a partir de figuras que están modificando sus prácticas políticas en las comunidades, asumiendo cargos de delegadas, representantes de comités, vocales, tesoreras, entre otros.

Este apartado se centra en posicionar las prácticas políticas de las mujeres hñähñú en el contexto de la migración interna e internacional, dos momentos centrales que permiten comprender los cambios en su experiencia cotidiana y luego entonces, las nuevas formas de pensarse en el espacio político de sus comunidades.

El análisis de las trayectorias de las mujeres en este contexto de cambios vertiginosos requiere posicionar las experiencias de las mujeres en dos periodos históricos, el primero de ellos parte de la década de 1940 a la década de 1970 y el segundo de la década de 1980 hasta la actualidad.

Patricia Arias (2001) apunta que estos dos periodos constituyen dos momentos de migración en el país que dieron cuenta de las rutas de las mujeres de los contextos rurales- indígenas, la primera de ellas, la migración nacional, data del periodo de 1940 a 1970, la cual se definió por “un movimiento rural urbano que se dirigía a las ciudades mayores del país donde las mujeres, solas o acompañadas, seguían la ruta y el destino migrante de sus familias o de sus conyugues” (Arias, 2000 en Barrera y Oehmichen, 2000: 185).

Al respecto de los móviles o causas que impulsaron la migración de las mujeres en este primer periodo, el estudio de Lourdes Arizpe "Migración, etnicismo y cambio social", resulta sustancial para entender el intenso proceso de migración rural- urbana de origen indígena cuya ruta y destino fue la ciudad de México. En este estudio Arizpe, se dedicó a comprender el impulso, la tendencia, las características y la lógica de los desplazamientos rurales, así como su impacto en las familias, cuyas alternativas laborables y de sustento eran cada vez menores en el contexto local - regional.

En este contexto migratorio las diferencias y jerarquías de género perfilaron a las mujeres


en un papel subordinado no solo ante las familias, sino frente a sus esposos, ambos (familia y conyugue) controlaban en su mayoría los tiempos de estancia en la ciudad, así como los ingresos que obtenían en las labores domésticas o en la venta ambulante. La migración de las mujeres en las ciudades estuvo sujeta a las necesidades de la familia y a las responsabilidades que tenían como hijas, hermanas, madres y esposas, en cualquiera de ellas ocupando una posición de sujeción y una limitada libertad de decisión (Arias, 2001: 189).

El recorrido de las mujeres hñähñú en este contexto de migración interna atravesó por situaciones similares, muchas mujeres se desplazaron a los centros urbanos donde se integraron como parte de la población asalariada que sostenía la unidad domestica familiar, pero también se emplearon como parte de la fuerza de trabajo en los campos cultivo cercanos a la región. Muchas de ellas se ocuparon como trabajadoras en el servicio doméstico, como parte de la pequeña venta de ambulantaje, en el sector terciario (servicios) y algunas otras lograron equilibrar su trabajo con los espacios educativos, lo cual les permitió formarse como profesionistas.

Gisela Espinoza (2011) apunta que tal panorama en el que las mujeres fueron ampliando sus actividades dentro y fuera de la comunidad, fue diversificándose cada vez más en los albores de la década de 1980, época que fue el escenario previo de los cambios estructurales que pondrían fin al relativo equilibro entre las dinámicas entre el campo y la ciudad, la producción agrícola y la producción industrial, los salarios y las ganancias, “que si bien eran asimétricos e injustos también fueron incluyentes para [la población campesina- indígena]” (Espinoza, 2011: 453).

Espinoza también apunta que este periodo de cambios estructurales y de crisis crónica en el país fue consolidando los nuevos patrones migratorios que a finales de la década de 1980 y en el curso de la década de 1990, experimentaron un crecimiento masivo, sobre todo en los contextos rurales. En este curso el patrón de migración nacional fue sustituido por el ascenso de movimientos migratorios internacionales cuyo destino fueron los Estados Unidos.

La migración internacional, modificó de forma importante la dinámica de las mujeres, ahora las mujeres migraban en diferentes condiciones, como solteras, casadas o bajo una condición liminal de "abandonadas o dejadas", muchas de ellas regresaron a sus comunidades por la nostalgia de la familia y sobre todo de los hijos que dejaron encargados, pero otras de ellas no lo hicieron porque construyeron su vida en el país vecino, consiguieron buenos trabajos y en algunos casos ya no tuvieron la intención de volver a sus comunidades.


Patricia Arias apunta que ha habido un cambio drástico entre la población rural femenina durante los últimos años donde se puede observar "el paso de una migración rural urbana a un esquema de migración diversificado y cambiante donde se pueden descubrir diversos flujos y destinos migratorios femeninos" (Arias, 2000 en Barrera y Oehmichen, 2000: 185).

Esta diversificación de labores y tareas ha generado una gama de diferentes experiencias para las mujeres, por lo que la cuestión que surge ante este panorama es si las mujeres indígenas han logrado transformar su condición de subordinación no solo ante sus familias y esposos, sino ante los mecanismos de control que se establecen en los espacios laborales y en el propio seno de sus comunidades.

Gisela Espinoza considera que los cambios sociales en los contextos rurales han ocasionado una feminización de lo rural y no en el sentido positivo que da cuenta de procesos de empoderamiento femenino, sino en cuanto a los cambios cualitativos en las tareas, funciones e identidades de las mujeres que las han obligado “a trabajar más, pero sin la retribución, el reconocimiento o equidad en la toma de decisiones” (Espinoza, 2011: 454).

Este último punto ilustra problemáticas más profundas que se sitúan más allá de la migración de los hombres, mismas que visualizan un incremento en la disolución de los matrimonios y luego entonces el abandono de los cónyuges, el incremento de los embarazos adolescentes, de madres solteras y el de nuevas uniones, todas ellas situaciones inéditas que han limitado la autonomía de las mujeres y han creado nuevas desigualdades de género (Arias, 2016).

Por lo que el trabajo asalariado de las mujeres rurales y su nueva condición de migrantes no ha cambiado del todo su situación subordinada en los hogares, Arias (a través de su trabajo reciente con mujeres de comunidades indígenas en Guanajuato y Jalisco) apunta que se ha mantenido “la división tradicional de roles y tareas en los hogares, [y las mujeres] además de procurar ingresos imprescindibles para sus hogares, siguen encargadas, sin contrapeso, de todas las tareas domésticas, del cuidado de los hijos y ancianos” (Arias, 2016:170).

Aunado a esto, la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo en el norte del país y en los Estados Unidos, se ha caracterizado por trabajos precarios, inestables, con bajos salarios, así como escasos o nulos derechos laborales; todas y cada una de estas condiciones generan una tendencia que puede limitarse a considerar una imposibilidad para las mujeres de transformar esta situación de subordinación, pese a que los procesos de cambio social parecen


trastocar y transformar cada día sus prácticas cotidianas.

En este curso, la condición actual de las mujeres y en específico de las mujeres hñähñú del Valle del Mezquital, comparte muchas de estas experiencias vividas por otras mujeres de las comunidades campesinas e indígenas en el país, sin embargo las practicas cotidianas y los significados que confieren, cambian de un contexto social a otro, pueden tener ciertas similitudes pero siempre hay procesos nuevos que se generan en la inmediatez y que pueden generar particularidades en determinados espacios y momentos históricos.

Las mujeres hñähñú hoy en día están ocupando espacios que tradicionalmente fueron ocupados por los hombres, ante el ascenso de la migración a escala nacional e internacional han tenido que modificar sus prácticas sociales en distintos escenarios como los laborales, el espacio familiar y en específico en el espacio político de sus comunidades.

Muchas de ellas han asumido el papel de representantes de sus familias ante la comunidad, atendiendo al llamado de las asambleas comunitarias, ocupando cargos en los comités de obras públicas como vocales, tesoreras y de igual forma asumiendo el cargo de mayor jerarquía y responsabilidad, el de la delegación.

Estas reconfiguraciones pueden explicarse debido a los contextos de necesidad que han propiciado la generación de formas directas e indirectas de presión, las cuales han obligado a las mujeres a desempeñar tareas que anteriormente no les eran permitidas, estas se pueden visualizar a partir de la asunción de la jefatura del hogar, la responsabilidad de una parte de la manutención de la familia, de estos compromisos se ha derivado el desempeño de actividades relacionadas con el campo (cultivo de la parcela), pero también en el trabajo asalariado, así como la representación social y política de la comunidad.

El papel de las mujeres en este contexto de cambios y necesidades en las comunidades del Valle del Mezquital ha resultado sustancial para la reproducción de la identidad comunitaria, ya que las prácticas que llevan a cabo en distintos espacios como la familia y la organización comunitaria han llenado los vacíos dejados por los hombres adultos, quienes fungían en su mayoría como jefes de familia y tenían representación política (única) frente a la comunidad.

Tales cambios generados por la migración (interna -internacional), han configurado nuevas formas de aparecer en los espacios que en tiempos anteriores fueron exclusivos de los hombres, estas formas nuevas de “aparecer” reflejan el despliegue de otras prácticas sociales y políticas


distintas que transgreden las nociones tradicionales que han definido su condición subordinada; estas nuevas prácticas se han erigido en otras formas de existencia, en otras formas de ser mujer en el seno de las comunidades hñähñú en la Valle del Mezquital.


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Notas


1 Pese a estas cuestiones la migración interna causó cambios importantes en los contextos indígenas de la región, así como los movimientos migratorios internacionales. Los estudios de Granados, Franco (2009) y Reyna (2011a, b) son investigaciones detalladas de los procesos de migración interna en el Estado de Hidalgo y hacia otros estados del contexto mexicano.


2 Aunque la mayor parte de los estudios de la migración en el Valle del Mezquital son estadísticos o demográficos, existen estudios muy importantes que han estudiado a la migración desde otras betas de investigación, donde se pueden encontrar análisis sobre el balance y las paradojas de la migración en la región (Rivera y Quezada, 2011; Quezada y Serrano, 2015), el impacto de la migración en las formas de organización y la participación política en las comunidades de origen (Cortés, 2014), los cambios en los roles de género que han modificado el papel de las mujeres en los contextos comunitarios (Rivera, 2006), la creación de comunidades trasnacionales y las formas de organización en los contextos de origen y de llegada (Schmidt y Crumett, 2003:Pizarro, 2011), así como algunos estudios dedicados a relatar las experiencias de los migrantes en su paso por la frontera y estancia en el país vecino (Serrano, 2010).

3 Se hace uso del término otomí-hñähñu, debido a que actualmente la población indígena del Valle del Mezquital suele auto adscribirse a este grupo étnico a partir de ambos términos como si constituyeran uno solo; en otros casos se hará uso del término hñähñú en el sentido de reivindicar la auto adscripción originaria

de este grupo indígena en detrimento del termino otomí , cuyo significado peyorativo fue creado a partir de la conquista de los nahuas y hace referencia a un “pueblo rebelde sin tierra”(Granados :2004).

4 Información obtenida a partir de los datos de INEGI en el 2010.

5 El termino hñähñu, proviene del vocablo hñä - hablar y el vocalo hñu – nariz, que significa “los que hablan con la nariz”.

6 Pese al sometimiento azteca, estos pueblos se caracterizaron por una firme resistencia, este atributo hizo que los aztecas crearan el término peyorativo “otomí”, que significa “pueblo rebelde o sin residencia”

(Granados, 2004).

7 El ejido es una forma de propiedad creada durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, como resultado de la política agrarista de restitución de tierras, la cual constituye “una propiedad permanente e intransferible de cierto grupo de campesinos habitantes de un poblado, pero las tierras de labor pueden transferirse en propiedad restringida a dichos campesinos en lo individual, sin salir por ello del dominio eminente del núcleo de población. [Por otro lado] el ejido no se considera como una propiedad transitoria o temporal, que ha de evolucionar a la propiedad privada plena, sino como una forma permanente. El ejido mexicano no constituye una forma coercitiva de propiedad sino una forma voluntaria […] ya que no se obliga a ningún campesino a formar parte de este sistema de tenencia” (Fernández,1960).

8 María Félix Quezada y Guadalupe Rivera (2011) apuntan que el Programa Bracero tuvo un impacto menor en Hidalgo, a comparación de los estados de Michoacán, Jalisco, Zacatecas y San Luis Potosí, quienes

desempeñaron un papel importante en el Programa Bracero durante el periodo de 1942 – 1964. Esta observación es importante ya que, durante el periodo de ascenso de la migración internacional, los migrantes que provenían de los estados mencionados poseían documentos que avalaban su legalidad, mientras que en Hidalgo la migración fue en su mayoría indocumentada y con población masculina de origen indígena.

9 Rivera y Quezada (2011) a través del trabajo de campo realizado en la región, dan cuenta de que la población de las comunidades se movilizó en la segunda mitad del siglo XX a las principales ciudades de Progreso, Tula y Pachuca donde se emplearon como jornaleros y en diversos puestos de la construcción. Posteriormente migraron a estados del país como Morelos donde se empleaban en el corte de arroz, jitomate y ejote; así como en San Luis Potosí y Veracruz para el corte de caña.

Paralelo es este tipo de migración intermunicipal y con la creciente industrialización del país que demandó mano de obra para construcción, la población de la región del Valle del Mezquital migró a las grandes ciudades como el Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey, Tijuana y Cancún (Rivera y Quezada, 2011:86). 10 Granados y Quezada (2013) atribuyen este ascenso de movimientos migratorios en el Valle del Mezquital a la implementación de políticas neoliberales que provocaron la crisis de la inversión y desarrollo del campo mexicano, los cuales se concentraban en las regiones rurales e indígenas de México. Las consecuencias


directas de estas transformaciones se visualizaron en el descenso de la inversión en el sector rural, el abaratamiento de los precios de los productos agrícolas, la entrada de empresas que establecieron una competencia desigual y la disminución de los empleos en los campos de cultivo y en las zonas metropolitanas, todas ellas se erigieron en unas de las principales causas que dieron lugar a la migración de las comunidades hñähñú (Alcántara y Quezada, 2013 en Cortés, 2014).

Fox y Rivera (2004) por su parte explican que la migración hacia Estados Unidos incrementó durante la década de 1980, ya que fue el escenario de procesos de gran trascendencia para el país, tales como la aplicación de políticas neoliberales y la crisis económica de 1982 que ocasionaron el debilitamiento de la agricultura de subsistencia, base económica de las comunidades rurales e indígenas. Aunado a estas condiciones de precariedad en la producción agrícola, se sumó la falta de empleo en las principales ciudades que se encontraban en la región y que eran una fuente de sustento complementario a la producción agrícola local.